El Arzobispo responde
En esta sección se recogen las respuestas del Arzobispo emérito de Sevilla, mons. Juan José Asenjo, a las preguntas formuladas cada semana por los lectores del semanario diocesano Iglesia en Sevilla.
¿Qué falta para que personajes insignes de la Iglesia sevillana como Mañara o Spínola sean declarados santos? ¿No se podría animar a su devoción dando a conocer sus vidas santas?
Respondo con mucho gusto a esta pregunta, pues ambos personajes son muy queridos por mí y a ellos me encomiendo con frecuencia. Los dos son un orgullo de nuestra iglesia diocesana. El cardenal Marcelo Spínola y Maestre (1835-1906) fue beatificado por san Juan Pablo II el 29 de marzo de 1987. Los actores de la causa son las Religiosas Esclavas del Divino Corazón, que él fundó, aunque el Arzobispado, por razones obvias, tiene el máximo interés en la finalización de su proceso. Tengo la impresión de que su canonización está próxima. Distinto es el caso de Miguel Mañara, cuyas virtudes heroicas fueron reconocidas por la Congregación para las Causas de los Santos hace tiempo, lo que permite aplicarle el título de Venerable. Su causa sigue abierta, siendo el actor la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla que él fundó. ¿Qué hace falta para su beatificación y ulterior canonización? Un milagro para cada una de estas declaraciones. ¿Y cómo se logran tales milagros? Pidiéndoselos a Dios nuestro Señor por intercesión del Venerable Mañara. Por ello, animo a la Hermandad de la Santa Caridad a emprender una intensa campaña para dar a conocer su figura e invitar a los fieles cristianos a recurrir a la intercesión del Venerable. (06-09-2020)
Encuentro Digital del Arzobispo de Sevilla (24-01-2017)
Vientres de alquiler, religiosidad popular, fe, aficiones, las relaciones con las administraciones públicas, el mantenimiento del patrimonio cultural de la Iglesia… El Arzobispo de Sevilla, mons. Juan José Asenjo, atendió durante una hora a preguntas de diversa índole. La segunda experiencia de este tipo, y no la última. La primera tuvo lugar en mayo de 2016.
Histórico de respuestas
Son muchas las amenazas como hoy se ciernen sobre la vida en una espiral de inaudita crueldad. A la plaga del hambre, que padece un tercio de la humanidad; a la muerte de tantos niños desvalidos e indefensos, que sucumben a la desnutrición; a la falta de salubridad y medicamentos, se une el terrorismo ciego e inhumano, la violencia cruel contra las mujeres, los accidentes de tráfico, la muerte de trabajadores en su puesto de trabajo, en tantos casos fruto de un afán desmedido de lucro por parte de empresarios sin escrúpulos; las drogas, que siegan tantas vidas jóvenes y, sobre todo, el drama del aborto, que es la eliminación voluntaria de un ser humano por quienes más debían cuidarlo, los padres y los médicos. La eutanasia está llamando a nuestras puertas. Nos dicen que sobre ella existe consenso social y que, en consecuencia, es necesario legislar. Como es bien sabido, la eutanasia es la acción u omisión tendente a acelerar la muerte del anciano o del enfermo terminal o desahuciado con el propósito de ahorrarle sufrimientos. Aunque se enmascare con eufemismos tales como muerte digna o muerte dulce, es un verdadero asesinato y, por ello, una acción gravemente inmoral. Dios quiera que se opte por una buena ley de cuidados paliativos que aunque no curan, pueden aliviar los sufrimientos del enfermo. (26-07-2020)
Efectivamente, he recibido el Llamador de Canal Sur Radio y la Saeta de Oro de COPE Sevilla. Ambas distinciones las he recibido con alegría y con mucha gratitud a las instituciones que me las han concedido. A estas alturas de mi vida uno vive estas cosas con un cierto senequismo porque tiene meridianamente claro que todo es don, el don de la vida, que cada mañana redescubro al despertar, el don de mi familia, la vocación cristiana, el bautismo, la vocación y el ministerio sacerdotal, el episcopado, la diócesis magnífica a la que sirvo, todo es regalo inmerecido de Dios nuestro Señor. Por ello, mi primer pensamiento al recibir la noticia de ambas distinciones fue dar gracias a Dios, autor de todo bien, que por medio de su Espíritu nos da el querer y el obrar. Él es, en último término, el autor de todo lo bueno que nos es posible hacer. Por ello, a Él todo el honor y toda gloria. Por otra parte, todo lo mucho o poco bueno que sale de nuestras manos es siempre con la ayuda de los demás, en mi caso, de los magníficos colaboradores que me han acompañado en estos años (vicarios, delegados, sacerdotes, personal de la curia, etc.) y a los que tanto debo. Ellos son también partícipes de estas distinciones. Por último, ambos premios son fruto de la generosidad de Canal Sur Radio y de COPE, instituciones en las que tengo muy buenos amigos. Que Dios se los pague a todos. (19-07-2020)
Sí, hay algo que echo de menos desde que soy obispo: acudir a conciertos de las orquestas sinfónicas. Durante años, dada la cercanía entre Sigüenza y Madrid, acudí con mucha frecuencia muchos sábados por la tarde al Teatro Real y después al Auditorio Nacional a los conciertos de la Orquesta Nacional de España, dirigida sucesivamente por los maestros Rafael Frübeck de Burgos y Antoni Ros Marbá, y de la Orquesta Sinfónica de RTVE, en los tiempos en que la dirigía el maestro Igor Markievich. Fui testigo de conciertos memorables. Creo que en las vísperas de Semana Santa escuché ocho o diez veces la Pasión según san Mateo de Juan Sebastián Bach con el Orfeón Donostiarra y Frübeck. Todo un privilegio. Sentí la muerte de Frübeck en 2014 como si se tratara de alguien muy cercano. Ahora mis obligaciones no me permiten acudir a las temporadas de conciertos de la Orquesta Sinfónica de Sevilla. Acudo solo al Mesías participativo en las vísperas de Navidad. La gran música serena el espíritu, afina la sensibilidad y produce un gran gozo espiritual, sobre todo el gran repertorio de música de inspiración religiosa, las Misas de Vivaldi, Bach, Beethoven, el Mesías de Haendel, los Réquiem de Mozart, Verdi y, Berlioz, los oratorios, los Te Deum… Hoy procuro escuchar las buenas versiones de todas estas obras, sin olvidar la música sinfónica. Es un gozo y un descanso para el espíritu, que me mueve a dar gracias a Dios, que en último término es el inspirador de tanta belleza. (12-07-2020)
Efectivamente es así. La creación de esta Oficina es consecuencia del motu proprio del papa Francisco ‘Vos estis lux mundi’, de 7 de mayo de 2019, por el que se establecen procedimientos dirigidos a prevenir y combatir los delitos de abuso sexual “que tan gravemente ofenden a Nuestro Señor, causan daños físicos, psicológicos y espirituales a las víctimas y perjudican a la comunidad de los fieles”. El mandato de la Santa Sede prevé la creación de una oficina conjunta para cada Provincia Eclesiástica en la sede del Arzobispado correspondiente, o bien la creación de una oficina por cada diócesis. En nuestro caso, las diócesis insulares, Canarias y Tenerife, por razones obvias, han preferido erigir sus propias oficinas, opción que han seguido también las diócesis de Córdoba y Asidonia-Jerez. Las diócesis de Sevilla, Huelva y Cádiz y Ceuta han creado una oficina común en el Arzobispado de Sevilla para la recepción y tramitación de denuncias sobre posibles abusos sexuales en el ámbito de sus respectivas diócesis. Este nuevo instrumento fue aprobado mediante decreto firmado el viernes 7 de febrero de 2020 en el curso de la reunión de la Provincia Eclesiástica de Sevilla. La creación de esta Oficina tiene como finalidad facilitar y asegurar que las noticias o las denuncias sobre posibles actos realizados por clérigos, miembros de institutos de vida consagrada o sociedades de vida apostólica, que pudieran ser constitutivos de delitos relacionados con abusos sexuales, sean tratadas en tiempo y forma, de acuerdo con la disciplina canónica y civil, respetando los derechos de todas las partes implicadas. Además, atenderá las denuncias por acciones u omisiones de obispos y otras personas equiparables, dirigidas a interferir o eludir investigaciones civiles, canónicas, administrativas o penales contra un clérigo o religioso. Por otra parte, se prevé un acompañamiento a las víctimas, que corresponderá a cada diócesis. (05-07-2020)
La demonología nunca ha constituido una asignatura como tal en los planes de estudios de los seminarios. Ha sido más bien una materia transversal relacionada con varias asignaturas teológicas. Lo cierto es que el demonio, el satanismo y otros fenómenos relacionados son de gran actualidad e inquietan no poco a nuestra sociedad. En nuestro mundo tecnológico abundan los magos, los brujos, el ocultismo, el espiritismo, los escrutadores de horóscopos, los vendedores de hechizos, de amuletos, etc. Abundan también las sectas satánicas. Como dice un teólogo de nuestros días, “expulsado por la puerta, el diablo ha entrado por la ventana… expulsado por la fe, ha vuelto a entrar con la superstición”. La Biblia nos habla repetidamente del demonio, una realidad personal, dotada de inteligencia y voluntad, y no simplemente un símbolo, un modo de hablar que indica la suma del mal moral del mundo. Hoy son muchos los que no creen en el demonio. Sin embargo, grandes escritores y pensadores, como Goethe o Dostoievski, tomaron muy en serio la existencia de satanás. Baudelaire, que no era ciertamente un hombre piadoso, dijo que «la mayor astucia del demonio es hacer creer que no existe». La fe cristiana nos dice que el demonio existe y que Cristo ha vencido al demonio. Jesús es el único Señor. Satanás no es sino una criatura que «se perdió». Con Cristo no tenemos nada que temer. Nada ni nadie puede hacernos daño si nosotros no lo queremos. Satanás -decía un antiguo padre de la Iglesia-, tras la venida de Cristo, es como un perro atado en la era; puede ladrar y abalanzarse cuanto le plazca; si no nos acercamos, no puede morder. Mantengámonos atentos a sus insidias. (28-06-2020)
La respuesta es muy compleja, pues son muchos los temas que el papa Francisco desarrolla en la carta apostólica Querida Amazonía. Me imagino que usted se refiere al cuidado de la naturaleza, en aquella zona del planeta tan exuberante y hermosa, magnífico don de Dios a la humanidad. Para los cristianos, como afirma el Papa en el documento, es un deber religioso. El libro del Génesis, con una gran profusión de imágenes, nos dice que al final del día sexto, Dios quedó satisfecho de su obra (Gen 1,31) y en el día séptimo situó al hombre en el Jardín del Edén y le encargó de su cultivo y perfeccionamiento. Podríamos decir que Dios deja la creación voluntariamente inconclusa, para que el hombre mediante su trabajo la complete, lo cual quiere decir que nos confía la responsabilidad de cuidar la creación y tutelar su armonía y desarrollo (Gn 1,26-30). El Papa señala el destrozo que los intereses económicos y la insolidaridad han causado en esta zona del mundo, y a todos nos emplaza a usar la creación con los criterios morales que deben caracterizar toda actividad humana, al mismo tiempo que nos encarece la responsabilidad de asegurar un ambiente íntegro y sano para todos. Nos encarece igualmente la necesidad moral de una nueva solidaridad, especialmente en las relaciones entre los países en vías de desarrollo y los altamente industrializados, y nos dice que es muy importante también educar a las nuevas generaciones en la responsabilidad ecológica y en el respeto al medio ambiente, pensando en la herencia que debemos legar a la humanidad del mañana. (14-06-2020)
Los discípulos de Jesús creemos todo aquello que los Apóstoles, testigos de los dichos y hechos de Jesús, “vieron y contemplaron tocante al Verbo de la vida” (1 Jn 1,1). Pero se robustece nuestra fe cuando recorremos los lugares de su vida histórica y comprobamos que cuanto nos dicen los evangelios no es un mito, sino algo real. El conocimiento de los lugares en los que se desarrolló la vida santa de Jesús nos acerca a Él, fortalece nuestro amor y nos permite saborear mejor su mensaje y su vida entera. Alguien ha escrito que visitar la tierra de Jesús es como leer un «quinto Evangelio»; y san Gregorio Magno nos dice que «allí es fácil ver con los ojos aquello que en otros sitios se cree por la fe». Pablo VI nos dejó escrito que «esta bendita tierra ha llegado a ser el patrimonio espiritual de los cristianos de todo el mundo, los cuales ansían visitarla, al menos una vez en la vida, para satisfacer su devoción y expresar su amor al Dios hecho niño, adolescente, trabajador y maestro. La escucha de una palabra o un acontecimiento de la vida del Señor en el lugar en que ocurrió, queda más grabada como experiencia única, e impulsa a acudir con más deseo a la Sagrada Escritura”. Personalmente me conmueve visitar Nazaret, donde el Verbo se hizo carne, adorar al Niño en Belén, escuchar en el Jordán el mensaje de conversión del Bautista y, junto al lago de Tiberíades, volver a escuchar las Bienaventuranzas. Me emocionan, sobre todo, revivir en Jerusalén las jornadas de la Pasión, precedidas por la institución de la Eucaristía, acompañando al Señor en la agonía de Getsemaní, en el prendimiento, en el juicio inicuo de los sumos sacerdotes y en la Vía Dolorosa. Me emociona siempre contemplar en el Calvario su muerte redentora y vivir con alegría desbordante el anuncio de su resurrección, acogiendo con gozo su mandato misionero en la mañana de la Ascensión: “Id al mundo entero y predicad el evangelio a toda criatura” (Mc 16,15). (07-06-2020)
Respeto su opinión, aunque no estoy de acuerdo con ella. Lea usted los números 63 y 66 de la constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II. En el primero se dice que la Santísima Virgen es intercesora y medianera, y que después de su asunción, con su múltiple intercesión, con su contante plegaria en favor nuestro, continúa obteniéndonos los dones de la eterna salvación. Nos dice también que tal mediación de ningún modo oscurece o disminuye la única mediación de Cristo. Todo lo contrario. Esta mediación maternal es querida por Cristo y se apoya y depende de los méritos de Cristo y de ellos obtiene toda su eficacia (n. 60). El Concilio nos dice, pues, que se trata de una función subordinada. En el número 64 de Lumen Gentium, al tratar de la naturaleza y fundamento del culto a la Virgen, se dice que desde muy antiguo la Santísima Virgen ha sido honrada en la Iglesia con un culto especial, culto que a pesar de ser enteramente singular se distingue esencialmente del culto de adoración tributado al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, culto que contribuye a que Dios nuestro Señor sea mejor conocido, amado, glorificado , y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos. (31-05-2020)
En la Archidiócesis, gracias a Dios, están surgiendo grupos juveniles de gran vigor religioso y apostólico. Antes del estado de alarma estuve en una hora santa para jóvenes, que se reunían todos los miércoles a las nueve de la noche en la parroquia de Santa María del Buen Aire, en Triana. Eran en torno a 160 jóvenes, chicos y chicas, la mayoría universitarios. Les di una charla de formación y después expusimos al Señor y hubo algo más de media hora de adoración. Mientras tanto confesamos a numerosos muchachos. Algo parecido ocurre en la parroquia de San Juan Pablo II en Montequinto y en otras parroquias de la Archidiócesis. Todos estos grupos, en los que no faltan jóvenes de las Hermandades, son un motivo fundado de esperanza, como lo es también la Escuela de acompañamiento ‘Cristo vive’ de la Delegación diocesana de Pastoral Juvenil. Apoyo explícitamente el diseño y los propósitos de don Francisco José Durán Falcón y de don Leonardo, que tienen las ideas claras de lo que debe ser una pastoral juvenil auténtica, que vaya a las raíces de la vida cristiana, iniciando a los jóvenes en la oración, en la amistad e intimidad con Jesucristo, en la participación en los sacramentos, en el amor a la Iglesia, en el apostolado y en la experiencia de la generosidad y el descubrimiento del prójimo. Esta es la pastoral juvenil que da frutos de vida cristiana y vocaciones al sacerdocio y al compromiso laical. (24-05-2020)
Nuestros colegios diocesanos, además de transmitir valores, tratan de transmitir una cosmovisión cristiana de la vida que, fundada en la persona de Jesucristo y su mensaje, inunde toda la transmisión del saber y determine toda la acción educativa. Nuestros colegios tratan de responder a los fines y objetivos asignados a la educación en España, que no son otros que la formación plena del alumno, derecho refrendado por la Constitución Española en el art. 27.2 y en las sucesivas Leyes Orgánicas de Educación (LOE). Pero la escuela católica busca la formación integral, aquella que hace posible el desarrollo de todas las capacidades del individuo, incluida su vocación trascendente, que le capacite para optar libremente por el bien y la verdad, responder a las grandes preguntas sobre su origen y destino, y motivar las opciones libres y altruistas al servicio de la sociedad. En orden a la formación integral de los alumnos, la escuela católica comparte muchos objetivos con la escuela pública. Pero más allá de los objetivos comunes, la educación ofrecida por la escuela católica, pretende no sólo impartir una serie de conocimientos, sino formar personas en plenitud, desde una concepción integral de la educación, es más, desde una cosmovisión cristiana que hace posible encontrar el sentido de la vida, la comprensión de sí mismo, las urgencias de este mundo y las esperanzas que no acaban con la muerte. Nuestros colegios tratan de iniciar al alumno en la experiencia de la generosidad, el descubrimiento del prójimo, el servicio generoso y gratuito a los demás, la honradez, el sentido de la justicia y de la paz, la honestidad y el amor a la verdad. Educan al alumno en la fraternidad, el dialogo, el respeto al otro, aunque sea diferente, fundado en su peculiar dignidad de hijo de Dios, en la sensibilidad hacia los débiles y a los que necesitan apoyo y amistad. Educan además en la laboriosidad, el esfuerzo, el sacrificio y la capacidad crítica ante lo que escucha, ve, lee o sucede a su alrededor, de modo que pueda responder ante cualquier intento de manipulación o uniformismo ideológico. Cultiva además la interioridad del alumno, propicia su encuentro con el Señor y le inicia en la participación en los sacramentos, en la oración y en la amistad con Él. (17-05-2020)
En la Iglesia, sobre todo a raíz del Concilio de Trento, siempre ha habido una preocupación grande por la formación permanente de los sacerdotes. Recuerdo que en mis años de joven seminarista, los sacerdotes de mi diócesis de origen se reunían dos o tres veces al año para asistir a las llamadas conferencias morales y litúrgicas, en las que estudiaban diversos temas de moral, dogma, liturgia y pastoral. Si entonces esas reuniones eran necesarias, lo son mucho más hoy día, dados los cambios vertiginosos y los nuevos problemas que han surgido en el campo de la moral y de la pastoral en los últimos cuarenta años. Si un médico o un arquitecto conscientes tienen que estudiar diariamente para estar al día, otro tanto debe hacer el sacerdote por amor al Señor y a sus fieles. La carta magna de la formación permanente de los sacerdotes es hoy la exhortación apostólica Pastores dabo vobis del papa Juan Pablo II. En ella cita dos textos de san Pablo dirigidos a su querido discípulo Timoteo: «Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti» (2 Tim 1, 6) y «No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos » (1 Tim 4, 14-16). Termino esta respuesta con un texto de san Carlos Borromeo dirigido a sus sacerdotes, que decía: “No olvides el cuidado de ti mismo, y no te entregues a los demás hasta el punto de que no quede nada tuyo para ti mismo. Debes tener ciertamente presente a las almas, de las que eres pastor, pero sin olvidarte de ti mismo. Si administras los sacramentos, hermano, medita lo que haces. Si celebras la Misa, medita lo que ofreces. Si recitas los salmos en el coro, medita a quién y de qué cosa hablas. Si guías a las almas, medita con qué sangre han sido lavadas; si así lo hacemos, tendremos la fuerza para engendrar a Cristo en nosotros y en los demás». (10-05-2020)
Evidentemente yo no puedo bendecir determinadas decisiones políticas de este gobernante, como las relacionadas con la emigración y el cambio climático, pero en relación con el aborto, tengo que decir que su postura está en consonancia con la Iglesia católica si atendemos a sus declaraciones. Por los Estados Unidos entró la política antinatalista en el mundo. Ojalá que por Estados Unidos vuelva el sentido común a nuestras sociedades y recuperemos la cultura de la vida. No podemos hablar de derechos del hombre, si el derecho más elemental, el de la vida, no está defendido en todo tiempo y lugar. Trump está dispuesto a luchar contra el aborto, como se deduce de estas frases pronunciadas en el discurso al final de una marcha juvenil reciente por la vida. Son las siguientes: “Es un gran honor ser el primer presidente de EE.UU. que asiste a la Marcha por la Vida. Estamos aquí para defender el derecho de todo niño -nacido o no- a desarrollar el potencial que Dios le ha dado. […] Quiero felicitar a las decenas de millares de jóvenes de las escuelas y Universidades que han hecho largos trayectos en autobús para estar hoy en la capital de la nación. […] Los jóvenes son el corazón de la Marcha por la Vida, y sois los jóvenes los que vais a hacer de EE.UU. la nación pro-vida y pro-familia. […] Todos los que estamos aquí sabemos que la vida de cada niño es un precioso don de Dios. Debemos valorar y proteger juntos la sacralidad de cada vida humana”. Dios quiera que alguna vez en España haya políticos dispuestos a suscribir públicamente estas frases. (03-05-2020)
Efectivamente, hace algunas semanas se celebró en Madrid el Congreso nacional de Laicos, con el título Los laicos, promesa de una iglesia en salida. Los participantes sevillanos rozaban la cuarentena. Es todavía muy pronto para evaluar este acontecimiento. Carecemos de perspectiva. No es pequeño fruto el mismo hecho de celebrarse, así como la comunión que se palpaba entre los dos mil participantes. No sería pequeño fruto de este encuentro si sirviera para que nuestros laicos tomaran conciencia de la misión apostólica que les incumbe, que no es de suplencia como consecuencia de la disminución del número de sacerdotes, sino que responde a una necesidad orgánica, pues nace de su sacerdocio bautismal y del sacramento de la confirmación en el que recibieron el don del Espíritu para anunciar a Jesucristo y dar razón de su fe y de su esperanza como nos dice san Pedro. A mí me gustaría que uno de los frutos del Congreso sea el fortalecimiento del testimonio público de la fe. Vivimos, a mi juicio, un catolicismo demasiado vergonzante y poco confesante. Tal vez nos da demasiado pudor confesar a Cristo delante de los hombres, por miedo, por pusilanimidad o por no perder ventajas profesionales o económicas. Necesitamos salir a las afueras, a buscar a los que se han marchado o nunca se han sentado en la mesa familiar de la Iglesia. Necesitamos también crecer en valentía y fortaleza. Necesitamos, por último, incrementar lo que Benedicto XVI ha llamado la caridad política, no dejando el campo libre en la cosa pública a quienes hacen tabla rasa de nuestra historia cristiana y de la ley natural. (26-04-2020)
La retransmisión de la Misa, a través de la televisión y de los demás medios de comunicación social, ha resultado ser de gran ayuda espiritual no solo para las personas enfermas o que no pueden salir de casa, sino para todos los cristianos en esta situación de confinamiento en que nos encontramos. Damos gracias a Dios que nos permite utilizar estos medios. Respecto al sacramento de la Penitencia he de decirle que no es posible celebrarlo a través de estos medios. No se puede utilizar para la confesión el teléfono fijo o móvil, o las otras formas de comunicación que nos permite la tecnología. Por dos razones importantes: primero, porque se requiere la presencia física y no la presencia virtual o moral tanto del confesor como del penitente; segundo, porque los modernos medios no garantizan la confidencialidad necesaria para la celebración del sacramento. La Iglesia solamente nos manda confesar una vez al año y si se ha de comulgar sacramentalmente. Aunque para un mayor crecimiento interior, la Iglesia recomienda la confesión frecuente de los pecados mortales e incluso de los veniales. Ningún sacerdote a quien usted se dirija se negará a confesarle. Seguro que tiene a mano el teléfono de alguno, o sabe el número de su parroquia para ponerse en contacto con el párroco. Naturalmente hay que confesar guardando la prudente distancia recomendada por el aislamiento social de un metro o metro y medio. Si esto no fuera posible, le recuerdo que la “contrición perfecta”, es decir, la que brota del amor a Dios por ser Él quien es y porque le amamos sobre todas las cosas, perdona las faltas veniales y obtiene el perdón de los pecados mortales, si tenemos el firme propósito de recurrir tan pronto como sea posible a la confesión sacramental. La situación que ha provocado esta pandemia debería llevarnos a valorar mucho más todas las posibilidades que tenemos en tiempos normales. Pensemos en todos los pueblos de la llamada “España vacía” y la falta de sacerdotes. Y, sobre todo, debemos identificarnos con todas las personas que viven en los territorios de misión en los cuales los misioneros no pueden pasar más que de cuando en cuando. Ofrezcamos nuestras molestias al Señor pidiéndole que nos dé muchos y santos sacerdotes y muchas vocaciones misioneras. (19-04-2020)
El cuarto mandamiento de la Iglesia nos obliga a ayunar y abstenernos de comer carne en los días establecidos. Uno de los días tradicionales de ayuno es el Viernes Santo. Este precepto asegura los tiempos necesarios de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas –en este caso para la fiesta de Pascua- y para adquirir un mayor dominio sobre nosotros mismos. Con ocasión de las muy numerosas prácticas de piedad (estaciones de penitencia, Vía Crucis, etc.) que se realizan en nuestra Archidiócesis, en los años anteriores se ha dispensado de este precepto. Este año no vamos a tener ocasión de realizar públicamente estas prácticas piadosas. Por ello, consideramos que debemos mantener el ayuno y la abstinencia del Viernes Santo. Nos ayudará a estar más abiertos a la Palabra de Dios, que debemos escuchar con mayor docilidad especialmente en estos días. El ayuno también nos unirá a tantas personas enfermas y en cuarentena que tanto están sufriendo en las tristes circunstancias que estamos viviendo, o a cuantos se están sacrificando por todos nosotros. El ayuno hará más agradable al Señor nuestras oraciones si dedicamos el fruto del ayuno a la caridad con los necesitados. El ayuno, pues, servirá para que podamos llegar con espíritu renovado a la alegría del Domingo de Resurrección. (05 y 12-04-2020)
Hace algunas semanas dediqué una de mis cartas semanales a la pastoral de las vocaciones. Acababa de visitar el Seminario Menor, donde me reuní con los formadores, a los que encontré un tanto desalentados por la desproporción entre su esfuerzo y los resultados en el campo de la pastoral vocacional. Me manifestaron que en los dos últimos años ha descendido un tanto la pastoral de los monaguillos y el número de los que acuden a las convocatorias mensuales en el Seminario y al campamento que cada año se celebra en Guadalcanal. Los animé a seguir en la brecha en esta pastoral tan hermosa y tan urgente, al mismo tiempo que les agradecí lo que ellos y los formadores del Seminario Mayor están haciendo en este sector pastoral. Es verdad que Sevilla está mucho mejor que la mayoría de las Diócesis españolas. Tenemos los sacerdotes necesarios, pero no podemos olvidar que en la mitad superior de España la situación no es igual. Algún día tendremos que compartir los sacerdotes. Por ello, me dirijo a todos los fieles de la Archidiócesis para decirles que la pastoral vocacional no es tarea de un solista, sino una tarea sinfónica en la que todos podemos participar a través de la oración, que es el alma de toda pastoral. Por ello, invito a todos los fieles a pedir insistentemente todos los días, “al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Me dirijo también a las familias cristianas. Un clima familiar sereno, alegre y piadoso, iluminado por la fe, en el que se acoge y celebra el don de la vida, y en el que se vive la comunión y la unidad entre sus miembros, favorece el florecimiento vocacional. (29-03-2020)
Un servidor no la ha podido ver todavía por falta de tiempo y por coincidir su proyección con obligaciones pastorales que no puedo cancelar ni posponer. Sí creo conocer un poco a Jorge Morillo. Ha venido muchas veces a verme y hace dos o tres meses celebré en mi capilla una Eucaristía de acción de gracias al final de su periplo como educador de calle. Jorge es un ser humano singular, difícilmente encuadrable en los estereotipos de la religiosidad sevillana. Es un hombre de fe profunda. Lo suyo no es pose, ni mera filantropía, ni humanitarismo sin raíces. Su compromiso social, ayudando a tantos niños de los barrios periféricos de Sevilla a ilusionarse con el deporte alejándolos de tantos peligros, es fruto de su fe y de su compromiso cristiano. Jorge Morillo está convencido de la misteriosa identificación de Nuestro Señor Jesucristo con los más pobres, que son su predilectos, y por ellos se entrega, se sacrifica, llama a las puertas de quienes pueden ayudarle en su epopeya samaritana y lo hace sin vergüenza, ni complejos, porque no pide para sí sino para sus niños. Que Dios bendiga y dé salud a Jorge Morillo, fiel al equipo de sus amores, el Real Betis Balompié, como demuestra su atuendo peculiar y, sobre todo, fiel al Señor y a sus hermanos más pobres y necesitados. (22-03-2020)
En la ceremonia de imposición de la ceniza, el profeta Joel nos venía a decir que sirve de poco rasgarse las vestiduras si el corazón sigue lejos del Señor, es decir, del bien, de la verdad y de la justicia. Por ello, nos invitaba a rasgar nuestros corazones, porque lo que cuenta en realidad es la conversión y la vuelta, con un corazón sinceramente arrepentido, al Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad. No se trata, pues, de un aderezo o de una transformación cosmética, somera y superficial, sino de penetrar desde la verdad en lo más secreto de nuestro mundo interior, con la cirugía de la sinceridad, para descubrir nuestras miserias, claudicaciones e infidelidades; el egoísmo, la envidia, la impureza, la insolidaridad, la tibieza y la resistencia sorda a la gracia de Dios, es decir, la triste realidad del pecado en nosotros, que probablemente no es fruto de la maldad, pero sí de la cobardía y la debilidad. Conscientes de que es Él quien nos tiene que convertir y reconquistar, le pedimos en esta Cuaresma que nos dé un corazón nuevo y un espíritu nuevo, que nos haga hombres y mujeres nuevos, que recree en nosotros la novedad de la gracia bautismal como una nueva creación, y con ella la esperanza y la alegría, la firmeza, la seguridad y el sentido para nuestra vida. (15-03-2020)
