Al otro lado del torno II: Real monasterio de San Clemente
La presencia de vida monástica en este monasterio se remonta a la época fernandina. Monjas procedentes del monasterio de la Encarnación de Córdoba se instalaron en el antiguo palacio de Vib-Arragel para vivir la Regla de San Benito bajo la jurisdicción de Las Huelgas. El carisma cisterciense se remonta al 1098 en el que unos monjes se instalan en el desierto de Citeaux (Cister) con el deseo de volver a la pureza de la regla benedictina. Es San Roberto, monje de Molesmes, quien inicia la experiencia y ésta llega a su auge con la llegada de San Bernardo y la fundación del monasterio de Claraval del que fue su primer abad.
La vida cisterciense se enmarca dentro de las coordenadas más puras de la contemplación. Una vida dedicada a la oración y la búsqueda de Dios a través de la soledad compartida y la pobreza absoluta. En el espíritu del Císter prima lo comunitario, la vida en común. En las primeras comunidades ni siquiera existía la privacidad de la celda. Los dormitorios eran estancias comunes con la idea de que nadie sintiera nada como propio. La pobreza absoluta quedaba representada en el hábito blanco en lugar del negro de los cluniacenses por la simple razón de ser más barato al estar exento de gastos de tinte.
Las monjas cistercienses de San Clemente son las vecinas más antiguas de Sevilla. Habitan allí desde mediados del siglo XIII de forma ininterrumpida. La comunidad está compuesta actualmente por unas veinte monjas que en los últimos años se ha renovado con vocaciones procedentes del Nuevo Mundo. Ocho colombianas, tres salvadoreñas y una guatemalteca han venido a revitalizar una comunidad local que iba envejeciendo. Actualmente hay un grupo consolidado lleno de vida espiritual en el que no faltan nuevas vocaciones. Su abadesa, M. Yaqueline Robayo, es todo un espejo de la vitalidad y vigencia del carisma cisterciense.
La oración rige la vida de las monjas cistercienses, siendo la liturgia de las horas el marco en el que desarrollan su día a día. A las cinco de la mañana ya están en el coro para rezar vigilias. A las 8.30 laudes con eucaristía (los domingos a las 10.00), vísperas a las 18.15 y completas a las 21.15. Toda una jornada dedicada a Dios. Y en medio el trabajo. San Benito, con acierto, dice en su regla que los monjes no permanezcan ociosos y vivan de su trabajo. Aparte de los oficios designados temporalmente (torno, cocina, enfermería…) el carisma cisterciense favorece las labores modestas como forma de permanecer al lado de los más humildes sin renunciar por ello a altas cotas de espiritualidad.
La comunidad de San Clemente mantiene durante todo el año una amplia oferta de dulces y mermeladas de fabricación artesana que se pueden conseguir a través del torno. Ofrecen también rosarios, velas decoradas y cirios pascuales. Su hospedería está orientada a personas que quieran realizar experiencias vocacionales y compartir oraciones. Acercarse por San Clemente una mañana de domingo, entrar al compás por la portada de la calle Reposo y compartir la eucaristía gozando de sus cantos litúrgicos es un privilegio que tenemos en nuestra diócesis y que nos dará oxígeno espiritual y paz interior para toda la semana.
Ismael Yebra
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