CONFER | Padres Filipenses
San Felipe Neri, conocido como el “Apóstol de Roma”, “el Santo de la alegría” o el “Patrono de los humoristas”, fue el fundador de la Congregación del Oratorio. Felipe es cristiano de calle y de silencio a la vez, evangelizador nato que lleva y promueve la caridad; no hay obra de misericordia que deje que practicar.
La moción del Espíritu Santo que tanto suplicó para él, da origen al Oratorio. San Felipe Neri buscaba despertar en la Roma del siglo XVI el espíritu de la Iglesia primitiva. Él no pensó en fundar, sino en formar cenáculos donde contagiar a Cristo y sentir viva la comunidad. Quiso vivir la Iglesia de los orígenes, por eso en las reuniones del Oratorio se pone la Palabra y la oración en el centro de la vida de quienes buscaban la santidad. Sacerdotes seculares y laicos se reúnen para orar, cantar, rezar, tratando familiarmente la Sagrada Escritura para unirse a Cristo y de allí salir dispuestos a vivir las obras de misericordia.
La atención y acompañamiento de estos laicos del Oratorio demandó la dedicación de sacerdotes que los atendiesen y acompañasen; necesitaban recibir el perdón y el Pan de la Eucaristía. Surge así la Congregación del Oratorio. Se trata de una comunidad sin votos, autónoma, sin superior jerárquico más allá del de la propia casa, llamado prepósito, y de la Santa Sede. Su única norma, la caridad. Se convierte así en la primera Sociedad de Vida Apostólica surgida en la Iglesia.
Unidas en confederación, hoy existen 96 Congregaciones del Oratorio. Las últimas seis nacidas este mismo año en Europa, Estados Unidos y Australia. Su encanto está, no en que todos sus miembros gocen de un mismo don para una misión, sino que “como Congregación del Oratorio, viven la doble vocación: a la libertad y a la familia/comunidad». He ahí el carisma y originalidad del Oratorio.
Esta dupla, difícil de compaginar a veces, se apoya en un elemento unificador, la caridad que unida a la humildad forjan un estilo de vida que da origen a comunidades empeñadas en traer al presente el espíritu de las primigenias comunidades cristianas.
Es esta atmósfera la que respiraron Pío XII, san Juan XXIII en el Oratorio Secular, San Pablo VI en su infancia, adolescencia y juventud en el Oratorio de Brescia (Italia), y es este mismo espíritu el que se apoderó del corazón del buscador de la verdad san J. H. Newman.
Y a Sevilla, ¿cómo llega el Oratorio? En noviembre de 1698 procedente del Oratorio granadino llega el padre Francisco Navascués Pérez y otro sacerdote, Félix Arroyal. Pronto echa raíces y ya en el siglo XVIII alcanza gran renombre con la Real Casa de Ejercicios fundada por el padre Teodomiro Ignacio Díaz de la Vega. Otros nombres destacados fueron el padre Cayetano Fernández Cabello, que fue vicario general de la Diócesis, preceptor del rey Alfonso XII y director de la Biblioteca Colombina; y el padre Francisco García Tejero, predicador y confesor de los beatos Cardenal Marcelo Spínola y el padre Torres Padilla, cofundador de las Hermanas de la Cruz.
Tras perder la Congregación casa e iglesia por los avatares que padece la ciudad, en 1893 el papa León XIII le concede la propiedad de la iglesia de San Alberto de Sicilia. Los padres filipenses viven comunitariamente en casas de la calle Fabiola, más tarde en la calle San Isidoro y a día de hoy en el antiguo convento de la Orden del Carmen Calzado adjunto a la iglesia adquirido en 1946.
En todo esto el padre Francisco García Tejero, (1825- 1909), cuyo II centenario de su nacimiento abrimos el pasado 11 de mayo, tiene una gran intuición evangélica. Siente que hay evangelizar llevando la Doctrina Cristiana, atendiendo la gran ignorancia que encontraba en la ciudad. Comienza entonces su tarea en la parroquia de San Roque y enseña el catecismo en las casas de los vecinos, en los corrales. Su propuesta se extiende a otras parroquias y llega hasta el Hospital de la Sangre o de las Cinco Llagas donde, con mirada de misericordia, descubre el dolor y sufrimiento de la mujer vejada y utilizada. Nuevo quehacer: hay que liberar, sanar y evangelizar. Aparece así la Casa de las Arrecogidas que, con ayuda de una señora, atiende a estas “desgraciadas” mujeres. Nacen así dos congregaciones femeninas: las Hermanas de la Doctrina Cristiana y las Religiosas Filipenses Hijas de María Dolorosa.
El Concilio Vaticano II se vivió intensamente en la Congregación del Oratorio sevillano. En este clima y con gran crecimiento vocacional, en la década de los 70-80, algunos padres se implican tras las Misiones Populares de 1964 y se hacen presentes en lugares como Los Chapatales (San José de la Rinconada), en la zona de Pino Montano-Los Carteros donde se erigirá la Parroquia de San Felipe Neri; otros se dedican a la animación de los Cursillos de Cristiandad, atención en hospitales, acompañamiento espiritual en conventos, y muchas horas de confesonario…
Tanta actividad pastoral, siempre en comunión y al servicio de obras diocesanas, da lugar a nuevas comunidades. Una de ellas atiende por poco tiempo la Parroquia Ntra. Sra. de Lourdes en el Polígono Norte, teniendo por lugar de culto y acogida el piso piloto de la urbanización; lo hacen en unión con los Hnos. Maristas y las Carmelitas de Vedruna; posteriormente, se asume la encomienda de la parroquia, con su colegio, de la Blanca Paloma en la barriada de los Pajaritos.
El nuevo florecer vocacional en la comunidad y la nueva propuesta de la diócesis para servir en la zona Este de Sevilla que está en plena expansión, llevará a asumir una nueva parroquia, la de San José y Santa María.
Actualmente los padres Filipenses atienden pastoralmente la iglesia de San Alberto en el centro de Sevilla, cada vez más despoblado; la cincuentenaria parroquia de San Felipe Neri y la de San José y Santa María en Sevilla Este, vecina de Torreblanca, amén de presencias en el mundo de la enseñanza, la Facultad de Teología de Sevilla y otros organismos diocesanos.
Todo para gloria de Dios.
Padre Domingo Velasco, CO.