En los veintitrés años que llevo de obispo y en las tres diócesis a las que he servido, me he encontrado con casos abundantes de supuestas apariciones de la Virgen. Algunos intentos de acreditarse, pasado el tiempo se han desvanecido. Otras han sido reiteradamente desautorizadas por la jerarquía eclesiástica. Si subsisten probablemente es por las fuertes sumas de dinero que llegan de otros países. En el caso de Medjugorge, un servidor ha sido bastante reticente porque la Santa Sede más de una vez declaró que hasta ahora no había indicios de fenómenos sobrenaturales. Por ello, yo desaconsejé a los sacerdotes organizar peregrinaciones o acompañar a los peregrinos. En 2010 el papa Benedicto XVI creó una comisión de expertos para estudiar la veracidad de las apariciones. El resultado es que las primeras apariciones de la Virgen a unos niños tienen visos de verosimilitud, aunque hay que seguir profundizando en ellas, no así las posteriores. No obstante, el papa Francisco ha autorizado las peregrinaciones organizadas por las parroquias o las diócesis declarando que son muy grandes los frutos espirituales que deparan, numerosas conversiones y cambios de vida, retorno a la Iglesia, descubrimiento del valor de la oración, del sacramento del perdón y de la grandeza de la Eucaristía. Por ello, ha nombrado a un arzobispo polaco que vele por la dimensión espiritual y pastoral del fenómeno de Medjugorge. (08-03-2020)
Hace algunas semanas se me preguntó también sobre este tema. Como se ha publicado, los decretos de creación de la Facultad de Teología llevan fecha de 24 de septiembre de 2019. El día 3 de octubre, el cardenal Giuseppe Versaldi, prefecto de la Congregación para la Educación Católica, presidió la inauguración de curso de la nueva Facultad, leyó públicamente los citados decretos y los entregó al arzobispo. Él mismo, en su discurso inaugural explicitó el significado de este paso decisivo que viene a reconocer lo que ha significado el centro de Estudios Teológicos (CET) de Sevilla en los últimos cincuenta años, afiliado primero y agregado después a la Facultad de Teología de Granada, a la que yo agradezco su patrocinio durante un periodo tan dilatado. El CET ha procurado una buena formación a los sacerdotes, consagrados y laicos de Sevilla, ha preparado profesores competentes, ha cuidado la biblioteca, con más de 85.000 volúmenes y 1.600 revistas periódicas. Ha cuidado también la preparación de excelentes profesores y tiene en este año 133 alumnos matriculados. Personalmente estoy convencido de que Sevilla lo merecía y de que la Facultad era necesaria. En Andalucía Occidental, Extremadura y sur de Portugal, más de seis millones de habitantes, no ha habido ninguna
Facultad de Teología hasta ahora. Dios quiera que la nueva Facultad vaya adquiriendo consistencia creciente en las dimensiones docente e investigadora, en las publicaciones y en la dedicación de los profesores. Queremos responder así a la llamada que el papa Francisco nos ha hecho a la conversión pastoral, misionera y evangelizadora de toda la Iglesia. (01-03-2020)
Es cierto que en el pasado se han ocultado los abusos a los que usted se refiere, seguramente para evitar escándalos. Hoy la Iglesia es consciente de que esta no era la praxis adecuada y todas las Diócesis tienen protocolos, en sintonía con la Santa Sede y las respectivas Conferencias Episcopales, para acompañar y sostener a las víctimas y salir al paso de tales aberraciones, al mismo tiempo que pide perdón a sus fieles y a la sociedad por estos delitos execrables y por su ocultación. Es verdad también que, por razones análogas, ha habido en ocasiones escasa colaboración con la justicia civil, bien ocultando los abusos o negando a los jueces y fiscales la información que solicitaban, escudándose en el secreto pontificio, que ahora ha sido abolido. A partir de ahora ni los obispos, ni las curias diocesanas podrán apoyarse en el mencionado secreto, como tampoco podrán negarse a informar a la autoridad judicial de los abusos sexuales sobre menores conocidos como ciertos, que son delitos abominables que a todos nos avergüenzan, al mismo tiempo que tratamos de proteger y ayudar eficazmente a las víctimas. (23-02-2020)
La iniciativa de abrir los llamados salones nobles de Palacio a la visita cultural tiene una perspectiva fundamentalmente cultural y como servicio a nuestro pueblo, que debería completarse con un cierto marchamo evangelizador, que es lo propio, sin desdeñar lo cultural, de los museos de la Iglesia. Es algo que debemos plantearnos en un futuro inmediato. Con respecto a la segunda pregunta tengo que decir que no me parece mal que determinadas zonas de los monasterios que están vacías puedan dedicarse a museo, siempre y cuando tengan bienes culturales de algún interés que mostrar, se tutele la clausura y la visita cultural no interfiera en la vida de la comunidad contemplativa. Ello ayudaría económicamente a las comunidades de clausura, casi siempre necesitadas. Aprovecho esta pregunta para hacer una precisión. Hace algún tiempo una autoridad de una comunidad autónoma me hizo una propuesta semejante añadiendo que así los monasterios tendrían alguna utilidad, desvalorizando explícitamente el servicio espiritual que las monjas claustrales prestan a la Iglesia con su oración y su vida escondida con Cristo en Dios. Para mí este es el meollo y la sustancia de la vida monástica. (16-02-2020)
En principio me parecería bien, pues contribuiría a cumplir la misión evangelizadora de la Iglesia, misión primigenia del arte cristiano. Mostraría también la historia de nuestras hermandades y su servicio a la Iglesia como manantial y escuela de vida cristiana, cauce de formación y servicio a los pobres y como modo peculiar de vivir la fe en esta tierra: agrupados, reunidos en confraternidades y hermandades, que nacen en la Edad Media y en el Renacimiento con una finalidad inicialmente caritativa. Por otra parte, la creación del museo sería un atractivo más para la ciudad de Sevilla. No tengo claro, sin embargo, que dicho museo sea posible. Hace algún tiempo, un servidor ofreció a las Hermandades de Sevilla un espacio magnífico para este cometido, respondiéndome que tal proyecto no es viable porque muchas hermandades, entre ellas las más importantes, tienen sus propios museos y difícilmente se desprenderían de sus piezas más significativas. Este es el estado actual de la cuestión en este momento según mi parecer. (09-02-2020)
Comenzando por la segunda pregunta respondo diciendo que es verdad que las relaciones de la Archidiócesis con el Ayuntamiento de Sevilla y con la Junta de Andalucía son buenas. La Iglesia tiene obligación de colaborar con las instituciones públicas para servir mejor a nuestro pueblo. Esta es la razón por la que la Archidiócesis (catedral, monasterios, algunas parroquias y hermandades) han colaborado generosamente para hacer posible esta magnífica exposición antológica del más grande escultor de la transición del Renacimiento al Barroco, Juan Martínez Montañés, nacido en la ciudad jienense de Alcalá la Real y mayormente afincado en Sevilla, donde ejerció un extraordinario magisterio. Los responsables de este proyecto lo han planteado, como es natural, desde una perspectiva prevalentemente cultural. Pero yo estoy de acuerdo con mi anónimo comunicante en que las obras de Montañés, como todo el arte cristiano, existen para evangelizar, para mostrar las verdades de la fe y los principales misterios de la vida de Jesús y de la Virgen, para tocar el corazón de quienes contemplan estas obras e, incluso, para suscitar sentimientos de piedad y devoción. No hace muchos días un sevillano me decía que ante el Cristo de la Clemencia, la Cieguecita, la Inmaculada de El Pedroso y el Niño Jesús de la Hermandad Sacramental del Sagrario, entre otras obras, había sentido la necesidad de rezar con grandísima emoción. Sin despreciar la dimensión cultural, este es el verdadero sentido del arte cristiano. (02-02-2020)
Ciertamente es una bella costumbre la celebración de esta muestra anual en el puente de la Constitución y la Inmaculada. Es posible gracias a la generosidad del Ayuntamiento, que presta los salones del Alcázar, y al empeño de un grupo de mujeres beneméritas que dedican su tiempo y su ilusión a ser las intermediarias entre los monasterios y los sevillanos y turistas que hacen acopio de dulces con vistas a la cercana Navidad. Las ventas son una excelente ayuda para la subsistencia de nuestros monasterios. Respondiendo a la segunda pregunta tengo que decir que las monjas contemplativas, habiendo respondido con espíritu de fe a la llamada de Dios, viven en pobreza, castidad y obediencia, encarnando el espíritu de las Bienaventuranzas. En la soledad y el silencio, en la escucha de la Palabra de Dios, el ejercicio del culto divino, la ascesis personal, la oración, la mortificación y el trabajo, dedican toda su vida y actividad a la contemplación de Dios. De este modo, contribuyen, con una misteriosa fecundidad apostólica, al crecimiento del Pueblo de Dios. Al mismo tiempo, viviendo con hondura la vida comunitaria y siendo de verdad un sólo corazón y una sola alma, son para los hijos de la Iglesia signo de fraternidad en medio de un mundo golpeado por tantas fracturas, heridas y divisiones. Nuestra Archidiócesis tiene el privilegio de contar con treinta y cuatro monasterios de monjas contemplativas. Son un extraordinario tesoro, un torrente de energía sobrenatural para nuestra Iglesia particular, para la fidelidad de sacerdotes, consagrados, seminaristas y laicos. De ahí, nuestra gratitud. (26-01-2020)
En el plano personal no tengo otro propósito que ser fiel al Señor, que me eligió y me regaló el don del sacerdocio y del episcopado, ser fiel a mi conciencia y ser fiel al pueblo al que sirvo en el ministerio de salvación que me ha encomendado en la Iglesia de Sevilla. En el orden pastoral, mi pensamiento es consolidar aquello que hemos venido haciendo en los últimos diez años: seguir sirviendo a los sacerdotes, a los Seminarios y a la pastoral vocacional, a la recién creada Facultad de Teología, logro del que me siento muy satisfecho, a la pastoral familiar y a los COFs, que tan buenos frutos están deparando, al apostolado seglar, en cuyo Congreso nacional participará nuestra Archidiócesis, a la pastoral juvenil, a los Cursillos de Cristiandad, a los nuevos grupos como Emaús y Hakuna… Como es natural, quiero seguir cerca de las Hermandades, una realidad muy importante entre nosotros, sin olvidar el servicio a los pobres a través de Cáritas diocesana y sus instituciones y de las Cáritas parroquiales. Proseguirá también la visita pastoral, que con tantos frutos está realizando el señor Obispo auxiliar, por lo que le estoy muy agradecido. Cuando me quedan nueve meses para presentar al Santo Padre la renuncia al servicio a nuestra Archidiócesis, no es prudente iniciar nuevos proyectos. Muchas veces he recordado el consejo que dio repetidamente a los obispos el Nuncio Tagliaiferri en los inicios de las Asambleas Plenarias: no iniciar nuevos proyectos materiales y económicos cuando se está en el tramo final del servicio episcopal para no condicionar el quehacer del sucesor. No obstante, sí me gustaría que iniciáramos cuanto antes la recuperación de la iglesia conventual de Santa Clara de Sevilla, que se ha venido difiriendo por distintas razones. Por lo demás, pido al Señor que, después de un año de dificultades, me conceda salud para seguir sirviendo a nuestra Archidiócesis como se merece. (19-01-2020)
Debéis decirles que en una sociedad quebradiza e inestable, con escasos puntos de referencia, no basta formar profesionales competentes y eficaces con una buena capacitación técnica. Es ésta una visión utilitarista de la educación universitaria, que no tiene en cuenta todas las dimensiones que constituyen a la persona, ni los interrogantes, anhelos y esperanzas que bullen en los corazones de nuestros jóvenes. La Universidad ha sido, y está llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana. Ella ha sido siempre la institución que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano. Por ello, no es una casualidad que haya sido la Iglesia la que promoviera la institución universitaria en el corazón de la Edad Media para que fuera en la sociedad luz y sal, buscando la verdad del hombre y transmitiendo el saber. Respondiendo a la pregunta que me formuláis, os digo sencillamente que a quienes afirman que la religión no tiene cabida en la Universidad, habéis de recordarles que vivimos en un país libre y democrático, que no es laico y menos laicista, sino aconfesional, que los católicos somos también ciudadanos con los mismos derechos que los demás, y que queremos actuar en la Universidad con humildad, respeto, entusiasmo sereno, propósito de diálogo sincero y deseo de servir a maestros y estudiantes el mayor tesoro que posee la Iglesia, Jesucristo, camino, verdad y vida del mundo, fuente de alegría y de sentido, manantial de una esperanza que nunca defrauda, y caudal de seguridad, firmeza y consistencia para nuestra vida y de una insospechada plenitud. (12-01-2020)
La llamada a la Nueva Evangelización viene de más lejos. La primera vez fue en el año 1983 desde Haití, cuando el papa Juan Pablo II nos instó a implicarnos en una Nueva Evangelización, nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en sus expresiones. Los papas Benedicto XVI y Francisco nos lo han recordado en muchas ocasiones. Recientemente el Papa nos ha encarecido la urgencia del primer anuncio, del anuncio del Kerigma. Es evidente que hoy muchos cristianos, incluso practicantes, están bautizados, pero no han sido evangelizados. Muchos de nuestros niños ya no reciben ningún tipo de formación religiosa en el hogar, lo cual no deja de ser una tragedia. Hoy las cosas han cambiado mucho y la situación es muy distinta a cuando lo religioso estaba suficientemente protegido por un ambiente esencialmente cristiano. Muchas familias ya no trasmiten la fe. La ignorancia religiosa y el desinterés han crecido entre nosotros con una velocidad que pasma. Por ello, el primer anuncio es más urgente que nunca. Personalmente apoyo todos los esfuerzos que están haciendo los sacerdotes por anunciar el Kerigma por los más diversos medios. Apoyo y valoro la tarea que en este sentido realizan el Camino Neocatecumenal, los Cursillos de Cristiandad y más recientemente Emaús, realidades bien consistentes en nuestra Archidiócesis, que el arzobispo y su obispo auxiliar bendecimos y apoyamos, como apoyamos fuertemente la aplicación del Directorio Diocesano de la Iniciación Cristiana que, con la ayuda de Dios, se va afianzando en nuestra Archidiócesis. (29-12-2019 y 05-01-2020)
Efectivamente, estamos ya en vísperas de Navidad. Todo indica que, como en los años anteriores, van a ser muchos los que van a intentar secularizar el sentido religioso de estos días santos. Los reclamos publicitarios nos invitan al derroche y al consumismo desenfrenado, que secuestra el Misterio y ofende a los pobres. Por ello, os invito a vivir unas Navidades verdaderamente religiosas, muy cerca del pesebre, para contemplar y agradecer el prodigio de la encarnación. Os invito también a vivir la Navidad en familia, junto al Belén que debéis seguir poniendo cada año con vuestros hijos. Vivid también unas Navidades austeras, pues la alegría verdadera no es fruto de los grandes banquetes ni de los regalos ostentosos. Nace del corazón puro, de la buena conciencia y del encuentro cálido con el Señor, que viene a transformar nuestras vidas. Vivid también unas Navidades solidarias. El Señor viene a nuestro encuentro también en los pobres, en los pequeños, en los débiles y desfavorecidos, en los que carecen de lo necesario para su sustento, en quienes han perdido la esperanza, porque la sociedad no les da motivos para tenerla. En la liturgia del Adviento el profeta Isaías nos recuerda que el Señor viene a “enjugar las lágrimas de todos los rostros”. Y lo quiere hacer a través nuestro. Sólo así “celebraremos y nos gozaremos con su salvación…” (Is 25, 9-10). Esto quiere decir que sólo disfrutaremos de la alegría auténtica de estos días quienes, movidos por la caridad de Cristo, nos acerquemos a los pobres para compartir con ellos nuestros bienes, viviendo también muy cerca de los inmigrantes, de los enfermos y de los ancianos que viven solos. (22-12-2019)
Efectivamente, el sábado 21 de septiembre, se cumplieron cincuenta años de mi ordenación sacerdotal en Sigüenza. Con este motivo, celebré con mucha alegría y gratitud una Santa Misa de acción de gracias en el altar del Jubileo de la Catedral de Sevilla, en la que me acompañaron dos cardenales, seis arzobispos y ocho obispos, más de doscientos sacerdotes, y muchos consagrados de la Archidiócesis, innumerables laicos y también mi familia. En ella di gracias a Dios por el don siempre inmerecido de la vocación sacerdotal y del sacerdocio, por todos los dones que el Señor me ha regalado en estos cincuenta años, y por aquellos con los que ha bendecido a muchas personas encomendadas a mi ministerio. A través de estas líneas quiero dar gracias a todos los que me acompañaron en ese día, a las monjas de clausura que siempre rezan por mí, y a los cientos de personas que me han escrito para felicitarme y para decirme que se han unido a mi acción de gracias a Dios y que siguen rezando para que viva fiel y santamente mi servicio episcopal y sea siempre un instrumento digno y eficaz del ministerio de salvación que me ha encomendado en la Iglesia en Sevilla. En justa correspondencia, agradezco a todos su afecto y cercanía, rezo por todos y les envío mi abrazo fraterno y mi bendición. (15-12-2019)
Por necesidades circunstanciales en los dos cursos anteriores hubimos de encomendar al Delegado diocesano de Pastoral Juvenil el servicio a una aparroquia con dos templos, que hasta ahora eran servidos por dos sacerdotes recientemente fallecidos. Gracias a Dios, hemos podido nombrar un nuevo sacerdote para la mencionada parroquia, y el Delegado ha quedado liberado para un servicio más continuado y constante a los jóvenes. Le hemos nombrado también un Delegado adjunto con gran experiencia en el trabajo con jóvenes. A ambos les he recibido juntos y me han mostrado sus programas y proyectos, que permiten entrever un trabajo fecundo. Otro tanto hemos hecho con la Delegación de Pastoral universitaria y el SARUS. Al nuevo Delegado, le hemos nombrado también un adjunto. Ambos, y algunos otros colaboradores, están trabajando ya con mucho entusiasmo. A todos ellos les recuerdo el contenido del séptimo capítulo de la exhortación apostólica Christus vivit. En él el Papa anima a encontrar nuevos caminos, creativos y audaces, para la pastoral juvenil. En ellos se debe privilegiar el idioma de la proximidad, el lenguaje del amor desinteresado, que toca el corazón, llega a la vida y despierta esperanza. Es necesario acercarse a los jóvenes con la gramática del amor. El lenguaje que los jóvenes entienden es el de aquellos que dan la vida, el de quien está allí por ellos y para ellos, y el de quienes, a pesar de sus límites y debilidades, tratan de vivir su fe con coherencia. El punto de llegada y la meta es la experiencia de Dios, el encuentro con Jesús que transforma los corazones. Después vendrá la formación doctrinal y moral y la experiencia de la generosidad, la vivencia de la fraternidad y el servicio a los pobres, iniciándoles además en el apostolado, todo ello en un marco de familia, haciendo de la parroquia un verdadero hogar para tantos jóvenes sin arraigo familiar. (08-12-2019)
Mi experiencia en los pontificados de Pío XII, san Juan XXIII, san Pablo VI, san Juan Pablo II, y Benedicto XVI es que todos estábamos muy pendientes de los gestos de estos Papas, que tenían para muchos de nosotros un valor casi magisterial, pues nos indicaban los acentos que estos Pontífices querían señalar a la Iglesia en cada momento. Es verdad que el papa Francisco ha multiplicado los gestos ya desde el primer momento de su elección, eligiendo un atuendo sencillo, renunciando al palacio apostólico, viajando en un coche casi utilitario, compartiendo su mesa en muchas ocasiones con los pobres sin techo, preocupándose por su salud o tratando de mejorar sus condiciones de vida en el mismo Vaticano. El Santo Padre nos ha mostrado también sus preferencias, eligiendo como destino de sus viajes apostólicos los países más pobres de la tierra o aquellos que están azotados por los conflictos. Con estos gestos y otros muchos nos está predicando la sencillez y la humildad, nos está diciendo que él es el servus servorum Dei, el siervo de los siervos de Dios, el primero que en la Iglesia está obligado a servir, recordándonos que nosotros somos discípulos de Aquel que no ha venido a ser servido sino a servir y a entregar su vida en rescate por muchos. Con la institución de la Jornada Mundial de los Pobres y con su cercanía a estos hermanos nuestros nos está diciendo que los pobres, los enfermos y los que sufren, los últimos, con los que el Señor misteriosamente se identifica, son los predilectos del Señor y deben ser también los predilectos de nuestras comunidades y de cada uno de nosotros. Nos está recordando que debemos ser samaritanos de nuestros hermanos. (01-12-2019)
Tendría que conocer con precisión la opinión del mencionado santo. Quiero entender que lo que él quiere decir es que los sacerdotes y las personas consagradas tenemos mayores facilidades para ser fieles al Señor y aspirar a la santidad. Es posible que así sea, por lo que Dios nuestro Señor un día nos pedirá cuentas. Los laicos tal vez tienen más condicionantes. Lo que es cierto es que tanto los sacerdotes y consagrados, como nuestros hermanos laicos, estamos llamados a la santidad, empeño que nos urge a todos los bautizados. En el bautismo fuimos consagrados a Aquel que es por excelencia el Santo, el tres veces Santo, entramos en la órbita de la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la inhabitación del Espíritu Santo. Por ello, sería un contrasentido contentarse con una vida cristiana mediocre y superficial. En realidad, todos hemos sido llamados a ser santos (Mt 5,48), porque «esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1 Tes 4,3). La santidad no es patrimonio exclusivo de los genios del espíritu. Es obligación de todos los bautizados, también de los laicos cualesquiera que sean las circunstancias de su vida, aún las más comunes y ordinarias. Es el caso de los padres y madres de familia que se santifican en el trabajo humilde del hogar, en el trabajo agrícola o artesano, en la industria o en el trabajo intelectual acogiendo en su vida la voluntad santa de Dios, amando a Dios sobre todas las cosas y a nuestros prójimos por amor a Dios, cumpliendo con perfección y por amor los deberes profesionales o familiares. Eso es precisamente la santidad. (24-11-2019)
Es verdad que en el pasado se han ocultado los abusos a los que usted se refiere, seguramente para evitar los escándalos. Hoy la Iglesia es consciente que esta no era la praxis adecuada y todas las Diócesis tienen protocolos, en sintonía con la Santa Sede y las respectivas Conferencias Episcopales, para acompañar y sostener a las víctimas y salir al paso de tales aberraciones, al mismo tiempo que pide perdón a sus fieles y a la sociedad por estos delitos execrables y su ocultación. Es verdad que no faltan personas que atribuyen al clero de forma generalizada, como usted dice, estos delitos abominables. Muchos sacerdotes y obispos lo hemos experimentado en nuestras calles recibiendo graves insultos e, incluso amenazas. Es mi caso y el de otros hermanos sacerdotes. No deja de ser una palmaria injusticia, pues en España los delitos sexuales atribuibles a miembros del clero son del dos por ciento. La mayor parte de los abusos suceden en el seno de la familia y en otras instituciones, por ejemplo, deportivas. Personalmente no me consuela este dato estadístico. Un solo caso debería llenarnos de vergüenza. Quiero añadir que en mi vida de sacerdote y de obispo, en las diócesis a las que he servido, Sigüenza-Guadalajara, Toledo, Córdoba y Sevilla, los casos que he conocido han sido escasísimos, sin que faltaran las falsas denuncias. Hoy, gracias a Dios, tratamos de extremar las cautelas en la selección de los candidatos, ayudándonos, entre otros medios, de la colaboración que nos prestan las ciencias, especialmente la psicología, a la hora de seleccionar a los aspirantes. Insistimos también, y muy especialmente, en los fundamentos teológicos y espirituales del celibato y en la ayuda de Dios que nunca les va a faltar. (17-11-2019)
Mi respuesta es rotundamente afirmativa. La concesión ha tenido lugar en el cincuentenario del Centro de Estudios Teológicos, afiliado primero y agregado después a la Facultad de Teología de Granada, a la que yo agradezco su patrocinio durante estos cincuenta años. Creemos que era el momento de solicitar a la Santa Sede el rango de Facultad. Tenemos alumnos, 133 en este curso. Tenemos un edificio moderno y capaz, que en su día mereció un premio internacional de arquitectura. Contamos con una espléndida biblioteca de más de 80.000 volúmenes y 1.600 revistas periódicas. Contamos también con un excelente claustro de profesores, la mayor parte de ellos jóvenes, de los que 25 son doctores y los demás licenciados. Estimamos que tenemos también suficiencia económica, que garantiza un normal funcionamiento de la institución. Todo ello ha sido reconocido por la Subcomisión Episcopal de Universidades, por la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española y, por fin, por la Congregación para la Educación Católica, cuyo prefecto, el cardenal Giuseppe Versaldi, quiso venir a Sevilla el pasado 3 de octubre para leer públicamente los decretos de erección. Personalmente estoy convencido de que la Facultad era necesaria. Mientras en la España superior, a partir de Madrid, hay ocho Facultades, en el suroeste español, Andalucía occidental, Extremadura y sur de Portugal, más de seis millones de habitantes, no ha habido ninguna hasta ahora. De nosotros, arzobispo, profesores y alumnos, va a depender que la nueva Facultad vaya adquiriendo consistencia creciente en las dimensiones docente e investigadora, en las publicaciones y en la dedicación de los profesores. Queremos responder así a la llamada que el papa Francisco nos ha hecho a la conversión pastoral, misionera y evangelizadora de toda la Iglesia. Que san Isidoro, el doctor egregius, a cuyo patrocinio nos acogemos, que mereció recibir de lo Alto la sabiduría del cielo, interceda por nuestra Facultad ante el trono de la Sabiduría. (10-11-2019)
A mi juicio la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada no se “inculca”. Es un don, que Dios nuestro Señor concede gratuitamente y sin mérito alguno por parte de quien recibe la llamada. De poco sirven los deseos de los padres de tener un hijo sacerdote o religioso si el Señor no le llama. Otra cosa es que los padres, en muchos casos la madre, pidan al Señor que conceda el don de la vocación a alguno de sus hijos. Además de pedirlo al Señor, la actitud correcta de los padres en el caso de que un hijo manifieste deseos de consagrarse al servicio de la Iglesia en el sacerdocio o en la vida religiosa debe ser de respeto, de alegría y de mucho agradecimiento a Dios por el hecho de que el Señor haya llamado a uno de sus hijos, le haya mirado a los ojos y haya tocado su corazón, un verdadero privilegio para una familia. Actitud complementaria y muy importante debe ser la oración por el hijo o hija que ha recibido la llamada y el acompañamiento para que sea fiel al don recibido y persevere. En muchos casos Dios se sirve del ambiente familiar fuertemente cristiano para depositar los gérmenes de la vocación en el corazón de los jóvenes. Así ha sido en un pasado reciente en tantos casos. Es la experiencia de muchos sacerdotes y religiosos, que damos gracias a Dios por nuestra familia cristiana. Hoy, sin embargo, abundan los seminaristas y los candidatos a la vida consagrada que proceden de familias alejadas de lo religioso. Es un milagro de la gracia, con la particularidad de que estas vocaciones, nacidas en terreno poco favorable, terminan acercando a la Iglesia a las familias alejadas. (03-11-2019)
Agradezco esta pregunta que me da ocasión para recordar a todos, sacerdotes y fieles, algunas pautas prácticas para recibir el sacramento eucarístico, de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia expresado en el Catecismo de la Iglesia Católica. La primera es que sigue vigente el segundo mandamiento de la Iglesia: Confesar al menos una vez al año, en el tiempo pascual, y en peligro de muerte o si se ha de comulgar. Pero esto es lo mínimo exigido. Es evidente que, si el sacramento de la penitencia es manantial de fidelidad, de crecimiento espiritual y de santidad, como nos dijo muchas veces el papa san Juan Pablo II, es sumamente recomendable la práctica de la confesión frecuente. Hay que recordar también que no se puede comulgar si no se está en estado de gracia o se han cometidos pecados graves. Así nos lo asegura el Catecismo de la Iglesia Católica: “El que quiere recibir a Cristo en la Comunión eucarística debe hallarse en estado de gracia. Si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente no debe acercarse a la Eucaristía sin haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la Penitencia” (n. 1415). Conviene además que lo sacerdotes encarezcan tanto la dimensión personal del pecado, algo que nos envilece y degrada, que es una ofensa a Dios y un desprecio de su amor de Padre, y la dimensión eclesial del pecado, que merma el caudal de caridad que existe en el Cuerpo Místico de Jesucristo. (27-10-2019)
