Archidiócesis de Sevilla

La noche de la Vigilia Pascual, cuando oí por primera vez el Aleluya sentí como un gozo inmenso. Me llené de alegría, de algo nuevo que ocurría otra vez. Sí, era como redescubrir la presencia de Cristo Vivo, Resucitado, su vida, su cercanía.

Recuerdo que al principio de la Cuaresma costaba no decir Aleluya en los rezos y actos litúrgicos. Poco a poco se hizo ya normal el callar el aleluya. Y ahora otra vez no solo lo decimos, lo cantamos, lo proclamamos. Es quizá la mejor manera de alabar a Dios.

Vamos caminando ya en este tiempo maravilloso y pleno de la Pascua, y es el Señor el que nos lo dice: “Alegraos”. Se lo dijo a las mujeres cuando fueron a buscarlo al sepulcro.

Los discípulos de Emaús sintieron como “ardía su corazón” mientras Jesús les fue hablando por el camino.

 Y cuando el mensaje de Jesús se iba extendiendo, leemos en los Hechos de los Apóstoles, que “la ciudad se llenó de alegría”. La salvación de Dios es la gran fuente de alegría.

Jesús les dice a los apóstoles que estaban tristes:“Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría”. “Para que mi alegría esté en vosotros,  y vuestra alegría llegue a plenitud” También “pedid y recibiréis  para que vuestra alegría sea completa”.

Esa alegría es el mayor testimonio que podemos dar allí donde estemos. Jesús en todo el mensaje pascual nos invita, nos da el mandato, de “id”, “anunciad”, “decid”.

Este blog nació con este mensaje: “id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán”. Vayamos a Galilea. Vayamos a encontrarnos con el Resucitado: Jesús. Y que nos llenemos de la verdadera alegría para darla a los demás.

María recibió el anuncio del Ángel con esta palabra “ALÉGRATE”.  Que Ella que es “causa de nuestra alegría” nos acompañe y nos conduzca siempre a Jesús.