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Santas Justa y Rufina. Parroquia de las Santas Justa y Rufina (Sevilla)

La secular devoción a las santas Justa y Rufina en nuestra Archidiócesis se ha visto materializada en numerosas imágenes de las santas hermanas. De ellas, la más antigua es la tabla atribuida al llamado Maestro de Moguer, de aproximadamente 1510, que se conserva en Santa Ana de Triana. Traemos hoy un ejemplo de intentar traducir al lenguaje contemporáneo esta antigua iconografía.

Estas dos pinturas se conservan en la Parroquia de las Santas Justa y Rufina, ubicada en la Ronda de Triana. Representan respectivamente a Santa Justa y a Santa Rufina y son obra del pintor y escultor Juan Bernabé Britto (1928-2016), natural de las Cabezas de San Juan, quien a finales de los sesenta tuvo su taller en la barriada de Santa Cecilia, muy cercana a esta Parroquia, para la cual realizará también una escultura de Cristo Crucificado.

Ambas pinturas se caracterizan por el fondo dorado que las cubre totalmente, sobre el que han sido definidas las figuras en tonos ocres.

La primera de ellas, Santa Justa, aparece de pie portando en su mano derecha la palma del martirio, con la mirada dirigida hacia la izquierda. A sus pies, se pueden ver una vasija de cerámica y un plato en el que aparece su nombre, alusivos a su condición de alfarera. Al fondo, emergiendo de la Catedral, se alza la Giralda, principal atributo iconográfico de estas santas mártires trianeras, ya que la tradición nos asegura que en el terremoto de 1504 la sostuvieron para que no se derrumbara. Destaca el tratamiento de los pliegues del manto que porta Santa Justa el cual, al llegar a su cabeza, se la cubre enmarcándole el rostro, adquiriendo formas rectas próximas al lenguaje cubista, movimiento al que Britto tuvo acceso de primera mano, ya que conoció durante su estancia en Tánger a Pablo Picasso.

Santa Rufina por su parte, dirige su mirada hacia la derecha, en disposición simétrica con el retrato de su hermana. Sostiene igualmente la palma del martirio con su mano izquierda, mientras que con su derecha sostiene un búcaro cerámico y cubre su cabeza con una especie de mantilla o velo que le enmarca el rostro, similar a la de Santa Justa. El manto que la cubre parece más pesado que el de su hermana, con un movimiento más contenido, consiguiendo así un contraste entre ambas pinturas que enriquece el conjunto. Las dos santas además, se caracterizan por sus castizos rostros y sus peinados de mujeres del pueblo, con la raya en medio y el pelo recogido detrás.

Curiosamente tras Santa Rufina aparece la torre del Oro que, si bien no pertenece a la iconografía de estas santas, el autor la introduce en la composición para equilibrar la Giralda que aparece en el cuadro de Santa Justa.

En definitiva, Britto consigue con un cuidado dibujo y un complejo estudio de la composición y de las formas, una gran obra, cuya aparente sencillez es su mayor valor.

Antonio Rodríguez Babío

Del. diocesano de Patrimonio Cultural


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