Cristo Crucificado, de la Parroquia del Espíritu Santo (Mairena del Aljarafe)
Presidiendo la Parroquia del Espíritu Santo, de Mairena del Aljarafe, se encuentra esta valiosa imagen del Crucificado del siglo XVI realizada en caña de maíz, técnica propia de los indios del valle de Méjico.
Muy frecuente en las Islas Canarias y presente también en otras regiones españolas, en nuestra Archidiócesis podemos encontrar numerosas imágenes de este curioso material como los que se hallan en los Conventos de Santa María de Jesús, de Santa Paula, del Socorro o de las Carmelitas de Sanlúcar la Mayor, así como el Cristo de la Vera Cruz de Dos Hermanas, el Cristo de la Agonía de la Ermita de la Soledad de Cantillana, el antiguo titular de la Vera Cruz de Tocina o el Cristo de los Pobres del Colegio del Valle. También podemos encontrarlos en el Hospital de la Misericordia de Sevilla y en el Museo de la Parroquia de Santa Cruz de Écija,así como uno procedente del Convento de Santa Eulalia Marchena.
Estas imágenes son el resultado de dos influencias: por un lado, los modelos escultóricos llevados a América por los españoles, y por otro, las técnicas indígenas de representación de los dioses prehispánicos. Los indios tarascos o purhépecha de la región de Michoacán y otros de toda Mesoamérica elaboraban esculturas de sus deidades con una pasta que realizaban a partir de la médula de la caña del maíz triturada, agua y adhesivo natural (sacado de begonias, orquídeas y otros vegetales), técnica denominada tatzingueni, que se recubría de papel amate o siranda, y que se pintaban y lacaban con pigmentos de origen animal o mineral. Incluso se añadía otra capa realizada a partir de plantas como la llamada flor de tijerilla, la chía o la flor de pascua, para evitar que se apolillara. Se conseguían así imágenes de reducido peso, fácilmente trasportables a las batallas contra otros pueblos nativos para intimidar a sus enemigos y conseguir la protección de los dioses.
Con la llegada de la fe católica, esta técnica es rescatada por los franciscanos para elaborar, a partir de las estampas llevadas por los misioneros, imágenes de Cristo, la Virgen y los santos, cuya ligereza las hacía idóneas para ser sacadas en procesión.
Desconocemos la historia de este Cristo que llegó a Sevilla procedente de América, así como las circunstancias que le llevaron a esta nueva Parroquia de Mairena del Aljarafe.
Como la mayoría de estas imágenes, el Cristo de Mairena del Aljarafe presenta un modelado sencillo en el que destaca el esquematismo y rigidez de los miembros, que contrastan con la belleza y serenidad del rostro.
Ante este Crucificado recordamos las palabras del papa Francisco “En Cristo crucificado, el mal, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, porque Él nos da esperanza y vida: ha transformado la Cruz de ser un instrumento de odio, y de derrota, y de muerte, en un signo de amor, de victoria, de triunfo y de vida”.
Presidiendo la Parroquia del Espíritu Santo de Mairena del Aljarafe, se encuentra esta valiosa imagen del Crucificado del siglo XVI realizada en caña de maíz, técnica propia de los indios del valle de Méjico.
Muy frecuente en las Islas Canarias y presente también en otras regiones españolas, en nuestra Archidiócesis podemos encontrar numerosas imágenes de este curioso material como los que se hallan en los Conventos de Santa María de Jesús, de Santa Paula, del Socorro o de las Carmelitas de Sanlúcar la Mayor, así como el Cristo de la Vera Cruz de Dos Hermanas, el Cristo de la Agonía de la Ermita de la Soledad de Cantillana, el antiguo titular de la Vera Cruz de Tocina o el Cristo de los Pobres del Colegio del Valle. También podemos encontrarlos en el Hospital de la Misericordia de Sevilla y en el Museo de la Parroquia de Santa Cruz de Écija,así como uno procedente del Convento de Santa Eulalia Marchena.
Estas imágenes son el resultado de dos influencias: por un lado, los modelos escultóricos llevados a América por los españoles, y por otro, las técnicas indígenas de representación de los dioses prehispánicos. Los indios tarascos o purhépecha de la región de Michoacán y otros de toda Mesoamérica elaboraban esculturas de sus deidades con una pasta que realizaban a partir de la médula de la caña del maíz triturada, agua y adhesivo natural (sacado de begonias, orquídeas y otros vegetales), técnica denominada tatzingueni, que se recubría de papel amate o siranda, y que se pintaban y lacaban con pigmentos de origen animal o mineral. Incluso se añadía otra capa realizada a partir de plantas como la llamada flor de tijerilla, la chía o la flor de pascua, para evitar que se apolillara. Se conseguían así imágenes de reducido peso, fácilmente trasportables a las batallas contra otros pueblos nativos para intimidar a sus enemigos y conseguir la protección de los dioses.
Con la llegada de la fe católica, esta técnica es rescatada por los franciscanos para elaborar, a partir de las estampas llevadas por los misioneros, imágenes de Cristo, la Virgen y los santos, cuya ligereza las hacía idóneas para ser sacadas en procesión.
Desconocemos la historia de este Cristo que llegó a Sevilla procedente de América, así como las circunstancias que le llevaron a esta nueva Parroquia de Mairena del Aljarafe.
Como la mayoría de estas imágenes, el Cristo de Mairena del Aljarafe presenta un modelado sencillo en el que destaca el esquematismo y rigidez de los miembros, que contrastan con la belleza y serenidad del rostro.
Ante este Crucificado recordamos las palabras del papa Francisco “En Cristo crucificado, el mal, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, porque Él nos da esperanza y vida: ha transformado la Cruz de ser un instrumento de odio, y de derrota, y de muerte, en un signo de amor, de victoria, de triunfo y de vida”.
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