A nuestros misioneros
Si como nos decía el Sr. Arzobispo en su carta pastoral con Motivo del DOMUND "Nuestros misioneros son la joya de la corona de la Archidiócesis", ellos en este tiempo de Adviento y ya tan próxima la navidad ocupan un lugar muy especial en el trabajo diario de la Delegación y en nuestros propios corazones. No son misioneros perdidos en el anonimato. Tienen nombres y apellidos, rostros y una capacidad de amar tan grande y de expandir el Reino por todos los rincones del mundo que parecen contagiados del ardor de San Francisco Javier, incansable en las empresas apostólicas, misionero de misioneros y Patrono de las misiones, y al mismo tiempo poseen ese don contemplativo que es pura gracia sin la cual no podrían hacer nada ni en el terreno de lo humano ni en el hacer divino, contagiado de Santa Teresa del Niño Jesús cuyo patronato comparte con el santo Navarro.
Ellos son el mejor belén viviente que posee la Archidiócesis de Sevilla. En este tiempo no solo se escuchan las abundantes oraciones, grupos misioneros que durante el adviento y la Navidad rezan diariamente el santo rosario por ellos, que en un momento de tantos recortes no escatiman los recursos para enviar alguna ayuda económica, saturando en ocasiones las oficinas de correos con tabletas de turrón y cajas de mantecados, que llegan a los lugares mas recónditos de mundo de las misiones y que ellos comparten con sus comunidades. Gracias a la Fundación Telefónica y a la gestión de la Delegación y el voluntariado, la comunicación telefónica se hace posible con lo que esto supone para las familias.
El Sr. Arzobispo felicita a cada uno de los misioneros en particular, y nosotros los sacerdotes cuando en la misa de Nochebuena damos el Niño Dios a besar los tenemos a todos tan presentes que comprendemos mejor que nunca el Misterio de la Encarnación, está la locura y la pasión de Dios por el hombre que se prolonga en el tiempo gracias a esa chispa misionera que el señor puso en sus corazones y a la que ellos y ellas supieron responder con un sí tan gigante como el que pronunció María, la gran valedora de su vocación y bajo cuyo manto se sienten todos protegidos.
Nuestros misioneros de Sevilla no son héroes sino hombres de adviento, hombres y mujeres de esperanza que convierten todos los días del año en una perpetua Navidad.
Va por ello un brindis anticipado en estos días santos.
Eduardo M. Clemens
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