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Epifanía del Señor (2019)

Venimos a adorar al Rey

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».  Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”».  Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella,  y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo» Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría.  Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.  Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

Mateo 2, 1‑12

Comentario de Álvaro Pereira

En torno al 80 d.C., la Iglesia de Antioquía de Siria, comunidad para la que se escribió el Evangelio de Mateo, sufría la hostilidad de sus hermanos judíos, las acechanzas del poder imperial —Pedro y Pablo ya habían sido martirizados— y los mismos cristianos comenzaban a vivir el cansancio de la segunda generación. Ante esta situación, Mateo escribe el precioso texto de los Magos de Oriente en el que el poder mundano, capitaneado por el rey Herodes, asedia con engaños y artimañas al aparentemente débil poder divino, encarnado en el niño Jesús, rey de los judíos. No vence, así pues, la fuerza y el mal, sino Dios y sus fieles.

Al recibir este mensaje de esperanza, los oyentes del texto deben identificarse con los magos. Mientras que los sumos sacerdotes y los escriban saben dónde debe nacer el Mesías, pero no van a Belén, que dista solo 9 km. de Jerusalén; los magos, sabios de la gentilidad, no saben dónde debía nacer, pero sí van, guiados por su confianza en el signo divino, la estrella. Sus regalos atestiguan el cumplimiento de las promesas realizadas (léase Isaías 60; salmo 71): Jesús es el Mesías Rey esperado. Él es el que librará al pobre que clamaba; Él es el Señor que amanecerá sobre Jerusalén.

Así pues, el Reino Divino del Rey esperado ha comenzado a irrumpir en la Historia. El Señor se manifiesta, independientemente de las diferencias étnicas, a todos los pueblos (cf. segunda lectura). Tanto el judío y como el gentil, tanto el fiel de ayer como el de hoy, reciben el gran regalo del cielo, Jesús el Señor, ante quien “tu corazón se asombrará y se ensanchará” (Is 60,5).

Preguntas:

  • ¿Confías en que Dios es más fuerte que los poderes mundanos, aunque aparentemente sus fuerzas sean tan débiles como la de un niño recién nacido?
  • Los magos son modelos de fe cordial, ¿cuánto estás dispuesto a caminar por Jesús?
  • La Epifanía es la fiesta de la manifestación del Hijo de Dios a todos los pueblos, ¿aceptas al extranjero y distinto en tu comunidad eclesial?

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