IV Domingo de Pascua (2018)
El buen pastor da su vida por las ovejas
En aquel tiempo, dijo Jesús:
Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».
Juan 10, 11-18
Comentario de Miguel Ángel Garzón
Hch 4,8-12; Sal 117; 1Jn 3,1-2; Jn 10,11-18
En este domingo de Pascua las lecturas nos presentan a Jesús como buen pastor. Así se define Jesús en el evangelio de Juan al dirigirse a los fariseos para contraponer su actitud a la de ellos. Jesús ha curado al ciego de nacimiento y ellos lo han expulsado de la sinagoga (Jn 9). Jesús se identifica como pastor de las ovejas para llevarlas a la puerta de la salvación (Jn 10,1-10). Retoma este término aplicado por la tradición judía a Dios (Jr 23,2; Ez 34) y apunta tres aspectos. Se califica como bueno en oposición a los asalariados, pues no explota a sus ovejas sino que está a su servicio y las defiende del maligno, incluso dando la vida por ellas. Entrega su vida libremente para poder recuperarla posteriormente y cumplir el plan salvador del Padre. En segundo lugar, conoce a sus ovejas y estas le conocen, estableciendo una relación de comunión amorosa, como la que se da entre él y el Padre. En tercer lugar, sale a buscar otras ovejas que no están en su redil (paganos) y que también son suyas, para formar un solo rebaño.
Esta acción pastoral de Jesús, continúa en sus discípulos y en la comunidad cristiana, como refleja el discurso de Pedro en el relato de los Hechos dirigido a las autoridades judías después de curar al paralítico. Ellos han rechazado a Jesús, pero se ha convertido en piedra angular (Sal 117) del reino de la vida que llega a todos los que lo acogen.
Así, como afirma san Juan, Dios nos ha mostrado todo su amor y su solicitud al revelarnos nuestra identidad, ser hijos de Dios. Una realidad ya otorgada por Jesucristo pero que alcanzará su máxima expresión cuando lo veamos resucitado, y en el Hijo seamos unidos al Padre y al Espíritu.
- ¿Conoces la voz del Buen Pastor? ¿Dónde la escuchas? ¿Te dejas guiar por él?
- ¿Cómo se reflejan en tu vida los sentimientos y actitudes de Jesús buen Pastor?
- ¿Vives como hijo de Dios? ¿En qué se manifiesta?