CIUDAD DE VÍSPERAS
Sevilla es ciudad de vísperas. Nos gusta vivir las vísperas de lo deseado, contando los días como quien pasa las cuentas de un rosario que no quiere acabar de rezar. ¿Habrá muchos más sitios donde se cuenten con tanta impaciencia los días que faltan para el Domingo de Ramos?
La expresión de esta sensibilidad se plasma de varias maneras: pararse un rato, un buen rato, a mirar “los hierros” de los palcos de la Plaza de San Francisco, ya sea recién descargados del camión o, mucho mejor, cuando van tomando forma esas tribunas ante las que las cofradías pasan. Festejar allá por noviembre el primer tubo que se coloca para elevar la portada de la Feria de Abril, casi como se festeja la botadura de un barco. Algunos privilegiados les toca ver el montaje, mucho más rápido, de la rampa (bueno, la rampla, sí, yo también siempre la llamé de esa manera) sobre los escalones del Salvador, que tanta alegría da descubrirla cuando un día pasas por la plaza.
Expresión de las vísperas es ver en estos días un ensayo de costaleros (los hay que en Triana llevan una auténtica multitud alrededor). Muchos forasteros se extrañarán de que incluso encontremos emoción y arte en una mesa con seis patas y dos luces de posición en la trasera que dobla una esquina lentamente, al compás de la marcha que suena a través de un radio-CD de coche provisionalmente adaptado.
Sí, Sevilla es ciudad de vísperas. Como vísperas son, en realidad, las cenas en las casetas la noche del alumbrado de la Feria. O el paseo que llena las calles del centro la tarde y noche antes del Corpus. O mirar una y otra vez la papeleta de sitio que sacaste, y que te da el privilegio de ir muy cerquita del palio. A Sevilla le gusta esperar y amar lo que se espera. No en vano su devoción mariana lleva el nombre de Esperanza en una y otra orilla del río.
La Iglesia tiene sus vísperas por excelencia que son la Cuaresma y que se prolonga propiamente hasta la Semana Santa, camino para celebrar con la debida importancia la Pascua del Señor. Sevilla, ciudad de Cuaresma y Semana Santa… que se olvida tanto de ir la mañana de Pascua a comprobar que el sepulcro de Jesús está vacío, como aquellos discípulos reacios a creer a María Magdalena o a ir con Pedro y Juan para descubrir que el Maestro había resucitado. Ay, Sevilla, que se resiste a vivir la única víspera verdadera y cierta, la de la Vigilia Pascual, la que aguarda a que Cristo venza al pecado y a la muerte.
Con dolor reconozco esta carencia. Qué gran logro sería, en este Año de la Fe, empeñarnos todos en participar más y mejor en esa noche en que las puertas de los templos se iluminan con hogueras, fuego santo bendecido para prender el gran cirio que pregona todo el año: Ego sum lux mundi.
Marcelino Manzano.
(Twitter: @Marce_Manzano)
Foto: J.J. Comas (ABC de Sevilla)