La finalidad del Proyecto Ángel, puesto en marcha por los Delegados diocesanos de Familia y Vida de la Archidiócesis es atender y acompañar a las mujeres con un embarazo imprevisto y tentadas a abortar, facilitándoles la atención inicial en el momento de enfrentar la nueva realidad. Se les brindan además las ayudas necesarias para que puedan seguir adelante con su embarazo, se les ayuda también a descubrir la bendición de Dios que supone un hijo y se les inculca la necesaria confianza en la Providencia de un Dios cercano y amante de la vida. Funciona a través de un teléfono central y de tres figuras: la que realiza la intervención inicial en el momento de crisis para evitar el aborto (rescatador); la que gestiona los distintos recursos (facilitador) y la que la acompaña y ayuda a la mujer a su integración en la vida eclesial (ángel). El ángel las acompaña y las inicia en la fe, en la vida de oración y sacramentos, promoviendo su integración en la comunidad eclesial. La obtención de recursos concretos viene gestionada en red, con la ayuda de otras realidades eclesiales: Cáritas, Hermandades, COFs, Asociaciones con fines semejantes, etc. En los últimos meses se han ido capacitando distintas personas para este servicio, que consiste básicamente en anunciar el Evangelio de la Vida, sanar las heridas de las mujeres embarazadas y tentadas de abortar e integrarlas en una comunidad cristiana. En este momento hay en nuestra Diócesis doce personas capacitadas para este acompañamiento, que continúan formándose en su labor, comunión recíproca y vida de oración, dado que es Cristo quien nos ayuda a comprender el valor sagrado de la vida humana. El Proyecto Ángel está bajo la dirección de la Delegación diocesana de Familia y Vida, con un teléfono disponible las 24 horas, 679 110 914, y una dirección de correo proyectoangel@archisevilla.org (20-10-2019)
Efectivamente, el papa Francisco ha convocado un Mes Misionero Extraordinario a celebrar en este mes de octubre. Lo anunció en el Ángelus del domingo 22 de octubre de 2017, coincidiendo con la Jornada del DOMUND. Tendrá como lema “bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en Misión en el mundo”. Con esta iniciativa el Santo Padre quiere despertar la conciencia misionera de toda la Iglesia, retomar con nuevo impulso la responsabilidad de proclamar el Evangelio a todos los pueblos y fortalecer su ardor misionero. “Los hombres que esperan a Cristo son todavía un número inmenso”, nos dejó escrito san Juan Pablo II, para afirmar a continuación: “No podemos permanecer tranquilos, pensando en los millones de hermanos y hermanas, redimidos también por la Sangre de Cristo, que viven sin conocer el amor de Dios” (RM 86). Necesitamos, pues, retomar el fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el Evangelio en el mundo entonces conocido mediante su anuncio y testimonio. El mandato misionero debe ser un compromiso impostergable de todo el Pueblo de Dios, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos. Es necesario renovar el entusiasmo de comunicar la fe. La preocupación de evangelizar nunca debe quedar al margen de la actividad eclesial, de la vida de las parroquias y de la vida personal de cada cristiano, consciente de ser destinatario y, al mismo tiempo, misionero del Evangelio. La Delegación diocesana de Misiones, en su renovado entusiasmo y compromiso a favor de las misiones y de la pastoral misionera, con la ayuda de una Comisión específica, está preparando una serie de iniciativas que haremos públicas en las próximas semanas y que Dios quiera que produzcan muchos frutos. (13-10-2019)
Es evidente que no estoy de acuerdo. La mejor prueba es nuestra decisión de crear el Seminario Menor como lugar privilegiado para el cultivo de los gérmenes vocacionales de nuestros niños y adolescentes. Situado junto al monumento al Sagrado Corazón en San Juan de Aznalfarache, es un testimonio precioso de lo que significa acoger y acompañar la vocación desde la infancia en un clima juvenil, alegre y familiar. Un porcentaje razonablemente alto de los adolescentes que se forman en el Seminario Menor continúa luego sus estudios de teología en el Seminario Mayor y acaba abrazando el ministerio sacerdotal, ofreciendo a Dios con alegría su adolescencia y juventud. Como es natural, a esta edad la vocación sacerdotal no es todavía algo claro y evidente; tendrá que ir madurando con el tiempo en un ambiente propicio para ello como es el Seminario. Pero es obvio –y de ello podrían dar testimonio muchos sacerdotes y también el arzobispo- que en muchos casos la vocación sentida en la infancia es verdadera. Por todo ello, la pastoral de las vocaciones ha de ser fomentada en el colegio, la catequesis, las clases de religión, los grupos infantiles y juveniles parroquiales y de religiosos y en la pastoral con los monaguillos, verdadero manantial de vocaciones en el pasado. Desde todas esas instancias se debe hablar de la belleza de la vocación sacerdotal. Se debe también alentar a los niños a que participen en los encuentros vocacionales del Preseminario, acompañándoles en el camino de su vida cristiana y cuando, como por desgracia suele acontecer, son objeto de burlas y de juicios negativos al manifestar su deseo de ser sacerdotes. No quiero terminar sin manifestar públicamente mi gratitud a los formadores del Seminario Menor, que están ofreciendo a la Iglesia generosamente sus vidas al servicio de una causa tan loable. (06-10-2019)
Me da la impresión de que mi anónimo interrogante utiliza el término tradicional en sentido peyorativo, como si tradición fuera sinónimo de algo obsoleto, que carece de vigencia y que no sirve para el momento actual. Frente a nuestros hermanos protestantes que afirman que la única fuente de revelación es la Sagrada Escritura, la Iglesia Católica siempre ha hablado de dos fuentes, la Escritura y la Tradición. A través de ellas nos llega la verdad revelada por Dios. La Iglesia, pues, es tradición. Ella debe custodiar celosamente el depósito de la Revelación. Dicho esto, quiero añadir que las Orientaciones Pastorales que señalan el quehacer pastoral de nuestra Archidiócesis en el quinquenio 2016-2021 exigen una atención decidida a los medios de comunicación social. La meta es el anuncio de la Buena Noticia, el anuncio de Jesucristo a nuestro mundo, por medio de los canales que hoy sirven como punto de encuentro entre las personas. Se ha repetido muchas veces en los últimos años que, si san Pablo hubiese vivido ahora, utilizaría los medios digitales hoy vigentes para predicar el Evangelio. El papa Francisco participa de este convencimiento al afirmar que internet es un don de Dios. Así lo decía en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales del año 2014, en el que hacía un juicio positivo de las redes sociales y del mundo digital en general. La Iglesia debe utilizar estos poderosos medios para cumplir su misión y así lo está haciendo, si bien ella misma nos advierte que la ética debe regular la utilización de esos medios, respetando siempre la dignidad de las personas y sus derechos fundamentales, guiados siempre por la justicia, el respeto, la equidad, la veracidad y el servicio al bien común. (29-09-2019)
Por supuesto que debe usted seguir insistiendo y pidiendo al Señor que toque el corazón de su hija. Dígale que para que sus hijos opten libremente en su día por la recepción del bautismo, antes deben conocer a Dios y a su hijo Jesucristo, a la Iglesia y las verdades fundamentales de la fe. Sin este conocimiento nunca sentirán la necesidad de bautizarse. La formación religiosa escolar proporciona a los alumnos el conocimiento de la verdad revelada sobre Dios, responde a las preguntas fundamentales sobre el sentido de la vida, nuestro origen y el destino eterno y trascendente del hombre, ofreciendo razones sólidas para vivir, luchar y sufrir. La formación religiosa ofrece al alumno principios y criterios morales seguros de comportamiento para con Dios y para con el prójimo, tanto en el plano personal como social, en aspectos tan decisivos como la convivencia, el respeto por todos, la justicia, la entrega a los demás, el sacrificio, la fraternidad, el servicio y el respeto a la naturaleza, de forma que bien podemos decir que la educación religiosa escolar encierra un evidente valor social, pues ayuda a formar buenos ciudadanos, aspecto éste que nuestras autoridades deberían valorar como se merece. En el momento actual, cuando nuestra sociedad mira con preocupación la pérdida de valores morales y sociales de una parte de nuestra juventud, en la que con demasiada frecuencia surgen brotes de violencia, cuando no de delincuencia, es más urgente que nunca ofrecer a nuestros niños y jóvenes una sólida educación en los valores religiosos y morales. Con todo, lo más importante que la asignatura de Religión puede brindar a los alumnos es el encuentro con Cristo, camino, verdad y vida de los hombres (Jn 14,6), manantial de sentido, de gozo, alegría y esperanza, el único que puede dar respuesta a las ansias infinitas de felicidad que bullen en los corazones de nuestros adolescentes y jóvenes. (15-09-2019)
En la vida humana todo es perfectible y puede mejorar. No obstante, mi impresión sobre ambas es muy positiva. Su actuación en la reciente crisis económica ha sido sobresaliente. Así tiene que seguir siendo, pues los pobres siguen estando ahí. Basta visitar los barrios periféricos de Sevilla y también de nuestros pueblos y ciudades, donde sigue habiendo mucho dolor, mucho sufrimiento y no pocas privaciones. Una y otra organizan y coordinan en su propio nivel la actividad caritativa, buscando operatividad y eficacia en el servicio a los pobres, algo que pertenece al núcleo más profundo y auténtico de la vida cristiana. Como escribiera bellamente san Juan de la Cruz, al atardecer de la vida se nos juzgará del amor. El Señor, que se identifica misteriosamente con los más humildes de nuestros hermanos, nos juzgará por nuestros sentimientos de amor eficaz a los hambrientos, sedientos, enfermos, desnudos, presos, forasteros y transeúntes (Mt 25,34-46). Aprovecho esta ocasión para enunciar casi lapidariamente cuatro consejos sencillos dirigidos a los responsables de ambas Cáritas: El primero es que cuiden la vida espiritual, en la que se templa nuestro servicio humilde y gratuito. Sin una vida espiritual fuerte y vigorosa, sin la oración, la amistad y la intimidad con el Señor, nuestro servicio a los pobres antes o después terminará agostándose. El segundo es que cuiden la genuina identidad cristiana de Cáritas, huyendo de la secularización interna. Cáritas no es una ONG como las demás, pues sus motivaciones no son exclusivamente filantrópicas. La tercera es que cuiden la formación del voluntariado, no sólo en los aspectos técnicos sino, sobre todo, en el plano espiritual y doctrinal. Aquí tienen una responsabilidad especial los párrocos y consiliarios, llamados a formar a los voluntarios en la teología de la caridad y en la Doctrina Social de la Iglesia. El cuarto consejo es que cuiden la eclesialidad y la vinculación con la jerarquía de la Iglesia. La comunión efectiva con el obispo y con los sacerdotes de nuestras parroquias será la mejor garantía para caminar en verdad. (08-09-2019)
Con mucho gusto. Desde fines del siglo XIX, con la publicación en 1891 de la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII, la Iglesia se ha pronunciado muchas veces sobre las cuestiones sociales. Los papas de los siglos XX y XXI han enriquecido el acervo de la doctrina católica sobre estas cuestiones, que han tratado también muchos obispos y estudiosos católicos. Al papa san Juan Pablo II corresponde la iniciativa de publicar un vademécum de doctrina social inspirado en el Catecismo de la Iglesia Católica, que encargó al Pontificio Consejo Justicia y Paz, que en el año 2004 publicó el volumen titulado Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, verdadero alimento para nuestro crecimiento humano y espiritual, personal y comunitario. Los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, se apoyan en la ley natural, en el Evangelio y en la doctrina secular de la Iglesia y consideran la dimensión trascendente del hombre y sus compromisos en los ámbitos social, económico y político. Estudia el significado de la familia que, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, constituye la célula primera y vital de la sociedad. Estudia también la dignidad del trabajo, su importancia en la realización de la persona y su primacía sobre el capital. Reclama una mayor justicia social, la atención a los pobres y a los países del Sur, el reparto más equitativo de la riqueza y la función social de la propiedad. Precave de los peligros de la globalización, considera la guerra como el fracaso de la humanidad, al tiempo que llama la atención, entre otros temas importantes, sobre el cuidado del planeta y sobre la corrupción en la gestión de los asuntos públicos. Dios quiera que este volumen ayude a cofrades y no cofrades a formarse en la búsqueda del bien común, de la justicia y la paz. (01-09-2019)
Es un hecho de experiencia que, para llenar un cántaro, es preciso que esté previamente vacío. Otro tanto sucede en la vida espiritual. Sólo desde la humildad del que se siente vacío y pobre y que todo lo espera de Dios es posible recibir su gracia. El Señor nos invita a vivir esta virtud cuando nos dice: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29). Humildes de corazón nos quiere Jesús, porque la humildad que nace y muere en los labios es falsa. La humildad en los modos, en las palabras y en las actitudes sólo es válida si nace de un corazón humilde. La razón última para ser humildes es esta verdad esencial, simple y sencilla: sin la ayuda del Señor no podemos hacer nada: «Sin mí nada podéis hacer» (Jn 15,5). Él es el que nos da el querer y el obrar por medio de su Espíritu (Fil 2,13). Nada somos y lo poco que somos en el orden natural y, sobre todo, en el orden sobrenatural, lo hemos recibido del Señor de forma absolutamente gratuita. El fruto más importante de la humildad es el crecimiento en la vida interior y en nuestra fidelidad al Señor. «Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes», nos dice el apóstol Santiago. «Derriba del trono a los poderosos y ensalza a los humildes” (Lc 1,52) proclama la Virgen en el Magnificat. Y es que Dios teme dar su gracia a los soberbios, porque encontrarían nuevos motivos para enorgullecerse y atribuirse en exclusiva el mérito de sus obras. Por ello, se estancan en la vida espiritual y son menguados sus frutos apostólicos. Por el contrario, Dios hace avanzar en el camino de la fidelidad y de la vida interior a los humildes, que todo lo esperan de Él. (28-07-2019)
Comprendo cuanto me dice la persona que formula la pregunta y se desahoga refiriendo las dificultades. Yo le invito a enraizarse en la esperanza. A veces los frutos nos son inmediatos. El sembrador esparce la semilla, aunque no vea inmediatamente la espiga. En el capítulo séptimo de la reciente exhortación apostólica Christus vivit, que deberá guiar nuestra pastoral juvenil en el futuro inmediato en nuestra Archidiócesis, el papa Francisco nos invita a todos los que estamos implicados en esta pastoral a encontrar nuevos caminos, creativos y audaces, para esta pastoral. En ella se debe privilegiar el idioma de la proximidad, el lenguaje del amor desinteresado, que toca el corazón, llega a la vida y despierta esperanza. Es necesario acercarse a los jóvenes con la gramática del amor. El lenguaje que los jóvenes entienden es el de aquellos que dan la vida, el de quien está allí por ellos y para ellos, y el de quienes, a pesar de sus límites y debilidades, tratan de vivir su fe con coherencia. El punto de llegada y la meta es la experiencia de Dios, el encuentro con Jesús que transforma los corazones. Después vendrá la formación doctrinal y moral y la experiencia de la generosidad, la vivencia de la fraternidad y el servicio a los pobres, iniciándoles además en el apostolado, todo ello en un marco de familia, haciendo de la parroquia un verdadero hogar para tantos jóvenes sin arraigo familiar. En el capítulo quinto el Papa inculca a los jóvenes algunas convicciones: Dios es amor, Cristo vive y nos salva y el Espíritu Santo cambia nuestra vida, la ilumina y le imprime un rumbo mejor. A continuación, invita a los jóvenes a vivir y experimentar la amistad con Jesús con estas palabras terminantes, destino y meta de toda pastoral juvenil: “Por más que vivas y experimentes no llegarás al fondo de la juventud, no conocerás la verdadera plenitud de ser joven, si no encuentras cada día al gran amigo, si no vives en amistad con Jesús”. (21-07-2019)
Efectivamente se trata de una verdadera desgracia, a mi juicio la más grande acaecida en la Iglesia desde las escisiones ocurridas en el siglo XVI. Como usted dice, el daño es imponente, si bien los casos atribuibles a la Iglesia parece que son solo el 3% de todos los casos de pederastia que se dan en la sociedad. Sin embargo, hubiera bastado un solo caso para que nos tuviéramos que avergonzar. Mi opinión es que lo primero son las víctimas. Lo digo con palabras del Papa en su discurso de 24 de febrero pasado dirigido a los presidentes de Conferencias participantes en el encuentro sobre protección de menores celebrado recientemente en el Vaticano. «El objetivo de la Iglesia -afirmó el Papa- será escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados. Ha llegado la hora de colaborar juntos para erradicar dicha brutalidad del cuerpo de nuestra humanidad… El objetivo principal de cualquier medida es el de proteger a los menores e impedir que sean víctimas de cualquier abuso psicológico y físico». En la parte final de su discurso, el Papa pronunció unas palabras de aliento dirigidas a los sacerdotes, que un servidor suscribe totalmente: “Permitidme ahora un agradecimiento de corazón a todos los sacerdotes y a los consagrados que sirven al Señor con fidelidad y totalmente, y que se sienten deshonrados y desacreditados por la conducta vergonzosa de algunos de sus hermanos. Todos —Iglesia, consagrados, Pueblo de Dios y hasta Dios mismo— sufrimos las consecuencias de su infidelidad. Agradezco, en nombre de toda la Iglesia, a la gran mayoría de sacerdotes que no solo son fieles a su celibato, sino que se gastan en un ministerio que es hoy más difícil por los escándalos de unos pocos —pero siempre demasiados— hermanos suyos. Y gracias también a los laicos que conocen bien a sus buenos pastores y siguen rezando por ellos y sosteniéndolos”. Finalmente, nos invitó el Papa a la esperanza de que este mal se transforme en oportunidad de purificación. Así lo creo yo también, pues, como dice san Pablo, para los que aman a Dios, todo lo que sucede, sucede para bien (Rm 8,28). (14-07-2019)
Apologética significa defensa, en nuestro caso, defensa de la belleza de nuestra fe. En las últimas décadas esta rama de la teología no ha gozado de excesivas simpatías en el mundo de los teólogos. Muchos la han mirado con reticencia y han hecho de ella una caricatura por su carácter polémico. Hoy, sin embargo, no faltan teólogos que reclaman la vuelta a la apologética teniendo en cuenta el ambiente cultural de la sociedad poscristiana y neopagana en que estamos inmersos. La dimensión apologética hoy resulta indispensable. Cuando yo era estudiante, la apologética se estudiaba como asignatura independiente. Hoy pienso que debe informar trasversalmente todas las áreas de la Teología y así se lo sugiero a los profesores de nuestro Centro de Estudios Teológicos y del Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Puede tener exigencias diversas según sean las ideas y actitudes dominantes respecto de la Iglesia, la jerarquía, la religión o Dios mismo: el anticlericalismo secular, fundado casi siempre en prejuicios, las dificultades de orden intelectual en relación con los dogmas y la moral de la Iglesia y la tendencia a calificar a la religión como una actividad primitiva, infundada y perniciosa para el desarrollo de la persona y de la sociedad, enemiga de la razón, de la libertad, del progreso y de la democracia. Hoy es urgente el recurso a la apologética, que ayude a deshacer malentendidos, a aclarar nociones deformadas y a superar actitudes de suficiencia y menosprecio de lo religioso. Esta tarea tiene que realizarse con un estilo de diálogo y servicio, procurando que las palabras del apologeta estén fortalecidas y garantizadas por su testimonio de vida. (07-07-2019)
Me han hecho esta pregunta muchas veces en los diez años que llevo en Sevilla. Yo también me la hago y no sin dolor, no tanto porque los turistas y visitantes no puedan contemplar las maravillas artísticas que contienen nuestros templos, sino porque muchos fieles no pueden contemplar, visitar y acompañar a la principal maravilla que encierran nuestras iglesias, al Señor presente en la Eucaristía. La persona que me interroga utiliza una expresión muy sevillana, echar un ratito con el Señor. Me emociona que, ante la imposibilidad de entrar en el templo, esta persona y otras muchas se consuelen haciendo una comunión espiritual en la puerta. Estoy seguro de que el Señor mira con amor y con ternura a estas personas. Pero también es cierto que en los últimos años los robos en las iglesias se han multiplicado. Hoy no es fácil tener todo el día las iglesias abiertas. Nuestros sacerdotes están sobrecargados de trabajo. Muchos son profesores del Seminario o de otros centros y las parroquias no tienen fondos para pagar un vigilante. Con todo habría que aguzar la imaginación para que nuestros templos estén abiertos el mayor número de horas posible. En algunos pueblos personas jubiladas se turnan para que el templo esté abierto. Por lo demás, muchas parroquias están haciendo lo que está a su alcance para facilitar a los fieles la adoración del Santísimo y el culto eucarístico fuera de la Misa, verdadero camino de renovación de nuestra Archidiócesis y de nuestras comunidades parroquiales. (30-06-2019)
El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 1415, es taxativo: “El que quiere recibir a Cristo en la comunión eucarística, debe hallarse en estado de gracia. Si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente, no debe acercarse a la Eucaristía sin haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la Penitencia”. Y en el número 1385 cita a san Pablo, quien afirma tajantemente: «Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo» (1 Co 11,27-29)”. Por ello, concluye el Catecismo: “Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar”. Por fin, en el número 2120 se califica como sacrilegio la comunión eucarística sin las debidas disposiciones interiores, es decir, sin el estado de gracia. Puede darse alguna excepción cuando, estando en pecado, por motivos gravísimos hay necesidad de comulgar y no se puede acceder a un confesor. Entonces, de acuerdo con el canon 916 del Código de Derecho Canónico y el número 1457 del Catecismo, cabe comulgar haciendo antes un acto de perfecta contrición, con la voluntad expresa de confesar tan pronto como sea posible. (23-06-2019)
En los últimos años hemos recorrido un largo camino en el trabajo pastoral con la juventud, con una pastoral juvenil seria y enraizada en el Evangelio, que tiene a Jesucristo como centro. Han surgido también otros grupos juveniles, parece que de mucho vigor espiritual, no vinculados formalmente a la vida diocesana y que habrá que integrar en las parroquias. No podemos, sin embargo, caer en el triunfalismo. Es evidente que hay otra juventud, desencantada, desesperanzada, con un gran vacío interior, que se conforma con una visión materialista del hombre y de la vida, víctima del paro, del desamor, de la desestructuración familiar, sin el calor de un hogar y, en ocasiones, atrapada en las redes de la droga. Yo animo a los sacerdotes, a los catequistas y profesores de Religión y a los jóvenes de nuestros grupos y movimientos a no contentarse con cultivar a los de casa; les animo a salir con esperanza al encuentro de estos jóvenes de la periferia para descubrirles que Jesucristo es el camino que verdaderamente libera. Sé muy bien que el trabajo con los jóvenes es difícil, pero nunca es una siembra estéril, pues antes o después termina dando fruto. A los sacerdotes les recuerdo que una parroquia sin jóvenes es una parroquia triste y sin esperanza. Por ello, animo a todos los hermanos sacerdotes a crear, con la ayuda de laicos verdaderamente comprometidos, grupos juveniles parroquiales, que propicien la formación de los jóvenes, que los inicien en la oración, en la amistad e intimidad con Jesucristo, en el amor a la Iglesia, en el apostolado y en la experiencia de la generosidad y el descubrimiento del prójimo, especialmente de los más pobres y necesitados. Termino dirigiéndome a los propios jóvenes. Lo hago con unas palabras dirigidas a ellos por el papa Benedicto XVI el 24 de abril de 2005 en la Eucaristía con la que inauguraba su pontificado. Les dijo: «Hoy, yo quisiera, con gran fuerza y gran convicción, a partir de la experiencia de una larga vida personal, decir a todos vosotros, queridos jóvenes: ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo». (16-06-2019)
Cáritas diocesana es la institución oficial de la Archidiócesis de Sevilla para la acción caritativa y social, erigida y aprobada por el arzobispo, que es su presidente nato. Tiene sus servicios centrales en la plaza de San Martin de Porres de Sevilla, donde trabajan el Director diocesano, los técnicos y voluntarios que deben ser siempre personas eclesiales, hombres y mujeres de fe, cristianos de calidad y de un claro amor a la Iglesia, nunca meros funcionarios. Ellos impulsan y coordinan la actividad caritativa de la Archidiócesis y sirven y alientan a las Cáritas parroquiales, en las que el presidente nato es el párroco, con un director o directora y unos voluntarios que sirven a los pobres en nombre de la parroquia con los recursos de la propia comunidad. La diferencia entre ambas Cáritas es de carácter territorial. La primera tiene un ámbito diocesano, mientras la segunda se circunscribe a cada parroquia. El servicio de la caridad pertenece a la entraña misma de la Iglesia, cuyo misterio y vida se asienta en tres columnas fundamentales: el anuncio de la fe (la catequesis, la homilía, la formación); la celebración de la fe en la santa Misa y de los sacramentos; y la diaconía de la caridad y el servicio a los pobres. Si en una diócesis o parroquia falta alguno de estos elementos, falla en algo fundamental. Por ello, en ninguna parroquia debería faltar la Cáritas, el servicio de la caridad, que con otros nombres y con otros atuendos ha existido siempre en la Iglesia ya desde la época apostólica. Como nos han repetido muchas veces los últimos Papas, hay un punto en el que se refleja especialmente la autenticidad de nuestras celebraciones eucarísticas: si ellas impulsan a nuestras comunidades a un compromiso serio y activo en la ayuda a los pobres. (09-06-2019)
Mi respuesta es que sí, que debemos utilizar los medios maravillosos que la técnica ha puesto en nuestras manos para evangelizar, para anunciar a Jesucristo a nuestro mundo con obras y palabras. Se ha dicho que si san Pablo viviera ahora utilizaría todos los medios tecnológicos que nosotros tenemos a nuestro alcance, con el objetivo de llevar a Jesucristo a sus hermanos. Otro tanto harían otros grandes apóstoles y misioneros, san Francisco Javier, nuestro san Juan de Ávila o san Francisco Solano, entre otros. Hoy son ya muchos los pastores, el papa Francisco, muchos obispos, sacerdotes, miembros de la vida consagrada y laicos de movimientos y asociaciones que utilizan estos medios para el anuncio, el apostolado y la formación. Por mi parte aliento su uso y apoyo todos los ensayos que se están haciendo en este orden de cosas. Por ejemplo, la página web Archisevilla Siempre Adelante, iniciativa de la Delegación diocesana de Medios, que pretende ser un instrumento evangelizador en la parcela diocesana del continente digital. El portal, cuenta con cinco secciones inspiradas en cada una de las líneas de actuación de las Orientaciones Pastorales Diocesanas. Por lo que respecta a la segunda pregunta, reitero cuanto afirmaba hace unas semanas ante una pregunta semejante: las redes sociales son un instrumento muy aprovechable y fecundo, si se utilizan para el bien y son reguladas por la ética. Si, por el contrario, se utilizan para calumniar o desacreditar a personas o grupos, me parecen instrumentos perversos, que exigirían algún tipo de regulación por parte de las autoridades. Ignoro si esta es una praxis habitual en el mundo eclesial. Seguro que no. Si lo fuera, diría a quienes así se conducen que tomen nota del consejo del apóstol san Juan: “Nadie puede decir que ama a Dios a quien no ve, si no ama al prójimo a quien ve”. (02-06-2019)
Mi pronunciamiento sobre este tema no se produjo en una carta semanal sino en una rueda de prensa en la que presentábamos los balances consolidados de la Archidiócesis. En ellos se constata que la cantidad que nos llega de la Conferencia Episcopal a través del IRPF, en torno a cinco millones de euros, representa el 19% de los citados balances consolidados. No manifesté intención alguna de prescindir de ese capítulo, al que la Iglesia tiene derecho y que está consagrado en los acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede de 1979. Quise decir que, si algún día desapareciera esa fuente de ingresos, que no procede directamente del Estado sino de los ciudadanos españoles que libremente quiere asignar a la Iglesia en su declaración de la renta, no sería un cataclismo, pues estoy seguro de que los fieles sevillanos, que valoran el servicio que la Iglesia presta a la sociedad, redoblarían su ayuda a la Archidiócesis por otros caminos. Sí dije que es posible que se resintiera una capítulo importante de la vida de la Iglesia en Sevilla, el cuidado y restauración del patrimonio, tan cuantioso y valioso en nuestra Archidiócesis, máxime en este periodo en el que la Iglesia no recibe ayuda alguna desde el año 2010 ni del Estado central ni de la Junta de Andalucía, a pesar del convenio firmado por las diez diócesis andaluzas con la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía el 2 de abril de 1986, por el que la Iglesia se comprometía a poner a disposición de la sociedad y de los estudiosos sus bienes culturales y la administración regional a ayudar a la Iglesia en su conservación. (26-05-2019)
