Caminando en esperanza
Hoy comenzamos un nuevo Adviento, tiempo de esperanza. El Adviento es por antonomasia el tiempo de la esperanza. Al comenzar un nuevo año litúrgico, reavivamos esta actitud en el corazón y nos preparamos para celebrar la gran fiesta del nacimiento de Cristo Salvador. En esta primera semana de Adviento tendrá lugar el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular de Sevilla, que lleva por lema “Caminando en Esperanza”. Transcurridos veinticinco años desde el primer congreso, convocado por el recordado cardenal Carlos Amigo Vallejo, volvemos a recorrer juntos los caminos de la esperanza conscientes de que a lo largo del camino, mientras conversamos y discutimos, Jesús en persona se hará presente y caminará junto a nosotros como hizo con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 15). Hemos de permitir que nos abra los ojos para reconocerlo, y dejar que nos ayude a encontrar en Él mismo el sentido y la razón de nuestra esperanza en esta difícil pero apasionante etapa de la historia, que se nos concede vivir juntos.
Las hermandades están llamadas a entablar un diálogo profundo con los hombres y mujeres de hoy para llevar a Cristo a sus vidas; un diálogo fundado en una relación personal con el Señor Jesús, que se expresa en el encuentro con los hermanos. Esta debe ser su verdadera alma, y su misma identidad, que supone la entrega decidida a la evangelización y a la pastoral de la Iglesia. En efecto, la piedad popular ha de situarse en una relación estrecha con la misión y la transmisión de la fe, de manera que las hermandades puedan presentar un itinerario de fe que contribuya a que muchos abran la mirada a la belleza de la experiencia cristiana. El desarrollo de este congreso renovará en nosotros la llamada a ponernos en camino, “id al mundo entero y proclamad el Evangelio” (Mc 16,15), y la conciencia de que esta misión únicamente puede llevarse a cabo si es conocido el misterio de la fe, a través de una formación cristiana sólida.
Por otra parte, las hermandades han de ofrecer un testimonio creíble de vivencia de la fraternidad que les da nombre. Llevan inscrita la vocación de testimoniar la condición de “hermanos”, de ser una familia, “casa y escuela de comunión” (cf. Juan Pablo II, Novo milenio ineunte, 43). El motivo que nos reúne estos días es precisamente vivir un encuentro de hermandad, compartir las experiencias de cada uno, complementándose y enriqueciéndose mutuamente. Las hermandades son como células vivas, piedras vivas, un “modo concreto de sentirse parte de la Iglesia” (Documento de Aparecida, 264). Os pido que nunca os canséis de anunciar el Evangelio por medio del testimonio de la comunión, que seáis un verdadero pulmón de fe y vida cristiana, signo de la gran riqueza y de la variedad de expresiones en las que todo se reconoce en su unidad.
Y, por último, quiero insistir en la llamada a ser faros de caridad en medio de un mundo cargado de luces, sombras y desafíos. A lo largo de su historia, las hermandades han sido ejemplos de servicio y de amor, por medio de iniciativas con las que han procurado remediar situaciones de dolor y necesidad, situándose al lado de los más pobres y necesitados. La compasión es un camino privilegiado para construir la justicia, ya que, ponerse en la situación del otro, no sólo nos permite conocer sus fatigas, dificultades y miedos, sino también descubrir, dentro de la fragilidad que caracteriza a todo ser humano, su valor precioso y único, en una palabra, su dignidad.
Cada momento de la historia es un tiempo de Dios. Pido al Señor, por intercesión de Nuestra Señora de los Reyes, que el trabajo de estos días sea rico en frutos para nuestro compromiso en las hermandades, en la Iglesia, en la sociedad, y para nuestro camino de santificación, porque es la santidad la que hace crecer a la Iglesia y abre los corazones a la acogida del Evangelio.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla