¿QUÉ TIENE QUE VER EL TRABAJO CON LA RELIGIÓN? Podemos caer en el error de pensar que el trabajo está desligado del resto de nuestra vida. Que es simplemente algo que ocupa un tiempo de mi día, y que la religión poco tiene que ver con ello. Pero la realidad es que el ser católico no es una careta que nos podamos quitar o poner, según en dónde o con quién estemos. Es necesario integrar nuestra tarea en el trabajo con nuestra vida familiar; cuando esto nos resulte complicado, es posible acudir a la ayuda gratuita que ofrecen los Centros Diocesanos de Orientación Familiar de Sevilla.

Somos católicos a todas horas, y con todo nuestro ser. Y el trabajo es un ámbito en el que estamos llamados a dar testimonio con nuestra vida. Así lo entiende Jaime Pastor, colaborador del COF Aljarafe, quien busca la voluntad de Dios en su vida, según nos cuenta él mismo:

Soy una persona muy inquieta y con muchas preguntas. Continuamente busco el Evangelio en lo cotidiano, en lo sencillo. No busco lo espectacular, quiero a Dios en mi día a día. Y ¿qué hay más sencillo que el trabajo diario? Me apasiona lo que hago y quiero ser un buen profesional, pero sobre todo busco ser un buen católico. Trabajo en el Servicio de Comunicación en la Universidad Loyola, de la Compañía de Jesús, y me he educado en el Colegio Tabladilla, del Opus Dei. Son dos espiritualidades completamente diferentes, pero que se complementan a la perfección y que me guían.

Muchas veces no sé cuál es la voluntad de Dios en mi vida, pero le busco de corazón y le pregunto ¿qué necesitas de mí ahora?, ¿qué hago con este proyecto?, ¿cómo puedo echar una mano a mis compañeros? Y así lo hago cada día antes de entrar en el trabajo porque quiero ser santo, no sólo rezando, sino en las tareas del día a día. Y a veces me desespero porque busco una respuesta que no encuentro. Pero hay parte de una oración de Thomas Merton con la que me siento plenamente identificado, que dice:

“Dios y Señor mío, no sé adónde voy,
No vislumbro el camino delante de mí.
No puedo saber con certeza dónde terminará.
Ni siquiera me conozco realmente a mí mismo.
Y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad,
no significa que realmente lo esté haciendo.

Pero creo que mi deseo de agradarte, de hecho hace que te agrade.
Y espero tener ese deseo en todo lo que haga.
Y espero nunca hacer nada, fuera de ese deseo.
Y además estoy seguro de que, si hago eso,
me conducirás por el camino correcto,
aunque yo lo desconozca por completo”.

SERVICIO, SENCILLEZ Y … LA OTRA PERSONA

Hay tres palabras que resuenan en mi interior y que me ayudan mucho para afrontar el día de trabajo: servicio, sencillez y el otro. Quizás no tengan nada de espectacular, pero es que no hace falta. No hay que buscar en figuras gigantes, ni ejemplos históricos. Basta con servir con sencillez y sin miramientos a la otra persona.

 

Ser católico en el trabajo… ¡Puff! Qué difícil ¿no? Pues qué va, en absoluto. De hecho, es más fácil de lo que creemos. Y es ahí donde nos podemos hacer santos, parecernos un poco más a Él: en un ‘buenos días’, ‘¿qué tal llevas ese proyecto?’, o ‘¿necesitas algo?’… Son preguntas tan básicas que las pasamos por alto cuando estamos hasta arriba de ‘curro’, pero que pueden hacerle el día o el trabajo más llevadero a quien se las hacemos.

En fin, que no es cuestión de llevar una aureola en la cabeza y parecer un buenazo. Ser católico en el trabajo es cuestión de vivir, ni más ni menos, el Evangelio. Porque si la doctrina se queda en mera teoría, ¿qué sentido, entonces, tiene lo que ha hecho Jesús por nosotros?”