Le diría que, porque Jesús ha resucitado, también nosotros resucitaremos. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que después de su muerte, el Señor bajó al seno de Abraham para liberar a los justos anteriores a Él, aplicarles los frutos de la Pasión y abrirles las puertas del cielo (nº 633-635). Ojalá que en estos días de Pascua florida, al mismo tiempo que sentimos muy a lo vivo la alegría inmensa que brota de la resurrección del Señor, experimentemos también intensamente la emoción que nace espontánea de la aceptación de esta verdad original del cristianismo: somos ciudadanos del cielo, al que estamos llamados y cuyas puertas nos ha abierto el Señor en su resurrección de entre los muertos. La esperanza en la resurrección debe ser fuente de consuelo, de paz y fortaleza ante las dificultades, ante el sufrimiento físico o moral, cuando surgen las contrariedades, los problemas familiares, profesionales o económicos, cuando a nosotros o a nuestros seres queridos nos visita el dolor o la enfermedad. La esperanza en la resurrección es además fuente de sentido en nuestro devenir. Un cristiano no puede vivir como aquel que ni cree ni espera, o en el mejor de los casos cree que después de la muerte sólo existe la nada. Porque Cristo ha resucitado, nosotros creemos y esperamos en la vida eterna, en la que viviremos dichosos con Cristo y con los Santos, en comunión de gozo y de vida con la Santísima Trinidad. Esta perspectiva que es fruto de la Pascua, debe marcar, determinar y configurar nuestro presente, nuestras posiciones en la vida, nuestra forma de pensar y nuestro modo de vivir, sabiendo que somos peregrinos, que no tenemos aquí una ciudad estable y permanente, pues nuestra verdadera patria es el cielo. La perspectiva de la resurrección define e ilumina nuestra vida, la nutre y enriquece con la esperanza y la alegría. De todo ello se privan quienes no creen en la resurrección y en la vida eterna, artículo capital de nuestra fe. (19-05-2019)
Un cristiano nunca debe reaccionar con violencia ante atropellos o ataques infundados e injustos contra la Iglesia. Opino que debemos aceptar las críticas con humildad y gratitud si están bien fundamentadas, pues una crítica sana, hecha con rectitud de intención y con verdad, siempre es atendible y nos ayuda a convertirnos y a mejorar. Lamentablemente, no siempre es así. Un teólogo del siglo XX todavía vivo, reconoce que muchas de las críticas que se formulan contra la Iglesia están justificadas y son sencillamente verdaderas. La Iglesia, hemos de reconocerlo, es una triste comunidad de pecadores. Sin embargo, dice también que muchas de ellas son “tontas, petulantes e injustas y, muy a menudo, simplemente falsas, y más de una vez incluso malignas”. A veces se critica una Iglesia que ya no existe. Otras veces se echa mano de tópicos superados y desde un desconocimiento notable del ser de la Iglesia, porque se la critica desde fuera, sin conocerla, sin vivir en ella y con ella. Las críticas pueden proceder del anticlericalismo rancio, fundado casi siempre en prejuicios. Otras veces proceden de dificultades de orden intelectual, que llevan a calificar a la religión como una actividad primitiva, infundada y perniciosa para el desarrollo de la persona y de la sociedad, enemiga de la razón, de la libertad y del progreso. En todos estos casos es preciso defender a la Iglesia y al cristianismo incluso con una tonalidad apologética, para deshacer malentendidos, aclarar nociones deformadas y superar actitudes de menosprecio ante lo religioso. Esta tarea habrá de realizarse con caridad y valentía, sin espíritu polémico, con un estilo de diálogo y servicio, mostrando de manera directa y humilde la verdad del cristianismo con la palabra y con el testimonio de la propia vida. (12-05-2019)
Con respecto al Vaticano II, me remito a mi respuesta de la semana anterior. En relación con el Papa, tales afirmaciones no dejan de ser una simplificación o reducción interesada de la figura del Pontífice. En el mundo actual muchas veces se prefieren las etiquetas a los juicios ponderados y fundamentados. Este podría ser el caso, ya que como escribía hace unos años en esta misma sección, es posible que a más de una persona los mensajes de Francisco le resulten excesivamente horizontalistas, con una insistencia grande en la dimensión social del Evangelio, la defensa de los derechos humanos y la cercanía a los pobres y a los que sufren. Es posible que a más de uno le haya sorprendido la encíclica Laudato si y haya pensado tal vez que la ecología y el cuidado de la creación tiene poco que ver con el Evangelio. Quienes así piensan están equivocados. Entre el magisterio del papa Francisco, pura Doctrina Social de la Iglesia, y el de los pontífices precedentes hay una evidente continuidad. Por otra parte, el magisterio de Francisco hay que leerlo en su conjunto, muy atentos a sus homilías diarias en santa Marta, sus catequesis de los miércoles y otras intervenciones. En ellas se habla también de la vida interior, la oración, la mortificación, el amor a la Eucaristía, la devoción a la Santísima Virgen y la confesión frecuente, entre otros muchos temas que pertenecen al núcleo fundamental de la vida cristiana. Invito a quien me hace la pregunta a leer y meditar el contenido de la exhortación apostólica Gaudete et jubilate sobre la llamada universal a la santidad. (05-05-2019)
La primera comunión, las confirmaciones y el bautismo son los tres sacramentos de la iniciación cristina, que es la inserción de una persona en el misterio de Cristo, muerto y resucitado, y en la Iglesia por medio de la fe y los sacramentos. La iniciación cristiana es el signo más genuino de la maternidad de la Iglesia a través de dos funciones íntimamente relacionadas entre sí, la catequesis y la liturgia. Ambas introducen a los hombres en el misterio de Cristo y de la Iglesia, conduciéndoles a la fe, mostrándoles, en el anuncio del Evangelio y en la celebración de los sacramentos, el camino de la salvación. Los lugares de la iniciación cristiana son en primer lugar la familia, como institución originaria, y después la parroquia, como ámbito propio y principal. Son también lugares imprescindibles la escuela católica, las asociaciones y movimientos laicales, entre ellos las Hermandades. Todos estos ámbitos deben ser verdaderos catecumenados, es decir, auténticos lugares de formación y evangelización. Por tanto, no es un abuso la praxis de la que habla el autor de esta pregunta. Sí quiero insistir en los agentes de esta pastoral prioritaria: el obispo, el primer catequista, la Delegación diocesana de catequesis, los sacerdotes, los padres cristianos, los primeros transmisores de la fe y de los valores morales; y los catequistas laicos o religiosos, a los que quiero manifestar mi afecto y gratitud por el impresionante servicio que prestan a la Iglesia. A todos ellos quiero decirles que además de la ayuda de la gracia de Dios, que nunca nos va faltar, en la catequesis son necesarios materiales aptos y aprobados por la Iglesia y, sobre todo, el entusiasmo y el testimonio de vida de los catequistas, que deben ser testigos convencidos y convincentes de la fe que transmiten. (28-04-2019)
No faltan hoy cristianos que así piensan y que opinan que el Rosario es una devoción infantil, residual, impropia de personas espiritualmente maduras. Consideran el Rosario una devoción demasiado mecánica, que además nos aleja del mundo. El rezo del Rosario es uno de los signos más elocuentes de nuestro amor a la Santísima Virgen. De su mano recorremos los misterios de la vida de Cristo con sus mismas disposiciones espirituales. La contemplación de los misterios produce en nosotros una cierta connaturalidad con lo que meditamos, al tiempo que nacen en nuestros corazones las semillas del bien, que producen frutos de paz, bondad, justicia y reconciliación. Ningún buen cristiano debería acostarse tranquilo sin rezar cada día el Rosario. Todos tendríamos que tratar de recuperarlo. Como ha escrito el papa Francisco, hace mucho bien a quien lo reza devotamente. Los Papas han recomendado siempre esta devoción sencilla, que no necesita libros ni lugares especiales. Se puede rezar en el coche, paseando o en la sala de espera del centro de salud. Por eso es la devoción predilecta de los enfermos y ancianos. Los papas del siglo XX la han recomendado sin excepción: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II, el Papa del Rosario, que afirmó más de una vez que era su «devoción predilecta». Benedicto XVI nos ha invitado a “redescubrir” el rezo del Rosario y “a valorar esta oración tan querida en la tradición del pueblo cristiano”. El papa Francisco, por su parte, ha declarado muchas veces que reza diariamente el Rosario de la Virgen María. “Soy de Rosario diario”, nos ha dicho más de una vez, añadiendo que el rezo del Rosario le ha ayudado en las dificultades, añadiendo que «el Rosario es la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón”. (14 y 21-04-2019)
La verdad es que en este campo el ideal sería que los países del primer mundo emprendieran programas consistentes de desarrollo en el llamado tercer mundo, pues pocos desean salir de sus lugares de origen si no es por necesidad. Mientras eso llega, hemos de acoger a los inmigrantes. Más allá de diferencias raciales, costumbres o tradiciones culturales, todos somos miembros de la misma familia humana, sujetos de los mismos derechos y con la misma dignidad. Para nosotros los cristianos, ante todo, son hijos de Dios, redimidos por la sangre de Jesucristo. Por ello, hemos de acogerles con actitudes de ayuda, servicio, aliento, orientación, información y defensa de sus derechos. Desde los tiempos de Moisés, en la Sagrada Escritura el forastero fue considerado digno de una especial atención, como las viudas y huérfanos, como los pobres en general. En el Nuevo Testamento Jesús se identifica con la debilidad y el sufrimiento de los forasteros y emigrantes. Él mismo fue emigrante. En la plenitud de los tiempos emigra desde seno cálido del Padre y viene a la tierra, se hace uno de nosotros para nuestra salvación; y en los inicios de su vida histórica tiene que emigrar a Egipto, haciéndose así solidario de los sufrimientos y angustias de todos los emigrantes. En el momento crucial del juicio, el criterio último de discriminación serán nuestros sentimientos de amor, servicio y acogida a los pobres, a los hambrientos, a los encarcelados y a los que han tenido que dejar su hogar, su casa y su familia. Jesús se identifica misteriosamente con nuestros hermanos, especialmente con los más pobres, de manera que cualquier gesto de amor, de acogida o de servicio, lo mismo que cualquier gesto de desprecio o rechazo contra nuestros hermanos inmigrantes se lo hacemos definitivamente al Señor mismo. Esto quiere decir que, por fidelidad al Señor, los cristianos tenemos la obligación de considerar el problema de la inmigración desde una visión iluminada por la fe, abierta y humanitaria. (07-04-2019)
Lo hago con mucho gusto. En el otoño de 1992, el papa Juan Pablo II promulgaba el Catecismo, uno de los frutos más preciosos del Concilio Vaticano II. En él se expone de forma orgánica, sistemática e íntegra la fe de la Iglesia. A lo largo de estos años, los obispos, sacerdotes, consagrados y laicos hemos ido apreciando la utilidad y valor de este auténtico don de Dios a la Iglesia de nuestro tiempo. El 28 de junio de 2005 el papa Benedicto XVI presentaba el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, llamado a ser libro de cabecera o vademécum de los cristianos que quieran formarse. Se trata de un texto más breve y de más fácil lectura que el Catecismo primero, pero es completo, seguro y en estrecha armonía con él. Contiene todos los elementos esenciales de la fe y de la moral católica, formulados de una manera sencilla, accesible a todos, clara y sintética. Su fuente lógicamente es el Catecismo de 1992, texto de referencia, que sigue manteniendo toda su autoridad e importancia, pues en él se encuentra la exposición armoniosa y auténtica de cuanto los católicos tenemos que creer y de aquello que hemos de practicar. Dios quiera que todos, cofrades y no cofrades estudiemos y conozcamos el Compendio, que mucho nos ayudará a vivir gozosa y comprometidamente nuestra vida cristiana. Nos ayudará también a dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza en el ambiente en que vivimos. (31-03-2019)
Respondo diciendo que mi opinión tiene que ser forzosamente negativa. Las llamadas redes sociales han potenciado la intercomunicación entre todos los lugares de la tierra. El desarrollo y la popularidad que estos medios han alcanzado responde al instinto sociable del ser humano, al anhelo de comunicación y amistad que está inscrito en nuestra propia naturaleza. Bien empleados hacen del mundo una sola familia favoreciendo el desarrollo de la comunicación entre las personas. Es preciso cuidar la calidad de los contenidos que ponemos en circulación. En éste, como en otros campos, no vale todo. Es, pues, necesario que la ética dignifique y modere los avances en este sector tan importante de la vida social. Por ello, cuantos utilizan estos medios han de respetar la verdad y la dignidad de la persona; han de promover la cultura del diálogo y la amistad, evitando compartir palabras e imágenes degradantes para el ser humano, excluyendo aquello que alimenta el odio y la intolerancia o lo que explota a los débiles e indefensos. Sería deseable también que la ética regulara la participación en las redes sociales y en los llamados blogs, en los que el anonimato y la impunidad pueden producir daños irreparables a las personas, para lo que sería necesario algún tipo de regulación legal. A veces, en nombre de la libertad de expresión, se pueden cometer los mayores atropellos de la dignidad de las personas o de sus derechos fundamentales, arruinando vidas y causando sufrimientos considerables. Todo ello es impropio de un cristiano. Por el contrario, la libertad, bien usada y regulada por la justicia, el respeto, la equidad y la veracidad, sirven al bien común y contribuye a la conformación de una sociedad más justa y transparente. (24-03-2019)
Como es bien sabido, el Directorio de la Iniciación Cristiana de nuestra Archidiócesis exige que los padrinos del bautismo estén confirmados, exigencia totalmente lógica, pues están llamados a cooperar con los padres en la transmisión de la fe a sus ahijados. Igualmente se exige que quienes van a casarse hayan recibido también el sacramento del Espíritu, cosa lógica pues están llamados a ser los primeros catequistas de sus hijos. Efectivamente, en los últimos años ha crecido extraordinariamente el número de adultos que se confirman. Muchos lo hacen para poder ser padrinos o madrinas, pero son muchos también los que lo hacen voluntariamente. No lo pudieron hacer en su día por distintas circunstancias y lo hacen ahora pensado que es un bien para su vida cristiana. Conozco muchos casos. Todos ellos asisten a las catequesis durante un año. Estoy seguro de que les ayudan a conocer mejor al Señor y el mensaje cristiano y a incrementar su compromiso con la Iglesia. Creo que esto es bueno., aparte de la eficacia imperceptible pero real de la gracia recibida en el sacramento. Así mismo, exigir que los novios vayan bien preparados para el matrimonio o que los padrinos se tomen en serio el ministerio y la obligación que adquieren, lo estimo sumamente necesario y coherente. (17-03-2019)
Mi respuesta inicial es que éste es fundamentalmente un problema de Sevilla capital y menos de los pueblos de la Archidiócesis, donde sus habitantes suelen estar más implicados en la vida de la parroquia y conocen y tratan a su sacerdote. Tampoco es un problema en Sevilla ciudad para quienes frecuentan asiduamente su parroquia y participan de los actos litúrgicos y de las actividades parroquiales. El problema se circunscribe a aquellas personas que viven habitualmente desconectas de la comunidad parroquial. En más de una ocasión me he encontrado con personas a las que he preguntado cuál es su parroquia y no me han sabido responder. El problema se resuelve si los fieles viven activamente la parroquia, se aprovechan de los bienes espirituales que ella les brinda y colaboran con el sacerdote en la misión de la Iglesia. No olvidemos que la parroquia es, como la Iglesia, sacramento del encuentro con Dios, la escalera de nuestra ascensión hacia Dios, el único instrumento que nos permite entrar en contacto con Cristo, único mediador y redentor. Si viviéramos esto, no habría necesidad de ningún servicio de guardia, aunque cada parroquia podría y debería arbitrar los medios para que los fieles puedan encontrar la sacerdote cuando lo necesiten. (10-03-2019)
Comenzado por el final, estimo que el Concilio Vaticano II se situó en una admirable continuidad con los concilios anteriores y una fidelidad escrupulosa al depósito revelado y a la doctrina perenne de la Iglesia. En noviembre de 1999 los obispos españoles, ante el cambio de siglo, aprobábamos un documento titulado La fidelidad de Dios dura siempre. En él dábamos gracias a Dios por los muchos beneficios recibidos de Él en el siglo XX. Mencionábamos, entre otros, el Concilio Vaticano II, una «muestra extraordinaria de la cercanía de Dios para con los hombres de nuestro tiempo, el gran instrumento de renovación de la Iglesia… que culmina en las cuatro grandes Constituciones sobre la Liturgia, la Iglesia, la Revelación y la Misión de la Iglesia en el mundo». Respondiendo a quienes afirman que el Concilio fue la gran ocasión perdida, en el año 2006, en el documento titulado Teología y secularización en España, tuvimos ocasión de revisar algunas interpretaciones distorsionadas y erráticas de la enseñanza conciliar que «amparándose en un Concilio que no existió, ni en la letra ni en el espíritu, han sembrado la agitación y la zozobra en el corazón de muchos fieles». Trece años después aquel documento no ha perdido su vigencia. Por el contrario, sigue siendo un instrumento doctrinal muy valioso para una recepción aquilatada y fructífera del Concilio. También el Papa Benedicto XVI, a lo largo de su pontificado ha salido al paso de interpretaciones que desnaturalizan el Concilio. El Papa ha hablado de dos hermenéuticas contrarias, la hermenéutica de la discontinuidad o de la ruptura; es la que con frecuencia ha gozado de la simpatía de los medios de comunicacióna y también de una parte de la teología moderna. De la otra parte está la hermenéutica de la reforma, de la renovación en la continuidad del único sujeto que crece y se desarrolla en el tiempo, pero permaneciendo siempre el mismo, el único sujeto que es el Pueblo de Dios en camino». Dicho esto, quiero añadir que el Vaticano II fue un gran don de Dios a la Iglesia de nuestro tiempo. (03-03-2019)
El ideal es que los bienes de la Iglesia cumplan siempre la misión para la que fueron creados, que no es otra que la gloria de Dios y la evangelización, fines que, antes que otros, justifican y legitiman su existencia. Por ello, un servidor recibe con dolor el anuncio del cierre de un monasterio de clausura como consecuencia de la escasez de vocaciones y de la edad de las monjas, pues las comunidades contemplativas son un tesoro y una fuente de energía sobrenatural incalculable para nuestra Iglesia. Siento también mucho la marcha de la Archidiócesis de religiosos o religiosas de vida activa por idénticas razones. También en este caso estamos ante una pérdida significativa, pues la vida activa sirve loablemente en todos los flancos de la vida diocesana. Personalmente no me entusiasma la venta de edificios conventuales a empresas hoteleras. Las razones las he dado más arriba. La multiplicación de estos hechos, pedagógicamente puede dar la impresión de que estamos en el apocalipsis eclesial. Prefiero la fórmula que hemos empleado en el caso de las monjas concepcionistas de Écija y de las dominicas de Arahal, cuyos conventos cerrados han acogido a nuevas comunidades, en el primer caso, a las Peregrinas de la Eucaristía, y en el segundo, a los Hermanos de Cruz Blanca. Este debería ser el modelo a seguir en otros casos. Personalmente no me opongo a que, allí donde sea necesario, se segregue una parte del monasterio para que sierva de hospedería, siempre que no sea un obstáculo para la vida de clausura y ayude al mantenimiento de la comunidad. (24-02-2019)
Yo también me he encontrado con personas que aceptan sin pestañear el aborto. Las razones pueden ser la falta de formación y la acomodación acrítica a lo que se lleva y a lo políticamente correcto. Otras razones pueden ser una falsa piedad hacia la mujer joven embarazada, sin recursos y sin familia, y la falta de reflexión sobre la verdadera malicia moral del aborto, que es la eliminación voluntaria y querida de un ser humano, al que sólo le falta un breve periodo de tiempo para ver la luz. Los partidarios del aborto lo consideran como un derecho de la mujer, sin caer en la cuenta que al mismo tiempo se conculcan los más elementales derechos del hijo que lleva en sus entrañas. Su carácter legal no le confiere el marchamo de moralidad, pues no todo lo que es legal es moral. El aborto es siempre una inmoralidad, un mal objetivo; no es progreso sino regresión. En realidad, es un “crimen abominable”, como lo calificó el Concilio Vaticano II (GS 51), pues conlleva la muerte de un ser humano a petición de sus progenitores, con el concurso de los médicos, los primeros, junto con los padres, que deberían tutelar esa vida naciente. ¿Y qué podemos hacer los cristianos ante el drama del aborto? Lo primero, rezar. En segundo lugar, sensibilizarnos ante este tema auténticamente mayor, y después sensibilizar a nuestros conciudadanos. Más de una persona ha cambiado de opinión cuando se le ha demostrado la gravedad del aborto. Soy testigo de ello. Invito, pues, a mis lectores a difundir en nuestros ambientes, en nuestros hogares y lugares de trabajo y en cualquier oportunidad, también en la catequesis y en la formación religiosa escolar, el Evangelio de la Vida, es decir, el valor sagrado de toda vida humana desde la fecundación hasta su ocaso natural, de modo que paulatinamente vayamos sustituyendo la mentalidad abortista y la “cultura de la muerte” por una cultura que acoja y promueva la vida. (17-02-2019)
Las relaciones con el anterior Gobierno regional han sido cordiales, respetuosas y de cierta colaboración, pero han quedado muchos temas por tratar y resolver. Estoy seguro de que el respeto y la cordialidad va a ser también la tónica de nuestras relaciones con el nuevo Gobierno, al que deseo muchos éxitos en su servicio al bien común. Rezo para ello. Dios quiera que pueda luchar para atenuar la pobreza y el sufrimiento de nuestros barrios y para rebajar los índices de paro de los adultos y, sobre todo, de los jóvenes. Espero que en el reparto de la parte del IRPF de carácter social administrado por las autonomías, las grandes instituciones al servicio de los pobres, Cáritas, Manos Unidas y Cruz Roja, no vean recortados sus asignaciones como ha sucedido este año. Confío que con el nuevo Gobierno se tutele la enseñanza religiosa escolar. Espero que se garantice el derecho de los padres a elegir el tipo de educación que desean para sus hijos de acuerdo con sus convicciones morales y religiosas. Deseo también que sean respetados los conciertos educativos y el derecho de las instituciones de iniciativa social a crear nuevos centros. Ojalá termine de una vez la zozobra de los titulares de centros de educación diferenciada, que cuentan con sucesivas sentencias favorables de los tribunales. Deseo también una colaboración fecunda y efectiva en el cuidado del patrimonio cultural de titularidad eclesiástica, que se recupere el Convenio suscrito el 2 de abril de 1986 por las diez diócesis andaluzas con la Junta de Andalucía, por el que la Iglesia se comprometía a poner a disposición de la sociedad y de los estudiosos sus bienes culturales y la administración regional a ayudar a la Iglesia en su conservación. Deseo que cuanto antes vuelva a reunirse la Comisión mixta prevista en dicho texto y que no vuelva a ponerse en cuestión la titularidad del patrimonio cultural de la Iglesia. (10-02-2019)
Todas las formas que usted ha mencionado son lícitas y buenas. Antes del Concilio Vaticano II comulgábamos de rodillas y en la boca. Después, la Iglesia autorizó hacerlo de pie y en la mano. Mientras no cambie la disciplina de la Iglesia, nada obsta para que cada fiel elija el modo de comulgar más de acuerdo con su sensibilidad o su piedad. Todas estas formas son correctas. Del mismo modo, nada tengo que decir sobre la genuflexión previa o la recepción de la comunión de rodillas. De hecho, la Iglesia exige un gesto de reverencia, por ejemplo, la genuflexión, cuando uno se acerca a comulgar. Me parece que es un modo loable de manifestar la piedad, el respeto y la veneración que merece el augusto sacramento de la Eucaristía. No olvidemos que se trata del sacramento por excelencia, el don por excelencia, el centro y culmen de la vida cristiana. En él nos encontramos con Jesucristo vivo, glorioso y resucitado. Su presencia en la forma consagrada no es meramente simbólica. En ella está presente Jesucristo verdadera, real y substancialmente, con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad. Es el mismo Jesús que estuvo en los brazos de su madre en Belén, que trabajaba en el humilde taller de José o que recorría las sendas polvorientas de Palestina. De ahí la veneración y el respeto grande que debemos observar ante el Señor sacramentado, alimento de nuestras almas. Todo cuanto hagamos por recuperar las formas externas de ese respeto, por ejemplo, la genuflexión, será poco. (03-02-2019)
Me parece muy bien que el señor Cardenal tenga asignado un lugar en el callejero de la ciudad, concretamente el primer tramo de la calle Placentines. Fueron muchos años, casi veintiocho, los que sirvió a nuestra Archidiócesis y han sido abundantes los frutos espirituales que el Señor nos ha concedido gracias a su ministerio, y numerosas las obras apostólicas y de servicio a los más pobres por él creadas. Es bien conocido además su amor a nuestra ciudad. Por ello, estimo de justicia esta concesión, que, si a él le honra, honra también al Ayuntamiento que la otorga. Es verdad que, en un primer momento, con una cierta precipitación, se pensó en la placita que antecede al atrio de la parroquia de san Isidoro. Desde el principio, por distintas razones, algunas de gran calado, no pareció la solución más adecuada. El señor Alcalde y un servidor hablamos y ambos estimamos que procedía pensar en otro lugar más digno, decidiendo que el ideal era el tramo mencionado de la calle Placentines, pegado al palacio arzobispal. Felicito al señor Cardenal y agradezco al señor Alcalde y a los grupos municipales la concesión de esta distinción tan merecida. (27-01-2019)
Efectivamente, es una institución muy poco conocida, a pesar de ser casi tan antigua como la misma Iglesia. Ligada al ministerio del obispo y a la Iglesia particular, tuvo una extraordinaria importancia en los primeros siglos. Fue, de hecho, la más antigua forma de vida consagrada. Al Orden de las vírgenes pertenecieron las santas Inés, Lucía y Cecilia. A partir del siglo IV, con la aparición del monacato, fue perdiendo relevancia hasta desaparecer prácticamente a lo largo del siglo V. Fue restaurado por el Concilio Vaticano II, goza de ritual propio, enormemente rico y sugestivo, y está contemplado en el código de Derecho Canónico (c. 604). Hoy son cinco mil las vírgenes en toda la Iglesia y son un pequeño grupo en nuestra Archidiócesis. Las vírgenes consagradas viven en medio del mundo. No pertenecen a ninguna familia religiosa, ni dejan su familia o su trabajo profesional. No hacen voto de pobreza, aunque tratan de vivir despegadas de los bienes materiales. Tampoco hacen voto de obediencia, aunque están especialmente vinculadas al Obispo, que puede señalarles un campo concreto de apostolado, casi siempre al servicio de su propia parroquia o de un sector concreto de la pastoral diocesana. Sí se les pide vivir el consejo evangélico de la castidad que, si bien no es voto, la tradición siempre lo ha considerado muy próximo a él. El ritual de la consagración de las vírgenes considera esta forma de vida como un desarrollo y profundización de la alianza bautismal que el Espíritu Santo sugiere a algunos bautizados a quienes llama a un amor esponsal, absoluto, irrevocable y definitivo con Jesucristo, viviendo la virginidad por el Reino de los cielos. (20-01-2019)
Manifiesto mi gratitud a quien ha escrito cuanto antecede, por leernos y por su juicio benévolo sobre nuestra revista. Hace más de cuatro años, de acuerdo con la Doctrina Social de la Iglesia, Cáritas diocesana, las Delegaciones de Pastoral Obrera, Pastoral Social-Justicia y Paz, Migraciones, y la Fundación Cardenal Spínola de Lucha Contra el Paro iniciaron la llamada Acción conjunta contra el paro, con el lema Ante el parado, activa tu conciencia. En las distintas fases de esta campaña hemos ido tomando conciencia de la persistencia de injusticias que afectan a los trabajadores y a sus familias, deshumanizando la vida, precarizando el trabajo, dificultando la vida familiar y los proyectos personales, anteponiendo el capital y el beneficio a la dignidad del trabajo y de la persona. A lo largo de estos años, los distintos grupos parroquiales, comunidades y movimientos, hemos sentido la necesidad de promover y crear un entorno propicio al trabajo decente, que elimine tantas injusticias y sufrimiento, de acuerdo con las exigencias de la dignidad humana y el bien común, tal y como pidiera el papa Francisco en su discurso en el Parlamento Europeo en noviembre de 2014 al afirmar que “ha llegado la hora de construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana”. Esta tarea, hacer posible un trabajo decente, corresponde a toda la sociedad, pero es también una tarea eclesial, porque lo que está en juego es la dignidad de la persona y la suerte de los pobres. Por ello, invito a toda la comunidad diocesana a seguir implicándose en esta campaña. (13-01-2019)
Si por feminismo entendemos la lucha para que las mujeres alcancen los mismos derechos en la vida social que tienen los hombres, me parece una lucha justa, en la que todos nos debemos implicar. Hombres y mujeres son radicalmente iguales. Ambos son imagen de Dios y tienen, en consecuencia, la misma dignidad. En ello está el papa Francisco, que de ninguna manera profesa el feminismo radical, amasado de supremacismo, resentimiento e ideología de género, con inequívocos orígenes marxistas. A lo largo de su pontificado, ha mostrado su preocupación por una «mentalidad machista» que persiste en la sociedad contemporánea. En una ocasión afirmó que «un mundo donde las mujeres son marginadas es un mundo estéril porque las mujeres no solo llevan la vida, sino que nos transmiten la capacidad de ver más allá». En otra ocasión ha escrito: «Me preocupa que siga persistiendo cierta mentalidad machista, incluso en las sociedades más avanzadas, en las que se consuman actos de violencia contra la mujer, convirtiéndola en objeto de maltrato, de trata y lucro, así como de explotación en la publicidad y en la industria del consumo y de la diversión». Con respecto al papel de la mujer en la Iglesia ha manifestado más de una vez su opinión: «Me preocupa igualmente que, en la propia Iglesia, el papel de servicio al que todo cristiano está llamado se deslice, en el caso de la mujer, algunas veces, hacia papeles más bien de servidumbre que de verdadero servicio». «Avanzar en esto –ha escrito también– es prepararnos para una humanidad nueva y siempre renovada». (06-01-2019)
