El arzobispo inaugura en Sevilla el año de la vida consagrada

El arzobispo inaugura en Sevilla el año de la vida consagrada

 

Don Juan José Asenjo, proclamó en su homilía mensajes de espera y paciencia a la llegada del Señor: “el Adviento no es el mero recuerdo de un suceso del pasado, en este caso, del mayor acontecimiento que vieron los siglos”.  Del mismo modo, dio las gracias “por el don precioso que supone para la Iglesia la vida consagrada”, y se dirigió especialmente a las religiosas claustrales que se desplazaron de forma extraordinaria al templo catedralicio para compartir este momento de inicio del año de la vida consagrada.

El prelado destacó que la Archidiócesis cuenta “con el compromiso evangelizador de mil novecientas religiosas de vida activa, sociedades de vida apostólica y un pequeño número de vírgenes consagradas. Unos y otros trabajáis con abnegación en la escuela católica, en la pastoral de la salud, la cárcel, la catequesis o el servicio a los ancianos, los enfermos y los pobres. Contamos también con más de quinientas cincuenta religiosas claustrales en treinta y siete  monasterios, que son una verdadera fuente de energía sobrenatural para la Archidiócesis. Gracias sinceras a todos. Que Dios nuestro Señor, que es el mejor pagador, recompense vuestros trabajos”.

El arzobispo dejó claro que la mejor parte de la alegría es la Iglesia, y por ello invitó a los religiosos a “reverdecer vuestro amor primero y a restaurar la soberanía de Dios en vuestra vida. La alegría –añadió- no es un adorno superfluo. Es una actitud consustancial al consagrado”.

Más adelante, se dirigió a los fieles en general, a los que pidió que estén alertas ante la decaída del amor de Dios: “el oscurecimiento de la esperanza y de la alegría es consecuencia también de la secularización”. Recordó que “en los últimos cuarenta años se ha producido en Occidente una especie de ‘eclipse de Dios’, una amnesia profunda de las raíces cristianas, una evidente desertización espiritual. Dios es el gran ausente en la vida personal, familiar  y social. Todo ello –concluyó- conduce a la tristeza”, y en este sentido aludió al Papa Benedicto XVI, cuando afirmó que “el hombre necesita a Dios; de lo contrario queda sin esperanza”.

De la misma manera alentó a “la reconciliación con Dios, volver a conquistarlo y volver a enamorarnos. En Él –añadió- hallamos la felicidad y la alegría, la alegría del sí fiel, que nos libera, como dice el Papa, «del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento».

El arzobispo concluyó su homilía subrayando que “el testimonio de nuestra alegría es uno de los servicios más importantes que podemos prestar a la Nueva Evangelización. El mundo de hoy necesita más que nunca del testimonio cotidiano de religiosos y religiosas  felices por haber sido llamados por  Cristo, que comuniquen a los hombres la alegría de la salvación”.

 

DOCUMENTACIÓN:

* Dossier informativo del Año de la Vida Consagrada en Sevilla.

* Galería fotográfica de la misa.


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