‘Chute de fe’ en Cabo Verde
Veintiún días en Cabo Verde dan para mucho. Y si el objetivo del viaje es conocer de primera mano las necesidades más acuciantes de la población nativa, personas con rostros e historias por las que pedimos oraciones, la estancia termina poniendo en jaque los valores y convicciones de los jóvenes que han participado en esta experiencia llevada a la práctica durante el mes de julio por la Pastoral Universitaria, la Delegación de Misiones y el Seminario Metropolitano.
Tres fueron las propuestas que la Pastoral Universitaria (SARUS) ofreció a los jóvenes este verano. Un campo de trabajo en colaboración con Cáritas y Pastoral Juvenil, la participación en la Peregrinación Europea de Jóvenes (PEJ) a Santiago de Compostela, y una vivencia misionera en Cabo Verde. Todas ellas “muy edificantes para los jóvenes”, según destaca Pablo Guija, delegado de Pastoral Universitaria. Centrado en lo vivido en cabo Verde, Guija subraya que “ha permitido poner rostro, nombre e historia a los miembros de la Iglesia por los que siempre rezamos, la Iglesia universal, pero que se quedan en el anonimato”. Destaca que ha supuesto una posibilidad de “salir de nuestro círculo de confort para confrontarnos con la sencillez, incluso vivir rodeado de pobreza, y descubrir cómo el hambre de Dios es quizás el principal hambre”. De hecho, los participantes han descubierto a gente que, desde su sencillez, querían compartir la fe y crecer en la misma. “Para los jóvenes ha sido un choque de realidad y, al mismo tiempo, un chute de fe”, apunta.
Un compromiso permanente
Estas vivencias han servido para comprender que “nuestra ayuda no tiene por qué ser puntual, y que estamos llamados a comprometernos”. Así, muchos han afirmado que quieren seguir colaborando de forma más permanente en iniciativas de este tipo. Pablo Guija ha hecho balance de lo que ha pasado en África, y se queda con varios testimonios, como el de un alumno de la Pablo de Olavide “que ha dicho que la experiencia de Cabo Verde ha sido de las mejores experiencias de su vida”. O el de los seminaristas participantes, que “se han ratificado en su vocación”. Todos han descubierto la importancia de organizarse y “sacar tiempo para Dios y para los demás”. Pero no se quedan ahí, ya que también han descubierto “la riqueza de la vida joven dentro de la Iglesia en Sevilla”, y el sentido de pertenencia a la Iglesia local, lo que el delegado de Pastoral Juvenil, José Francisco Durán, calificaba como “diocesaneidad”.
“Creyentes y no crédulos”
Hasta Cabo Verde se han desplazado universitarios con una fe inquieta. “Son creyentes y no crédulos, es decir, que se preguntan y dudan, que quieren conocer y saben dónde preguntar y contrastar sus ideas”, expone Guija. Son jóvenes que “no hacen de su tiempo el bien principal”, sino que están dispuestos a compartir lo que tienen y, sobre todo, a vivir con entusiasmo la fe. “Es –añade- una fe convencida”.
El propio director del SARUS reconoció cuánto le ha edificado compartir con estos jóvenes el tiempo: “Ha sido un verano que me ha ayudado a crecer en mi propia fe y a darle gracias a Dios por mi vocación y ministerio, porque ellos al interpelarme me hacen crecer”.