Viernes de la sexta semana de Pascua
Hablábamos ayer de los medios de comunicación, que deben ser siempre camino de humanización y formación en los verdaderos valores en el plano individual y, desde una perspectiva social, vehículos de conocimiento, comunión, cooperación y ayuda recíproca entre los hombres; en definitiva, medios para el entendimiento entre los pueblos y los grupos sociales. Por ello, la Iglesia, desde su deber inexcusable de promover el respeto, la defensa y la promoción de la verdad y de los auténticos derechos del hombre, invita a los medios de comunicación social a servir permanentemente a aquellos valores que dan consistencia y estabilidad a la vida de las personas y de la sociedad, sin dejarse arrastrar por la seducción del sensacionalismo, el amarillismo, la banalidad o la superficialidad.
Porque los medios deben estar al servicio del desarrollo integral de la persona, deben ser instrumentos de comunión, creadores de un clima favorable a la justicia, el bien común, el respeto a las personas y sus derechos y muy especialmente los derechos de los más pobres y desfavorecidos.
Es necesario fomentar en los responsables de los medios, públicos o privados, empresas y profesionales, el amor a la verdadera libertad, propia y ajena, el respeto exquisito a la verdad, la pasión por la justicia y el compromiso eficaz a favor de la solidaridad y fraternidad.
Pero no podemos infravalorar el papel fundamental que tenemos los usuarios. Hemos de mantenernos alerta ante lo que leemos, escuchamos o contemplamos, separando lo verdadero de lo falso. Educar en el uso libre, responsable y serenamente crítico de los medios de comunicación social constituye hoy una de las más urgentes tareas de la familia, de la escuela y de la Iglesia, comenzando por los niños y jóvenes.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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