EMILIO CALDERÓN
La Delegación de Pastoral Gitana en Sevilla
No se puede hablar de Pastoral Gitana en Sevilla, sin mencionar al sacerdote Emilio Calderón. Delegado diocesano, párroco de San Pío X y capellán penitenciario, casi la totalidad de su ministerio sacerdotal –del que se han cumplido cuarenta años- ha estado dedicado a la atención de este sector de la Pastoral. Casi cuatro décadas de cercanía al pueblo gitano le otorga legitimidad para afirmar que “cuando das garantía de que les escuchas y además saben que tú has estado a su lado, formando parte de sus problemas, de sus fiestas, que has estado presente en las enfermedades, entonces empiezan a tratarte como algo suyo”.
El trabajo en este sector de la vida diocesana no ha resultado fácil. Calderón recuerda cómo en 2007 se elaboró en la Delegación un documento titulado ‘Compromiso cristiano de la comunidad gitana’, en el que puso de relevancia el compromiso de la Iglesia con la comunidad gitana, “algo que no es nuevo y debe mantenerse”.
El reto de la integración
Con la dosis de socarronería que emplea cuando se le pide que haga una radiografía de la comunidad gitana andaluza y sevillana, Emilio Calderón afirma, con alusión a Machado, que “hay una cosa clara en Sevilla y en la parte de la baja Andalucía: después de mucho caminar he llegado a la conclusión que los gitanitos de Cádiz no tienen comparación”. Ciertamente, en la franja de Sevilla a Lebrija, el rincón de Cádiz y Jerez, “los gitanos han sido una cosa distinta”. “Quizás –añade- porque han vivido en igualdad de condiciones con los payos pobres, en zonas como Triana, la Alameda, las casitas bajas del Polígono Sur, en las barriadas jerezanas de Santiago o la Guita, en Écija…”
Reconoce que se han dado muchos pasos en la promoción social de los gitanos, “pero queda mucho por hacer”. Subraya el hecho de que, “al menos en teoría, gozan de los mismos derechos que sus vecinos payos”, aunque en la práctica muchos malvivan en la marginación y el paro. Y es que, junto al deseo de ser considerados ciudadanos de pleno derecho de la sociedad española, desean, con no menos ardor, ser aceptados como tales.
Acciones pastorales
“Con las acciones pastorales planteadas desde la Delegación, lo que pretendemos es hablar de Jesucristo”, afirma. No tiene por qué haber mayores diferencias, ya que “el pueblo gitano es un grupo de personas, de cristianos, que viven en nuestra iglesia diocesana, igual que cualquier otro bautizado”. No obstante, en esta tarea se han topado con no pocas dificultades, derivadas de la naturaleza muchas veces anárquica, vitalista, “con un sentido un poco nómada de vivir la inmediatez y resolver el problema en el momento”.
Valores que aún perduran
Haciendo una reflexión sobre los valores gitanos, Emilio Calderón subraya el respeto a la familia como institución suprema de la sociedad gitana. De ello se deriva la veneración por los miembros de más edad y una concepción más humana del trabajo -“es muy difícil que un gitano muera siendo rico. Si tiene se gasta, y mañana Dios dará”-. En este contexto, subraya cómo “la virginidad de la mujer antes del matrimonio, que es un valor cristiano en sí, ha venido siendo un signo característico de la comunidad gitana, si bien ha dado lugar a que muchas jóvenes contrajeran matrimonio prematuramente”.