Virgen de la Merced Comendadora, de Osuna
Con motivo del VIII centenario de la fundación de la Orden de la Merced se ha venido celebrando un Año Jubilar que se clausuró el pasado 17 de enero. Por ello, de entre las numerosas obras que los mercedarios conservan en nuestra Archidiócesis, hemos escogido esta bella imagen de la Virgen de la Merced Comendadora que preside el retablo mayor del Monasterio de la Encarnación y Nuestra Señora de Trápana, de Osuna, si bien proviene del coro alto del Convento mercedario de San Pedro Nolasco de dicha localidad.
Se trata de una escultura en madera policromada y estofada, que data del año 1766 y es obra del escultor malagueño Fernando Ortiz, quien recibe el encargo de parte del padre general, el ursaonense Fray Miguel Ramón de San José, tras decidirse que el Capítulo de la Orden se celebraría en Osuna el 26 de abril de ese mismo año. Al llegar a Osuna la Virgen desde Málaga, tras su bendición se organizó una procesión que acercó la nueva imagen a todos las iglesias y conventos de la villa, incluida la cárcel, donde fue venerada por los presos.
Fernando Ortiz nace en Málaga entre mayo de 1716 y el mismo mes de 1717, muriendo en marzo de 1771 y destaca como uno de los escultores más importantes de la España del XVIII, ya que supo conjugar la tradición vernácula de la escuela de Pedro de Mena con la renovación de la escultura cortesana y la influencia del barroco clasicista europeo.
La Virgen de la Merced Comendadora se nos muestra sedente, vestida con el hábito blanco mercedario, escapulario y capa. Muestra una amplia cabellera que le cae a ambos lados y completa su iconografía con una corona de plata que parece que le están imponiendo los dos ángeles que la flanquean, los cuales le añaden al conjunto viveza y movimiento, frente al estatismo que presentan los ropajes de la Virgen.
Al estar concebida para presidir el coro, la Virgen sostiene en su mano izquierda un libro de oraciones que apoya sobre su rodilla, mientras que su mano derecha la presenta a la altura del pecho. Este gesto, junto con su mirada ensimismada, nos hace entender que la Virgen está meditando y gustando la Palabra de Dios que acaba de leer, interrumpiendo pues su lectura, como lo demuestra el dedo introducido en el libro para no perder la página por donde iba leyendo. Así se convertía en modelo de lo que los mercedarios debían de hacer en el coro: no sólo recitar los salmos, sino sobre todo orar la Palabra de Dios, meditarla e interiorizarla para hacerla vida, a ejemplo de María, que guardaba todas las cosas en su corazón, como nos relata el evangelista Lucas. De la misma manera, también a nosotros esta Virgen nos recuerda la importancia de orar con la Palabra de Dios, que todo cristiano debiera conocer y hacerla vida.
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