Open Arms: ¿dónde está la Misericordia?
Desde hace tres largos años aparece en el excelente y necesario blog de la Archidiócesis de Sevilla esta colaboración que se titula Iglesia y Ecología. A lo largo de este tiempo muchas personas, tanto creyentes como no creyentes, quizás especialmente estos últimos, me han preguntado el porqué de esta aportación y también el porqué del título. La Iglesia, si analizamos sus documentos y en concreto su Doctrina Social, basada en el Evangelio, siempre se ha preocupado de las cuestiones ecológicas si las percibimos con suficiente amplitud de miras incluyendo al ser humano y sus contingencias. Ante los problemas ecológicos y medioambientales que sufre el planeta, y los seres humanos a cualquier escala, la Iglesia no puede permanecer en silencio. No solo no puede callar sino que tiene que mostrar su opinión y también plantear soluciones en el marco del mensaje evangélico.
El Papa Francisco llama a la implicación, y en materia medioambiental nos indica la necesidad de una Revolución Cultural. Todos deberíamos leer la Carta Encíclica Laudato Si´, el más contundente mensaje ecológico del siglo XXI hasta la fecha. Los seglares o laicos son los encargados de que el Reino de los Cielos se haga una realidad en los diversos campos que forman su vida, especialmente donde el sacerdote, el religioso y el obispo no pueden llegar ayudando a la expansión de la alegría del Evangelio (conviene leer al Papa Francisco en Evangelii Gaudium) y también en la vida diaria o el entorno profesional. Por ello, un ecólogo católico no puede permanecer al margen. Así, considero fundamental manifestar un compromiso múltiple que justifica esta aportación al blog de la Archidiócesis: con la Iglesia y su Evangelio, con el Papa Francisco, con el Arzobispo de Sevilla, D. Juan José Asenjo Pelegrina, con la Vida en su conjunto, con la especie humana en particular, con la Ecología como ciencia y con el ser humano por misericordia, equidad, justicia y sentido de trascendencia. Los temas ambientales a tratar son muchos. La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies (Mt 9,32-38).
Las migraciones forzadas son una cuestión lacerante con una clara culpabilidad de una parte de los seres humanos. Las personas que vienen de África a Europa, y digo bien Europa, no lo hacen porque les guste viajar, o pasar hambre, o morir en un mar que desconoce la humanidad. Lo grave es que los que miran ese mar, y lo que acontece en él, parece que también desconocen, carentes de humanidad, la misericordia. Hemos recomendado ya en este blog la lectura del libro El sueño del celta, escrito por Mario Vargas Llosa. En dicho libro podemos entender la responsabilidad pasada de Europa en todo lo que acontece hoy y, con ello, percibir que tenemos una responsabilidad actual emanada de sucesos anteriores. Y la responsabilidad actual no solo tiene que ver con cosas pasadas, sino también con cuestiones actuales, como el impacto de nuestro modelo social en el Cambio Climático y la venta de armas, España y Europa tienen responsabilidades en ambas. Guerras y Cambio Climático generan migraciones, se esperan casi 500.000 personas en marcha queriendo vivir y, lo más grave, sin responsabilidad en lo que les pasa y, me temo, sin esperanza.
El tema del Open Arms es un escándalo, un ejemplo más de la terrible cuestión de las migraciones forzadas. No se puede llamar a esos desgraciados seres humanos “bien comidos pasajeros” y pensar que se actúa por el bien común. España, Francia y Alemania han puesto de manifiesto su voluntad como tierra de acogida. Lo malo es que algunos lo justifican como solución a nuestra evidente crisis demográfica. ¿Dónde está la misericordia del ser humano? ¿Adónde fueron la justicia social y la justicia universal?
Para algunos, no auxiliar un yate en el mar que tenga problemas es un delito, pero también lo es auxiliar a los migrantes. ¿Es congruente este comportamiento? Una sociedad sin sentido, o peor sin humanidad. El Open Arms, alguien lo ha calificado de “resistencia asfixiante”, es un ejemplo para todos y necesita atracar en el puerto más cercano. España ha mantenido el tipo y ofrece sus puertos. Pero hay puertos más cercanos. Hace falta un acuerdo global a nivel Europeo sobre el tema que sea justo y facilite el ansia de vida de los desgraciados migrantes forzados. Deberíamos ser una sociedad global no solo en cuestiones económicas. Pido que se genere una Misericordia Global, en el caso de los cristianos basada en el buen Evangelio, como dice el Papa Francisco. No podemos permanecer ni callados ni al margen.
Recordemos un pasaje evangélico donde manifiesta la inocencia perseguida y la necesidad imperiosa de migrar. Apenas se marcharon -los Magos de Oriente-, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate y toma el niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise (Mt, 13). La Sagrada Familia no encontró, por intereses económicos y de modelo social egocéntrico, concertinas ni muros, ni una sociedad que no quisiera acogerla.
Foto de Proactiva Open Arms
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