El sacerdote Jesús Donaire “hace justicia” a don Marcelo Spínola con un libro sobre su espiritualidad

El sacerdote Jesús Donaire “hace justicia” a don Marcelo Spínola con un libro sobre su espiritualidad

El sacerdote diocesano Jesús Donaire defendió su tesis doctoral en 2015. Casi tres años más tarde publica su investigación bajo el título ‘Un sencillo y humilde trabajador de la Viña del Señor. Marcelo Spínola y Maestre, modelo y maestro de sacerdotes’. Una obra de más de 600 páginas sobre el que fuera Arzobispo de Sevilla y su espiritualidad sacerdotal.

Dos años de doctorado han dado como resultado un voluminoso tomo sobre el beato Marcelo Spínola, ¿por qué escogió investigar sobre esta relevante figura de la Iglesia en Sevilla?

En primer lugar, porque tenía pensado profundizar en el conocimiento de alguna personalidad de nuestra Archidiócesis en relación al sacerdocio. Empecé a buscar y me di cuenta de que tenía que ser él, por su personalidad, sus virtudes, su forma de afrontar el sacerdocio, su manera de acercarse a las personas…Todo ello me cautivó, me llenó internamente. Por otro lado, vi que era una persona poco estudiada y pensé que había que hacerle justicia.

Y tras dedicarle tantas horas, ¿qué destacaría de su persona y sus enseñanzas?

Ante todo, su manera de ser: era un hombre de Dios, unido a Él. Sabía ejercitar aquellas virtudes que Cristo ponía en su vida a través de la oración, la entrega…Por tanto, yo destacaría su entrega a los demás, de hecho, aquí en Sevilla es conocido como el Arzobispo mendigo, porque sobresalía su virtud por la caridad y la misericordia.

Cualquier investigación es difícil, ¿en qué momento ha pensado o sentido que estaba estancado o que se le resistía este proyecto?

Sí, ciertamente Hay que meterse en el archivo, sacar muchos legajos, investigar por aquí, profundizar por allá, muchas veces ir a manuscritos…Toda esa tarea es bastante ardua y cuando uno está de diez a catorce horas dedicado exclusivamente a un tema durante meses, la verdad es que terminas un poco agobiado. Pero en el fondo, me decía que valía la pena y que se trataba de un tiempo limitado. Además, fui conocimiento aspectos o dimensiones nuevas del personaje y del tema y eso me ilusionaba y me animaba a continuar. Al fin y al cabo, es un pequeño esfuerzo (o no tan pequeño, ríe) que finalmente ve la luz y enriquece a tantas personas. Eso es muy satisfactorio.

Cuando inició su tesis estaba interesado en estudiar la atención la espiritualidad sacerdotal de don Marcelo, ¿qué cree que ha aportado su obra a este asunto?

Es el primer gran estudio que se hace en espiritualidad sobre don Marcelo, por ello podemos decir que, por lo menos, hemos hecho una sistematización de los elementos fundamentales que forman su teología sacerdotal y su espiritualidad. A partir de esta sistematización podemos ir profundizando en distintos elementos o rasgos propios de su reflexión, magisterio o enseñanza. Esa sería la gran aportación, pero también creo que ayuda a conocer muchos aspectos concretos de su vida. En el epílogo termino diciendo que lo que él enseña, antes lo ha vivido y esa es la clave en el cristiano, porque lo nuestro no es un principio filosófico abstracto ni una ideología, sino de transmitir algo que previamente ha cautivado nuestro corazón. En el caso de don Marcelo fue identificarse con Cristo y a partir de ahí, saber trasmitirlo a través de su ministerio sacerdotal y más tarde episcopal.

¿Qué parte de la obra recomendaría como lectura a los seminaristas que ahora se forman en el Seminario Metropolitano de nuestra Archidiócesis?

Una introducción a través de la breve biografía, es decir, el primer capítulo que es muy sencillo, porque sitúa al personaje en su contexto. Pero después me iría directamente a la tercera parte, al aspecto espiritual, y dentro de ésta me centraría en la identificación con Cristo, creo que esta es la clave. Si algo ha de mover nuestra vida es que seamos otros cristos, no sólo los sacerdotes, sino todos los cristianos. Creo que don Marcelo puede enseñar a mirar y contemplar a Cristo y de esa manera reproducirle en su propia vida.

Entonces, para los laicos sin vocación a la vida consagrada, ¿también es un libro que pueda cautivarnos?

Yo creo que mucho. Don Marcelo antes de empezar su formación sacerdotal, que no lo hace hasta la treintena, ejerce de abogado atendiendo muchas necesidades, no en vano, en Huelva le llamaban “el abogado de los pobres”. Por tanto, podemos copiar su caridad y su misericordia. Por otro lado, su propio amor a Dios es fundamental. Dios da sentido a nuestra existencia y transforma nuestro ser, bien sea en la vocación sacerdotal o en la vocación a la familia o cualquier otra. Por último, habría pequeños rasgos que profundizando en la obra podemos sacar.

De esta publicación llama la atención la portada: blanca, con una ilustración, sin duda, del beato Marcelo Spínola, pero sin rostro, ¿qué sentido tiene?

La portada tiene un carácter hiperbólico, que busca crear admiración, duda y curiosidad. Solemos ser más costumbristas y conservadores, poniendo cuadros o imágenes totalmente definidas, pero creo que debemos innovar y abrir nuevos caminos y posibilidades. El sentido es precisamente extrañar e invitar a la lectura. Lo que quiero es que cada lector, al leer la obra, le ponga el rostro a don Marcelo que yo no he querido darle en esta portada.

Imaginamos que son muchas las personas que hay detrás de este libro, pero especialmente, ¿a quién le gustaría agradecérselo?

Así es, hay muchísimas personas, pero sin duda y en primer lugar, al Arzobispo, monseñor Asenjo, por haberme permitido haber estudiado cuatro años en Roma y por haberse ilusionado también por este proyecto. Como anécdota puedo contar que, tras defender mi tesis, el Arzobispo se acercó y me dijo que tenía que publicarla. Entonces noté un dolor de estómago por el vértigo que aquello me supuso, porque publicar una obra no es nada fácil, pero le dije que llevaba razón y que me lanzaría a ello. A partir de ahí siempre me ha apoyado en todo, en buscar patrocinio, alentándome…También al Obispo auxiliar porque siempre está ayudando con su ejemplo, palabra y testimonio. Y de forma particular a dos grandes instituciones que han hecho posible que esta publicación vea la luz: a la Real Maestranza de Caballería y a las Esclavas del Divino Corazón.

Acaba de decir que publicar cualquier obra es muy difícil pero ya está pensando en nuevos escritos…

Creo que debemos estar siempre con cierta inquietud de transmitir. La Iglesia tiene que aprender mucho a comunicar en esta era (que dícese la era de la comunicación). Si no sabemos transmitir o si no nos ponemos manos a la obra, difícilmente podremos llevar el gran mensaje que tenemos: el tesoro de Cristo. Una manera de hacerlo es poniendo por escrito aquello que uno estudia, reflexiona o vive. Y en eso estoy (ríe). La inquietud por escribir siempre la tengo, otra cosa es el tiempo y la posibilidad, pero eso lo dará Dios.


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