Carta Pastoral ‘LIII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones’
Queridos hermanos y hermanas:
El domingo IV de Pascua, que hoy celebramos, es conocido como el domingo del Buen Pastor. El Evangelio nos presenta a Jesucristo como el pastor que llama y reúne a sus ovejas, las conoce por su nombre, las cuida, guía y conduce a frescos pastizales, busca a la oveja perdida y, en su inmolación pascual, da la vida por sus ovejas.
En este domingo celebramos también la LIII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. En ella se nos recuerda que en la tarea salvadora, que nace del misterio pascual, el Buen Pastor necesita colaboradores. A través de humildes instrumentos humanos, el Señor ha de seguir predicando, santificando, perdonando los pecados, sanando las heridas físicas y morales, consolando a los tristes, enseñando a los ignorantes y acompañando a quienes se sienten abandonados. Son las distintas vocaciones que el Espíritu suscita en su Iglesia para seguir cumpliendo la misión del Buen Pastor, viviendo como Él en castidad, pobreza y obediencia, al servicio del Pueblo de Dios.
En esta Jornada damos gracias a Dios por la vida y el testimonio de tantos sacerdotes y consagrados, que en el ministerio pastoral, en la oración, el trabajo y el silencio del claustro, en el servicio a los pobres y marginados, en el acompañamiento a los enfermos y ancianos y en la escuela católica están gastando generosamente su vida al servicio de Dios y de sus hermanos. Es incalculable la riqueza que aporta a la Iglesia el don del ministerio sacerdotal y de la vida consagrada en sus múltiples carismas e instituciones. Que en esta Jornada y siempre les acompañemos con el afecto y la oración para que sean fieles a la llamada recibida y el Señor nos conceda muchas, santas y generosas vocaciones para gloria de Dios y bien de la Iglesia.
En el mensaje del Papa Francisco para esta Jornada en el Año de la Misericordia, nos dice que “toda vocación en la Iglesia tiene su origen en la mirada compasiva de Jesús”. Tiene, pues, como punto de partida la misericordia de Dios que elige y llama. Pero el Señor quiere contar con nuestra colaboración. Por ello, invito a todos los fieles de la Archidiócesis a pedir insistentemente, hoy y todos los días, “al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Os pido también que os impliquéis en esta pastoral, que es tarea de toda la comunidad cristiana, especialmente de los sacerdotes, consagrados, catequistas, educadores y padres. Las familias cristianas han sido siempre el manantial del que han surgido las vocaciones. Un clima familiar sereno, alegre y piadoso, iluminado por la fe, y en el que se vive la comunión y la unidad entre sus miembros, favorece el florecimiento vocacional. De ahí la relación estrecha entre la pastoral vocacional y la pastoral familiar.
Me dirijo ahora a los sacerdotes y consagrados de nuestra Archidiócesis, a quienes urge antes que a nadie esta pastoral preciosa. Invitad a los jóvenes a plantearse su futuro vocacional, orad con vuestras comunidades por las vocaciones, y sobre todo, procurad que vuestra vida sencilla, entregada, pobre, casta y alegre, suponga una invitación tácita para que muchos jóvenes se decidan a seguir nuestra vocación.
Me dirijo también a los jóvenes de nuestra Archidiócesis. Queridos jóvenes: Estáis viviendo una etapa trascendental, en la que tratáis de diseñar vuestro futuro. Yo os propongo un camino apasionante y fecundo para vuestra realización personal: seguir a Jesús en el sacerdocio o en la vida consagrada. Como san Pablo después de su conversión, preguntad también vosotros al Señor: “¿Qué quieres que haga?”, ¿qué quieres que haga con la vida que me has regalado?, ¿qué quieres que haga por Ti?, y mostradle vuestra entera disponibilidad, sin planes previos y con una gran confianza.
Un joven cristiano no planifica su futuro sin contar con Jesús. Las grandes decisiones sobre nuestro futuro hemos de tomarlas con Él, con espíritu de fe, obediencia y amor, arriesgándonos a ponernos a su alcance para que Él tome y conquiste nuestra vida, la convierta, posea y oriente al servicio del Evangelio, de la Iglesia y de los hermanos. Esta es la única forma de acertar. Esta es la puerta estrecha que da acceso a la felicidad, de la mano del Señor y guiados por su Espíritu. Es la mejor forma de emplear la vida, dignificada por la llamada del Señor, guiada y poseída por Él, y abierta a los hermanos con su mismo amor.
Él nos ha dicho que “no hay amor más grande que el de aquel que da la vida por sus amigos”. Él ha prometido recompensar con el ciento por uno a quien entregue su vida por Él y por el Evangelio. A Él le pido que os conceda corazón generoso, oído de discípulo y labios de mensajero para que Cristo sea conocido y amado.
Antes de terminar, quiero anunciar que la Delegación Diocesana de Pastoral Vocacional, con el Seminario Metropolitano, quiere crear una Red de oración por las vocaciones sacerdotales, es decir una red de personas que en cada parroquia o comunidad, se compromete a rezar un día semanalmente por esta intención, respondiendo al mandato del Señor: “Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Lc 10, 2).
Todos los cristianos de la Archidiócesis estáis invitados a rezar por las vocaciones sacerdotales, los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos; las parroquias, movimientos, asociaciones, familias, comunidades religiosas, institutos seculares y monasterios; los niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos.
En la página web del Seminario encontrareis un enlace para apuntaros. La iniciativa comenzará a funcionar en torno al 22 de abril, fecha en la que tendrá lugar en el Seminario Metropolitano un acto de oración por las vocaciones. La finalidad es pedir al Señor que siga tocando el corazón de los jóvenes y que estos respondan con generosidad, pues nuestra Iglesia de Sevilla necesita muchos, generosos y santos sacerdotes.
Deseando que esta iniciativa produzca abundantes frutos vocacionales, a todos os envío mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina Arzobispo de Sevilla