‘Amoris Laetitia’: Un documento de referencia para la pastoral familiar
“La Iglesia quiere llegar a las familias con humilde comprensión, y su deseo es acompañar a cada una y a todas las familias para que puedan descubrir la mejor manera de superar las dificultades que se encuentran en su camino”. Este es el espíritu que sobrevuela la exhortación apostólica ‘Amoris Laetitia’, un documento largamente esperado con el que el Papa Francisco, lejos de aspirar a una nueva normativa en materia de familia, ha tratado de “proponer valores” atendiendo a los problemas reales de las personas. Estos son algunos pasajes destacados de ‘La alegría del amor’.
Capítulo 1. A la luz de la Palabra
* La alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia (1).
* No todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales (3).
Capítulo 2. Realidad y desafíos de la familia
* Ni la sociedad en que vivimos ni aquella hacia la que caminamos permiten la pervivencia indiscriminada de formas y modelos del pasado (32).
* Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano (35).
* La conciencia recta de los esposos, cuando han sido muy generosos en la comunicación de la vida, puede orientarlos a la decisión de limitar el número de hijos por motivos suficientemente serios (42).
* La Iglesia rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto (42).
* La explotación sexual de la infancia constituye una de las realidades más escandalosas y perversas de la sociedad actual (45).
* Las migraciones representan otro signo de los tiempos que hay que afrontar y comprender con toda la carga de consecuencias sobre la vida familiar (46).
* Merecen una gran admiración las familias que aceptan con amor la difícil prueba de un niño discapacitado (47).
* La eutanasia y el suicidio asistido son graves amenazas para las familias de todo el mundo (48).
* En las difíciles situaciones que viven las personas más necesitadas, la Iglesia debe tener un especial cuidado para comprender, consolar, integrar, evitando imponerles una serie de normas como si fueran una roca (49).
* La violencia intrafamiliar es escuela de resentimiento y odio en las relaciones humanas básicas (51).
* La violencia verbal, física y sexual que se ejerce contra las mujeres en algunos matrimonios contradice la naturaleza misma de la unión conyugal (54).
* Hay quienes consideran que muchos problemas actuales han ocurrido a partir de la emancipación de la mujer. Pero este argumento no es válido, es una falsedad, no es verdad. Es una forma de machismo (54).
* Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia (56).
Capítulo 3. La mirada puesta en Jesús: vocación de la familia
* La indisolubilidad del matrimonio (…) no hay que entenderla ante todo como un “yugo” impuesto a los hombres sino como un “don” hecho a las personas unidas en matrimonio (62).
* El sacramento del matrimonio no es una convención social, un rito vacío o el mero signo externo de un compromiso (…) Por lo tanto, la decisión de casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional (72).
* La unión sexual, vivida de modo humano y santificada por el sacramento, es a su vez camino de crecimiento en la vida de la gracia para los esposos (74).
* Frente a situaciones difíciles y familias heridas, siempre es necesario recordar un principio general: Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones (…) Al mismo tiempo que la doctrina se expresa con claridad, hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones (79).
* El hijo reclama nacer de ese amor, y no de cualquier manera, ya que él no es un derecho sino un don, que es el fruto del acto específico del amor conyugal de sus padres (81).
* La opción de la adopción y de la acogida expresa una fecundidad particular de la experiencia conyugal (82).
* La familia protege la vida en todas sus etapas y también en su ocaso. Por eso, a quienes trabajan en las estructuras sanitarias se les recuerda la obligación moral de la objeción de conciencia. Del mismo modo, la Iglesia (…) rechaza con firmeza la pena de muerte (83).
* La escuela no sustituye a los padres sino que los complementa (84).
* La Iglesia mira a las familias que permanecen fieles a las enseñanzas del Evangelio, agradeciéndoles el testimonio que dan y alentándolas (86).
Capítulo 4. El amor en el matrimonio
* En la vida familiar no puede reinar la lógica del dominio de unos sobre otros (98).
* Nunca hay que terminar el día sin hacer las paces en la familia (104).
* Esta amistad peculiar entre un hombre y una mujer adquiere un carácter totalizante que sólo se da en la unión conyugal (…) Se comparte todo, aun la sexualidad, siempre con el respeto recíproco (125).
* La decisión de dar al matrimonio una configuración visible en la sociedad, con unos determinados compromisos, manifiesta su relevancia (131).
* Dios mismo creó la sexualidad, que es un regalo maravilloso para sus creaturas (150).
* De ninguna manera podemos entender la dimensión erótica del amor como un mal permitido o como un peso a tolerar por el bien de la familia (152).
* Es importante ser claros en el rechazo de toda forma de sometimiento sexual (156).
Capítulo 5. Amor que se vuelve fecundo
* Las familias numerosas son una alegría para la Iglesia (167).
* La paternidad responsable no es procreación ilimitada o falta de conciencia de lo que implica educar a los hijos (167).
* Todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre, ambos necesarios para su maduración íntegra y armoniosa (172).
* Valoro el feminismo cuando no pretende la uniformidad ni la negación de la maternidad (173).
* Sin las madres, no sólo no habría nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo (174).
* La adopción es un camino para realizar la maternidad y la paternidad de una manera muy generosa, y quiero alentar a quienes no pueden tener hijos a que sean magnánimos y abran su amor matrimonial para recibir a quienes están privados de un adecuado contexto familiar (179).
* Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada; pero una familia que recuerda es una familia con porvenir (193).
* Crecer entre hermanos brinda la hermosa experiencia de cuidarnos, de ayudar y de ser ayudados (195).
