Abril, mes del Seminario Menor
Mientras que marzo es el mes del Seminario Mayor por excelencia, abril lo es del Menor, una casa de formación y discernimiento que ya ha dado grandes frutos a la Archidiócesis. Por eso, Carlos Rodríguez (vicerrector del Seminario Menor) y Manuel Jiménez (su director espiritual) quieren aprovechar estos días para dar a conocer nuevamente cómo es la vida en esta comunidad formada por seminaristas de entre 13 y 16 años, y presentar a lo largo y ancho de la diócesis hispalense la belleza de acompañar la vocación temprana.
Todo empieza con los monaguillos, muchachos que –en palabras del Arzobispo de Sevilla- “aportan alegría, vitalidad y frescura a las parroquias”.
Para acogerlos y ofrecerles una formación y un acompañamiento acorde a su edad surgió la Escuela de Monaguillos, una convivencia lúdica que se venía realizando mensualmente antes de la pandemia. Sin embargo, desde el curso pasado se celebra online. “Es cierto que perdemos el encuentro presencial, que es casi fundamental para poder conocernos bien y que los chicos puedan acercarse el Seminario, pero también es verdad que están participando monaguillos de localidades más lejanas para los que les resultaría difícil acudir a los encuentros en San Juan de Aznalfarache”, señala Jiménez. Al respecto, Carlos Rodríguez añade que “los chicos están respondiendo muy bien; se nota que están acostumbrados al mundo online porque respetan estupendamente el funcionamiento. Igualmente, las familias nos agradecen que hagamos algunas actividades, aunque sea de este modo”.
Por otro lado, como los monaguillos no pueden acudir al Seminario, es el Seminario el que va a ellos celebrando escuelas de monaguillos itinerantes por parroquias. A través de estas actividades, desde el Seminario Menor instan a que los párrocos “sigan potenciando la presencia de monaguillos en las celebraciones” y ofrecen también la posibilidad de que los adolescentes conozcan el Seminario, a los seminaristas y se sientan atraídos por su estilo de vida.
Jornada de Puertas Abiertas
Desde sus inicios, el Seminario Menor ha celebrado su Jornada de Puertas Abiertas el viernes de la Octava de Pascua, que suele ir acompañada de una campaña en parroquias y colegios para potenciar este encuentro. “El año pasado lanzamos una Jornada de Puertas Abiertas online –recuerda Carlos Rodríguez-, pero este año queremos hacer un encuentro presencial, siempre que lo permita la situación”.
De este modo, se había previsto la celebración de una Vigilia de Oración presidida por monseñor Asenjo, en la plaza del Monumento, junto al Seminario Menor, el viernes 16 de abril. Sin embargo, se ha visto aplazada al mes de mayo por la incertidumbre meterológica y la situación provocada por la pandemia.
Este tipo de encuentros -no obstante- son fundamentales para que los jóvenes con inquietudes vocacionales aprendan de primera mano cómo es la vida en el Menor, conozcan a los seminaristas y les cuestionen personalmente sobre sus inquietudes y aspiraciones. En definitiva, es una oportunidad para mostrar a los chicos y a sus familias que “a pesar de las circunstancias adversas que vivimos, y de los tiempos que corren, el Seminario Menor sigue teniendo plena vigencia como oferta formativa para candidatos al sacerdocio que se han sentido llamados desde edades tempranas. Así lo demuestran los jóvenes que actualmente son seminaristas mayores y han pasado por el Menor, y también los sacerdotes ya ordenados que se han formado aquí”, apunta el vicerrector de este centro.
Una familia “ampliada”
Pero los formadores del Seminario Menor no están solos en su tarea de acompañar la vocación sacerdotal de estos adolescentes, sino que cuentan con la inestimable ayuda de las familias de los seminaristas y de algunos colaboradores.
En primer lugar, confiesan que “somos una familia ampliada por la relación con los padres de los seminaristas. A ellos les decimos, y así lo sienten, que ya tienen más hijos, porque el resto de los seminaristas son como hermanos de sus hijos”. No en vano, la relación con las familias “es muy fluida y cotidiana”, porque “debemos remar todos en la misma dirección, para que la formación sea integral”. Es cierto –no obstante- “que les cuesta que su hijo deje la casa para venir al Seminario, pero pronto se dan cuenta de lo felices que son, y que la relación con los padres no se pierde, sino que se gana una nueva familia”.
Por otro lado, agradecen la labor de los trabajadores y colaboradores del Menor: “Tenemos mucha suerte con los trabajadores de la casa, en especial con Mari Carmen y Mercedes, que nos ayudan con la cocina y la limpieza, y son parte de nuestra familia. También lo son los colaboradores que acuden a clases de apoyo, Rafael e Irene, y el matrimonio de la Pastoral Familiar, Carmen y Rafa, que están desarrollando un plan formativo afectivo-sexual llamado ‘El lugar del encuentro’ con los chicos”.
El Seminario Menor, signo de esperanza
Finalmente, desde esta institución diocesana quieren recalcar que los seminaristas menores no son una rara avis, más bien se trata de jóvenes con las virtudes y problemáticas de los adolescentes de su edad. “Por lo general, conocen el Seminario atraídos por el servicio al altar y por la cercanía con sus sacerdotes, y todos ellos han sido monaguillos previamente. Y, aunque durante la adolescencia se producen muchos cambios vitales –indica Manuel Jiménez-, ellos son vocacionalmente muy maduros, saben lo que quieren y tienen las cosas bastante claras”.
El testimonio de estos chicos quiere ser el altavoz de tantos otros que, como ellos, en cualquier rincón de la Archidiócesis, se estén preguntando si Dios los llama a algo más grande. El Seminario Menor es el espacio ideal para discernirlo, “es signo de esperanza frente al ambiente que parece que no acompaña”, por eso su comunidad hace un llamamiento a los padres y a los párrocos que estén percibiendo que algún joven pueda estar mostrando signos vocacionales, para que “no tengan miedo de contemplar el Seminario como una posibilidad para ellos, a acercarse a conocernos y a dejar que se haga la voluntad de Dios en sus vidas”.