Resulta complejo para el ser humano la comprensión del dolor y el sufrimiento. Por desgracia, quien resulta en el banquillo de los acusados es Dios, a sabiendas que Él en su amor infinito, siempre quiere lo mejor para sus hijos.
Todo ser humano necesita encontrar un sentido para el dolor, que inevitablemente llega. Para los cristianos es más fácil encontrar este significado.
¿A quién le gusta sufrir?
Se supone que a nadie, pero lo cierto es que la vida, en su camino hacia la felicidad, se encuentra colmada de tropiezos inesperados, algunos determinados por nuestro actuar como otros ajenos a nuestra voluntad.
Este recorrido, a ciencia cierta, se hace más llevadero si el Señor acompaña cada paso del andar, puesto que la fe todo lo puede.