Archidiócesis de Sevilla

Va terminando el curso y parece que todo termina. Ciertamente que unas cosas acaban y otras siguen su proceso. Continuamos con alegría el camino del Año de la Vida Consagrada, sí, seguimos celebrando y viviendo, este Año de la Vida Consagrada, que se clausurará el 2 de Febrero del 2016.

Recordamos que tenía tres objetivos: 1º HACER MEMORIA CON GRATITUD, de todo lo que supone esa llamada concreta de cada uno en el seguimiento de Jesús. 2º VIVIR EL PRESENTE CON PASIÓN, nos sabemos guiadas por el Espíritu Santo para responder al Señor. 3º ABRAZAR EL FUTURO CON ESPERANZA.

En este tiempo que nos queda será potencial este tercer objetivo: ABRAZAR EL FUTURO CON ESPERANZA. “La esperanza que no defrauda y que permitirá a la vida consagrada seguir escribiendo una gran historia en el futuro, al que debemos seguir mirando, conscientes de que hacia él es donde nos conduce el Espíritu Santo para continuar haciendo cosas grandes”. (Papa Francisco).

Son muchas las dificultades que cada día palpamos, mucho el dolor y el sufrimiento de nuestra humanidad. Con todo también se levanta la esperanza, que es fruto de la fe en el Señor de la Historia que nos dice siempre “no tengáis miedo, que estoy contigo”. La esperanza que da a la alegría su autenticidad cristiana y a su vez la alegría da esperanza.
Y antes de terminar el año de la Vida Consagrada nos encontramos con el regalo que nuestro Papa nos ofrece: la Bula Misericordiae Vultus (“El rostro de la misericordia”) , con motivo del próximo Jubileo de la Misericordia que comenzará el 8 de diciembre y concluirá el 20 de noviembre de 2016.

“Año de la Misericordia”. Me llenó de alegría y me decía: Vida consagrada y misericordia es algo que va íntimamente unido. Las distintas familias religiosas nacieron para hacer vida el amor misericordioso de Dios, para hacerlo realidad con los más necesitados desde distintas plataformas: en la enseñanza, los hospitales, las cárceles, la mujer excluida, los niños abandonados, las misiones… y así iríamos viendo como todas, como eje transversal, están plasmando el amor y la misericordia.

Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. “Eterna es su misericordia” es el estribillo que repetimos en algunos salmos. Y Jesús nos dice “Sed misericordiosos, como el Padre vuestro es misericordioso” (LC 6,36). Y en este caminar del año de la Vida Consagrada quizás nos tengamos que preguntar constantemente en que se está notando. Lo principal de todo es que se note que nuestra vida debe de transparentar la alegría, la misericordia y la belleza del Evangelio, en el seguimiento de Jesús.

Estamos en Mayo, mes de María, y rezamos la Salve, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús.