ALERTA A LA MUNDANIDAD EN LA IGLESIA
Benedicto XVI en su última visita pastoral a Alemania tuvo varias intervenciones de gran trascendencia para el presente y futuro de la Iglesia. Una de ellas fue el discurso que tuvo al final de su viaje ante obispos, sacerdotes y seglares comprometidos.
El Papa comenzó reconociendo una realidad: una alarmante disminución de las prácticas religiosas y el alejamiento y abandono creciente de la Iglesia en Alemania, reconociendo también que una de las causas últimas de este fenómeno habían sido los abusos sexuales por parte de algunos sacerdotes y religiosos.
A continuación habla el Papa de una necesidad, de una conversión continua y de un cambio en la Iglesia. Pero no de un cambio cosmético, de barniz y de pintura sino de un cambio profundo, un cambio de rumbo. El Papa afirma que el motivo fundamental del cambio es la misión apostólica de los discípulos y de la misma Iglesia y ella debe verificar constantemente su fidelidad a esta misión, fidelidad a Jesús que la envía al mundo, fidelidad a su mensaje y fidelidad a los destinatarios.
Escuchemos a Jesús: “Id y haced discípulos a todos los pueblos” (Mateo, 28), “proclamad el evangelio a toda la creación” (Marcos, 16-15), “seréis mis testigos hasta los confines de la tierra” (Hechos, 1).
Y a continuación nos dice Benedicto XVI que esta misión solo puede realizarla una Iglesia “desmundanizada”. Pero esta palabra no la dice una sola vez, como por descuido, sino que la repetirá tres veces en su discurso y otras veces repite la misma idea pero con otras palabras.
Pero también el mismo Papa quiere aclarar posibles malos entendidos. Iglesia “desmundanizada” no significa que la Iglesia tiene que apartarse del mundo, separarse, alejarse o abandonar el mundo para ser fiel a su misión salvadora, sino todo lo contrario.
Escuchemos con atención la Palabra de Dios, Juan, 3: “Tanto amó Dios al mundo que le envió a su propio Hijo al mundo para salvar al mundo”.
Pero el Hijo no salvo al mundo desde lejos ni desde fuera, sino que por amor al hombre se hizo uno de nosotros, se hizo verdadero hombre en el vientre de María por obra del Espíritu Santo, sin dejar de ser Dios.
Y Jesús, ya resucitado, dice varias veces a sus discípulos: “Como el Padre me envío al mundo así os envío Yo al mundo” (Juan, 20).
Por tanto la Iglesia para realizar su misión de ser instrumento de salvación, no tiene que separarse del mundo ni alejarse de él, sino todo lo contrario; por amor al mundo, como Jesús, debe estar abierta al mundo y Ella debe ponerse constantemente al servicio de la misión que ha recibido del Señor. La Iglesia, decía Benedicto XVI, “debe abrirse una y otra vez a las preocupaciones del mundo y dedicarse a ellas sin reservas para continuar y hacer presente el intercambio sagrado que comenzó con la Encarnación”.
Escuchemos a Jesús en su ultima cena: “Padre, yo no te pido que los retire del mundo porque su lugar es el mundo sino que los guarde del maligno”. Y también: “el mundo les ha odiado porque no son del mundo como tampoco Yo soy del mundo”. Y por eso el mismo Papa les decía: “para corresponder a su propia misión la Iglesia debe, una y otra vez, hacer el esfuerzo por separarse de lo mundano del mundo”.
Aquí se ve la gran preocupación del Papa Benedicto por la mundanidad que puede entrar en la Iglesia y por otra parte la necesidad de una Iglesia “desmundanizada”.
El Patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, Ortodoxo, asistió al inicio del Pontificado del Papa Francisco. En el discurso que tuvo delante del nuevo Papa hizo un resumen muy positivo de los avances últimos con relación al Ecumenismo, pero quiso subrayar que la mayor dificultad para una comunión plena es la mundanidad dentro de las distintas Iglesias.
En el mes de Abril, el Papa Francisco, en una misa celebrada en Santa Marta decía: “Cuando la Iglesia se vuelve “mundana” se convierte en una Iglesia débil porque una Iglesia mundana no puede llevar el Evangelio”. Y a continuación el Papa insistió en la necesidad de la oración por la Iglesia. Con ella se puede cuidar la Iglesia. Pero lo más importante es lo que hace el Señor. El es el único que puede mirar a la cara al Maligno y vencerlo.
Si queremos que el Príncipe de este mundo no tome a la Iglesia en sus manos, debemos encomendarla a Aquel que puede vencer al Príncipe de este mundo. Él es el que puede mantenerla y hacerla crecer y hacerla santa y protegerla del Príncipe de este mundo y de lo que él quiere: que la Iglesia se convierta en más y más mundana. Este es el mayor peligro, alertó el Papa, cuando la Iglesia tiene dentro de sí el espíritu del mundo y esta, Iglesia es incapaz de traer el Evangelio, el mensaje de la Cruz, el escándalo de la Cruz, porque todo esto no lo puede llevar a delante si la misma Iglesia es mundana.
El Papa Francisco, en el mes de Julio, desde el Cairo decía lo que él esperaba como consecuencia de la Jornada Mundial de la Juventud: “Quiero la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos.” Y también el Papa dice que es la hora de desinstalar a los católicos y de sacudir todo el polvo de mundanidad que se le haya pegado a los pies ya sean jóvenes o adultos, laicos, sacerdotes, religiosos u obispos.
Como acabamos de ver la mundanidad en la Iglesia es también una gran preocupación en el Papa Francisco.
Tú y yo somos Iglesia ¿por dónde empezar el cambio? Como dijo la Beata Teresa de Calcuta. . . “por usted y por mí.”
Seguiremos reflexionando.
Con el cariño de
PUBLIO ESCUDERO
dejar un comentario