Antonio R. Babío, delegado diocesano de Patrimonio: «Si cuidamos el patrimonio, todos ganamos»

Antonio R. Babío, delegado diocesano de Patrimonio: «Si cuidamos el patrimonio, todos ganamos»

Antonio Rodríguez Babío es delegado diocesano de Patrimonio Cultural desde hace cuatro años, una tarea que –confiesa- le entusiasma y para la que cuenta con la ayuda de dos restauradores adscritos y una Comisión de Expertos que le asesora en las cuestiones más delicadas. Son muchos los proyectos que desarrolla esta Delegación, siendo el más reciente la creación de un taller diocesano de restauración.

¿Por qué se hacía necesario este nuevo taller?

Por varios motivos. Desde el punto de vista práctico porque llevábamos un tiempo acogiendo alumnado en prácticas del Grado de Restauración y Conservación de la Facultad de Bellas Artes y esto requería de un espacio digno para trabajar. Gracias al nuevo taller podemos aceptar a más alumnos.

La creación y preparación de este nuevo espacio ha sido muy rápida. De hecho, en apenas cuatro meses se ha rehabilitado esta zona del Palacio Arzobispal. ¿Esto responde al interés e implicación personal del Arzobispo?

Por supuesto, sobre todo teniendo en cuenta las circunstancias tan excepcionales que estamos viviendo. Sin duda, ha sido implicación personal de don Juan José, que ha impulsado este proyecto. Su gran sensibilidad y conocimiento en este tema le hacía ver lo necesario que puede llegar a ser un taller diocesano para conservar el ingente patrimonio de la Iglesia. Hay que entender que solo con el mantenimiento de las obras del Palacio Arzobispal ya se justificaría tener un taller propio.

Se trata de un espacio relativamente pequeño para todo lo que incluye: restauración, investigación y docencia. Empecemos por la primera. ¿Cuántas obras han restaurado en el nuevo taller?

Llevamos apenas un mes en estas instalaciones y se han empezado a intervenir dos obras de Santa Clara. Concretamente, el crucificado que remata el retablo mayor, de Martínez Montañés; y el relieve de la adoración de los pastores, también del retablo.

¿Hay alguna estimación del número de obras que se podrían restaurar al año?

Es difícil saberlo. Ahora mismo estamos orientados en el proyecto de Santa Clara, que es lo más inmediato. También se está interviniendo en algunos cuadros del Palacio Arzobispal y en obras de otro tipo, como un sagrario que estaba deteriorado. Pero todo dependerá de la necesidad que vaya surgiendo.

¿Cómo llegan estas obras al taller? ¿Es la Delegación la que tramita las solicitudes?

En un primer momento, como digo, el taller está para las obras del Palacio y para Santa Clara porque, si todo va bien, va ser una campaña que nos va a exigir mucho tiempo.

Pero no podemos olvidar que el taller también nace como servicio a la Diócesis, por eso estamos estudiando la posibilidad de que se puedan traer obras de las parroquias. Para ello estamos redactando un reglamento que regule ese tipo de restauraciones. Sin embargo, esto se plantea en una segunda fase.

Vayamos al segundo punto: la investigación. ¿En qué consiste?

Antes de intervenir una obra hay que estudiarla un poco: cuándo y cómo se hizo, quién es el autor, hacer un análisis de la policromía, estudiar las técnicas empeladas o los pigmentos usados, etc. Todo ello forma parte de la documentación previa antes de intervenir cualquier obra y a eso nos referimos con investigación.

Y terminamos con la docencia: ¿Cuántos alumnos en prácticas tienen ahora?

Actualmente son siete que cursan prácticas curriculares durante un semestre. Sus tutores son Antonio Gamero y Agustín Martín, restauradores adscritos a la Delegación. Ellos van guiando su trabajo de cada día y les enseñan a emplear distintas técnicas. Por su parte, el alumnado lo recibe con mucho entusiasmo y desde la propia Facultad nos agradecen la oportunidad que les damos de intervenir obras reales.

Precisamente esta formación favorece su empleabilidad.

Exacto. Además, enlazamos esto con otro proyecto que tiene la Delegación de Patrimonio que se llama ‘EmpleArte’ destinado principalmente a los jóvenes recién egresados de la Universidad y que conocemos a través de las prácticas. Los contratamos para que lleven a cabo proyectos de restauración en parroquias y templos de la Archidiócesis.

Como ejemplo, actualmente una restauradora que estuvo con nosotros de prácticas está ahora desarrollando la restauración del retablo mayor de la iglesia del Viso del Alcor gracias a este programa. Para ello, tengo que agradecer la inestimable colaboración del Ayuntamiento del Viso.

Cambiamos de tema para hablar del arte como vehículo evangelizador y catequético. ¿Tenemos esto siempre presente cuando pensamos en nuestro patrimonio?

Esa es nuestra intención porque el arte de la Iglesia tiene un objetivo muy concreto, no está para adornar, sino que tiene una misión y una tarea evangelizadora y catequética. El arte hace visible los contenidos de nuestra fe y eso favorece que las personas se acerquen a la Iglesia. Por eso dedicamos mucho esfuerzo, tiempo y dinero al patrimonio que tenemos. Es algo que debemos conservar y mantener por respeto a la herencia de siglos de historia y de arte, pero también para que siga cumpliendo su misión evangelizadora.

En Sevilla gozamos de un ingente patrimonio artístico, pero ¿existe un listado de todos esos bienes?

El inventariado es una tarea que nos gustaría llevar a cabo porque, por un lado, uno ama solo lo que conoce; y, en segundo lugar, impediría o dificultaría que hubiera pérdidas. Al respecto, estamos desarrollando un programa para elaborar este inventario, que es la base de todo.

¿Y quién sostiene este patrimonio?

Fundamentalmente la Iglesia. Normalmente obtenemos fondos del Cabildo Catedral, pero dadas las actuales circunstancias eso se ha complicado. También intentamos que las Administraciones Públicas colaboren. Esto es importante porque la Iglesia no puede mantener todo lo que tiene y este patrimonio está para el goce y disfrute de toda la sociedad.

Sabemos que a nivel local es más fácil, ya que con los Ayuntamientos de los pueblos tenemos una relación más fluida. De hecho, en estos municipios se identifica mejor el patrimonio como un bien social, siendo normalmente la iglesia su monumento más importante. Además, su mantenimiento y conservación promueve el turismo rural. Es decir que, cuidando el patrimonio, ganamos todos.

¿Los párrocos y rectores de los templos son conscientes de la importancia del cuidado del patrimonio?

Sí, estoy convencido de que se ha avanzado mucho en este terreno en toda la sociedad.  El problema, sin embargo, es el económico y la falta de tiempo, porque los párrocos tienen siempre muchas cosas que hacer. Por eso es importante la creación de grupos de Patrimonio en el seno de las parroquias, como el que ya existe en Santa María la Blanca de Fuentes de Andalucía. Se trata de personas que saben un poco sobre el tema o que tienen cierta inquietud y que pueden dedicarse a buscar fondos, conservar, mantener, etc. el patrimonio parroquial, en colaboración con el párroco.

 


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