Es verdad. En los últimos años se está produciendo el secuestro silencioso del misterio de la Navidad. Tal secuestro se perpetra vaciando la Navidad de contenido religioso y convirtiendo estas fiestas preciosas en las vacaciones de invierno o en las fiestas del derroche y el consumismo. Este hecho tiene múltiples manifestaciones: en la ambientación navideña de muchas de nuestras ciudades se prescinde del misterio que en estos días celebramos. El Belén tradicional ha dado paso al árbol de Navidad, los Reyes Magos a un Papá Noel importado de otras latitudes geográficas y hasta las tradicionales tarjetas navideñas se han convertido en felicitaciones laicas portadoras de vagos deseos de paz, de progreso y de una felicidad vaporosa y sin cimientos porque olvidan al verdadero protagonista, Jesucristo, nuestra paz y la causa de nuestra alegría. A nosotros los cristianos este hecho nos llena de tristeza y nos duele en lo más hondo del alma porque el Dios que se hace niño lo es todo para nosotros y quisiéramos compartirlo con nuestros conciudadanos, pues Él nos trae la paz, la alegría, la esperanza y el sentido para nuestra vida, el futuro y la esperanza también para el mundo. Por ello, invito a todos los cristianos de Sevilla a reaccionar viviendo la Navidad con autenticidad y verdad, muy cerca del Señor. Vivamos la Navidad en familia, junto al Belén familiar por modesto que sea. Les invito también a huir del derroche y de unas Navidades consumistas que solapan y secuestran el misterio y son siempre un insulto a nuestros hermanos más pobres. Les invito también a vivir unas Navidades solidarias. Procuremos buscar algunos momentos en estos días para visitar enfermos, ancianos o necesitados. En ellos está el Señor, que nacerá en nuestros corazones y en nuestras vidas si lo acogemos en los pobres y en los que sufren. (23 y 30-12-2018)
Lleva usted mucha razón. Lo que dice de las Hermandades, podíamos ampliarlo al Instituto superior de Ciencias Religiosas y a sus escuelas. La Iglesia posee una riquísima doctrina social, nacida del venero fecundo del Evangelio. No se entiende, pues, que esa doctrina no se conozca y no se aplique en la vida cotidiana de cada uno de nosotros. No basta conocer los principios morales generales referidos a nuestras relaciones con Dios y con nosotros mismos. Hemos de conocer y practicar los preceptos morales que regulan las relaciones del hombre con sus semejantes, sea individualmente, sea como miembros de las distintas sociedades de las que forma parte, la familia, la ciudad, la profesión y el Estado. La Doctrina Social de la Iglesia nos obliga a practicar la justicia conmutativa, es decir a ser justos en nuestras transacciones comerciales, en nuestras compras y ventas; a practicar la justicia distributiva, que exige que el Estado sea justo en las exacciones fiscales que impone, pero que nos obliga a los particulares a contribuir al funcionamiento de los servicios públicos de que disfrutamos. La Doctrina Social de la Iglesia obliga a pagar salarios justos a los trabajadores, y a estos a cumplir con sus deberes. Obliga también a participar de la vida de la comunidad política mediante el ejercicio responsable y en conciencia del voto. Es necesario, por tanto, que todo católico se preocupe por estudiar y conocer esta doctrina si quiere ser cristiano cabal, en su vida privada y en su vida pública. (16-12-2018)
El Kerigma debe dominar el corazón de la catequesis. Es el primer anuncio a quienes todavía no conocen a Jesús o se han abandonado religiosamente. Es el primer anuncio de lo fundamental cristiano, de Jesucristo, muerto y resucitado para nuestra salvación, que dio su vida para salvarnos, que no es un mero personaje histórico, que está vivo y glorioso junto al Padre, que nos ama entrañablemente, que está a nuestro lado cada día, para iluminarnos, para dar un nuevo sentido y una nueva esperanza a nuestra vida. Nada es más consistente, más hondo, más seguro, más importante que ese anuncio, hecho con alegría, con convicción, con atractivo pedagógico y un estilo testimonial. Este anuncio kerigmático antecede y prepara para el anuncio de las obligaciones morales y religiosas y también al anuncio del dogma. Hablamos también de la catequesis mistagógica. La mistagogía, palabra griega bien conocida en la tradición eclesial, designa la tarea de introducir a los fieles en los divinos misterios que se celebran en la liturgia, pasando de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los sacramentos a los misterios. La liturgia celebrada con una solemnidad no efectista, en una iglesia hermosa, con la sobriedad y la sencillez de lo auténtico, y mucho más si está acompañada por una música bella y piadosa, facilita el encuentro con el misterio, acerca a Dios y abre el camino a lo transcendencia. (09-12-2018)
Respondo a esta pregunta apelando al nº 399 del Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, publicado en el año 2005 por el Pontificio Consejo Justicia y Paz, texto que es meridianamente claro y que hago mío. Dice así: «El ciudadano no está obligado en conciencia a seguir las prescripciones de las autoridades civiles si éstas son contrarias a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio. Las leyes injustas colocan a la persona moralmente recta ante dramáticos problemas de conciencia: cuando son llamados a colaborar en acciones moralmente ilícitas, tienen la obligación de negarse. Además de ser un deber moral, este rechazo es también un derecho humano elemental que, precisamente por ser tal, la misma ley civil debe reconocer y proteger: Quien recurre a la objeción de conciencia debe estar a salvo no sólo de sanciones penales, sino también de cualquier daño en el plano legal, disciplinar, económico y profesional. Es un grave deber de conciencia no prestar colaboración, ni siquiera formal, a aquellas prácticas que, aun siendo admitidas por la legislación civil, están en contraste con la ley de Dios. Tal cooperación, en efecto, no puede ser jamás justificada, ni invocando el respeto de la libertad de otros, ni apoyándose en el hecho de que es prevista y requerida por la ley civil. Nadie puede sustraerse jamás a la responsabilidad moral de los actos realizados y sobre esta responsabilidad cada uno será juzgado por Dios mismo (cf. Rm 2,6; 14,12)». (02-12-2018)
Lo primero que debo contestar a quien me hace esta pregunta es que la Comisión Episcopal para el Patrimonio no tiene jurisdicción sobre el patrimonio de las diócesis, cuyo responsable inmediato es cada obispo. Nuestra Comisión es un organismo de información, orientación y coordinación. En las jornadas que se celebran cada año de los diversos sectores se comparten experiencias y criterios, pero ahí acaba su misión. Las desgracias aludidas y otras menos conocidas, yo las atribuyo en primer lugar a que no se tienen en cuenta las normas diocesanas, ni tampoco las prescripciones civiles. En nuestra Archidiócesis cualquier iniciativa de restauración, sea de bienes inmuebles o de bienes muebles, tiene que pasar por la Delegación diocesana para el patrimonio cultural, que tiene una comisión que autoriza, deniega y oriente las intervenciones. Si la obra es de envergadura, ha de pasar simultáneamente por la Comisión provincial de Bellas Artes de la Delegación de Cultura. Sin estos requisitos la obra es ilegal. La otra casusa es la práctica desaparición después del Vaticano II de las asignaturas de Historia del Arte y de Arqueología sagrada de los planes de estudio, a la búsqueda de materias más aparentemente pastorales. Por ello, pido a los superiores de los Seminarios y del Centro de Estudios Teológicos que no descuiden este flanco importante de la formación de nuestros seminaristas. (25-11-2018)
La verdad es que no encuentro todo el tiempo que necesitaría para cumplir con estos deberes. Hago lo que puedo, teniendo en cuenta que el día tiene veinticuatro horas. Además de cumplir con mis deberes religiosos diarios, dedico cuatro mañanas, de martes a viernes, a recibir visitas de toda clase de personas, sacerdotes religiosos y laicos. El lunes, después de confesar en San Onofre, tengo el Consejo Episcopal. Por las tardes, luego tras atender la correspondencia, normalmente salgo a las parroquias de la ciudad o de los pueblos. Los fines de semana son los días más duros, pues tengo celebraciones a veces mañana y tarde. Ya me gustaría poder visitar más a los enfermos y necesitados. Llego donde llego. De todas formas, en las visitas, que en muchas ocasiones tienen también lugar los sábados por la mañana, escucho, aconsejo, aliento y, muchas veces, trato de socorrer a quien lo precisa en sus necesidades materiales. En mis casi veintidós años de obispo, he experimentado con gran fuerza la convicción de que los sacerdotes y los consagrados no nos pertenecemos, somos expropiados, pues sólo pertenecemos al Señor y a la Iglesia. (18-11-2018)
Sinceramente, no. Es verdad que hay quienes califican el Rosario como una devoción marginal, infantil e impropia de espíritus maduros. Todo lo contrario. Está llena de riqueza espiritual, pues proporciona muchos bienes a quienes la practican. El rezo del Rosario, con la recitación repetida de las avemarías, nos permite tener unos minutos de oración sobria y profunda al mismo tiempo. El rezo del Rosario serena el espíritu y lo pone en sintonía con los misterios principales de la vida del Señor. Efectivamente, contemplando los misterios de gozo, de luz, de dolor y de gloria, revivimos los hitos más significativos de la historia de nuestra salvación y recorremos las diversas etapas de la vida y misión de Cristo. Lo hacemos de la mano y en comunión con María, y entonces entramos en la “onda” de Jesús y adquirimos una especie de connaturalidad o afinidad con las fuentes de nuestra fe, con la vida admirable del Señor y con las disposiciones espirituales de la Virgen. El rezo diario del Rosario manifiesta nuestra convicción de que la Santísima Virgen es nuestra madre en el orden de la gracia. Ella ocupa un papel del todo especial en el misterio de Cristo y de la Iglesia, como medianera que es de todas las gracias necesarias para nuestra fidelidad. Por ello, debe ocupar un puesto de privilegio en nuestro corazón y en nuestra vida cristiana. Rezar el Rosario es una expresión cabal de amor a Nuestra Señora y de la necesidad que sentimos de encontrarnos con ella en cada jornada. No deberíamos acostarnos tranquilos si un día, sin una causa grave, olvidamos este detalle filial. (11-11-2018)
Además de mis años en la Ciudad Eterna como estudiante y de los viajes propios de un obispo, he peregrinado muchas veces a Roma con las diócesis a las que he servido. He ido catorce veces a Tierra Santa, cuatro tras las huellas de san Pablo en Turquía, tres a Polonia siguiendo a san Juan Pablo II y otras muchas a Lourdes y Fátima. No tengo previsto participar en nuevas peregrinaciones más que en aquellas que organice la archidiócesis y a las que yo tengo obligación de acudir. Para mí las peregrinaciones siempre han sido un acontecimiento de gracia y fuente de mucho provecho espiritual. Otro tanto me han comentado siempre los peregrinos, excepto algún despistado que se apuntó sin saber exactamente dónde iba. Las peregrinaciones son siempre tiempos fuertes de renovación espiritual y de oración más intensa. No son sacramentos, pero sí sacramentales, es decir caminos que favorecen el encuentro con el Señor. Por ello, animo a los fieles de la archidiócesis a peregrinar con nosotros o con cualquier otra institución religiosa fiable. Estoy seguro de que no se arrepentirán. (04-11-2018)
Sinceramente, no. Es verdad que más de una vez, en mi etapa de Secretario General de la Conferencia Episcopal Española, de obispo de Córdoba, e incluso ahora, ante preguntas comprometidas, en relación con personas concretas o con temas que yo no podía desvelar, he contestado en tono jocoso, que eso lo dejaba para las memorias que supuestamente escribiría después de mi jubilación. Por otra parte, dudo que tales memorias tuvieran algún interés. Sobre aquello que pudiera resultar interesante, me liga el secreto o el derecho a la buena fama de terceras personas. Por otra parte, por lo que yo he podido comprobar en estos años, memorias que se esperaban con gran expectación en los últimas dos décadas, una vez publicadas, han pasado sin pena ni gloria. Después de mi jubilación, si Dios me da salud, además de rezar más, leer más y salir al campo, pretendo recuperar mi afición a los estudios históricos. Tengo varias carpetas con documentación que fui acopiando en Roma en mis años de estudiante. Me espera también una biografía de un obispo español del siglo XIX, complementaria de la que me publicó la BAC en el año 2000 sobre el fundador de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. (28-10-2018)
Hace dos años me hicieron la misma pregunta. Mi respuesta actual no varía significativamente de la que di entonces. Hace meses que se terminó la primera fase de la nueva parroquia de san Juan Pablo II en Montequinto (Dos Hermanas). Si todo va bien, trataremos de iniciar la segunda fase en los próximos meses con la ayuda de los fieles, que son generosísimos. Hemos erigido la parroquia de San José en la misma población, desgajada de la parroquia de Ntra. Sra. de la Oliva. Aunque tenemos ya el terreno, gracias a la generosidad del Ayuntamiento, su construcción, por motivos presupuestarios, no comenzará hasta finales del próximo año. Estamos dando los pasos preliminares para la construcción de alguna otra parroquia, pero no puedo dar más datos para no crear falsas expectativos. Ahora mismo estamos tratando de dotar de locales para usos pastorales a parroquias de la periferia de Sevilla capital que carecen de ellos, y de mejorar sus estructuras, sobre todo las cubiertas, de algunas parroquias de las mismas zonas, construidas con una cierta precariedad hace una cincuentena de años. Por lo demás, la Archidiócesis debe seguir atendiendo a la conservación de las casas rectorarles y del ingente patrimonio histórico-artístico que atesora que, siendo un timbre de gloria, también supone una enorme carga máxime ahora que hemos dejado de recibir la ayuda de la Consejería de Cultura, que fue significativa hasta el año 2010. Ahora dependemos exclusivamente de nuestros propios recursos, de la ayuda generosa del Cabildo Catedral y de la ayuda también generosa de los fieles y de algunos Ayuntamientos. (21-10-2018)
Como decimos en el texto de las orientaciones pastorales para este curso, hoy no podemos dar por supuesta la fe en amplias capas de nuestro pueblo, como sucedía hace solo unas décadas. Hoy, como fruto de la secularización envolvente, domina el ateísmo, el agnosticismo, la indiferencia y la despreocupación por la fe y lo religioso. Muchos padres, por otra parte, han renunciado a ser los primeros educadores de la fe de sus hijos. Por ello, es más necesaria que nunca la iniciación cristiana y la catequesis, para suscitar de nuevo la fe, la esperanza y la caridad. Nuestra Iglesia está llamada a engendrar, cuidar, alimentar y ayudar a crecer a los nuevos cristianos. Es la misión maternal de la Iglesia. En la iniciación cristiana, hoy tan necesaria, hemos de seguir fielmente cuanto prescribe el Directorio Diocesano en cuanto a tiempos, edades, contenidos y preparación de los candidatos. Hemos de aprovechar la preparación para la recepción de los sacramentos del bautismo, primera comunión y confirmación para llegar también a las familias de los candidatos. En las actuales circunstancias, nos parece necesario ofrecer a las parroquias y colegios cursos fiables de educación afectivo-sexual para los adolescentes y jóvenes, fundamentados en una sana antropología cristiana. Creemos también muy oportuno ofrecer formas abreviadas e intensas de catequesis kerigmática, como los Cursillos de Cristiandad, los Ejercicios Espirituales y las Misiones populares, aprovechando y potenciando, desde la perspectiva catequética y pastoral, los Medios de comunicación en todas sus gamas. (14-10-2018)
Unas semanas antes de presidir una boda, cito a los novios para darles una catequesis sobre el sacramento del matrimonio y sobre el paso que van a dar. Trato de cerciorarme de que el acontecimiento que van a celebrar no es ni un teatro, ni una comedia, ni tiene visos de ser flor de un día, que al día siguiente se marchita. Entre otras cosas les digo algo que después también les encarezco en la homilía el día de la boda, que en una sociedad tan secularizada como la nuestra es muy difícil hoy perseverar por libre, sin apoyo, viviendo el amor conyugal a la intemperie, sin la ayuda y el arropamiento de una comunidad. Les hablo de la parroquia. En muchas de ellas hay una pastoral familiar organizada, algo que no debería faltar en ninguna. Me estoy refiriendo a los grupos de matrimonios, integrados por cinco o seis parejas, que se reúnen cada quince días, acompañados por el párroco. Estudian un tema doctrinal, comparten las dificultades, se alientan en la vivencia gozosa de su vocación al amor y terminan rezando juntos, pidiendo al Señor que les conceda el don de la fidelidad y que cuide y proteja a sus hijos. Este esquema vigente en muchas parroquias, lo practican con matices diversos otros movimientos presentes en nuestra Archidiócesis, a los que saludo cordialmente: los equipos de Nuestra Señora, que tanto bien han hecho en Sevilla a tantos matrimonios, Encuentro Matrimonial y el Movimiento Familiar Cristiano, entre otros. Todos ellos cuentan con mi afecto, mi aprecio y mi gratitud. Dios quiera que se extiendan y crezcan para gloria de Dios y bien de nuestra Iglesia diocesana. (07-10-2018)
Efectivamente, en más de una ocasión he hablado de este tema en los últimos meses. Ante el fenómeno de la corrupción, de las agresiones sexuales y otros hechos que humillan a la sociedad, no es infrecuente apelar a la ausencia de valores. Esta afirmación contiene solo una parte de verdad, pues, a mi juicio, se queda en la periferia. Cuando valores como la honradez, la honestidad, el amor a la verdad, el respeto a los demás, el valor del trabajo bien hecho, la solidaridad y la fraternidad se envilecen, el problema de nuestra sociedad no consiste solo en tratar de reconstruir esos valores sin más, sino en buscar las causas últimas de la ausencia de valores. Para salir de la crisis sólo hay un camino, resolver el problema fundamental, la desaparición de Dios del horizonte de la vida diaria de millones de contemporáneos nuestros. Sin este dato fundamental, la invocación de los valores de que hablan los políticos, los sociólogos y los educadores para afrontar la crisis, será un proyecto fracasado, porque los valores difícilmente se sostienen por sí mismos, sin una visión orgánica del mundo, sin unas bases religiosas. Cristo y su evangelio es la respuesta a las preguntas del hombre de hoy, el único camino para la recuperación de los valores. Tales valores, la honradez, la justicia, el anhelo de paz, el respeto a los demás, el respeto a la naturaleza, la veracidad, la compasión, la solidaridad, etc., son valores profundamente cristianos, nacidos del Evangelio y de la experiencia cristiana. La pretensión de sostenerlos sin el hecho cristiano, sin la relación con Cristo, desterrando a Jesucristo de la vida social, termina diluyéndolos. La solución, pues, no es otra que el reencuentro con Jesucristo a través en su Iglesia. (30-09-2018)
Confieso que no me gustan los templos cerrados ni en primavera, ni en verano, ni en otoño, ni en invierno. Salvo razones de fuerza mayor, el ideal es que las parroquias permanezcan abiertas el mayor número de horas posibles, para que los fieles puedan visitar al Señor e, incluso, reconciliarse con Él y con la Iglesia en el sacramento del perdón. Corresponde a los arciprestes, con los sacerdotes de sus respectivas demarcaciones, organizar las suplencias, de modo que todos los sacerdotes puedan tener unos días de vacaciones y la parroquia siga abierta, lo mismo que el despacho y la Cáritas parroquial, pues los pobres necesitan y merecen ser atendidos también en verano. Por supuesto, no puede faltar la celebración de la Eucaristía, el hecho más importante que sucede en un pueblo o en un barrio, el milagro de la transustanciación y la consiguiente presencia del Señor en medio de nosotros. Lo que me parece difícilmente asumible e injustificable es que una parroquia permanezca cerrada a cal y canto durante los meses de julio y agosto. A los arciprestes y a los vicarios episcopales compete prevenir estas situaciones. (23-09-2018)
Yo no sería tan categórico. Es verdad que hay una parte notable de la juventud que vive inmersa en el en el ateísmo o en el agnosticismo. Como he afirmado en mi carta pastoral del comienzo de este curso, hay muchos jóvenes que viven hechizados por ofertas engañosas, por mitos efímeros y falsos maestros, que es víctima de múltiples seducciones, la seducción de la noche, del gregarismo que despersonaliza, la seducción de lo material, del dinero, que endurece y esclaviza el corazón, del placer, el goce rápido, el alcohol, las drogas y el sexo, que, en tantos casos, sólo conducen al hastío, la infelicidad y la tristeza. Se trata de una juventud desnortada, desesperanzada, con un gran vacío interior, con una visión del hombre exclusivamente materialista, víctima de la falta de trabajo, del desamor, de la desestructuración familiar, sin el calor de un hogar, y en ocasiones, atrapada en las redes de la droga y del nihilismo existencial. Pero en las parroquias, en las Hermandades, en la Delegación diocesana de Pastoral Juvenil, en el SARUS…, hay otra juventud más minoritaria, pero que es ciertamente fuente de fundada esperanza: son chicos y chicas que son amigos de Jesús, que rezan, que viven la fraternidad, que son limpios de corazón y que sienten la necesidad de anunciar a Jesucristo a sus compañeros. El pasado 23 de julio me reuní en Roma con un grupo de cincuenta jóvenes sevillanos, que participaban en una peregrinación organizada por la Pastoral Juvenil de Sevilla. Me parecieron jóvenes magníficos, lo mismo que otro grupo de cincuenta universitarios de la Universidad Pablo de Olavide, que recibí en mi casa al comienzo de las vacaciones acompañados por el Director del Sarus, don Álvaro Pereira. Estoy seguro de que el próximo Sínodo de los jóvenes nos va a ayudar a todos a dinamizar este importante sector pastoral. (16-09-2018)
Lleva usted razón, en Europa y en España los católicos vivimos nuestra fe en Jesucristo en un contexto social de olvido de Dios y de profunda crisis de fe, que ya no es el presupuesto obvio de la vida de nuestro pueblo. A juicio de los papas san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, en las sociedades occidentales se ha producido una especie de eclipse de Dios, una amnesia profunda de las raíces cristianas, un abandono del tesoro de la fe recibido, que ha sido el alma de Occidente, y que ha producido una cultura exuberante, la cultura cristiana. Occidente vive en una especie de apostasía silenciosa, en una especie de desertización espiritual. El hombre se cree autosuficiente y vive como si Dios no existiera. Él es el gran ausente en la vida personal, familiar y social, mientras crecen las llamadas «religiones civiles», la ecología, el deporte, el culto al cuerpo, etc., que son para muchos como un sustitutivo de Dios. Llama la atención el creciente «prestigio» intelectual de la increencia, artificialmente alimentado en algunos ambientes, que tienen entre sus objetivos borrar a Dios de la historia y de la ciudad de los hombres. ¿Qué hacer? Todo menos resignarnos. Este estado de cosas ya lo advirtió el papa Juan Pablo II, que, en el año 1983, desde Haití, emplazó a la Iglesia, sacerdotes, consagrados y laicos, a la Nueva Evangelización, nueva en su ardor, en sus métodos y en sus expresiones. Juan Pablo II, y más recientemente el papa Francisco, en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, nos han urgido a anunciar a Jesucristo en la familia y en los ambientes en los que se entreteje nuestra vida con la palabra explícita, sin miedo, sin vergüenza y sin complejos y, sobre todo, con el testimonio convencido, atractivo y elocuente de nuestra propia vida, sabiendo que es el mejor servicio que podemos prestar a nuestros conciudadanos. (09-09-2018)
No tengo conciencia de la existencia de alguna ley eclesiástica que impida a los laicos administrar la economía de nuestras instituciones. La praxis es más bien la contraria. El responsable de la economía de la Conferencia Episcopal Española es un laico, que cumple su misión muy loablemente y a satisfacción de los obispos. Otro tanto sucede en nuestra Archidiócesis. El ecónomo diocesano es también un laico, profesional de primer nivel, que goza de toda la confianza de los obispos y de la Curia diocesana. De acuerdo con el Derecho canónico, tenemos además el Consejo diocesano de Asuntos Económicos, integrado por una quincena de laicos expertos en economía, que nos asesoran en estos temas, y cuyo voto, en ocasiones tasadas por el propio Código, tiene carácter no solo consultivo, sino también deliberativo. Otro tanto sucede en las parroquias: quien lleva inmediatamente la administración parroquial es un laico honrado y conocedor de la materia, sometido a la tutela del Consejo parroquial de asuntos económicos, que se va generalizando en nuestras parroquias, por ser un organismo exigido por el Derecho canónico y por las normas diocesanas. Y es bueno que así sea: los sacerdotes no somos expertos en economía, ni tenemos de suyo tiempo para estos menesteres. Lo nuestro es la oración, la celebración y administración de los sacramentos, el anuncio de Jesucristo y el servicio a los fieles. (02-09-2018)
Vivimos hoy en una sociedad quebradiza e inestable, con escasos puntos de referencia. A veces se piensa que la misión exclusiva de la Universidad es formar profesionales competentes y eficaces con una buena capacitación técnica. Es ésta una visión utilitarista de la educación universitaria, que no tiene en cuenta todas las dimensiones que constituyen a la persona, ni los interrogantes, anhelos y esperanzas que bullen en los corazones de nuestros jóvenes. La Universidad ha sido, y está llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana. Ella ha sido siempre la institución que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano. Por ello, no es una casualidad que haya sido la Iglesia la que promoviera la institución universitaria en el corazón de la Edad Media para que fuera en la sociedad luz y sal, buscando la verdad y transmitiendo el saber. Respondiendo a la pregunta que se me formula, respondo sencillamente diciendo que a quienes afirman que la religión no tiene cabida en la Universidad, hemos de recordarles que vivimos en un país libre y democrático, que no es laico y menos laicista, sino aconfesional, que los católicos somos también ciudadanos con los mismos derechos que los demás, y que queremos actuar en la Universidad con humildad, respeto, entusiasmo sereno, propósito de diálogo sincero y deseo de servir a maestros y estudiantes el mayor tesoro que posee la Iglesia, Jesucristo, camino, verdad y vida del mundo, fuente de alegría y de sentido, manantial de una esperanza que nunca defrauda, y caudal de seguridad, firmeza y consistencia para nuestra vida y de una insospechada plenitud. (29-07-2018)
Seguramente es verdad. Apenas pasada la Semana Santa, tenemos la Feria de abril de Sevilla y las Ferias de los pueblos, y muy pronto el Rocío, que moviliza a miles de sevillanos hasta la aldea. Después viene el calor y las vacaciones. Tengo la impresión, efectivamente, de que después de las confirmaciones, la actividad de las parroquias decrece. Las Hermandades, que tienen actividad a lo largo del año, también atemperan su vida asociativa en el verano. Es bueno que así sea. Para descansar y reponer fuerzas, para comenzar un nuevo curso escolar, pastoral o laboral, necesitamos desconectar de las ocupaciones ordinarias e, incluso, de los lugares de nuestra residencia habitual o trabajo. Para un cristiano, sin embargo, las vacaciones no deben ser un tiempo perdido, ni un paréntesis en nuestro camino de maduración humana y sobrenatural. Son más bien un período necesario para el reposo físico, psicológico y espiritual, y un derecho del que todos deberíamos poder disfrutar. Las vacaciones nos ofrecen la oportunidad de crecer, de reconstruirnos por dentro, de recuperar la serenidad y la paz que nos roban las prisas acuciantes de la vida ordinaria. Quiero llamar la atención sobre la actividad parroquial en el verano. Parece ser que hay algunas parroquias que se cierran a cal y canto en el verano y no debería ser así. Por ello, pido a los sacerdotes que antes del verano, agudicen la imaginación de la caridad pastoral para que la parroquia no quede desatendida en las vacaciones que también el sacerdote necesita y merece. Se impone, pues, la colaboración entre compañeros paraa que las parroquias no queden desatendidas. (22-07-2018)
Hacemos lo que podemos. Personalmente estoy muy contento con la ejecutoria de la Delegación diocesana de Migraciones en los años coincidentes con mi servicio a Sevilla, ciertamente digna de todo elogio. El Delegado y su equipo tratan de hacerse cargo de los muchos problemas y sufrimientos que tienen que afrontar los inmigrantes: la soledad, la falta de viviendas a su alcance, la ausencia de un trabajo seguro y digno, las dificultades de expresión y comunicación, la zozobra que engendra la ilegalidad, la falta de papeles, la separación de las familias, las dificultades para el reagrupamiento familiar y, a veces, el maltrato, el desprecio y las generalizaciones injustas e injuriosas de algunos conciudadanos nuestros por las que yo les pido perdón en nombre de la Iglesia. Estoy contento también del servicio que presta Caritas diocesana, las Cáritas parroquiales y las propias parroquias que acogen e integran en las comunidades a estos hermanos nuestros, que con su fe sencilla las rejuvenecen, dinamizan y aportan savia nueva. Más allá de los servicios sociales, la ayuda, la información y la defensa de sus derechos, la Iglesia les ofrece su mayor tesoro, Jesucristo, único salvador y redentor, único camino y única esperanza para el mundo. Estoy también muy agradecido a las religiosas que acompañan a los inmigrantes en los barrios periféricos, las Adoratrices de la avenida de la Palmera, las Comunidades de Vida Cristiana y su centro Mambré y docenas de pequeñas iniciativas en toda la Archidiócesis. Además últimamente el propio arzobispo trata de ayudar a quienes vienen a Sevilla y solicitan asilo político en España. (15-07-2018)