Capítulo 6. Algunas perspectivas pastorales
* Es necesario no quedarse en un anuncio meramente teórico y desvinculado de los problemas reales de las personas (…) No se trata solamente de presentar una normativa, sino de proponer valores (201).
* Se nos plantea la necesidad de una formación más adecuada de los presbíteros, los diáconos, los religiosos y las religiosas, los catequistas y otros agentes pastorales (202).
* Queridos novios: Tened la valentía de ser diferentes, no os dejéis devorar por la sociedad del consumo y de la apariencia (…) Sois capaces de optar por un festejo austero y sencillo (212).
* Es importante iluminar a los novios para vivir con mucha hondura la celebración litúrgica, ayudándoles a percibir y vivir el sentido de cada gesto (213).
* Se vuelve imprescindible acompañar en los primeros años de la vida matrimonial (217).
* Es posible que uno de los dos cónyuges no sea bautizado, o que no quiera vivir los compromisos de la fe (…) No obstante, es posible encontrar algunos valores comunes (228).
* Hoy, la pastoral familiar debe ser fundamentalmente misionera, en salida, en cercanía, en lugar de reducirse a ser una fábrica de cursos a los que pocos asisten (230).
* Tratemos ahora de acercarnos a las crisis matrimoniales con una mirada que no ignore su carga de dolor y de angustia (234).
* Hay que reconocer que hay casos donde la separación es inevitable (…) Pero debe considerarse como un remedio extremo, después de que cualquier intento razonable haya sido inútil (241).
* A las personas divorciadas que viven en nueva unión, es importante hacerles sentir que son parte de la Iglesia, que no están excomulgadas y no son tratadas como tales, porque siempre integran la comunión eclesial (243).
* A los padres separados les ruego: Jamás, jamás, jamás tomar el hijo como rehén (245).
* Con los matrimonios mixtos (…) se debe buscar una colaboración cordial entre el ministro católico y el no católico, desde el tiempo de la preparación al matrimonio y a la boda (247).
* La situación de las familias que viven la experiencia de tener en su seno a personas con tendencias homosexuales, una experiencia nada fácil ni para los padres ni para sus hijos (…) toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar todo signo de discriminación injusta, y particularmente cualquier forma de agresión y violencia (250).
* No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. Es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia (251).
* Las familias monoparentales (…) el progenitor que vive con el niño debe encontrar apoyo y consuelo entre las familias que conforman la comunidad cristiana, así como en los órganos pastorales de las parroquias (252).
Capítulo 7. Fortalecer la educación de los hijos
* Siempre hace falta una vigilancia. El abandono nunca es sano (…) Pero la obsesión no es educativa (260).
* Aunque los padres necesitan de la escuela para asegurar una instrucción básica de sus hijos, nunca pueden delegar completamente su formación moral (263).
* La tarea de los padres incluye una educación de la voluntad y un desarrollo de hábitos buenos e inclinaciones afectivas a favor del bien (…) La corrección es un estímulo cuando también se valoran y se reconocen los esfuerzos (264/269).
* La familia es la primera escuela de los valores humanos, en la que se aprende el buen uso de la libertad (274).
* Las tecnologías de la comunicación y la distracción (…) no sustituyen ni reemplazan la necesidad del diálogo más personal (278).
* La educación de los hijos debe estar marcada por un camino de transmisión de la fe (…) La educación en la fe sabe adaptarse a cada hijo (287/288).
Capítulo 8. Acompañar, discernir e integrar la fragilidad
* El matrimonio cristiano, reflejo de la unión entre Cristo y su Iglesia, se realiza plenamente en la unión entre un varón y una mujer, que se donan recíprocamente en un amor exclusivo y en libre fidelidad (…) Otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de modo parcial y análogo (292).
* En el discernimiento pastoral conviene «identificar elementos que favorezcan la evangelización y el crecimiento humano y espiritual (293).
* El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero (…) Hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición (296).
* Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas (298).
* Debe quedar claro que este no es el ideal que el Evangelio propone para el matrimonio y la familia (298).
* Los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo (…) Su participación puede expresarse en diferentes servicios eclesiales: es necesario, por ello, discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden ser superadas (299).
* No debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos. Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares (…) Los presbíteros tienen la tarea de acompañar a las personas interesadas en el camino del discernimiento de acuerdo a la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del Obispo (300).
* La conversación con el sacerdote, en el fuero interno, contribuye a la formación de un juicio correcto sobre aquello que obstaculiza la posibilidad de una participación más plena en la vida de la Iglesia y sobre los pasos que pueden favorecerla y hacerla crecer (300).
* Deben garantizarse las condiciones necesarias de humildad, reserva, amor a la Iglesia y a su enseñanza, en la búsqueda sincera de la voluntad de Dios y con el deseo de alcanzar una respuesta a ella más perfecta. Estas actitudes son fundamentales para evitar el grave riesgo de mensajes equivocados, como la idea de que algún sacerdote puede conceder rápidamente «excepciones», o de que existen personas que pueden obtener privilegios sacramentales a cambio de favores (300).
* Ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante (301).
* Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general (304).
* Las normas generales presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares. Al mismo tiempo, hay que decir que, precisamente por esa razón, aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma (…) Un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones irregulares (304/305).
* De ninguna manera la Iglesia debe renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio, el proyecto de Dios en toda su grandeza (307).
* Invito a los pastores a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón del drama de las personas (312).
Capítulo 9. Espiritualidad matrimonial y familiar
* La espiritualidad del amor familiar está hecha de miles de gestos reales y concretos (315).
* La oración en familia es un medio privilegiado para expresar y fortalecer esta fe pascual (318).
* La familia ha sido siempre el “hospital” más cercano (321).