Archidiócesis de Sevilla

Se cumplen los 300 años de la fundación del Beaterio de la Santísima Trinidad de Sevilla, que tuvo lugar en 1719 por Isabel Moreno Caballero, para recoger niñas huérfanas y abandonadas. En 1728 se trasladó a su actual emplazamiento en la calle Santa Lucía, próximo a la Parroquia del mismo nombre, hoy extinguida, y enfrente de la casa natal de Santa Ángela de la Cruz.

Estudiado por los profesores Juan Miguel González y José Mª Morillas, en este edificio de arquitectura popular destaca el claustro principal con doble patio siguiendo el modelo diseñado por Leonardo de Figueroa para el Hospital de la Caridad. De todo el conjunto sobresale igualmente la Iglesia, de una sola nave muy alargada, abierta al culto en 1790 y construida gracias a las limosnas que la fundadora trajo de sus dos viajes a Méjico.

Preside la iglesia el retablo mayor, obra anónima de 1889, de madera tallada y dorada, presidido por un relieve de las dos Trinidades. La Trinidad terrenal está formada por la Virgen María y San José con el Niño Jesús entre ellos. La Madre apoya su mano derecha en su pecho, mientras que la izquierda se dirige hacia el Niño. San José sostiene en su mano izquierda la vara de azucenas de plata y su mano derecha también se dirige hacia Jesús, en correspondencia simétrica con la postura de su Esposa. El Niño por su parte, aparece bendiciendo con su mano derecha, mientras que con la otra porta un cetro de plata, símbolo de su poder. Presenta la cabeza inclinada hacia la derecha, con la mirada elevada hacia la zona superior en la que aparece la Trinidad celestial, es decir, el Padre y el Espíritu Santo en forma de paloma, en eje vertical con la figura del Hijo, que une ambas Trinidades. El Padre se nos muestra entre nubes plateadas, bendiciendo con su mano derecha, igual que el Hijo, y con la izquierda sostiene la bola del mundo coronada por la cruz salvadora.

Otras obras destacadas que se encuentran en este Beaterio son la Virgen del Remedio, imagen anónima de principios del XIX; un Niño Jesús mejicano del siglo XVIII y una pintura de la Virgen de Guadalupe, obra de Fray Miguel de Herrera de 1748, traídas estas dos por la fundadora de sus viajes; el lienzo de la Sagrada Estirpe, de principios del XVIII; una Inmaculada del Zodíaco atribuida a Juan de Espinal, de entre 1770 y 1780; un Pastorcito con la cruz al hombro, atribuido a Alonso Miguel de Tovar, del primer tercio del XVIII o un Cristo Flagelado próximo a Esteban Márquez, de hacia 1700.

Señalar igualmente que en la Iglesia reciben culto las primitivas imágenes de la popular Hermandad de la Bofetá, Nuestro Padre Jesús ante Anás, la Virgen del Dulce Nombre y San Juan Evangelista, todas del primer tercio del siglo XVII.

Antonio Rodríguez Babío

Delegado diocesano de Patrimonio Cultural