Fuera de libros de temática espiritual o pastoral, no tengo demasiado tiempo para leer otro tipo de literatura y menos para ver cine. No obstante, en los últimos meses he leído a trompicones y con provecho dos libros muy interesantes de temática histórica. El primero es de María Elvira Roca Barea y tiene como título Imperiofobia y leyenda negra. Se refiere a la leyenda negra antiespañola, que según esta autora, se construyó en Europa por razones políticas por parte de los países que luchaban contra el imperio español, y por motivos religiosos por parte del mundo luterano. Tal leyenda ha calado de forma un tanto acrítica también en España, especialmente en las élites culturales progresistas, centradas en nuestro papel en América, la existencia de la Inquisición, etc. La autora, con datos fehacientes, desmitifica la leyenda negra y las falsedades históricas, algunas de las cuales siguen vigentes en muchos ambientes. He leído también el libro titulado Falso testimonio. Denuncia de siglos de historia anticatólica, del protestante norteamericano, sociólogo de la religión, Rodney Stark. Su autor sostiene que algunas opiniones muy difundidas sobre las cruzadas, la Inquisición, el Medievo como época tenebrosa, el antisemitismo de Pío XII y otras historias muy negativas sobre la Iglesia católica son en realidad falsas. Al mismo tiempo, el autor presenta una descripción sorprendente de la auténtica verdad. Como acabo de decir, apenas tengo tiempo para ver cine. No obstante, últimamente he visto una película muy interesante de hace algunos años, Invictus, protagonizada por Morgan Freeman y dirigida por Clint Eastwood, que narra como el campeonato mundial de rugby de 1995 fue la oportunidad aprovechada por Nelson Mandela, que había salido de la cárcel unos años antes, para hacer de Suráfrica un solo equipo y un solo país, lejos de las diferencias raciales y políticas fruto del apartheid. (08-07-2018)
Para un cristiano la oración es una necesidad del corazón. Necesitamos rezar, como necesitamos respirar. Yo muchas veces repito aquella frase del papa san Juan Pablo II, dirigida a los sacerdotes en su libro autobiográfico Don y misterio. El Papa nos decía que los sacerdotes que somos lo que rezamos. Eso mismo se puede decir de los laicos. Sin la oración constante, los mejores deseos de apostolado, de fraternidad o servicio a los pobres terminarán agostándose por falta de raíces, porque sólo los amigos de Dios han amado hasta el final. Se puede rezar en todas partes, en el metro, en el autobús, por la calle, paseando por el campo, en las noches de insomnio, en la sala de espera del dentista… Un servidor donde mejor reza es en la pequeña capilla del palacio arzobispal. Un lugar magnifico es la capilla de san Onofre, donde casi se reza sin ganas. Un lugar también estupendo es la capilla real de nuestra catedral, junto a la Virgen de los Reyes. En una sociedad tan poco reflexiva como la nuestra, en la que corremos el riesgo de vivir volcados al exterior, alienados o enajenados, hemos de buscar tiempos y lugares para repensar los grandes temas de nuestra vida, para contratarla con el Evangelio. Para pensar, como dice la persona que formula la pregunta, a mí me va bien el paseo por el campo o por los pasillos de mi casa. (01-07-2018)
Mi respuesta es que sería muy bueno. Hace seis años largos afirmaba yo en una carta semanal que pocas realidades pastorales son tan importantes en nuestra Archidiócesis como la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento, que tiene su sede en el pequeño oratorio de San Onofre, en la Plaza Nueva de Sevilla. Hablaba de sus orígenes, en los que tuvo un papel fundamental el canónigo don José Gutiérrez Mora, recientemente fallecido y para el que tenemos un piadoso recuerdo. Hablaba incluso de la posibilidad de crear la Adoración Perpetua en las Vicarías, especialmente en poblaciones crecidas. San Onofre es hoy el corazón de la ciudad y de la Archidiócesis de Sevilla. Son centenares las personas que en estos años se han comprometido a acompañar al Señor una o dos horas a la semana, de día o de noche. Soy testigo de los centenares de sevillanos que al ir o volver de sus quehaceres entran unos minutos en San Onofre para saludar al Señor. No puede ser de otro modo. La Eucaristía es nuestro más venerable y preciado tesoro. En él se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, Cristo mismo, nuestra Pascua. Ella es el compendio y la suma de nuestra fe, el sacramento en el que el Señor resucitado vivifica a su Iglesia con el don de su amor. La presencia del Señor en la eucaristía no es estática, sino profundamente dinámica, y reclama nuestra adoración. En la adoración eucarística el Señor nos fortalece, nos diviniza, nos aferra para hacernos suyos, para cristificarnos, transformarnos y asimilarnos a Él. La adoración eucarística es venero de santidad, alambique de fidelidad, de vigor espiritual y temple apostólico. Por ello, apoyo con entusiasmo la Adoración Perpetua de San Onofre y sugiero a las Hermandades, especialmente a las Sacramentales, que se planteen institucionalmente la posibilidad de reforzar los turnos de adoradores, con la seguridad de que ello redundará benéficamente en la vida de la Hermandad. (24-06-2018)
La Virgen de Fátima pidió a los pastorcillos que rezaran por la paz del mundo. Un servidor dedica un misterio del Rosario cada día a pedir por la paz y para que Dios nuestro Señor libre al mundo del flagelo de la guerra, tanto de las conocidas porque están cercanas al primer mundo, como de las menos conocidas, de las que apenas se hacen eco los medios de comunicación, porque tienen lugar en los países del tercer mundo e interesan poco. Aparte de rezar, los cristianos podemos colaborar en la eliminación de las guerras no adquiriendo objetos de consumo ordinario o suscribiendo productos financieros poco éticos, tal vez relacionados con la fabricación y venta de armas. Es verdad que vivimos en un mundo convulso, como afirma la persona que me hace la pregunta, un mundo hondamente dividido, en cuyo hemisferio norte parece aflorar de nuevo la guerra fría, que se olvida de la colaboración entre los pueblos, siembra hostilidades y sólo genera esterilidad y sufrimiento. A veces también nuestras comunidades y corporaciones están troceadas. Los cristianos, más que a nadie, estamos obligados a trabajar por la comunión y la unidad. En la noche de la Cena el Señor pidió al Padre que seamos uno, como la Santísima Trinidad, fuente y matriz de la unidad de la Iglesia, para que el mundo crea. Nuestra participación en la misma Eucaristía nos obliga también a trabajar por la unidad en nuestros ambientes, siendo humildes artesanos de la paz, la comunión y la reconciliación. (17-06-2018)
Siempre he considerado una auténtica gracia de Dios haber conocido de cerca al papa san Juan Pablo II. Él me nombró obispo auxiliar de Toledo y después de Córdoba. Él firmó las bulas de mis nombramientos, que guardo con devoción, fechadas en febrero de 1997 y julio de 2003 respectivamente, la primera con una firma bien trazada y la segunda más desvaída, consecuencia sin duda de su deterioro físico. Pocos meses después de mi ordenación episcopal tuve la suerte de realizar mi primera visita ad limina. En ella nos recibió individualmente cada obispo de la provincia eclesiástica de Toledo, concelebramos con él a las siete de la mañana y comimos con él. Era el 15 de noviembre de 1997. Unos meses después fui elegido Secretario General de la Conferencia Episcopal Española, y tuve el honor de acompañar al presidente, cardenal Rouco, en las visitas anuales al Santo Padre y a los organismos de la Curia romana. Ello me permitió concelebrar varias veces con el Papa y sentarme a su mesa. En junio de 2002 le visité con el cardenal Rouco para invitarle a venir por quinta vez a España. La visita, de la que fui coordinador nacional, tuvo lugar entre los días 3 y 4 de mayo de 2003, con el encuentro de jóvenes en Cuatro Vientos y la canonización de cinco beatos españoles. Fue un auténtico acontecimiento de gracia. Durante siete meses viví para la visita. Recuerdo con mucho cariño la gratitud del Papa por el trabajo realizado instantes antes de subir al avión de regreso en Barajas. En todos los contactos que el Señor permitió que tuviera con el Papa, incluido el viaje de junio de 2003 con el cardenal Rouco y el vicepresidente don Fernando Sebastián, para agradecerle la visita, tuve la convicción de que estaba viendo y hablando con un santo. Esta convicción se acrecentaba cuando veíamos al Papa rezando en su capilla antes de la Misa, abstraído y centrado solo en Dios, teniendo muy presente a la Iglesia y al mundo. Para terminar, quiero decir que san Juan Pablo II marcó a muchos sacerdotes de mi generación. De ahí, nuestra gratitud. (10-06-2018)
Efectivamente, los religiosos o religiosas miembros de órdenes o congregaciones de derecho pontificio, con excepción de las religiosas claustrales, es decir las monjas de clausura, que tienen un régimen jurídico especial en su relación con el obispo diocesano, son instituciones exentas, tienen sus propios superiores y no están sometidas a la jurisdicción del mismo. No obstante, hay algunas excepciones, que determina el Decreto Christus Dominus. El derecho universal recoge las relativas a la cura de almas, culto público y otras formas de apostolado. El obispo diocesano tiene además potestad sobre las obras encomendadas a los religiosos, así como a los oficios eclesiásticos conferidos a los mismos. Además, según dispone el c. 680 CIC, los religiosos deben actuar bajo la dirección del obispo diocesano para la coordinación de todas las obras y actividades apostólicas de los mismos. En este sentido, se entiende, entre otras cosas, el deber que tienen de seguir las directrices del Directorio de la Iniciación Cristiana, vigente en la Archidiócesis. Los religiosos deben aceptar e impulsar los Planes Diocesanos de Pastoral como signo de su inserción en la Archidiócesis. Dicho esto, quiero añadir que estoy muy agradecido a los religiosos y religiosas que trabajan en nuestra Iglesia en la escuela católica, en la pastoral parroquial, en la pastoral de la salud o penitenciaria o en los apostolados de frontera en los barrios periféricos. Sin ellos, nuestra Iglesia diocesana sería más pobre y sería más limitado su radio de acción. Como es sabido, los religiosos sacerdotes son miembros de nuestro Presbiterio y son muchos los que participan en los actos diocesanos, retiros, Misa Crismal, etc. Un servidor y el señor obispo auxiliar tenemos muy buena relación con la CONFER diocesana, impartimos un retiro anual a sus miembros, celebramos con ellos la Jornada de la Vida Consagrada, recibimos con frecuencia a los superiores mayores y en todos los casos les manifestamos estima y gratitud. (03-06-2018)
Le respondo diciendo que un servidor no se situó frente a nada ni frente a nadie. Sin ánimo de polemizar, implemente me basé en los documentos que he manejado, los cuales me llevan a la conclusión de que Murillo fue un hombre profundamente religioso. Basta rastrear sus presupuestos existenciales y sus convicciones más íntimas. Murillo fue esencialmente, aunque no exclusivamente, un pintor religioso, faceta que conocieron en gran medida los arzobispos, el cabildo hispalense, con el que colaboró durante treinta años, y las instituciones religiosas de la ciudad, sobre todo la Hermandad de la Santa Caridad. Por otra parte, fue grande su cultura religiosa. Pero, sobre todo, a su genio artístico indiscutible, Murillo unió una fe sincera y una piedad no fingida, todo lo cual le confirió una clara afinidad o connaturalidad con la verdad revelada, el sentido sobrenatural de lo divino, el “sensus fidelium” del que hablan los teólogos, que Dios concede a quienes viven cerca de Él con sencillez de corazón. Murillo fue miembro de las Hermandades sevillanas del Rosario y de la Vera Cruz, miembro también de la Tercera Orden de San Francisco y de la Santa Caridad, en la que fue admitido en 1665 por su fundador, el Venerable Miguel Mañara, con el que mantuvo una estrecha y sincera amistad, buscando con su ingreso solo “el servicio de Dios Nr. Sr. y de los pobres”. Porque nadie da lo que no tiene, yo estoy convencido que sólo la profunda religiosidad de Murillo explica unas obras que rezuman una extraordinaria unción religiosa y son capaces de tocar el corazón de quienes contemplan sus obras sin prejuicios ni corazas, intuyendo en la belleza visible, la belleza invisible de Dios. Quiero añadir que Murillo estaba convencido de la fuerza evangelizadora de su pintura. (27-05-2018)
Si nos atenemos a lo expresado por el Código de Derecho Canónico, los fines básicos de las Hermandades son el culto a los sagrados titulares, el fortalecimiento de la vida cristiana de sus miembros, su formación cristiana y el servicio a los pobres. A mi juicio, dentro del segundo capítulo, la vida cristiana de sus miembros, incluye el apostolado y la evangelización. Esto quiere decir que también los cofrades, como exigencia de su bautismo y del don del Espíritu recibido en la confirmación, deben implicarse en el apostolado y en el anuncio de Jesucristo no solo a las periferias sino a todos los ambientes en los que se entreteje su vida. Es éste también un rasgo definitorio de la identidad cofrade. Entiendo que el cofrade es un cristiano cabal y de calidad, que no puede esconder su mayor tesoro, la fe en Jesucristo, fuente de esperanza que nunca defrauda. En consecuencia, debe estar siempre dispuesto a dar razón de su fe y de su esperanza. Para ello, es necesaria la formación seria y concienzuda que ya llevan a cabo loablemente muchas Hermandades, pues nadie da lo que no tiene. Es verdad que las Hermandades ejercen un cierto apostolado con sus estaciones de penitencia, que con mucho acierto denominamos el evangelio en la calle. Qué duda cabe que para las personas alejadas de la fe, las estaciones de penitencia suponen siempre un aldabonazo al corazón y un acercamiento al misterio. De todas formas, quiero insistir una vez más en el compromiso evangelizador de nuestros cofrades, una fuerza formidable para nuestra Iglesia, siempre que demos testimonio de Jesucristo con entusiasmo y convicción. (20-05-2018)
Mi respuesta es muy sencilla: organizándose, ordenando la propia vida y asumiendo cada uno las responsabilidades que buenamente puede asumir, sin coger más tareas que las que uno puede llevar adelante dignamente. Es evidente que el compromiso con la Iglesia de unos padres cristianos, que tienen su profesión y que deben de atender y educar a sus hijos, no puede ser la dedicación de un laico que no tiene esas obligaciones. Dicho esto, quiero recordar que el papel de un sacerdote en una parroquia es decisivo, pues sólo él consagra la Eucaristía y sólo él perdona los pecados en nombre de Dios. Pero el sacerdote es muy poca cosa sin la colaboración de los fieles. La catequesis es hoy un campo pastoral decisivo, pues muchos padres han renunciado a ser los primeros comunicadores de la fe a sus hijos. Muchos niños que llegan a la catequesis de primera comunión son unos verdaderos ignorantes, porque sus padres no les han iniciado en la fe. De ahí mi aprecio y gratitud hacia los catequistas. Otro campo importante de la pastoral parroquial es la atención y visita a los enfermos en nombre de la parroquia. También estos voluntarios merecen la gratitud de parte del arzobispo, como lo merecen los voluntarios de Cáritas o de la pastoral penitenciaria, que sirven a los pobres y a los privados de libertad, o las personas que atienden la sacristía o mantienen limpia la iglesia gratuitamente, servicios que yo también valoro mucho, pues como escribiera santa Ángela de la Cruz, en la casa de Dios no hay oficios bajos. Tengo que decir además a la persona que me hace la pregunta que el compromiso con la Iglesia y con la parroquia debe sustentarse en la oración, en la vida interior seria y en la amistad e intimidad con el Señor. De lo contario, todo se desvanece y termina agostándose. (13-05-2018)
Seguramente es verdad lo que usted dice. Su sencillez, su alegría, la espontaneidad de sus palabras, algunas insistencias de su mensaje, su preocupación por los pobres y por los que él denomina los descartados, algunos gestos originales en cuanto a vestimenta, y en el caso de los españoles y los latinoamericanos, el hecho de que nos hable en nuestro idioma, nos hace cercana la figura del Papa. Es perceptible también una mayor afinidad por parte de los medios, incluidos los tradicionalmente críticos con la Iglesia. Todo esto es bueno. De lo que no estoy tan seguro es de que la simpatía se traduzca en muchas personas en una aceptación cordial del magisterio del papa Francisco. Tengo la impresión de que no todos los que le admiran, le siguen. Bendito sea Dios si a muchas personas la figura del Papa Francisco les acerca a la Iglesia. Quiero subrayar que amar al Papa y “sentir” con el Papa han sido siempre un signo distintivo de los buenos católicos, como lo ha sido también la acogida, docilidad y obediencia a sus enseñanzas. Él es el principio de unidad y piedra fundamental de la casa del Dios vivo que es la Iglesia (1 Tim 3,15). Él tiene el carisma de atar y desatar, es decir, de interpretar autoritativamente la nueva ley evangélica (Mt 16,17-19). El cumple el servicio de confirmar a sus hermanos en la fe (Lc 22,32) y tiene la plenitud de la autoridad en el orden magisterial, santificador y de gobierno del nuevo Pueblo de Dios que es la Iglesia (Jn 21,15-17). Como sucesor de Pedro es Vicario de Jesucristo, Pastor de toda su grey y cabeza visible de la Iglesia. Este es el fundamento del respeto, veneración y amor que debemos profesar al Papa, “el dulce Cristo en la tierra”, como le llamaba santa Catalina de Siena. (06-05-2018)
No me entusiasma en absoluto ese tipo de celebraciones tal y como hoy se llevan a cabo. Muchas veces, por parte de los padres no existe un claro interés religioso en la primera comunión de sus hijos. Me dicen los sacerdotes y los catequistas que en ocasiones muchos padres llevan a sus hijos a la catequesis de primera comunión con siete u ocho años con una ignorancia religiosa muy grande. Algunos de esos niños no saben ni el Padrenuestro, ni santiguarse, ni quién es la Santísima Virgen. Ni sus padres les han transmitido la fe ni hay un ambiente cristiano en sus hogares. En ellos Dios es el gran ausente. El interés casi exclusivo de esos padres es la fiesta, los trajes de los niños y de los mayores, los regalos, las fotos y el banquete. En estos casos y también en algunos de padres con recta intención los gastos son escandalosos e, incluso, un insulto a los niños de familias más modestas que no pueden permitirse los más mínimos dispendios. Me dicen que algunas familias tienen que pedir un crédito bancario para afrontar tales gastos. Todo ello, trajes, banquetes y regalos, convierten las primeras comuniones en ceremonias mundanas que desvían a los niños de lo que tiene que ser su interés fundamental: su primer encuentro con Jesús. Dios quiera que poco a poco, las primeras comuniones recuperen entre nosotros la dignidad, la piedad y el sentido espiritual que nunca deberían haber perdido. (29-04-2018)
Olvida usted al Seminario Diocesano Redemptoris Mater, que es también nuestro. De hecho los sacerdotes que terminan sus estudios y son ordenados quedan incardinados en nuestra Archidiócesis y son miembros de nuestro presbiterio. Sirven a nuestra Iglesia diocesana por algún tiempo y después son enviados a allí donde la Iglesia los necesita. Como es sabido, este Seminario vive la espiritualidad del Camino Neocatecumenal. Estoy contento de su funcionamiento, si bien el número de seminaristas es pequeño y tal vez necesitaría crecer, cosa que enriquecería la convivencia y la formación. En cuanto al Seminario Mayor, puedo decir que el ambiente es bueno, sereno, alegre y fraterno, de verdadera familia. Hay un buen nivel de piedad y estudio y un buen ambiente formativo. Los formadores están plenamente dedicados a los seminaristas, tienen las ideas claras en cuanto a la formación y están en plena sintonía con las orientaciones de la Santa Sede sobre la formación sacerdotal. Yo me entrevisto cada curso individualmente con cada seminarista y puedo asegurar que la selección de los candidatos es concienzuda, de manera que me siento orgulloso de la calidad humana, intelectual y espiritual de los seminaristas. Estoy también muy contento con el Seminario Menor. Los seminaristas son poquitos pero buenos y el ambiente es excelente. Los formadores están también muy entregados a su tarea. El papa Pio XI decía que el Seminario debe ser la niña de los ojos del obispo. Para mí lo es. Por ello, procuro que forme sacerdotes según el corazón de Cristo, pastores entregados y entusiastas en el servicio al Pueblo de Dios. El Seminario debe ser también el corazón de la Diócesis. Por ello espera la oración, el afecto y el apoyo, incluso económico, de toda la comunidad diocesana. (22-04-2018)
No es la primera vez que me hacen esta pregunta. Creo recordar que ya me la hicieron hace tres o cuatro años. Mi respuesta es muy sencilla: en realidad, yo nunca estoy solo. Quien reza y quien tiene la suerte de tener al Señor muy cerca, en el oratorio como es mi caso, no tiene nunca la sensación de estar solo. Allí tengo además a la Virgen de la Salud de mi tierra, a la que he rezado desde niño y a la que acudo al comienzo de cada día, cuando el día acaba y muchas otras veces en demanda de luz y de apoyo cuando surgen las dificultades. Por otra parte, un servidor tiene cerca al obispo auxiliar, a los vicarios y demás colaboradores, que me ayudan en las tareas ordinarias y, muy especialmente, cuando aparecen los problemas y hay que adoptar decisiones complejas. Todos ellos son muy competentes, entregados y generosos. Ellos me ayudan grandemente en el gobierno pastoral de la Archidiócesis y les estoy muy agradecido. Tengo que confesar además que necesito de la soledad y el silencio para mantener mi equilibrio psicológico. Paso las mañanas entrevistándome con personas y grupos. Muchas tardes salgo a las parroquias de la ciudad o de los pueblos y trato a docenas de personas. Sin los ratos de silencio y oración uno termina rompiéndose. Por otra parte, estoy en contacto frecuente con mi familia de Sigüenza y también con mi familia de Sevilla, incluyendo además a muy buenos amigos que se preocupan de mí, y a los que les manifiesto mi gratitud. (15-04-2018)
En los últimos años se han difundido con profusión entre nosotros prácticas psicológicas de tradición budista como el yoga, el mindfulness y otras. Se pide mi opinión sobre estas prácticas, muy extendidas también entre los católicos. Por la información que he recabado, en el mindfulness, conocido como atención consciente, la persona observa sus pensamientos y sentimientos a distancia, sin juzgarlos como buenos o malos. No faltan autores que señalan su carácter vaporoso y que no es fácil saber qué es exactamente esta práctica psicológica. Autoridades en la materia afirman que puede ser útil en alguna ocasión, en casos de problemas psicológicos como la ansiedad, la depresión y el estrés, mientras que otras consideran que en los mismos casos puede tener efectos negativos. Susan Brinkmann, norteamericana especialista en estas materias, en su libro “A Catholic Guide to Mindfulness” (Una guía católica sobre el mindfulness), explica que escribió su libro ante el intento de muchos católicos de integrar las prácticas de meditación del mindfulness con la oración y la vida espiritual, pese a que las formas del budismo no son compatibles con la fe católica. El intento de integrar el “mindfulness” con la fe, advierte esta experta, puede terminar en “un desastre espiritual, incluso hasta el punto de requerir un exorcismo en algunos casos”. Añade que más relajante que el mindfulness es rezar y que este método psicológico puede conducir a muchas personas a alejarse de Dios en vez de acercarse a Él. Por fin, propone la alternativa católica: volver a la oración sencilla y serena y a cuidar la presencia de Dios y la unión con Él en la vida cotidiana. (08-04-2018)
Es evidente que ni un servidor, ni la Archidiócesis de Sevilla nos hemos apropiado de edificios que no nos pertenecen. Hasta el año 1998 la Iglesia no podía inmatricular los templos en el Registro de la Propiedad. En dicho año se produjo una modificación de la Ley Hipotecaria que lo permitía y todas las Diócesis españolas procedieron a inmatricular sus templos por el procedimiento que la ley establecía. Nuestra Archidiócesis ha completado ese proceso hace unos meses. En el año 2010, siendo ya un servidor arzobispo de Sevilla, el cabildo de la catedral inmatriculó el templo, el Patio de los Naranjos y la Giralda. Tenía todos los títulos para ello. Como es bien sabido, como ocurrió en Córdoba, a raíz de la reconquista de la ciudad, san Fernando entregó al arzobispo la mezquita aljama para el culto cristiano. La donación incluía la Giralda y el patio de los Naranjos, indisolublemente unidos a la mezquita. A principios del siglo XV el edificio almohade debía estar en precarias condiciones de conservación como consecuencia del terremoto acaecido en 1356. Por ello, el Cabildo sevillano, el 8 de julio de 1401 decide construir el actual templo. La tradición oral sevillana atribuye a los canónigos esta decisión: «Hagamos una Iglesia tan hermosa y tan grandiosa que los que la vieren labrada nos tengan por locos». El acta capitular de aquella fecha deja consignado que la nueva iglesia debía ser «una tal y tan buena, que no haya otra su igual”. El Cabildo ha cuidado ejemplarmente el conjunto y sigue poniéndole al servicio de los visitantes, estudiosos e investigadores. Es verdad, que en el proceso de inmatriculación, por inadvertencia y sin mala voluntad, al inscribir las parroquias a nombre de la Archidiócesis, se incluyeron algunas capillas pertenecientes a algunas Hermandades. Tan pronto como se nos advirtió del error, en total armonía con aquellas, no tuvimos ningún inconveniente en rectificar, pues la Archidiócesis no tiene ningún interés en apropiarse de algo que no sea suyo. (25-03-2018)
Es verdad. Fue en una rueda de prensa en la que presentábamos las cuentas de la Archidiócesis del año anterior. Ante el escaso número de Hermandades que colaboraban con el Fondo Común Diocesano o enviaban sus cuentas a la Administración del Arzobispado, un periodista me preguntó a qué se debía una respuesta tan débil. Yo contesté sin vacilar que se debía a un déficit de eclesialidad y expliqué con alguna pedagogía lo que quería decir. ¿Lo haría ahora? Puede estar usted seguro de que lo haría si las circunstancias fueran las mismas. Ciertamente no me escondería ni por miedo ni por pusilanimidad, pues con ello serviría a la verdad y a las propias Hermandades. Quiero aclarar también que aquella manifestación mía de ninguna manera significó una descalificación global de las Hermandades. Me limité a señalar un aspecto que podía y debía mejorar. Gracias a Dios, las circunstancias han cambiado sustancialmente. Son ya muchas las que cumplen con sus obligaciones. Tengo la impresión de que en los últimos años ha crecido en estas corporaciones el sentido de pertenencia a la Iglesia diocesana. Estoy convencido además de que muchas de mis manifestaciones en homilías, en encuentros con juntas de gobierno en mi casa y en las charlas que he dado a numerosas hermandades sobre la genuina identidad cofrade no han caído en saco roto. Por todo ello doy gracias a Dios y también a las propias Hermandades. (18-03-2018)
“Palacio”, expresión que tantas veces utilizan ustedes para referirse al Arzobispado o al arzobispo, no tiene mucho que decir sobre este asunto. No atañe ni a la fe ni a la moral, que es su campo propio. Si acaso recomendaría a los hermanos mayores y juntas de gobierno que cuiden también este aspecto de la vida cofrade, por respeto a los fieles que participan en las procesiones o a aquellos que salen a la calle para contemplarlas. A “Palacio” le importa más la salvaguarda de la verdadera identidad cofrade, que es lo decisivo, aunque reconoce también la importancia de los aspectos sentimentales, tradicionales, estéticos, culturales o costumbristas, todo lo cual es muy respetable y digno del cuidado que los cofrades ponen en estas cosas. Pero siendo todo ello importante, lo es más que la hermandad viva la comunión fraterna entre sus miembros y responda con verdad a su nombre, hermandad; y que viva la comunión con las otras hermandades, con los demás grupos de la parroquia, con el sacerdote, con el obispo y con todo los que buscamos el Reino de Dios. Es importante también que los cofrades sean buenos cristianos, hombres y mujeres de fe, que rezan, que participan en la Eucaristía dominical, que se confiesan y comulgan con frecuencia, y que en su vida privada, familiar, profesional y pública hacen honor a la fe que dicen profesar. Valoro también mucho los `procesos efectivos de formación en el seno de la hermandad, hoy una auténtica necesidad, el apostolado y el servicio a los pobres, probablemente el flanco que mejor funciona en la vida de estas instituciones. (11-03-2018)
Respondo a esta observación diciendo que la Archidiócesis hace cuanto puede por formar bien a los candidatos al diaconado permanente y a los ministerios de lectores y acólitos que lo solicitan. Refiriéndome a los lectores, estimo que la Palabra de Dios merece ser proclamada con toda dignidad. El Concilio Vaticano II afirmó que ella debe ser la fuente permanente de nuestra oración y meditación y la inspiradora de toda la existencia cristiana. “Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo» nos dice san Jerónimo, pues en ella se encuentra «la ciencia suprema de Cristo» (Flp 3, 8). El autor de la carta a los Hebreos (4,12) nos dice que «la Palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo». San Pablo afirma que ella «puede edificar y dar la herencia a todos los que han sido santificados» ( Hch 20,32). El propio Pablo nos asegura que «ella nos enseña, nos convence, nos dirige a la justicia y nos lleva a la perfección» (2 Tim 3,16-17). La escucha de la Palabra de Dios debe hacerse con una actitud de humildad y de pobreza, dispuestos a convertirnos, a dejar que la luz de Jesús penetre en aquellos espacios de nuestro corazón que no le pertenecen, porque están llenos de apegos y sentimientos contrarios al Evangelio. Pero su eficacia está condicionada a que nos dejemos transformar por ella. Sólo así la escucha de la Palabra nos ayudará a encontrar el auténtico eje de nuestra vida que es el Señor. De ahí la importancia de la proclamación clara, solemne, inteligible y con toda la dignidad que merece. (04-03-2018)
