EL FIN DE LA SEMANA SANTA
Vengo de contemplar y rezar al Señor Resucitado en su entrada en la Carrera Oficial. Mientras el manto de la Virgen de la Aurora se iba perdiendo por la esquina de Sierpes, tratando de retener en la mirada el último nazareno, no se puede evitar el pensamiento: el fin de la Semana Santa. Esto se ha terminado; hasta el año que viene. Los que trabajamos cada día con y en las hermandades, no podemos evitar una pizca de nostalgia, por más que la alegría pascual nos inunde el alma, y máxime después de haber celebrado la Vigilia Pascual en la intimidad de la comunidad monástica de la Encarnación. O sea, un regalo de Dios.
El fin de la Semana Santa. Ah, ¿termina? Pero si constantemente se está preparando la siguiente, o rememorando la anterior. Si estamos siempre hablando de ella. No termina nunca, no, pero la Semana Santa, la que en Sevilla y los demás lugares de la Archidiócesis hemos celebrado tantos de nosotros, de la manera que sea, tiene un fin. Debe tenerlo para que no se muera. Un fin, esto es, un sentido, un horizonte, un objetivo, una razón. El fin de la Semana Santa es que Dios, el Dios de la vida, el que no dejó al Hijo en el sepulcro vacío, te toque el corazón.
Ahora, los que hemos contribuido a las estaciones de penitencia de este año, debemos preguntarnos si esto ha sido verdad. Si al llevar un cirio, una cruz, una vara, una hacheta, un farol, un costal, una palma, o un walkie con GPS… lo hice buscando ese fin. O si, programa en mano, fui a ver la cofradía sabiendo que ella tenía ese fin. Porque si no tiene sentido, la Semana Santa se morirá, por más que los hoteles estén repletos o sea imposible sentarse en un bar para tomar algo.
A veces me entra la duda, lo confieso. Pero entonces recuerdo las caras de la gente mirando a Cristo y a María, cuando el paso se iba acercando. A tanta gente, a su manera, rezando. A esa nazarena llevando de la mano a su hija monaguilla, de esclavina verde terciopelo San Roque, camino de la iglesia. Y a tantos amigos cofrades, miembro de juntas de gobierno, que durante el año gastan muchas horas de vida en la formación, en los cultos, en la caridad, en hacer hermandad, y cuya voz he reconocido bajo su antifaz.
Y porque estas, y otras muchas, son la verdad de la Semana Santa, nos esforzaremos, haciendo de las hermandades fraguas de santidad, y la cofradía en la calle confesión de la verdadera fe. Y luchando por evitar que lo secundario se imponga a lo principal. Porque este es el fin de la Semana Santa, la que nunca termina.
Feliz Pascua de Resurrección.
Foto: sevilla.abc.es
2 comentarios
Totalmente cierto.Muchos piensan que al » encerrarse» su Cristo en el templo,se terminó todo.No es así, hay infinidad de Cristos en cualquier esquina,esperando una saeta de caridad, comprensión y amor
Muchas gracias por su comentario.