Entrevista a Antero Pascual, rector del Seminario Mayor de Sevilla: “El primer germen vocacional es la familia”
La campaña del Seminario entra en su fase decisiva durante el mes de marzo. Esta iniciativa trata de poner en valor la figura del sacerdote y nos muestra el día a día de los jóvenes que se forman para el presbiterado. El rector del Seminario Mayor de Sevilla –uno de los tres que hay en la Archidiócesis- es Antero Pascual (Madrid, 1965), y tiene la responsabilidad de atender el discernimiento de los jóvenes que se preparan en Sevilla para ser sacerdotes.
¿Cómo resumiría el momento actual del Seminario de Sevilla?
Como un momento de esperanza, aunque no de tranquilidad. Lo más importante no es solo el número de seminaristas –Sevilla se encuentra entre las tres primeras diócesis en este ranking- sino la calidad de la formación. Que aquellos que se forman en el seminario tengamos la garantía de que el día de mañana van a responder a los retos que nuestra sociedad les plantea. En el seminario debemos innovar, en el sentido de tratar de hacer referencia al mundo que tenemos para que la palabra de Dios pueda tener una conexión con la cultura y la sociedad actuales. El seminario nunca puede ser un lugar estanco.
¿Se actualizan a menudo los planes formativos de los seminarios?
Al ritmo de la necesidad del magisterio. O al ritmo al que el magisterio de la Iglesia va evolucionando y va dando respuesta a los interrogantes de cada momento. Podemos decir que en los últimos cuarenta años ha habido diferentes planes pastorales, el último aprobado hace menos de dos años, y la actualización de ese plan de formación para los seminarios mayores está a punto de aprobarse.
Se van a cumplir 25 años de su ordenación ¿Qué diferencias detecta entre aquella generación de sacerdotes y los que hoy se forman en el Seminario?
Las mismas que hay entre un joven de hace 25 años y un joven de hoy. Podríamos utilizar muchos tópicos al uso, pero creo que lo que mejor describe la diferencia es que la sociedad de hoy es muy distinta de aquella. Las inquietudes de los jóvenes no son las mismas. Hoy suelen ingresar en el seminario después de haber probado o sentido la inquietud de otras iniciativas u otros proyectos. Hace 25 años era más bien normal que un joven, finalizados los estudios de Bachillerato, ingresara en el Seminario sin cuestionarse más cosas.
¿Como rector de un Seminario, qué lectura hace de la polémica sobre abusos a menores por parte de personas consagradas?
La formación de los futuros sacerdotes tiene que ser de tal forma íntegra que lleve a una coherencia de vida total y absoluta. Es decir, entre la entrega generosa del sacerdote, su implicación en la Iglesia y su modo de vida, no debe haber fisuras que lleven a situaciones tan desagradables y que tanto daño pueden hacer.
¿Cómo se trata de prevenir esto?
Con solidez en la formación, y con una apertura del corazón de aquellos que se están formando. Una de las claves fundamentales de la formación, no en estos tiempos sino siempre, es la docilidad del corazón: expresar en libertad todas las inquietudes que pueden conducir a entregar la vida en el ministerio sacerdotal. Y aquellas inquietudes que no sean demasiado favorables, tratar de purificarlas.
¿Qué aconseja a los jóvenes que le plantean una posible vocación?
Trataría de ver cuál es su conexión con la Iglesia, porque no hay una vocación que surja sin la Iglesia. Trataría de descubrir qué implicación tiene, ver de dónde ha surgido esa llamada. O sea, saber qué ha sentido en su corazón para dar ese paso. Yo creo que ese es el primer ejercicio de discernimiento.
¿Cuáles son los sectores eclesiales de donde más vocaciones surgen?
Evidentemente la parroquia ocupa el primer lugar, porque es allí donde se descubre, inicia y madura la fe. En la universidad se plasma el desarrollo de esa fe, su maduración, y aquí ocupa un lugar importante la pastoral universitaria. Este segundo lugar estaría reñido, en competencia con la religiosidad popular, porque las hermandades de nuestra diócesis también son lugar primordial donde los jóvenes se plantean la llamada. Y después, otros movimientos e iniciativas que también están presentes en la Iglesia y son cantera de vocaciones.
¿Cómo encajan las familias las decisiones de los seminaristas?
Cada seminarista y cada familia es una historia. En general bien. Es verdad que hay casos concretos en los que al principio han puesto reticencias, pero todas, una vez que se ordena el seminarista, no solo lo encajan bien sino que participan de la ordenación y de la vida de ese sacerdote, sintiéndolo como algo suyo. Tengamos presente que el primer germen vocacional es la familia.
Benedicto XVI decía que el buen testimonio de un sacerdocio ennoblece a la Iglesia y suscita admiración en los fieles ¿Necesitamos estos referentes?
De ese testimonio de Benedicto XVI destacaría en primer lugar la nobleza, no tener dobleces, algo que debe ser un rasgo fundamental del sacerdote. Y esto provoca la segunda característica, la admiración. O sea, es admirable que haya hombres que se dediquen por entero a una misión tan noble. Necesitamos referentes, sí.