II Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo C)
Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea
En aquel tiempo,1 había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo 10 y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora». Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
San Juan 2, 1‑11
Comentario bíblico de Pablo Díez
Is 62,1-5; Sal 95,1-2a.2b-3.7-8a.9-10a.c; 1Cor 12,4-11; Jn 2,1-11
En la tradición veteotestamentaria, los motivos de la boda y el vino sobreabundante hacen referencia al final de los tiempos y a la venida del mesías. Para Isaías, la metáfora de las nupcias evoca la irrupción del tiempo de la salvación (Is 54,4-8; 62,4-5). En cuanto al vino, lo encontramos en pasajes que profetizan el cumplimiento escatológico (Is 25,6; Am 9,13; Os 2,24; Jer 31,5). Es además signo de alegría, y en el judaísmo del cambio de era encarnaba los dones divinos de la gracia, la virtud y la sabiduría. Su falta en la boda indica la carencia de todo esto. Este déficit no puede ser llenado por la Ley, simbolizada en la tradición judía por el agua, lo que se pone de manifiesto en el número de tinajas (seis) que denota imperfección.
La solución al conflicto es propiciada por un personaje clave en el relato: María, la madre de Jesús que, con la absoluta confianza en su hijo, muestra que, en una situación de carencia, incluso de miseria, es de él de quien conviene esperar la ayuda y la restauración de la abundancia. María, por tanto, encarna el rostro de la fe, un rasgo que se confirmará en la escena al pie de la cruz (Jn 19,25-27). Con esta actitud consigue que Jesús anticipe su hora, suscitando una nueva realidad, esbozada ya en el prólogo del evangelio, que sobrepasa la Antigua Alianza: “la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Jn 1,17). De este modo, el signo con que Jesús abre su actividad tiene un alcance programático: en su persona, la salvación sobreabundante se ha hecho acontecimiento (Jn 1,14). El milagro es pues un evento de revelación que manifiesta la gloria del Hijo y pone a los discípulos en disposición de creer, invitación que se hace extensiva a todos los lectores del evangelio.
Orar con la Palabra
- La fe de María que anticipa la hora.
- El vino nuevo del Verbo, pleno de gracia y de verdad.
- La fe de los discípulos que crece con la revelación de la gloria de Cristo.