Los problemas con los suegros, los cuñados, los yernos y demás familia extensa son una de las principales fuentes de conflicto en el matrimonio. Pero no desesperes: llevarte bien con la familia política (y con tu familia de origen) no solo es posible, sino muy recomendable. Aquí te damos 9 claves muy útiles para abrir el corazón a la familia extensa.
- El matrimonio es lo primero.
La mejor forma de evitar conflictos con la familia extensa es hacer equipo como matrimonio y tener un proyecto de familia claro. Tener claro en cuáles son nuestros principios, formas de educar o expresar afecto… En caso de duda, piensa: ¿Qué es mejor para mi familia? - Pon de tu parte.
Las familias de origen no son el enemigo, sino el lugar donde tú y tu cónyuge habéis aprendido a amar. Esfuérzate por aceptarlos, quererlos y cuidarlos, pues son importantes para quien más quieres: tu cónyuge y tus hijos. - Pon límites.
Los límites son necesarios para convivir en paz. Juntos, pero no revueltos. Nunca es tarde para establecerlos, pero hazlo siempre de mutuo acuerdo entre el matrimonio, y que luego cada uno los exprese a su familia de origen. - No compares ni critiques.
Cada familia de origen es importante, aunque sean distintas. No hagas comparaciones, menosprecios ni críticas. Las diferencias pueden ser muy enriquecedoras, y tu familia política puede ser una feliz prolongación de tu familia de sangre. - No rompas la relación.
Si la relación con algún miembro de tu familia política no es buena, mantén la distancia, pero no rompas por completo el trato, ni os faltéis al respeto. Ser cordial es un primer paso para preservar el cariño. - Gánate a los nuevos.
Cuando un hijo se casa, los padres deben dar un paso atrás, tratando de ganarse al nuevo miembro, por el bien de sus hijos. Si no estás de acuerdo con algo, sugiérelo con respeto o desahógate con tu cónyuge, sin enfrentamientos ni comidillas con terceros. - Propicia el trato.
Si hay respeto, cariño y valores definidos, a los niños les hace muchísimo bien el trato con abuelos, tíos y primos, pues de ellos reciben un cariño especial, distinto del de sus padres y hermanos. - Perdona y pide perdón.
A veces hay ofensas graves que duelen mucho. Pero el rencor nunca lleva a nada bueno: sé humilde, pide perdón en lo que hayas obrado mal, y perdona al otro, incluso aunque él aún no esté dispuesto a pedir perdón. - Pide ayuda.
El Espíritu Santo es el gran aliado de las familias. Si tienes buena relación con tu familia extensa, pídele que la mantenga y aumente. Y si hay problemas o dificultades, pídele que sane las heridas y ponga orden y concordia.