El párroco está obligado a presentar las cuentas anuales al Consejo de Asuntos Económicos de la parroquia y a la Administración Diocesana, y es muy aconsejable que las presente también a toda la feligresía. Nuestra Conferencia Episcopal y nuestra Archidiócesis han suscrito un convenio con Transparencia Internacional para implantar sin dilación una transparencia total. Nuestras cuentas diocesanas son auditadas cada año por una auditora de prestigio. Ni la Archidiócesis ni las parroquias tienen nada que ocultar. Quiero entender que mi anónimo interpelante entiende que la opacidad en las cuentas parroquiales es la causa del abandono de la Iglesia de muchas personas. Puede ser en algún caso. Las causas, sin embargo, son más complejas. Una, y no de escasa entidad, es el problema de Dios: si no se cree en Dios, -es el caso de tantos- mucho menos se creerá en la Iglesia. En otros casos, el alejamiento de la Iglesia puede provenir de una mala experiencia o del antitestimonio de sus miembros. Con todo, la causa más importante es la dificultad que muchas personas tienen para admitir mediaciones. Son muchos los que dicen que ellos se relacionan directamente con Dios y que no necesitan de la Iglesia. A quienes así piensan tengo que decirles con todo respeto que esta es una posición equivocada. La Iglesia es el sacramento de Jesucristo, es decir, el instrumento a través del cual entramos en contacto con Cristo, único salvador y redentor, único acceso al Padre. Ella es el puente sobre la lejanía o la desproporción que existe entre el Cristo celestial y la humanidad peregrina, o como dice san Ireneo de Lyon, la escalera de nuestra ascensión hacia Dios. Por ello, es necesaria. (25-02-2018)
No hace mucho escribí en esta misma sección de Iglesia en Sevilla que cuando un sacerdote llega nuevo a una parroquia no puede olvidarse de la historia precedente. Es seguro que los sacerdotes anteriores han hecho muchas cosas buenas y han dejado una huella profunda en la feligresía. No sería mal criterio consultar con el Arcipreste o con el Vicario Episcopal los pasos a dar, sobre todo cuando se trata de modificar cosas de alguna importancia o en el caso de cambios que pueden herir susceptibilidades. Tampoco sería un mal punto de partida, consultar con el Señor en la oración qué hacer, tanto en el orden pastoral como en el orden económico y administrativo. En todo caso sería muy aconsejable también consultar a los laicos que forman parte de los consejos parroquiales. Y todo ello desde la humildad y la conciencia de que los laicos nos pueden ayudar mucho en nuestra labor pastoral. Personalmente tengo una gran estima por el camino Neocatecumenal, un verdadero don de Dios para la Iglesia de nuestro tiempo, camino de conversión y de vida cristiana para centenares de miles de hombres y mujeres de todo el mundo. Por ello, un sacerdote prudente, consciente y con corazón de apóstol debe servir con generosidad a las Comunidades y aceptarlas con gratitud al Señor, pues mucho pueden ayudarle en la tarea pastoral. Estas, por su parte, deben comprender que la parroquia no se identifica formalmente con el Camino, pues es mucho más. Es comunidad de comunidades. En ella hay otros grupos y realidades pastorales a las que el sacerdote debe también servir. Todo ello será posible si todos abandonamos los prejuicios, trabajamos con espíritu de comunión y con la conciencia de que todos servimos al mismo Señor y a la misma Iglesia. (18-02-2018)
Respondo a la pregunta de esta muchacha diciéndole que la Iglesia siempre ha proclamado que sólo Dios es dueño de la vida. Por ello, ha condenado siempre los ataques contra la vida considerándolos como un gravísimo pecado contra Dios creador. Hoy son muchas las amenazas que se ciernen sobre la vida: el hambre, que padece un tercio de la humanidad; la violencia doméstica y la muerte de tantas mujeres a manos de aquellos con los que compartían su vida; los accidentes de tráfico, consecuencia de la irresponsabilidad; los accidentes laborales que terminan en tragedia, fruto en muchos casos de un liberalismo económico desbocado; las drogas, que roban la libertad y arrancan la vida de tantos jóvenes y, sobre todo, la eutanasia y el drama del aborto, de entre todos los atentados contra la vida, el que reviste una mayor gravedad, por lo que el Concilio Vaticano II no dudó en calificarlo como «crimen abominable». La razón es su intrínseca malicia y la injusta y terrible indefensión que sufre quien debería recibir todos los cuidados de sus padres, de la sociedad y del Estado para poder ver la luz. ¿Y cuál es nuestro papel? Lo primero es rezar, para que el Señor libre al mundo del flagelo del aborto. Lo segundo es no cruzarnos de brazos como si nada se pudiera hacer. Podemos actuar en nuestros ambientes como mensajeros y heraldos del Evangelio de la vida, como lo están haciendo loablemente muchos grupos, plataformas y asociaciones, confesionales o no, como es el caso de Provida de Mairena del Alcor, institución ejemplar en nuestra Archidiócesis y en España. La experiencia nos dice que en muchos casos las posturas cercanas a la cultura de la muerte no son fruto de la mala voluntad sino del esnobismo, la irreflexión o la falta de formación. Abrir los ojos de aquellas personas con las que nos relacionamos y explicarles con fina pedagogía la gravedad intrínseca del aborto o de la eutanasia es un camino magnífico para afianzar una cultura que respete, promueva y acoja la vida, toda vida, desde su concepción hasta su ocaso natural. (11-02-2018)
La participación en la Eucaristía dominical y en las fiestas de precepto es el primer mandamiento de la Iglesia, que nos urge a oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar. Es un precepto que nos obliga gravemente. Pero más allá del precepto, es preciso redescubrir la riqueza espiritual de la Eucaristía dominical. Todos hemos de procurar que nuestra participación en ella sea el acontecimiento central de la semana. Es un deber irrenunciable, que hemos de vivir no sólo para cumplir un precepto, sino como una necesidad, para que nuestra vida cristiana sea verdaderamente coherente, consciente y fiel. No olvidemos que la Eucaristía es el sustento y alimento que hoy necesitamos más que nunca en los tiempos recios que nos ha tocado vivir. Por ello, qué verdaderas son las palabras que pronuncian los mártires de Cartago en el año 304, cuando acuciados por el procurador romano que les conminaba a abandonar la participación en la mesa del Señor, responden con esta frase rotunda: “Sin el domingo no podemos vivir”. En la Eucaristía dominical, los cristianos nos reunimos como familia de Dios en torno a la mesa de la Palabra y del Pan de vida y nos alimentamos con el manjar del cielo para luchar contra el mal, vivir nuestros compromisos con entusiasmo y valentía, confesar al Señor delante de los hombres, amar, sufrir y servir. Para los primeros cristianos, la participación en la celebración dominical constituía la expresión natural de su pertenencia a Cristo, de la comunión con su Cuerpo místico, en la gozosa espera de su segunda venida. (04-02-2018)
Yo no me escandalizo, pero sí me da mucha pena que haya casos como éste. Si conociera de qué colegio se trata, no dude usted de que hablaría con sus titulares y les diría que es un asunto de la mayor importancia la selección de quien dirige la pastoral de un colegio de una congregación religiosa, que debe ser persona de una clara identidad católica, bien formada, persona “de casa”, creyente, practicante, que reza, que ama al Señor, que ama a la Santísima Virgen, que ama a la Iglesia, que participa diariamente en la Eucaristía y que recibe con frecuencia el sacramento del perdón. Es importante que sea buen profesional, que cumpla sus deberes ciudadanos, que sea persona solidaria y cercana a los pobres y a los que sufren, como es importante también que en su vida privada, en su vida familiar, y en su vida pública, sea consecuente con su fe. Cuanto acabo de decir es aplicable también a la selección de los profesores. Aplicar criterios exclusivamente profesionales, o dejarse llevar por la acepción de personas o los compromisos de la identidad titular, aparte de ser una injusticia muchas veces, es abrir la puerta a la secularización interna de nuestras instituciones, y en el caso que nos ocupa, de nuestros colegios. En cuanto a la Misa dominical, dado el tamaño de esta respuesta, contestaré a la persona que me interpela la próxima semana. (28-01-2018)
Mi opinión es que en muchos casos lleva usted razón. Yo también me he encontrado, con ocasión de las confirmaciones, con comunidades parroquiales muy ruidosas. Yo lo atribuyo a la asistencia de personas de escasa conexión con la Iglesia. También me he encontrado con comunidades sumamente respetuosas, las más, que guardan un silencio ejemplar. Especialmente llamativo, es el desorden y el ruido que se produce en el rito de la paz, con personas que recorren la iglesia, de principio a fin, dando la paz a un sinnúmero de personas en un momento tan significativo como son los instantes previos a la comunión. Yo pediría a los sacerdotes que cuiden el silencio, inculcando a los fieles la santidad del templo, lugar de la presencia real, verdadera y sustancial de Jesús en el sagrario, donde espera que le visitemos y le acompañemos. Por respeto al Señor y a los fieles que desean rezar, hemos de observar el silencio en los tempos. La oración es silencio, necesario para poder escuchar a voz de Dios que se nos comunica en el silencio. Como nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “en este silencio, insoportable para el hombre exterior, el Padre nos da a conocer a su Verbo encarnado, sufriente, muerto y resucitado, y el Espíritu filial nos hace partícipes de la oración de Jesús” (n. 2717). (21-01-2018)
Sinceramente no me parece bien. Las rúbricas litúrgicas, es decir las normas que da la Iglesia para la celebración de la Eucaristía y de los sacramentos deben ser obedecidas por todos. Nadie ha erigido a cada sacerdote en legislador subjetivo de sus propias normas litúrgicas. Es la Iglesia la que cumple ese servicio, al que los sacerdotes debemos obedecer, conscientes de que obedeciendo a la Iglesia estamos obedeciendo al Señor, mientras que pasando por alto sus prescripciones litúrgicas estamos desobedeciéndole, puesto que la Iglesia es el sacramento de Jesucristo, Cristo mismo, la prolongación de Jesús en el tiempo. En una ocasión presencié una escena ciertamente pintoresca: un sacerdote celebrando la Santa Misa con una escueta estola, ayudado por un diácono con una solemne y llamativa dalmática. Y lo que acabo de decir sobre los hábitos litúrgicos es aplicable también a la creatividad a veces extemporánea y ridícula de quienes inventan las oraciones del ordinario de la Misa y, lo que es más grave, la anáfora o plegaria eucarística, llegando incluso a introducir variaciones en lo más sacrosanto de la celebración, las palabras de la consagración, con el peligro de que la Santa Misa sea inválida. Todo ello me parece un abuso, que estoy seguro de que no es generalizado en nuestra Archidiócesis. Todos los textos del Misal, y singularmente los textos eucológicos han sido pesados, medidos y tasados por los técnicos de la Comisión de Liturgia de la Conferencia Episcopal, ulteriormente por todos los obispos y, por último, por la Santa Sede, que es quien los aprueba definitivamente. Mi experiencia de más de veinte años de obispo es que los añadidos espontáneos y las improvisaciones creativas no aportan nada y ordinariamente estropean el texto oficial. (14-01-2018)
Respondo a su pregunta diciéndole que ya me gustaría que lo que usted propone fuera posible. Seguramente es más evangélico que los estipendios por la administración de los sacramentos. Creo que debería ser el ideal a conseguir. Me consta que se ha conseguido en muchas parroquias del centro de grandes ciudades, que aseguran la subsistencia de la parroquia a través de las colectas y de cuotas voluntarias. Creer que esto es posible en la mayor parte de las parroquias de nuestra Archidiócesis es puro angelismo, es decir, no tener los pies en el suelo. La economía de nuestras parroquias es ordinariamente muy débil y precaria, como es muy modesta la nómina que el Arzobispado envía mensualmente a cada sacerdote. De hecho, deben redondear esa nómina, con conocimiento del Arzobispado, tomando alguna cantidad de la parroquia para poder vivir. Si no hubiera aranceles o tasas, no podrían subsistir ni la parroquia ni el sacerdote. Esa es la realidad. Dichos aranceles son actualizados cada cierto tiempo por los obispos de cada Provincia Eclesiástica. Con todo ello, no son ni un abuso ni un capricho de los párrocos. (07-01-2018)
Siento decirle que su información no responde a la verdad. Es cierto que hoy debemos gastar algún dinero más en la conservación y restauración de nuestros templos, pues desde el año 2010 no recibimos ninguna ayuda ni del Estado, ni de la Comunidad Autónoma. Pero son incomparablemente mayores las sumas que gastamos en la pastoral y en la evangelización. Los recursos que destinamos al funcionamiento de los Seminarios, del Centro de Estudios Teológicos y del Instituto Superior de Ciencias Religiosas, como los que destinamos al funcionamiento de las Vicarías y las Delegaciones diocesanas, son sumas destinadas a la evangelización, como lo son también los recursos al servicio de los pobres desde la Cáritas diocesana y las Cáritas parroquiales, que tienen también un claro destino evangelizador, puesto que el anuncio explícito de Jesucristo a nuestro mundo necesita del refrendo de nuestro amor fraterno y solidario. Quiero decirle también a la persona que me hace esta pregunta que probablemente ella sufriría si su parroquia se estuviera cayendo a trozos o estuviera cayéndose a pedazos la Giralda. Es bien loable el esfuerzo que está haciendo el Cabildo conservando como se merece la catedral. También lo es el que está haciendo la Archidiócesis conservando los centenares de templos del extenso territorio diocesano. Alguien podrá preguntar: ¿Y los conventos? Respondo diciendo desde la sinceridad y la verdad que ya me gustaría poder ayudarles. Les prestamos una ayuda técnica y jurídica. Más no podemos hacer. Bastante hacemos conservando como podemos los edificios de titularidad diocesana. No obstante, la Archidiócesis estaría dispuesta a arrimar el hombro ante cualquier iniciativa en favor de los monasterios. (31-12-2017)
En muchas ocasiones, los jóvenes casi inconscientemente dependen de la opinión de los mayores, sobre todo de sus profesores, a veces falsos maestros, como escribiera san Juan Pablo II. No hace mucho me han hablado de un joven profesor de filosofía, ateo militante, que con gran desparpajo y un cierto atractivo, de forma obsesiva trata de vender su ateísmo a sus alumnos. En este y casos parecidos, lo primero que yo pediría a los jóvenes es que aviven su sentido crítico y que no acepten sin más aquello que abusivamente se les propone. Les diría también que no se queden en la fachada de la Iglesia, que se acerquen a ella y la conozcan desde dentro, pues si es verdad que en ella hay muchas manchas y arrugas, por los pecados de sus miembros, que somos todos nosotros, también es cierto que la luz, ayer y también hoy, es más intensa que las sombras, y que la santidad, la generosidad y el heroísmo de muchos hermanos y hermanas nuestros es más fuerte que nuestro pecado y nuestra mediocridad. Les añadiría que hoy, en una sociedad tan secularizada como la nuestra, es muy difícil perseverar y ser fieles sin el arropamiento y la compañía de la Iglesia, de la parroquia, de la pastoral del colegio o de la pastoral universitaria. Les pediría que se dejen acompañar, como pediría también a los sacerdotes que acompañen a los jóvenes, que les ayuden a formarse, les inicien en la oración, el amor y la amistad con el Señor, en la participación en los sacramentos, penitencia y Eucaristía, en el amor a la Virgen y a la Iglesia, que les inicien en el apostolado y en la experiencia de la generosidad y el descubrimiento del prójimo. Pediría, por fin, a las sacerdotes que no se olviden de la apologética, hoy un tanto abandonada, para salir al paso de prejuicios e ideas falsas, que llevan a algunos jóvenes a calificar la religión como algo de otros tiempos, infundado y pernicioso para el desarrollo de la persona y de la sociedad, enemiga de la razón, de la libertad y del progreso. (24-12-2017)
Es posible que así sea. Es el caso de quienes se escandalizan ante la apariencia externa de la Iglesia. De todos aquellos que llegan a conocerla, no todos se sienten llamados a penetrar en su interior. A menudo, para muchos, la fachada se convierte en un obstáculo que les impide pertenecer a la Iglesia. Son los que sólo consideran los fallos, los pecados y las capitulaciones de la Iglesia ante la historia: en la organización eclesiástica no ven sino un aparato de poder, que trabaja con medios mundanales; en la jerarquía no ven más que un mero instrumento administrativo, deseoso de dominio y ostentación; en la solemnidad de su culto ven un puro ritualismo antievangélico que se ha estancado en la tradición medieval y barroca; en el servicio de la Iglesia a la cultura ven una secularización y desviación de su verdadera misión. Alguien tan poco sospechoso como Hans Küng reconoce que muchas de las críticas que se formulan contra la Iglesia están justificadas y son sencillamente verdaderas. Sin embargo, dice también que muchas de ellas son «tontas, petulantes e injustas y, muy a menudo, simplemente falsas, y más de una vez incluso malignas». Las más de las veces estas críticas se quedan en la sola fachada, en el envoltorio externo, en lo negativo y defectivo de la Iglesia, algo real sin duda, pero que no es su esencia, que es algo más que la pura fachada, algo que sólo percibe por la fe el cristiano creyente. Lo decisivo de la Iglesia es ser sacramento de Jesucristo, es decir, signo e instrumento a través del cual entramos en contacto con Cristo, único salvador y redentor, único acceso al Padre. Ella es, en frase feliz de san Ireneo de Lyon, la escalera de nuestra accesión hacia Dios. Esto es lo decisivo en el ser y en la vida de la Iglesia (17-12-2017).
Es bien conocida mi convicción de que en las elecciones a Hermano Mayor de una Hermandad debería haber solo una candidatura de consenso, algo que está más conforme con lo específico de estas instituciones: ser hermandad, fraternidad y comunión. Una doble o triple candidatura suele dejar heridas abiertas, a veces difíciles de suturar o restañar. Conozco más de un caso. Para llegar a un consenso hace falta mucha humildad y capacidad de diálogo y saber ceder. Respondiendo a la pregunta quiero decir que las Hermandades no se están politizando. Creo que más bien en los procesos electorales, en ocasiones se están copiando praxis y estilos de las elecciones políticas y esto no es bueno, puesto que lleva inevitablemente a la secularización de estas instituciones. La naturaleza de las Hermandades es muy otra. Los distintos oficios no son instancias de poder o de dominio, sino de servicio. El Hermano Mayor o los distintos ofíciales de la Junta de Gobierno deben ser los primeros servidores de su institución. Transcribo a continuación la respuesta de Jesús a la madre de los Zebedeos, que buscaba para sus hijos Santiago y Juan los primeros lugares en su reino: “Vosotros sabéis que los príncipes de las naciones las subyugan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros; el que entre vosotros quiera llegar a ser grande, sea vuestro servidor; y el que entre vosotros quiera ser el primero, que sea vuestro esclavo, pues el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir a entregar su vida en rescate por todos.” (Mt 20,25-28). Brindo esta palabra de Jesús a los actuales rectores de nuestras Hermandades y a quienes aspiren a serlo. (10-12-2017)
Me han hecho la pregunta muchas veces. Desde luego que no existió ningún fenómeno sobrenatural que me indicase que esa era la voluntad de Dios. Las cosas fueron más sencillas. Lo cierto es que desde mi primera comunión yo intuí que mi futuro estaba ligado al sacerdocio. Tuve la suerte, auténtica gracia de Dios, de nacer en el seno de una familia cristiana de verdad, que me transmitió la fe, en la que se rezaba, en la que Dios estaba presente de forma espontánea y habitual y en la que el tiempo estaba marcado por el domingo y las solemnidades religiosas. Tuve la suerte de nacer en una pequeña ciudad episcopal, en la que la catedral, el obispo, el cabildo, el seminario y las fiestas religiosas lo ahormaban todo. Confieso que mucho influyó también el ejemplo de los sacerdotes, y en concreto, del sacerdote de mi parroquia, hombre piadoso y bien formado, pastor celoso y entregado. Él me invitó explícitamente a ir al Seminario. Ingresé dos días antes de cumplir los once años, con una conciencia clara del paso que estaba dando. Confieso también que me hizo mucho bien el trato con los seminaristas. También la belleza de la catedral de mi ciudad natal y de las ceremonias catedralicias, entonces verdaderamente esplendorosas, con una capilla de música magnífica que, junto con el órgano, solemnizaba la liturgia de forma extraordinaria. Después me he dado cuenta de que la via pulcritudinis, el camino de la belleza, es un lazarillo muy valioso para descubrir a Dios e introducirnos en el mundo de lo religioso, como tantas veces nos ha recordado el papa Benedito XVI. (03-12-2017)
No hace mucho me hicieron una pregunta semejante. Redundo en el mismo tema, que ciertamente es un asunto mayor. Pienso que no es poco que pidan el bautismo para sus hijos aunque su fe sea tibia, vacilante o mortecina. Me parece que es un gesto que no podemos menospreciar. Algún valor deben atribuir a la recepción del sacramento, algo que la Iglesia tiene que aprovechar. El Directorio Diocesano de Pastoral de la Iniciación Cristiana de nuestra Archidiócesis señala la catequesis que deben recibir los padres antes de la recepción del bautismo de sus hijos. Pido a los sacerdotes y a los catequistas que se tomen muy en serio estas catequesis prebautismales, parte importante de la pastoral misionera que estamos tratando de impulsar en la Archidiócesis, de acuerdo con las Orientaciones Pastorales Diocesanas. En muchos casos se ha demostrado que estas catequesis son un camino muy válido para avivar los rescoldos de fe de esos padres y dinamizar su vida cristiana. Otro tanto cabe decir de la preparación para la primera comunión. Muchos niños, con siete u ocho años, vienen a esta catequesis específica con escasos o nulos conocimientos religiosos. Sus padres no les han transmitido la fe y, tal vez, conciben la primera comunión desde motivaciones escasamente religiosas. Nada de ello debe desanimarnos. También en estos casos tenemos la oportunidad de evangelizar a los padres en un momento tan significativo de la vida de sus hijos. (26-11-2017)
Más que piratas, que me parece un calificativo un tanto despectivo, yo las llamaría hermandades no canónicas o no normalizadas eclesialmente. Me dicen que superan las ochenta en nuestra Archidiócesis, cosa verdaderamente llamativa. Muchas de ellas proceden de escisiones de las hermandades históricas, casi siempre por desavenencias personales, que es un mal punto de partida. Un grupo manifiesta vocación de caminar de acuerdo con las normas diocesanas, que parece lo normal, y para ello se están preparando y formando, esperando su erección canónica cuando cumplan todos los requisitos. Otro grupo no desea ningún tipo de normalización, algo verdaderamente chocante. Prefieren ser meras asociaciones civiles, lo cual supone una notable anomalía, pues el meollo que aglutina a sus miembros es de naturaleza religiosa y, sin embargo, no quieren saber nada de la Iglesia, que es la depositaria de la gracia de Cristo y la administradora de los misterios de Dios. A este grupo les brindo un pensamiento de san Cipriano de Cartago: “Nadie puede tener a Dios por padre si no tiene a la Iglesia por madre”. A todos ellos les tiendo la mano y les pido con toda humildad que traten de caminar por las sendas señaladas por la Iglesia, vinculándose a la parroquia, iniciando un proceso serio de formación y cumpliendo las normas diocesanas. (19-11-2017)
Prácticamente usted misma ha respondido a su pregunta. Efectivamente, lo primero que debe hacer un sacerdote cuando inaugura su ministerio pastoral en una parroquia es observar y tratar de conocerla sin prisas. Utilizando términos coloquiales, de ninguna manera puede entrar en la parroquia como un elefante en una cacharrería. Es seguro que los sacerdotes anteriores han hecho muchas cosas buenas y han dejado una huella profunda en la feligresía. Desde luego que es una praxis fatal comenzar haciendo obras, sobre todo si son innecesarias. No sería mal criterio consultar con el Arcipreste o con el Vicario Episcopal los pasos a dar, sobre todo cuando la cuestión a modificar es de alguna importancia o puede herir susceptibilidades. Tampoco sería un mal punto de partida, consultar con el Señor en la oración qué hacer, tanto en el orden pastoral como en el orden económico y administrativo. En todo caso sería muy aconsejable también consultar a los laicos que forman parte de los consejos de pastoral y de asuntos económicos. Y todo ello desde la humildad y la conciencia de que los laicos nos pueden ayudar mucho en nuestra labor pastoral. (12-11-2017)
La insistencia no es mía, es del Vaticano II. La frase, que es ciertamente redonda y muy bella, la toma el Concilio de un discurso del beato Pablo VI del 3 de febrero de 1965. El Papa y el Concilio se basaban en el himno a Cristo de la carta de san Pablo a los Colosenses (1,15-20), donde el apóstol destaca la preexistencia de Cristo como imagen del Dios invisible, su intervención en la creación del mundo, su primacía sobre el cosmos, la reconciliación de la humanidad con Dios por su misterio pascual, y la constitución de Cristo como cabeza de toda la creación. Lo que san Pablo pide de nosotros es reconocer y acoger en nuestra vida la soberanía de Cristo, en los pensamientos, palabras y obras, de manera que él sea el rey y señor de nuestras vidas. No podemos perder ese centro ni sustituirlo por los ídolos del egoísmo, el placer o el dinero. El Catecismo de la Iglesia Católica declara que «la afirmación del señorío de Jesús sobre el mundo y sobre la historia significa también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino a Dios Padre y al Señor Jesucristo» (n. 450). Él colma todas las aspiraciones del corazón humano. Esa es la experiencia de muchos de nosotros. Es la experiencia de san Agustín, que escribe en sus Confesiones: Nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti. (05-11-2017)
No es la primera vez que me hacen esta pregunta. Durante mis años de servicio a Toledo y Córdoba viví en pisos sencillos y funcionales. Ya en Sevilla viví un año en un apartamento en el Seminario. Pronto me convencí de que debía vivir en el palacio. Cada día perdía mucho tiempo yendo mañana y tarde para cumplir con mi misión. Situado en el centro de la ciudad, allí están los despachos de los Vicarios, la Secretaria General, la Administración diocesana, las Delegaciones, el Tribunal, el Archivo y demás servicios diocesanos con los que debo estar en contacto diario. Allí está la capilla en la que celebro la santa Misa para los fieles más diversos con alguna frecuencia. Allí está también la sala de visitas, donde recibo a personas y grupos que no podría atender en un piso. Por otra parte, es bien conocida la riqueza patrimonial de nuestro palacio. Sin estar habitado es seguro que todo se iría deteriorando. El espacio que yo habito se reduce a un despacho y un dormitorio, menos de sesenta metros en total. El personal que atiende mi casa es mínimo y modesto, dos muchachas ecuatorianas, con las que comparto la mesa todos los días en un clima de familia. La fidelidad a mis orígenes humildes y a mis raíces los mantengo en mi vida diaria con naturalidad, como cuando regreso a mi modesto piso de 70 metros en Sigüenza. Afirmar que es más evangélico vivir en un piso que en un palacio lo considero un tanto demagógico. Por lo demás, no tengo conciencia de estar dando un antitestimonio o de faltar a la virtud de la pobreza evangélica. (29-10-2017)
Está usted en lo cierto. Este año hemos tenido, por desgracia, varias secularizaciones. Nuestra Archidiócesis no es un caso excepcional. Sucede últimamente también en otras Diócesis, cosa que no nos consuela, y que interpela al Seminario y la formación que imparte o ha impartido en el pasado. Interpela también a los obispos y a los organismos diocesanos en cuanto al acompañamiento que prestamos a los sacerdotes. ¿Cómo vivimos los obispos estas situaciones? Respondo diciendo que con mucho dolor, dolor que sienten también nuestros hermanos sacerdotes. En todos los casos, luchamos para conjurar el final, pero probablemente cuando nos es dado poder actuar, ya no hay remedio. Quiero decir a la persona que formula la pregunta que todo ello se debe en primera instancia a que ella y yo no rezamos suficientemente por la perseverancia y la fidelidad de los sacerdotes. Quiero decirle también que aquí juega un papel determinante la libertad personal y en muchos casos el activismo y la desvitalización espiritual, la huida de la oración y el olvido de los medios sobrenaturales ordinarios. Así me lo ha manifestado con mucha sinceridad más de un sacerdote antes de marchar. El cultivo de los medios sobrenaturales es lo que a sacerdotes y laicos nos mantienen frescos y fieles en nuestros compromisos. Invito a todos a rezar cada día por la santidad de los sacerdotes, la perseverancia de los seminaristas y a pedir al Señor que nos conceda muchas, generosas y santas vocaciones que nos permitan mirar con esperanza el futuro de nuestra Iglesia diocesana. (22-10-2017)
La coronación de una imagen de la Santísima Virgen tiene un profundo significado espiritual. La Iglesia corona las imágenes más insignes de la Virgen porque después de su asunción, María fue coronada por la Santísima Trinidad como reina y señora de todo lo creado. Esta verdad, creída siempre en la Iglesia, hunde sus raíces en la Palabra de Dios. El libro de los Salmos anuncia proféticamente la entronización de María, enjoyada con oro, a la derecha de su Hijo en la gloria celestial (Sal 44,11). El Apocalipsis, por su parte, cierra sus alentadoras visiones dirigiendo nuestra mirada a María, la «mujer vestida de sol, con la luna por pedestal y coronada con doce estrellas» (Apoc 12,1). El primer requisito para coronar una imagen de la Virgen, según el Ceremonial de los Obispos, es que la imagen que se pretende coronar goce de cierta popularidad y sea objeto de una gran devoción de los fieles, y que el lugar donde se venera sea sede y centro de un genuino culto litúrgico y de un activo apostolado cristiano. El móvil de la coronación nunca puede ser el prestigio de una determinada institución o corporación o el mimetismo con otras instituciones similares. (15-10-2017)
Ya respondí a una pregunta semejante en el mes de abril. La Archidiócesis de Sevilla no es el Banco de España. Tampoco tenemos deudas ni créditos pendientes. Es ingente y riquísimo el patrimonio mueble e inmueble. Ello exige un esfuerzo económico muy grande. Es cierto que no tenemos ayuda de la Administración autonómica desde 2010. Contamos con los fondos que nos llegan de la Conferencia Episcopal, vía IRPF, la ayuda bien significativa del Cabildo de nuestra Catedral, que tanto agradezco, la ayuda puntual de algunos ayuntamientos, de la Fundación La Caixa, algunos legados y testamentos, y la ayuda de los fieles, que suelen ser muy generosos cuando se trata de la conservación y restauración de sus templos y ermitas, que aparte de ser los monumentos más bellos de nuestros pueblos, representan la suma de sus raíces religiosas, históricas y culturales. Confío en mantener nuestro patrimonio con nuestros propios fondos, con la ayuda de los fieles y del mecenazgo privado, si algún día tenemos una ley de mecenazgo a la altura de los países de nuestro entorno. Espero no tener que vender edificios religiosos. Nunca lo he hecho en los más de veinte años de obispo, y espero no tener que hacerlo. (08-10-2017)
Le diría que la fe en Jesucristo es un manantial inagotable de alegría, de gozo recrecido y rebosante, de esperanza, de sentido para nuestra vida y de una insospechada plenitud. Le diría también que inicie la experiencia del trato personal con Jesucristo. La fe en Él y la oración son fuente de firmeza, de seguridad y de consistencia para todos. En este sentido nos dice el papa Francisco: «No es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo… Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrar un sentido a todo» (EG 266). Él es el camino, la verdad y la vida del mundo. Él es, en frase feliz del Concilio Vaticano II, «el centro de la humanidad, el gozo del corazón humano y la plenitud total de sus aspiraciones» (GS 45). Como nos dijera el Papa Benedicto XVI, en la inauguración de la Asamblea del CELAM, en Aparecida (Brasil) en mayo de 2007, nosotros los cristianos sabemos mejor que nadie que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro para el mundo. Él “es la respuesta total, sobreabundante y satisfactoria a las preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida, la dignidad humana, la felicidad, la justicia y la belleza”. (01-10-2017)
No tengo condiciones de profeta, pero no creo que haya una modificación sustancial de la disciplina del celibato. Estoy convencido de que este modo de vida es un tesoro para la Iglesia. Es también un don y un carisma, que quienes lo reciben, deben vivir con gratitud y fidelidad, apoyados en la gracia de Cristo, que robustece con la fuerza de su gracia la fragilidad humana. Como dijera el Concilio Vaticano II, el celibato es signo y estímulo al mismo tiempo de la caridad pastoral, y fuente de fecundidad espiritual y apostólica. No está exigido por la naturaleza misma del sacerdocio, como lo demuestra la disciplina de las iglesias orientales católicas. Con todo, el celibato está muy en armonía con el sacerdocio. Jesús fue célibe. Los sacerdotes, identificados con Jesucristo y configurados con Él por la ordenación, deben vivir como Él. Consagrados y unidos a Él con un corazón indiviso, se entregan más libremente, en Él y por Él, al servicio de Dios y de los hombres sin ningún tipo de impedimentos ni trabas. Renunciando a la paternidad humana, se convierten en padres de los fieles encomendados a su ministerio. Se convierten además en signos vivos y anticipo del mundo futuro. (24-09-2017)
No conozco bien la peregrinación al Rocío porque no he tenido ocasión de hacerla en las vísperas de Pentecostés, aunque sí en otras ocasiones. Por el testimonio de muchas personas y también de los dos últimos obispos de Huelva, tengo la impresión de que los excesos que hubo en el pasado, en buena medida han decrecido, de modo que una inmensa mayoría de los romeros acuden al Rocío movidos por el amor a la Virgen, que ocupa un lugar decisivo en el misterio de Cristo y de la Iglesia, y que, en consecuencia, tiene que ocupar un lugar central en nuestro corazón y en nuestra vida cristiana. El camino del Rocío en muchos casos es un verdadero camino penitencial, por el esfuerzo y el sacrificio que conlleva. Para muchos es un camino de conversión y de encuentro con Jesucristo de la mano de su Madre, la Santísima Virgen. Son miles los romeros que inician la jornada rezando el Ángelus, que se confiesan, que terminan el día rezando el Rosario, oyendo Misa y comulgando. Son numerosos los que cumplen en el camino al Rocío el precepto de la Iglesia de confesar y comulgar al menos en Pascua florida. Son muchos los que aseguran que vuelven del Rocío renovados y con deseos de ser mejores cristianos. Todo esto no se puede menospreciar. Sería una temeridad. (17-09-2017)
En absoluto. No conozco un solo caso de un adolescente o un joven que no haya podido ingresar en el Seminario por motivos económicos. Se dan casos de seminaristas, cuyas familias no pueden costear los estudios de sus hijos seminaristas. En estos casos, el propio Seminario y, si es necesario, la Archidiócesis, salen al paso de su necesidad aportando los recursos precisos para que ni una sola vocación se pierda por carencia de medios. Gracias a Dios, contamos con la colecta Pro-Seminario en torno a la solemnidad de san José. De tanto en tanto, contamos también con testamentos y legados que nos ayudan en este sentido. Son también muy generosas muchas Hermandades que están convencidas de que el Seminario es el corazón de la Archidiócesis y cada año destinan cantidades importantes al Seminario y a la formación de los seminaristas. Para todos ellos mi gratitud por su sobresaliente sensibilidad eclesial. (10-09-2017)
No sé si es una práctica generalizada. Si lo fuera, sería una lástima, puesto que como usted bien dice, hemos de trabajar en sintonía y en comunión. Hoy nadie discute la necesidad y hasta la urgencia de las programaciones pastorales de ámbito diocesano. Abrió el fuego en este sentido la Conferencia Episcopal en el año 1973, año en que fue aprobado su primer Plan Pastoral. A partir de entonces, las Diócesis comenzaron a trabajar con este espíritu y con esta metodología. Con los Planes Pastorales tratamos de detectar las necesidades más profundas de nuestras comunidades y de articular en torno a un objetivo central y unos objetivos específicos los múltiples esfuerzos pastorales de las Vicarías, las Delegaciones diocesanas, los Arciprestazgos, las Parroquias, los Religiosos que trabajan en las Diócesis y los movimientos y asociaciones presentes en nuestras Iglesias particulares. Al remar todos en la misma barca, con la misma intensidad y en la misma dirección, evitamos el peligro de la improvisación, de la atomización y de la dispersión. Ello es garantía además de eficacia pastoral y cauce de comunión en el ámbito diocesano. (03-09-2017)
Personalmente estoy convencido de la fuerza evangelizadora de la piedad popular. Una imagen siempre impresiona, interpela, enseña y toca el corazón. Personalmente tengo el máximo respeto por las Hermandades, pero no me parece que podamos dejar al arbitrio de cada una la celebración de sus cultos externos, sus salidas extraordinarias o las dimensiones de sus salidas ordinarias. La autoridad eclesiástica tiene legitimidad para establecer las condiciones para la celebración del culto externo, su carácter, su dignidad y frecuencia. Como es bien sabido, en la ciudad de Sevilla y en los pueblos y ciudades de la archidiócesis hay un número crecido de Hermandades, en conjunto más de seiscientas. Nadie podrá negar que en los últimos años se han incrementado desmesuradamente los cultos de puertas a afuera de los templos. Ello exige una regulación prudente, pues cuando lo extraordinario se convierte en ordinario, se trivializa. Por otra parte, se crean dificultades a las autoridades, que han de multiplicar los servicios públicos. Se crean además incomodidades para la población, que pueden provocar hartazgo y rechazo. Tengo la impresión de que la opinión pública en general y buena parte de la prensa han acogido las normas diocesanas sobre viacrucis y salidas extraordinarias con comprensión y respeto. (30-07-2017)
Mi relación es excelente. No puede ser de otra manera. Se trata de un Seminario Diocesano, erigido por el arzobispo y bajo su jurisdicción. No es un ente autónomo, que funciona por libre. Por otra parte, los seminaristas acuden a clase al Centro de Estudios Teológicos con los seminaristas del Seminario Metropolitano, con los que tienen una relación franca y fraternal. Cuando se ordenan, quedan incardinados en la archidiócesis de Sevilla con todos los derechos y deberes, sirviéndola durante unos años antes de ser destinados a la misión ad gentes en las distintas partes del mundo. Yo lo solicité a Kiko Argüello, con el apoyo del Consejo del Presbiterio, y cuando nos lo concedieron, lo acogí con gratitud como una gracia de Dios. Los alumnos del Redemptoris Mater incrementan el número de los alumnos del Centro de Estudios Teológicos. Por nuestra parte, necesitamos sacerdotes vinculados al Camino Neocatecumenal, para atender a las numerosas comunidades que, gracias a Dios, tenemos en la archidiócesis, que son para muchos fieles camino de conversión, de formación y de vida cristiana. (23-07-2016)
Pues, sí. La Santa Sede publicó el 8 de abril de 2014 una carta circular dirigida a todas las Conferencias Episcopales del mundo sobre este tema. Yo mismo publiqué una carta semanal, glosando la primera el 5 de julio de 2015. Confieso que el éxito de mi escrito ha sido escaso, a la vista de lo que yo contemplo en mis visitas a las parroquias. Pedía entonces que entre todos tratáramos de mejorar la praxis existente en tantos lugares, moderando los excesos que generan confusión en la asamblea litúrgica momentos antes de la comunión, en los que el recogimiento debe ser máximo. Pedía también que el rito de la paz se practique con la mayor mesura, sin crear confusión ni demasiado movimiento durante la Misa, cosa que sucede en muchos lugares. Pedía además que se omitan los cantos alusivos a la paz que no están previstos en el Misal Romano y que muchas veces ralentizan o rompen el ritmo de la celebración. Con el documento vaticano en la mano desaconsejaba también el desplazamiento de los fieles a lo largo y ancho del templo para intercambiar deseos de paz y que se evite que en algunas solemnidades o celebraciones particulares como los bautismos, las primeras comuniones, las confirmaciones y los matrimonios, ordenaciones y funerales, el rito de la paz se convierta en una ocasión más para extender felicitaciones o pésames. Dios quiera que en esta ocasión mi parecer, bien fundamentado, tenga mejor fortuna y poco a poco vayamos recuperando la dignidad y la mesura del rito de la paz. (16-07-2017)
Efectivamente, en las Orientaciones pastorales que entregamos a la Diócesis en la clausura del Año de la Misericordia se nos marcan las líneas de trabajo prioritarias para este quinquenio: en primer lugar, fortalecer el tejido comunitario, trenzando una red de comunidades unidas por la comunión y la fraternidad, que tratan de vivir, como las primeras comunidades cristianas, un estilo de vida alternativo al que nos brinda la cultura secularizada. Pretendemos en segundo lugar, seguir potenciando la pastoral de la iniciación cristiana, hoy imprescindible, redescubriendo el catecumenado de acuerdo con el Directorio Diocesano, que tantos frutos está ya produciendo. En tercer lugar, apreciar y reconocer la riqueza de la piedad popular, acompañando y cuidando a nuestras Hermandades y Cofradías, verdadero camino de vida cristiana para muchos fieles. En cuarto lugar, hemos de seguir fortaleciendo la dimensión social de la evangelización, sirviendo a los pobres y a los que sufren, como ha venido haciendo nuestra Iglesia desde siempre, pero especialmente a lo largo de la crisis. Por último, nos proponemos también seguir avanzando en la conversión personal y en la conversión misionera de los evangelizadores, sacerdotes, diáconos, consagrados y laicos, todos bien asentados en el Señor, la roca que da firmeza y garantías de futuro a nuestra vida apostólica. (09-07-2017)
Efectivamente, las Diócesis españolas, siguiendo una directriz de la Conferencia Episcopal y amparándonos en las leyes hasta ahora vigentes, hemos inmatriculado gran número de templos, ermitas, casas rectorales, seminarios, conventos, etc. Ese es el caso de los edificios que usted menciona. Por lo que respecta a las hermandades, en algunos casos complejos, desde la Archidiócesis se ha prestado el asesoramiento jurídico necesario para que entidades canónicas como estas corporaciones pudieran acceder al Registro de la Propiedad de acuerdo con los títulos que poseen, algunos muy antiguos, y de conformidad con la leyes registrales vigentes en cada momento. Por lo demás, hemos inmatriculado aquellos edificios de los que tenemos títulos objetivos, de carácter histórico y jurídico. Conozco bien los casos de las catedrales de Córdoba y Sevilla y me atrevo a pronosticar que ni las actuales leyes europeas, ni las nacionales, ni las autonómicas, aplicadas con justicia, con verdad y rigor, permitirán nunca arrebatar a la Iglesia la titularidad de sus edificios, que por cierto han sido creados, conservados y cuidados con mimo por la Iglesia a través de los siglos, permitiendo que llegaran hasta nosotros. (02-07-2017)
No voy a tomar ninguna decisión al respecto, puesto que el problema es más aparente que real. Estimo con fundamento que hoy todo el mundo puede acceder a un proceso de nulidad. No se puede decir que tal proceso sea carísimo. Las tasas son muy modestas y asequibles a todos. Es posible además acogerse a la justicia gratuita cuando quien inicia un proceso puede demostrar que carece de medios económicos. En nuestro Tribunal Metropolitano el 50% de los procesos son gratuitos. Los procesos se encarecen por las tasas de los abogados y de los peritos, a pesar de la vigilancia que ejercen las autoridades del Tribunal. Lo importante y decisivo en un proceso de nulidad no son las referidas tasas, que son asequibles a todos. Lo importante es que haya fundamento para que el tribunal declare que el matrimonio nunca existió a pesar de las apariencias, de modo que no se puede decir que la Iglesia anule un matrimonio, sino que declara que tal matrimonio aparente nunca existió. (25-06-2017)
La Iglesia tiene derecho a tales ayudas puesto que sus bienes culturales constituyen una parte importantísima del patrimonio artístico nacional y el Estado debe velar por él. La Iglesia lo fue creando con sus propios medios y con la ayuda de las fieles y ostenta legítimamente su titularidad. Los poderes públicos deben ayudar a la Iglesia a mantener su patrimonio declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Esas ayudas no deben tener contrapartidas que desvirtúen el carácter sagrado de esos monumentos, por ejemplo destinando los templos restaurados con ayudas públicas a fines impropios, sino solamente a fines compatibles con su sacralidad y siempre con tino y prudencia. Dichas ayudas tampoco deberían suponer una hipoteca para la libertad de la Iglesia. En este caso sería preferible prescindir de ellas, si suponen una dependencia o enfeudamiento con los poderes públicos. Personalmente estoy convencido de que los fieles siempre nos van a ayudar, pues ven en sus templos la síntesis de sus raíces religiosas, históricas y culturales. Esa es mi experiencia. Confío también en una futura ley de mecenazgo a la altura de lo que España necesita y se merece por el volumen de su patrimonio artístico. (18-06-2017)
Es evidente que hoy muchos cristianos, incluso practicantes, están bautizados pero no han sido evangelizados. Muchos de nuestros niños ya no reciben ningún tipo de formación religiosa en el hogar, lo cual no deja de ser una tragedia. Hoy las cosas han cambiado mucho y la situación es muy distinta a cuando lo religioso estaba suficientemente protegido por un ambiente esencialmente cristiano. La ignorancia religiosa y el desinterés han crecido entre nosotros con una velocidad que pasma. Por ello, el primer anuncio es más urgente que nunca. Personalmente apoyo todos los esfuerzos que están haciendo los sacerdotes por anunciar el kerigma por los más diversos medios. Apoyo y valoro la tarea que en este sentido realizan el Camino Neocatecumenal y los Cursillos de Cristiandad, dos realidades bien consistentes en nuestra diócesis, que el Arzobispo u su Obispo auxiliar bendecimos y apoyamos, como apoyamos fuertemente la aplicación del Directorio Diocesano de la Iniciación Cristiana, que con la ayuda de Dios se va afianzando en nuestra Archidiócesis. (11-06-2017)
En relación con la primera pregunta, tengo que decir que estoy muy de acuerdo con el uso de los medios maravillosos que la técnica del hombre ha puesto en nuestras manos. Se ha dicho que si san Pablo viviera ahora utilizaría todos los medios tecnológicos que nosotros tenemos a nuestro alcance, con el objetivo de llevar a Jesucristo a sus hermanos. Por mi parte aliento el uso de estos medios y apoyo todos los ensayos que se están haciendo en este orden de cosas. Por lo que respecta a la segunda pregunta, tengo que decir que las redes sociales son un instrumento muy aprovechable y fecundo, si se utilizan para el bien. Si, por el contrario, se utilizan para el insulto, la calumnia o la descalificación, me parecen instrumentos perversos. Ignoro si esta es una praxis habitual en el mundo de las Hermandades. Seguro que no. Si lo fuera, pediría a estos hermanos que sus relaciones no pivoten sobre este modo de relacionarse y sí sobre la fraternidad y la comunión, que es lo propio de estas instituciones. (04-06-2017)
Estoy convencido de que el Camino Neocatecumenal es un instrumento providencial en el marco de la Nueva Evangelización y ha sido reiteradamente alentado y apoyado por los Papas desde Pablo VI al Papa Francisco. No hace mucho me entregaron un documento auténtico con el pensamiento del Papa Francisco sobre el Camino y Kiko su iniciador. Fue redactado por un obispo centroamericano después de una reunión con el Papa en la Visita ad Limina, en la que los obispos le preguntaron por esta realidad eclesial. La respuesta del Papa no pudo ser más encomiástica, subrayando el mucho bien que el Camino está haciendo en la Iglesia. Hace dos meses, un matrimonio sevillano, bien conocido por mí, con sus cinco niños y un sexto en camino han marchado a Japón, dejándolo todo para anunciar a Jesucristo en aquel país. En estos momentos son miles las familias en misión en todo el mundo, y en la vieja Europa y América Latina el Camino se está acercando cada día a los alejados, a los que marcharon de la Iglesia y a los que nunca han estado en ella. Para todos ellos mi admiración, mi gratitud y mi oración.(28-05-2017)
La pregunta es pertinente, porque efectivamente en el postconcilio en algunos casos se retiraron imágenes a desvanes y trasteras, a la búsqueda de una iglesia más sencilla y menos barroca. En otros casos se quería subrayar el cristocentrismo en la piedad de los fieles, que no debería distraerse en el culto a los santos. Yo soy testigo de ello por mi servicio al patrimonio cultural durante muchos años. Al mismo tiempo, en las nuevas construcciones de templos se prescindió de las imágenes casi totalmente. Gracias a Dios hoy las cosas han cambiado para bien de la piedad y devoción de los fieles. Por otra parte, se estima que la pintura, la imaginería, los retablos, la orfebrería y los textiles pueden ser aprovechados para la evangelización y la catequesis, sobre todo si son obras hermosas, pues la belleza material es siempre camino de encuentro con la belleza inmaterial que es Dios, como tantas veces nos ha repetido el papa Benedicto XVI al hablarnos de la via pulchritudinis. Como escribiera san Juan Damasceno en su sermón segundo sobre las imágenes, estas son como un lazarillo “que nos lleva de la mano hasta Dios”. (21-05-2017)
Desde mi llegada a Sevilla he insistido a los sacerdotes por activa y por pasiva, de palabra y por escrito, sobre la necesidad de que las iglesias estén abiertas todas las horas posibles para favorecer la piedad eucarística, acompañando y visitando al Señor. También les he pedido que den facilidades a los fieles para poderse reconciliar con el Señor y con la Iglesia en el sacramento del perdón. Los fieles tienen derecho a que sus sacerdotes estén disponibles para oír confesiones en horarios que sean conocidos por todos. Tengo la impresión de que algo estamos mejorando. En este sentido ha sido muy benéfico el Jubileo de la Misericordia. De cualquier forma, en Sevilla los fieles tienen la oportunidad de confesarse en San Onofre, en la catedral, en la iglesia del Señor San José, en el Santo Ángel y en no pocas parroquias en las que los sacerdotes se toman muy en serio su principalísimo deber de oír confesiones, algo que yo les agradezco profundamente, pues como nos dijera san Juan Pablo II, la confesión es manantial de fidelidad y de santidad. (14-05-2017)
Respondo al interpelante diciéndole que toda la Santa Misa, y sobre todo, la plegaria eucarística y el resto las oraciones, están dirigidas a Dios Padre, por Jesucristo, en el Espíritu Santo, es decir, toda la celebración se hace “coram Deo” (cara a Dios). El protagonismo del sacerdote viene dado por su ministerio. En efecto, cuando está presidiendo la Santa Misa actúa en la persona de Cristo. En cuanto a la cuestión espacial, es decir, si la celebración debe hacerse vueltos hacia oriente o hacia la Cruz o hacia el Sagrario, me remito a la Ordenación General del Misal Romano, 299, recientemente publicado en español, que entró en vigor el pasado día 4 de marzo. Allí leemos que “el altar se ha de construir separado de la pared, de modo que se le pueda rodear fácilmente y celebrar de cara al pueblo”. Las declaraciones del señor Cardenal Robert Sarah en Londres, han de ser completadas con el Comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede titulado “Algunas aclaraciones sobre la celebración de la Misa” del 11 de julio de 2016 donde se lee que «algunas frases suyas [del señor Cardenal] han sido erróneamente interpretadas como si anunciaran nuevas indicaciones que difiriesen de las dadas actualmente en las normas litúrgicas y en las palabras del Papa sobre la celebración de cara al pueblo y sobre el rito ordinario de la misa”, añadiendo que “no están, por lo tanto, previstas nuevas directrices litúrgicas a partir del próximo Adviento como alguno ha deducido impropiamente de algunas palabras del cardenal Sarah. Quiero añadir que el sacerdote “se halla al servicio de la Sagrada Liturgia y no le es lícito añadir, quitar, ni cambiar nada según su propio gusto en la celebración de la Misa” (Ordenación General del Misal Romano, 24). (07-05-2017)
Mi respuesta es muy sencilla: no veo por qué una persona que no ha provocado, ni querido, ni solicitado el divorcio y que no ha emprendido después otra unión, pueda sentir esa sensación. Es evidente que puede participar activamente en la vida de la Iglesia y recibir la comunión eucarística, que es sustento y alimento de nuestras almas. Usted probablemente necesita más que otros el vigor y la fuerza interior que le brinda el pan eucarístico, para mantener la esperanza y para vencer las dificultades del camino. Conozco muchos cristianos que son víctimas de separaciones o divorcios no queridos, que están plenamente insertados en la vida de la Iglesia, colaborando en la catequesis, en la pastoral de la salud, en el voluntariado de Cáritas o en la pastoral litúrgica. A todas ellas les agradezco los servicios estupendos que prestan a la Iglesia. Ni la doctrina ni la praxis de la Iglesia imponen mermas de los derechos de un fiel católico en estas circunstancias. Por ello, invito a las personas que viven en esta situación a no considerarse ni marginadas ni excluidas de la vida de la Iglesia, de su culto y su apostolado. Los Delegados diocesanos de Familia y Vida mantienen reuniones periódicas con un grupo de estas personas, para ayudarles a vivir su fe y su situación con esperanza. (30-4-2017)
21 comentarios
Me parece ilicitp que se cobren por los sacramentos y que el cura haga y desaga lo que le de la gana en la iglesia. Quiero denunciar este acoso de mi pueblo en sevilla. Donde lo puedo hacer
Buenos días Mara. Puede escribir a secretariageneral@archisevilla.org. Un saludo.
Claro, tienes que ser tu la que hagas y desagas en la iglesia, y todo gratis y a tu gusto. Si es que no te entienden. Fíjate, con la de dinero que da la gente en la colecta del domingo y te piden por un bautismo y un matrimonio…
Pepe, hay un obispo, que debe estar muy mal de la cabeza, porque ha usado casi los mismos términos. Jorge Mario Bergoglio. Nombrado para Roma. Es más, las parroquias que frecuento, incluida la mía, solamente dan un sobre al que se empeña y no miran lo que echan dentro. eso sí, las sostenemos lo feligreses. De hecho, por los sacramentos recibidos en mi parroquia, por certificados y documentos, no hubiera pagado un céntimo jamás, frente a lo que me sale al cabo del mes.
No explican las cosas. Se debe mantener la conservación de los templos: limpieza, luz, etc por quienes los utilizan. Si explicaran bien las cosas se entenderían. Pero en los clérigos es pedir peras al olmo.
leo que hay cursos de pastoral penitenciaria. Qué significa y cuál es el contenido? En el evangelio no está claro ese concepto.
Buenos días Miguel. Puede ponerse en contacto con la Delegación diocesana de Pastoral Penitenciaria para conocer el contenido de dichos cursos. El correo electrónico es p.penitenciaria@archisevilla.org. Gracias por su interés. Un saludo
A qué preguntas responde el Arzobispo? Si se ofrece en esta página a contestar, por qué las ignora y solamente comunica que muchas gracias por la pregunta. La respuesta parece que «está en el viento». O son comprometidas y es mejor dejarlas en el olvido? Por favorrrr!!!
Buenas tardes Miguel. Desde la Delegación diocesana de Medios de Comunicación trasladamos al Sr. Arzobispo todas las preguntas que se le formulan. Indicarle que la decisión final acerca de las preguntas que son contestadas por el Sr. Arzobispo corresponde, como no podía ser de otra manera, a él mismo. Son numerosas las cuestiones que llegan al Sr. Arzobispo por ésta y otras vías, y mons. Asenjo va dando cumplida respuesta a las que considera oportunas a través de la sección ‘El Arzobispo responde’ de la revista diocesana ‘Iglesia en Sevilla’. Una vez aparecen en la revista, se publican en esta sección de la web diocesana. Agradecemos su interés y quedamos a su disposición para cualquier consulta que desee hacernos. Atentamente.
Le deseo muchísimas felicidades!! Rezo todos los días por sus intenciones, un saludo, Ana Pellon (la de Mazarete)
Buenas María Dolores. Puede escribirnos a iglesiaensevilla@archisevilla.org y enviaremos su comentario a quien corresponde. Un saludo.
Buenos Días. Una pena que la mayoría acuda a estos foros para denostar la labor de la Iglesia y sus párrocos. No olvidemos que son personas, como nosotros, con sus virtudes y pecados y que podremos ayudar más desde la corrección fraterna que desde el escarnio público. Ánimo y enhorabuena por la inmensa labor que llevan adelante.
No encuentro en la página la carta del Señor Arzobispo con motivo de la Coronación
Buenos días José Manuel. Se subirá próximamente, en este enlace. https://www.archisevilla.org/categoria/cartas-pastorales-arzobispo/
Hola hermanos , les saluda eduardo Vallejos Ciuti , soy de Chile , trabajo pastoralmente en Parroquia san agustín de concepción,dependiente del arzobispado de la Santísima concepción, me interesaría mucho contactarme con encargado del Proyecto Belen , el cual se estaría traspolando a través de la pastoral de la familia para ayuda de la mujer embarazada y peligro de aborto.Me encantaría poder recibir vuestra experiencia y apoyo para realizar una experiencia en esta Iglesia de Chile , en el Señor Jesús y el amparo de nuestra Madre Maria .Soy coordinador del proyecto belen .Bendiciones
Buenas, necesito copia de mi fe de bautismo y no sé dónde me bautizaron. Mi nombre es José García Rodríguez, nací el 23-01-1978, mis padres se llamaban Miguel y Carmen. Y siempre he vivido en Ecija, Sevilla
Buenos días. Para solicitar su partida de bautismo debe acudir a la parroquia donde se bautizó. Normalmente es la parroquia más cercana a su domicilio. Saludos.
Podemos, si de verdad estamos interesados, conocer a donde se destinan nuestras colectas de manera detallada. Las cuentas de cada parroquia de publican anualmente y son presentadas al arzobispado. Si asistimos a la misa dominical conoceremos que la mayor parte de las colectas van destinadas a la caritas parroquial, a Cáritas diocesana y otras muchas chas específicas. Si queremos saber, podemos informarnos.
Toda la información económica, incluido el ámbito parroquial, se publica anualmente en un volumen disponible en la sección PORTAL DE TRANSPARENCIA de esta web. El último informe está en esta dirección: https://docs.google.com/gview?url=https://www.archisevilla.org/?wpdmdl=100973
Además, puede informarse de forma más concreta en su propia parroquia.
Atentamente.
Btardes. Debo poner en V. conocimiento un tema en extremo delicado…
Les pido por amor de Dios, y si les tienen a bien,os pongáis en contacto conmigo. Que Dios os bendiga
Buenas tardes, puede escribirnos a iglesiaensevilla@archisevilla.org. Saludos.