Miguel y Romina (nombres ficticios) se conocieron en la universidad, y allí iniciaron su noviazgo, «muy bonito e intenso», cuentan. Estuvieron saliendo cinco años, pero un embarazo imprevisto les animó a acelerar la fecha de su boda. «Yo me quedé embarazada y nos dimos prisa por casarnos, perolo hicimos muy enamorados, muy contentos y muy convencidos de lo que estábamos haciendo», recuerda Romina.
El matrimonio, sin embargo, empezó «con una inmadurez por ambas partes», explican, porque «estábamos centrados en los estudios, en la universidad y cuando comenzaron a llegar los problemas no supimos reaccionar. Cuando te casas nadie te da un manual, no sabes bien qué es esto del matrimonio».
Tras los problemas iniciales, económicos y laborales sobre todo, poco a poco empezaron a salir adelante, incluso llegaron al cabo de un tiempo los dos hijos de este matrimonio. «Pero teníamos muchas carencias, la base de nuestra relación no era sólida, y aparecieron otros problemas, sobre todo a nivel de comunicación». Romina se reconoce más sensible y Miguel más callado y práctico, y poco a poco cada uno se empezó a refugiar en su trabajo para escapar a la situación que vivían en casa. «A nivel laboral nos iba bien, pero el matrimonio nos iba bastante mal».