‘La Hospitalidad Sevilla-Lourdes’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla
Queridos hermanos y hermanas:
Escribo estas líneas para saludar a las más de doscientas personas, incluidos cuarenta enfermos, que han formado parte de la peregrinación organizada por la Hospitalidad Diocesana Sevilla-Lourdes, erigida hace once años por mi predecesor, el señor Cardenal Arzobispo emérito, fray Carlos Amigo Vallejo. Se trata de una asociación privada de fieles de ámbito diocesano, cuyo presidente es don Antonio Lancha, siendo su consiliario el sacerdote don Carlos Coloma. La finalidad de la Hospitalidad es contribuir a la difusión de la devoción a la Santísima Virgen en su advocación de Lourdes, organizar una peregrinación anual con los enfermos al santuario de Nuestra Señora y trabajar pastoralmente en la ayuda a los enfermos, discapacitados físicos o psíquicos y cualquier persona que sufre en el alma o en el cuerpo. Desde sus inicios esta institución organiza también una peregrinación de similares características a Fátima.
La Hospitalidad es una asociación de voluntarios comprometidos en el acompañamiento, ayuda y servicio a los enfermos que cada año peregrinan a los dos santuarios emblemáticos citados. El objetivo último de ambas peregrinaciones es que los enfermos y quienes les acompañan tengan un encuentro personal, cálido y comprometido con la Santísima Virgen y, a través de ella, con su Hijo Jesucristo, un encuentro que transforme su vida y la llene de sentido, esperanza y alegría.
El número de hospitalarios en Sevilla se eleva a doscientos. Puesto que tanto Lourdes como Fátima están estrechamente ligados al mundo del dolor, los hospitalarios no abandonan a los enfermos a lo largo del año, tanto a los que están acogidos en instituciones, como a los que son cuidados en sus casas, especialmente cuando no tienen familia. Son varios los que colaboran en la Ciudad de San Juan de Dios en Alcalá de Guadaíra, visitando a los chicos acogidos, participando con ellos en la Santa Misa dominical y llevando a cabo diversos proyectos culturales, visitas y excursiones.
Los hospitalarios visitan a los acogidos en Regina Mundi en San Juan de Aznalfarache, a los ancianos y enfermos de Onuva en La Puebla del Río, en el Centro de acogida de San José de la Montaña en Sevilla, en la Fundación de la Hermandad del Rocío de Triana para discapacitados en Castilleja, y en el Centro de acogida de enfermos de Olivares. Colaboran además con los comedores benéficos de las Hijas de la Caridad en el Pumarejo y Triana y acuden también a residencias de ancianos y de discapacitados de titularidad particular donde inculcan la devoción a la Virgen y dan testimonio de verdadera caridad cristiana.
A lo largo del año, la Hospitalidad organiza sesiones de formación y también retiros espirituales y encuentros de oración. Se relaciona fructuosamente con la delegación diocesana de Pastoral de la Salud. En su seno existe un clima admirable y enriquecedor de paz, amistad y ayuda mutua, y un tono espiritual loable. Ello se debe a la colaboración de todos sus miembros, comenzando por el Presidente, el Consiliario, los sacerdotes colaboradores y todos los miembros de la Hospitalidad, personas de mucha calidad humana y de sincera religiosidad.
A todas agradezco su esfuerzo y compromiso. Mi gratitud también a las personas y empresas que con sus donativos y prestaciones hacen posible las dos peregrinaciones anuales a Lourdes y Fátima, verdaderos acontecimientos de gracia para los enfermos y sus cuidadores, muchos de los cuales confiesan que a pesar del cansancio, reciben mucho más de lo que dan, pues como nos dice el Señor, según el testimonio de san Pablo, “hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35).
Mi gratitud a la Hospitalidad que nos enseña con su testimonio a todos los cristianos de la Archidiócesis que los enfermos y los discapacitados son los predilectos del Señor y que deben ser también los predilectos de la comunidad cristiana. En los comienzos de su vida pública, en la sinagoga de Nazaret Jesús nos declara el núcleo más genuino de su mensaje cuando nos dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, pues me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres, para proclamar la liberación de los cautivos, devolver la vista a los ciegos y liberar a los oprimidos…” (Lc 4,18).
Esta es la tarea del Señor en su vida histórica y esta es también la tarea que quiere cumplir a través de nosotros, sus discípulos, llamados a vivir un amor sincero y generoso, que se aprende en la mesa de la Eucaristía y junto al sagrario, un amor que tiene que regenerar nuestra sociedad, purificarla de todas las injusticias, de todas las violencias, de todas las agresiones contra la vida de los más débiles, un amor que tiene que hacer de nuestra Archidiócesis una comunidad sensible a las necesidades de los pobres y angustiados, de los ancianos y enfermos, de todos los que sufren o se sienten solos o abandonados.
A todos, y muy especialmente a los hospitalarios y sus enfermos, mi saludo cordial y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla