Domingo de Pentecostés 2020
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados ; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Juan 20, 19‑23
Comentario de Pablo Díez
Hch 2,1-11; Sal 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34; 1Co 12,3b-7.12-13; Jn 20,19-23
La expresión: “Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo” (1Co 12,3), resulta clave para entender Pentecostés. Confesar a Cristo como Señor es el núcleo de la fe cristiana, que resume todo su contenido cristológico y soteriológico. El término enuncia no solamente la divinidad y la gloria de Jesús, sino su acción vital y salvadora en la Iglesia. Esta confesión de fe se produce porque el fiel recibe una moción del Espíritu sobre la señoría de Jesús, un oráculo de reconocimiento que implica no solo una creencia abstracta, sino un compromiso vital con el Señor. Tal compromiso se concreta en la comunidad de manera multiforme según los carismas. El relato de Hechos lo muestra como un poder diversificado que desciende sobre los apóstoles, y cuyo origen divino se pone de manifiesto claramente en el viento y el fuego, signos de la presencia de Dios en el AT (Ex 3,2; 14,20; Sal 104,4).
El Espíritu, que es la fuente de estos dones actúa como principio unificador. Esto se evidencia en el fenómeno de la glosolalia (Hech 2, 1-11) que constituye la antítesis del relato de la torre de Babel (Gn 11,1-9). Finalmente, Jesús, transmitiendo el Espíritu de parte del Padre, recrea al hombre. De ahí las alusiones a los dos relatos de la creación: el primer día de la semana (Jn 2019 > Gn 1,5) y el hálito vital insuflado por Dios (Jn 20, 22 > Gn 2,7). De este modo, el hombre caído por el pecado, es regenerado a imagen de Cristo y puede alcanzar la reconciliación con Dios (Jn 20,23).
Orar con la Palabra
- La fe en Jesús Señor fruto del Espíritu.
- El Espíritu que une en la diversidad.
- Recreados y reconciliados en Cristo por el Espíritu