Crónica de las IX Jornadas Trinitarias de Pastoral Penitenciaria
La Familia trinitaria celebró “con gran satisfacción y enriquecimiento” las IX Jornadas de Pastoral Penitenciaria, dedicadas en esta ocasión a reflexionar sobre ‘Familia y Prisión’, del 17 al 19 de noviembre.
El Arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, inauguró estas jornadas y dirigió unas palabras de agradecimiento a los miembros de la Pastoral Penitenciaria por su dedicación a los encarcelados, considerados como “verdaderamente pobres debido a sus múltiples carencias y sufrimientos que llevan implícita la pérdida de la libertad y la ausencia de la familia”. Así mismo, animó a la Iglesia y a los cristianos a que, desde la realidad pastoral de las parroquias, se siga atendiendo y acompañando a los familiares de los presos en sus situaciones de dolor y angustia.
Programa
En la primera ponencia de las jornadas la psicóloga Miryam Carretero, experta en programas de atención y seguimiento de presos y sus familias desde Caritas de Salamanca en la prisión de Topas, dibujó un panorama cargado de realismo sobre las consecuencias que lleva consigo la situación de una persona en prisión, respecto a su familia y, sobre todo, a los hijos que van creciendo en un ambiente marcado por las ausencias de los progenitores, los vacíos educativos y las carencias afectivas.
Interesante también fue la reflexión hecha por el religioso trinitario Ángel García sobre “La presencia/ausencia de la Iglesia en la cárcel y ante la familia”. Destacó la intervención evangelizadora que realiza la Iglesia diocesana desde la Pastoral Penitenciaria a través sus programas de humanización y evangelización de los internos y otros proyectos de reinserción, así como la presencia y el contacto de los miembros de la Pastoral Penitenciaria con los familiares de los presos. Igualmente, destacó la escasa intervención que tienen las parroquias de origen de los presos en la atención y seguimiento de sus familiares, acompañándoles en esta difícil coyuntura. En esta línea, resaltó la importancia que tiene para la persona presa la cercanía y presencia de su familia en ese período y las graves dificultades por las que atraviesa la familia a la hora de salir adelante en esa situación. Para terminar, puso de manifiesto las distintas experiencias que se están llevando a cabo en relación con iniciativas pastorales en las que se realizan encuentros en parroquias, pueblos o barrios de familiares de presos, miembros de la pastoral penitenciaria y cristianos de esas comunidades.
Otra de las intervenciones corrió a cargo de María Victoria Aguado, coordinadora de Trabajo Social del Centro Penitenciario de Sevilla I. Desarrolló el tema de ‘La Institución Penitenciaria ante la familia del preso’ y en él señaló los orígenes de la atención social con personas privadas de libertad en España, así como la actividad caritativa y redentora de los Trinitarios a finales del siglo XI, la presencia de los Patronatos, como el de La Merced, hasta la llegada de la Constitución Española y la Ley Orgánica General Penitenciaria. A partir de 1979 se inicia otro modelo de atención social a los presos y sus familias desde las distintas realidades del espectro Penitenciario para poder servir mejor de vínculo entre unos y otras.
Finalmente, la Trabajadora Social de la Fundación Prolibertas Rocío Melero, directora de la Casa de la Acogida de presos en Antequera, presentó el Programa de acogida, promoción e inserción socio-laboral para personas reclusas o ex reclusas que realiza Prolibertas a través de las seis Casas de acogida de presos, presas y madres con niños e inmigrantes, así como del Comedor Social, atención a personas sin hogar y familias en riesgo de exclusión en Córdoba, la Escuela de Hostelería en Algeciras y otros programas.
A continuación, se celebró una Mesa de experiencias que contó con la participación de Asunción Morilla (Trabajadora Social y Asociación Polígono Sur), Rosa Nieto (Psicóloga de la Federación Liberación) y Marisa Díaz (Abogada de la Federación Enlace) que presentaron las distintas intervenciones que se realizan con los presos y sus familias.
La Iglesia en Sevilla con los privados de libertad
Según el delegado diocesano de Pastoral Penitenciaria, el trinitario Pedro Fernández Alejo, estas jornadas “han supuesto un aliciente y un empuje motivador para todos los participantes, así como una nueva forma de afrontar desde la Pastoral Penitenciaria y desde las iglesias locales la atención y el seguimiento a las familias de los presos”. Por otra parte, afirma que la Iglesia diocesana, a través de la Pastoral Penitenciaria y de las comunidades cristianas de origen de los presos, “tiene una seria responsabilidad y un compromiso evangélico. No se trata solo de atender o visitar al preso en la cárcel y por el tiempo de su reclusión, pues el efecto sufriente de la cárcel se prolonga hasta la misma familia que sufre, tanto o más que el recluido”.
“Ante la situación de ingreso en prisión de una persona –continua el trinitario- nuestra presencia en esos momentos es de extrema importancia; el encuentro personalizado con el interno les llena de paz y sosiego”. De modo especial, señala, se hace más necesaria la intervención de la Pastoral Penitenciaria si el preso o la presa no cuenta con su familia a causa de unas relaciones tensas, de ruptura o abandono, así como cuando se trata de una persona extranjera y no tiene posibilidades para contactar con su familia.
“La Pastoral Penitenciaria sigue apostando por ser puente de unión, de reconciliación y encuentro entre el preso y su familia; de ser facilitadores de acogida, la aceptación y el perdón”, sentencia Fernández Alejo. Pero advierte que hay que reforzar la sensibilización y concienciación de la Iglesia y la sociedad. El delegado, en este sentido, propone crear en las parroquias de origen de los presos grupos de reflexión y encuentro entre familias de los reclusos, voluntarios de Pastoral Penitenciaria y cristianos de la comunidad. “Siempre mirando al futuro de la vida de los presos, favoreciendo el disfrute de los permisos penitenciarios con la familia o, en caso de no tenerla, en Casas de Acogida de la Fundación Prolibertas u otras existentes”. Y para cuando salga en libertad, “ofrecer alternativas y proyectos de reinserción socio-laboral de cara a una pronta integración en la familia y la sociedad”, concluye.