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Dolorosa, Convento de la Encarnación de Osuna

Si bien recordamos con gran devoción a la Virgen de los Dolores el viernes anterior al Domingo de Ramos, llamado Viernes de Dolores, la Iglesia celebra también el 15 de septiembre la fiesta de los Dolores de María, cuyo origen está vinculado a la Orden de los Siervos de María, los Servitas, que la celebran desde 1667.

Esta pintura de la Dolorosa se halla en el Convento de la Encarnación de Osuna y es obra del pintor sevillano Francisco Meneses Osorio, uno de los discípulos de Murillo, en cuyo taller probablemente realizó su formación. Nació en Sevilla hacia el año 1640, donde igualmente murió en 1721. Entre 1666 y 1673 aparece registrado en la Academia de pintores fundada en 1660 por Murillo y Herrera el Joven en la Casa Lonja. Meneses Osorio fue el encargado de finalizar el retablo mayor de los Capuchinos de Cádiz, que Murillo dejó inconcluso a su muerte. Su obra más importante es San Cirilo de Alejandría en el Concilio de Éfeso, que se halla en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, procedente del Convento del Carmen.

Constituye esta Dolorosa la última obra conocida de este pintor, que la realizó en 1703, como aparece en la firma del cuadro. En él vemos a la Virgen arrodillada delante de la cruz vacía, ante la cual se disponen los diferentes atributos de la Pasión: el sudario, la corona de espinas, los clavos, las tenazas y el martillo, el letrero de la cruz y la jofaina con la esponja, que se disponen como una especie de bodegón y en los que se reconoce la capacidad del pintor para plasmar las calidades de los distintos materiales y texturas. Alrededor de la cruz, sobre la que está apoyada la escalera y la sábana utilizados para bajar a Cristo, y de la que sólo vemos el brazo vertical o stipes, aparecen varios angelitos de clara influencia murillesca, que miran hacia el cielo. La escena se desarrolla en el monte Calvario, cuya altura se manifiesta por el amplio espacio que ocupa el cielo en la composición, así como por la presencia de la ciudad de Jerusalén al fondo a la izquierda.

Como corresponde al tema representado, la atmósfera de la pintura es tenebrosa y apagada, transmitiendo así el pintor el dolor y amargura de la Virgen en esos momentos; pero sin embargo, la luz que ilumina el rostro y las manos de la Dolorosa, e igualmente baña los instrumentos pasionistas y los ángeles, prefigura y anuncia la resurrección de Cristo, llenando de esperanza el dolor de la Madre. Además, la presencia de los angelitos, que restan severidad al conjunto, así como la belleza y dulzura de María, suavizan el patetismo de la escena.

Como señala la investigadora Sofía Serra, en esta obra está presente el estilo murillesco, pero Meneses consigue expresarlo en su particular y personal forma de pintar.

Antonio Rodríguez Babío

Delegado diocesano de Patrimonio Cultural


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