Lunes Santo
En los diez años precedentes he tenido el honor de presidir en la tarde de Lunes Santo la Eucaristía y el acto posterior de traslado al paso de la espléndida imagen de Jesús de la Pasión, que tallara en 1615 el escultor Juan Martínez Montañés, acto que se celebra cada año con un silencio sobrecogedor y una unción y un respeto admirables.
Finalizada la Eucaristía, algunos jóvenes de la Hermandad tienen el privilegio de colocar en el paso la imagen bendita del Señor. Lo hacen siempre con exquisita delicadeza y con un enorme respeto, sin tocarlo. Acciones parecidas tienen lugar otros años en muchas hermandades de Sevilla.
En todos estos casos se trata de encuentros muy apreciables de estas personas con el Señor, si se realizan con piedad y unción religiosa. Pero se quedan en la costra, en la periferia, si no conllevan un encuentro personal con Jesucristo. Con el papa Benedicto XVI en su primera encíclica, Deus caritas est, os recuerdo que el corazón del cristianismo no son sus tradiciones, ni la cultura que la fe ha generado. «No se comienza a ser cristiano –nos dice el Papa– por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con una Persona [Jesucristo], que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una nueva orientación”, un nuevo sentido, un gozo recrecido y rebosante y una insospechada plenitud.
Este año no podré presenciar este momento emocionante. Tampoco podremos disfrutar contemplando las hermosas estaciones de penitencia de Sevilla. No habrá pasos, ni marchas, ni exornos florales, ni incienso. De lo que no podremos sentirnos dispensados es del encuentro emocionado con el Señor en la intimidad de nuestros hogares. Esto es lo decisivo. Que en ese momento levantemos los brazos para interceder por el dolor de nuestro mundo.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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