COFRADES EN UNA SEMANA SANTA DISTINTA
Las hermandades y cofradías de Sevilla, a lo largo de los siglos, se han enfrentado a situaciones de gran dificultad por muchas razones: epidemias como esta, penuria económica, prohibiciones por parte de las autoridades, etc. Pero en todos esos momentos, como en este, la fe en Cristo fue siempre su fortaleza, de tal manera que no decayó la esperanza que alimentaba los corazones de los cofrades ni la caridad que desplegaban, ejercitando todas las obras de misericordia. Esa herencia llega hasta hoy, de manera que podemos ver la cantidad y variedad de acciones que las hermandades, junto con toda la Iglesia, está desplegando en esta pandemia para hacer llevadera la existencia de todos, para mantener y aumentar su acción caritativa y social y para sostener la piedad y la vida espiritual. Todo ello es una muestra palpable del acompañamiento y la presencia del amor de Dios, como la nube y la columna de fuego que guio al pueblo de Israel por el desierto. Ahora nos ha guiado por una Cuaresma diferente, por una Semana Santa distinta.
Detrás de tales acciones, cuyo motor, insisto, es la fe de los cofrades, hay nombres concretos a los que no agradeceremos suficientemente su dedicación. Una de esas acciones es la de proporcionar serenidad y tomar decisiones no fáciles. Por eso quisiera traer hoy a este blog el testimonio y las palabras de uno de esos nombres concretos que conozco bien, y sé de su bondad, su firmeza, sus conocimientos y de su permanente amor a las hermandades y a la Iglesia, y más en momentos de tomar decisiones: Francisco Vélez, Paco Vélez, el presidente del Consejo de General de Hermandades y Cofradías de la ciudad de Sevilla. Recientemente nos aportó para la revista diocesana Iglesia en Sevilla su reflexión, pero que por su interés hemos querido que aparezca completa en este blog.
Distinta, así viviremos la Semana Santa de 2020, sin procesiones que surquen la ciudad de norte a sur, de este a oeste. No será la triste y fría lluvia la que nos prive de la estampa de las imágenes de nuestros fervores en esas calles y plazas que guardamos devotamente en el corazón. Algo que nunca habríamos llegado a imaginar, una cruel pandemia, deja a Sevilla sin la presencia de sus queridas cofradías. Nuestros ojos quedarán huérfanos de la alegre algarabía de la infancia nazarena que antecede a la Sagrada Entrada de Jesús en Jerusalén, de la contemplación del Hijo del Hombre cargado con la cruz o asido a ella para alcanzarnos el perdón de los pecados, de la maternal mirada de María en cualquiera de las muchas advocaciones con la que la veneramos.
En estos días de zozobra que atravesamos nos identificamos más aún con el Cristo más humano, más cercano a nuestra condición: el Señor de la Oración en el Huerto, el que desde la Capilla de Monte Sión comparte con nosotros el temor, la angustia, las lágrimas, la pesadumbre en el corazón. No obstante debemos aprender de Él, para orar, para elevar la mirada hacia el cielo, para apurar el cáliz de la amargura que nos atenaza cada día.
Viviremos una Semana Santa más recogida e intimista, como sucede cuando nos cubrimos con el antifaz para realizar nuestra Estación de Penitencia, brindándonos la ocasión de recogernos sobre nosotros mismos para rezar, para examinar nuestra vida durante el año, para encomendar a los que han partido al encuentro con el Señor y rogar por tantos que precisan de ayuda y consuelo.
Si, vamos a vivir esta Semana Santa haciendo nuestras las palabras del Maestro: «Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».
Somos nazarenos de Sevilla, seguidores de Cristo y María, junto a los que caminamos portando nuestro cirio, luz para alumbrar el camino a quienes somos hijos de la Luz y estamos llamados a vivir en la plenitud de la Luz.
Esa luz que se vislumbra al final de este tortuoso camino que recorremos. Luz que fortifica nuestra Fe, que alimenta nuestra Esperanza y que alienta nuestra Caridad.
Y siempre de la mano cálida y segura de María, cuya protección fervorosamente imploramos con la plegaria más antigua dirigida a la Madre de Dios: «Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!»
Permitidme que sea yo el que concluya: gracias, gracias de verdad, cofrades de toda la Archidiócesis de Sevilla, por vuestra oración, por vuestra labor y por vuestro testimonio. Hay que seguir luchando. Pido la intercesión de nuestra patrona, la Virgen de los Reyes. Que Dios os bendiga.
Foto: cartel de Marina Becerra.
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