Entrevista a Salvador Diánez, delegado diocesano de Migraciones: “Tratamos de hacer vida el Evangelio, y eso conlleva acoger a nuestros hermanos”
La Cruz de Lampedusa se encuentra estos días en la Archidiócesis de Sevilla. Construida con restos de pateras naufragadas en las playas de esta isla italiana, la cruz es un símbolo del drama que atraviesan miles de personas que cruzan el mar en la búsqueda de un presente mejor. Este colectivo, cada vez más numeroso, es atendido desde la Archidiócesis por una instancia que dirige Salvador Diánez, párroco del Ronquillo y El Garrobo, desde el pasado mes de octubre. Desde la Delegación diocesana de Migraciones se acompaña a todos los colectivos eclesiales que tienen este cometido en el centro de su acción.
¿Le ha sorprendido lo que se ha encontrado?
Conocía la Delegación de Migraciones a través de Joaquín Castellón, y había participado con ellos en algunas oraciones y otro tipo de actos, pero tampoco la conocía profundamente. Hasta que un día el obispo me nombró delegado. Me encontré una delegación estructurada, con un equipo importante de colaboradores, de diferentes instituciones y congregaciones religiosas, y yo acepté bajo la guía de Joaquín, que es quien me está introduciendo, me está guiando y acompañando, y, sobre todo, me está aconsejando en munchas cosas. Él había hecho un papel importantísimo en la delegación, para darle forma, desde los puntos de vista pastoral y de la evangelización, y el grupo que había es potente y comprometido con la causa desde el Evangelio.
¿Cuál es el cometido de la Delegación?
Ha sido creada para acompañar a los distintos movimientos, congregaciones o instituciones que trabajan con este colectivo en la Archidiócesis de Sevilla.
¿Cuáles son las instituciones eclesiales más implicadas en este ámbito?
Son muchas. Destacan Villa Teresita, las Adoratrices, Oblatas, Hijas de la Caridad –que ahora abren una nueva casa de acogida-, las Jesuitinas, los Sagrados Corazones y, por supuesto, Cáritas, con el Proyecto Nazaret entre otros. Trabajamos también con la asociación Claver de los Jesuitas y con distintas comunidades latinoamericanas. Por ejemplo, Nicaragüenses por la Gracia de Dios. Gente muy comprometida.
El Papa ha sido muy radical en este tema ¿Percibe que los católicos estamos en la misma onda?
Creo que todos estamos en la misma onda, siempre y cuando trabajemos desde la evangelización y con el Evangelio en la mano. Individualmente cada uno tendrá su ideología, su pensamiento político, pero yo aquí destacaría lo que dijo don Santiago Gómez en el acto de acogida de la Cruz de Lampedusa. Decía que, como cristianos, teníamos que tener una actitud de apertura con sencillez al Evangelio. Nosotros, desde la Delegación, lo tenemos claro: no hacemos política. Tratamos de hacer vida el Evangelio, y eso conlleva acoger a nuestros hermanos, protegerlos, integrarlos y promoverlos, como dice el papa Francisco.
Esta postura quizás nos separe de parte de sociedad, que no ve el inmigrante como ese hermano al que hay que promover.
La verdad es que estamos en un momento político complicado, y en ocasiones causan efecto los bulos que van corriendo sobre los migrantes. Curiosamente, la Junta de Andalucía acaba de sacar un vídeo sobre los bulos respecto a este tipo de acogida. Y está haciendo bastante bien, porque desmonta lo de que solo vienen a robar, a quitarnos el trabajo, a colapsar las consultas médicas… Hay que conocer la realidad para comprender y acoger a esta gente.
¿Es realmente Sevilla una tierra de acogida?
No se puede generalizar, pero yo creo que sí, que Sevilla es bastante acogedora con estos hermanos nuestros. Creo también que ellos lo perciben y lo sienten. Después, efectivamente, hay experiencias de todo tipo.
¿Hay datos globales acerca de la acogida a los inmigrantes desde la Iglesia en Sevilla?
Precisamente estamos preparando un informe que recogerá todas estas situaciones. Estamos en ello.
¿Cuáles son las comunidades de creyentes extranjeros más numerosas y organizadas en Sevilla?
Hay muchas y variadas. Destacaría que tenemos representación de prácticamente todos los países de América Latina. Es verdad que los nicaragüenses están muy bien estructurados, y en Utrera tienen casa de acogida. Claro Jesús, adjunto a la delegación, los acompaña, los guía y está muy involucrado en esta comunidad. Además, ellos no se ciñen a sus compatriotas, sino que acogen a personas procedentes de otros países de su entorno.
¿Qué le gustaría que quedase del paso de la Cruz de Lampedusa por la Archidiócesis?
Me gustaría que quedase ese encuentro de oración con nuestros hermanos migrantes y, sobre todo, que sea el punto de partida de una sensibilización importante en todos los rincones de la Archidiócesis. En las parroquias, en movimientos, en colegios… Y que a partir de ahí se vea esa apertura. Estaría bien que cada uno de nosotros reflexione, medite, piense, con el Evangelio en la mano, cuál es la actitud que tenemos que tener ante esta realidad que nos ha tocado vivir.