‘Pastores misioneros’, carta pastoral del Arzobispo por el Día del Seminario 2020
Queridos hermanos y hermanas:
Saludo con afecto a los fieles de la Archidiócesis en este tiempo santo de Cuaresma, que deseo muy fecundo y santificador. Os escribo con ocasión del Día del Seminario, que tradicionalmente se ha celebrado en la solemnidad de san José y que desde hace unos años se celebra en el domingo más próximo, en este año el 22 de marzo. San José es para nosotros el hombre justo, humilde y piadoso, modelo de creyente, que junto a la Santísima Virgen María en Nazaret fue formando el corazón sacerdotal de Jesús. Como rector del primer Seminario, sigue custodiando el corazón de aquellos que se preparan en nuestros Seminarios para ser pastores misioneros tal y como la Iglesia hoy los necesita.
El Día del Seminario nos brinda la oportunidad de valorar la vocación sacerdotal que se desarrolla, fortalece y consolida en el Nazaret particular que constituye la vida en el Seminario, en el que se integra la belleza divina de la vocación, en cuanto manifestación grandiosa del cuidado de Dios por su Iglesia, y la responsabilidad particular que atañe a cada joven seminarista para responder a la llamada configurándose con Jesucristo Buen Pastor. El papa Francisco nos recuerda que el sacerdote es el Buen Pastor en medio de su pueblo, de manera que la vocación sacerdotal es don inmerecido, que se ha de recibir con gratitud, al mismo tiempo que entraña un compromiso generoso de respuesta.
La vocación sacerdotal es un don al que nadie tiene derecho. “Llamó a los que Él quiso”, nos dice san Marcos (3,13). El sacerdocio es siempre una iniciativa del Señor. Llamó a los que quiso, no a los que lo deseaban. No existe ningún derecho al sacerdocio, que tampoco es una profesión o capacitación alcanzada por méritos o cualidades personales. Es un don de Dios cuyo destinatario es la Iglesia, en este caso la Iglesia diocesana, que se alegra y enriquece con las vocaciones sacerdotales que surgen en su seno. Por ello, a todos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos les invito a que vivan con alegría y entusiasmo este Día del Seminario, y a que den gracias a Dios por la hermosa realidad de nuestros Seminarios.
El lema de este año Pastores misioneros, insiste en la perspectiva misionera que identifica a la Iglesia en su ser. La Iglesia es misión, proclamación gozosa del Evangelio, celebración mistagógica de los sacramentos y anuncio definitivo del misterio del hombre en la Resurrección de Jesucristo. Hoy, en el clima gélido de la incertidumbre y de la indiferencia religiosa, el sacerdote es como una antorcha que, en medio de la noche, guía al Pueblo de Dios hacia la plenitud de vida y felicidad que sólo se encuentra en Dios. Por ello, el sacerdote es más necesario que nunca y también es más urgente que nunca la pastoral vocacional, que como tantas veces he repetido, no es canción de un solista, sino un canto sinfónico o coral en el que todos los creyentes hemos de participar, los padres y madres de familia, los maestros y educadores, los catequistas, los profesores de religión, especialmente los sacerdotes y consagrados y todo el pueblo de Dios.
Hay una forma preciosa y muy sencilla de implicarnos en esta pastoral tan necesaria, la oración a la que todos tenemos acceso. Por ello, pido a todos los fieles de la Archidiócesis, especialmente a las monjas contemplativas, a los ancianos y enfermos, a los niños, jóvenes y adultos que pidan al Señor diariamente la perseverancia y la fidelidad de los seminaristas y que nos conceda muchos, santos y generosos sacerdotes, enamorados del Señor porque previamente se han encontrado con Él, que les ha mirado a los ojos y les ha tocado el corazón. En la pastoral vocacional tiene un relieve particular la oración que hace realidad el deseo de Dios y provoca la conversión del corazón. La oración por las vocaciones es tarea que encomiendo de forma especial a las madres de los sacerdotes y seminaristas, y a los fieles todos de las parroquias de nuestra Archidiócesis, que diariamente deben encomendar al Señor la causa santísima de las vocaciones al sacerdocio.
Por último, ruego a todos que tengan en cuenta las múltiples necesidades de nuestros Seminarios y de nuestros seminaristas y sean generosos en la colecta destinada en este domingo a este fin. Sólo podemos garantizar el sostenimiento de los Seminarios con la ayuda económica generosa de todos los fieles de la Archidiócesis.
En las manos de la Santísima Virgen del Buen Aire y de los Santos diocesanos pongo la intención de las vocaciones sacerdotales. Encomiendo a la intercesión de los Santos sacerdotes de nuestra Iglesia diocesana, san Leandro y san Isidoro, san Manuel González García, el beato cardenal Spínola y el venerable Fernando de Contreras. Busco también la intercesión del patrón del clero secular español, san Juan de Ávila.
Con mi gratitud anticipada, para todos, mi afecto fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla