Benedicto XVI, un coloso alemán en Roma

Benedicto XVI, un coloso alemán en Roma

Cuando el 19 de abril de 2005 el cardenal Ratzinger se convirtió en el papa número 265 de la Iglesia Católica bajo el nombre de Benedicto XVI muchos creyeron que su personalidad caracterizada por la sencillez y la humildad convertirían su pontificado en una sombra de la herencia dejada por su predecesor. Se equivocaron. Sus casi ocho años ocupando la cátedra de Pedro -hasta que se hizo efectiva su renuncia el 28 de febrero de 2013- nos han dejado abundantes frutos tanto en lo pastoral como en el plano intelectual. Le tocó lidiar con la burocracia vaticana realizando importantes reformas para abordar con soluciones ponderadas ciertos problemas intraeclesiales. Su estilo sereno, mesurado y templado alejado de todo histrionismo mediático no fue bien entendido por algunos. Sin embargo, su forma alemana de ejercer su ministerio sirvió para conducir a la Iglesia por los caminos que el Espíritu le sugería.

Su fama de intelectual viene de lejos cuando en la década de los años sesenta del pasado siglo actuó como asesor teológico del cardenal Josef Frings en el Concilio Vaticano II. Aquel joven teólogo empezó a destacar tanto por su conocimiento como por su capacidad argumentativa y expositiva llamando la atención de aquellos que lo oían o leían sus textos. Su ágil pluma y su agudeza especulativa lo han alzado a cotas intelectuales al alcance de muy pocos. Forma ya parte del acervo teológico de la Iglesia su prolífica literatura académica siempre atenta a la comprensión racional de la fe heredada de los grandes pensadores escolásticos. La presencia de la religión en la vida pública ha sido uno de sus temas preferidos, cuestión esta abordada tanto en su ejercicio como obispo de Roma como en su quehacer como teólogo. Para el recuerdo queda ya el diálogo mantenido con el filósofo Habermas el 19 de marzo de 2004 en la Academia Católica de Baviera en el que ambos disertaron precisamente acerca del lugar que la religión debe ocupar dentro de la sociedad.

Homilías, encíclicas, ensayos, monografías, artículos académicos… Todo esto constituye la herencia que aquel sacerdote alemán, convertido en pastor supremo de la Iglesia Católica, nos ha dejado. En la archidiócesis de Sevilla contamos desde hace poco con una Facultad de Teología. Su biblioteca, que es el corazón de este centro formativo, lleva desde el 13 de marzo de 2014, el nombre de Biblioteca Benedicto XVI cuando en una ceremonia privada, D. Luis F. Ladaria Ferrer, arzobispo secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe por aquel entonces la bautizó con el nombre de tan egregio pensador. En sus anaqueles se encuentra la obra completa de quien supo hacer de la teología una forma de alabar a Dios. Que la lectura y el estudio de sus páginas lleven a otros al conocimiento y a la alabanza de la divinidad.

Se fue el papa sabio. Ahora empieza su leyenda.

José Manuel Martínez Guisasola, director de la Biblioteca Benedicto XVI


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