Consejos de las monjas de clausura para vivir en paz este confinamiento
Tras poco más de 15 días encerrados en casa la población cuenta ya los días para acabar la cuarentena. Sin duda, no estamos hechos para vivir entre cuatro paredes y, pese a las múltiples comodidades con la que la mayoría contamos en casa, se hace cuesta arriba soportar el confinamiento que, además, no tiene visos de ser breve.
Pero hay quienes están acostumbradas a vivir de esta manera, de hecho, lo han escogido libremente. Nos referimos, por supuesto, a las religiosas de vida contemplativa, maestras de la clausura que desde sus monasterios ofrecen una serie de consejos para aliviar la cuarentena.
Madre Yolanda María de Jesús es religiosa de clausura desde hace 16 años. Confiesa que ya de niña, cuando le preguntaban qué quería ser de mayor, siempre decía “monjita”. Una llamada que se hizo especialmente intensa durante una peregrinación a Tierra Santa “donde el Señor me habló claramente y escuché cómo me pidió que le siguiera”. Seis años más tarde, gracias al discernimiento acompañado por las Comunidades Neocatecumenales, llegó al convento de la Encarnación de Sevilla, de las religiosas agustinas, del que ahora es Madre Superiora.
Tras más de tres lustros en clausura, esta religiosa sabe bien lo que es vivir “en confinamiento”, lo que no implica que las monjas estén aisladas del mundo, ya que comparten la celebración de la Eucaristía con algunos fieles, atienden a muchas personas a través del torno, reciben llamadas de teléfono y mensajes por correo electrónico y, por supuesto, están al día de las necesidades de la humanidad a través de la televisión, la radio o internet.
Por tanto, esta cuarentena social también les ha afectado a ellas, no tanto en la imposibilidad de salir a la calle, como en “el silencio, que se siente más”. Una oportunidad para “hacer más oración e intimar más con el Señor –señala- y para pedir por tanta gente, especialmente por los enfermos y sus familias, por los profesionales sanitarios, policías y sacerdotes. Hemos entrado en comunión con el sufrimiento”. Madre Yolanda también reconoce que echan de menos a los fieles que normalmente acudían a la Eucaristía en su capilla y les entristece que la mayoría de los cristianos no puedan participar presencialmente en la Santa Misa.
En esta línea opina Sor María Cristo Rey, que lleva 56 años en el convento carmelita de Santa Ana. Al igual que Madre Yolanda, reconoce que las religiosas de clausura no se desentienden de lo que ocurre en el exterior, al contrario, “lo llevamos en nuestra oración y nuestros corazones”. Igualmente, confiesa que echan de menos “el contacto con los fieles que vienen a nuestra iglesia o a través del torno y los locutorios”. Una ocasión, sin embargo, que están aprovechando para refugiarse aún más en el silencio y la oración por todos los que sufren esta pandemia, especialmente por el clero sevillano, al que piden “no tener miedo” y reconocen la inmensa labor que están realizando pese a no poder ejercer su ministerio como habitualmente: “Son heroicos, dando su vida por los demás. Por eso, nosotras les apoyamos con la oración, la fuerza de la Iglesia y nuestro sacrifico”.
Un tiempo para la familia y para el Señor
Ambas religiosas coinciden en que éste es un tiempo para vivir en familia y para profundizar en la fe.
Madre Yolanda recomienda llevarlo con naturalidad, viendo en él una oportunidad para “hablar más con el Señor, para experimentar la clausura que vivimos diariamente las religiosas y también para favorecer el diálogo y la unión familiar”, porque –asegura- “si hacía falta el amor, ahora es el momento de recuperarlo”. Además, destaca el importante papel de las tecnologías, gracias a las cuales “aunque no podamos besarnos o abrazarnos, sí podemos darnos cariño y afecto”. Finalmente, insiste en que “no podemos caer en la desesperación, porque ahora más que nunca estamos en las manos de Dios, en el que tenemos que tener una confianza y esperanza plena”.
Por su parte, Sor Cristo Rey sostiene que “es normal sentir, a veces, la presión de querer salir y de ver a la familia y a los amigos. Pero hay algo superior que vence todo esto”. En el caso de las religiosas de vida contemplativa es la gracia de Dios que “nos mantiene fieles”; y en el del resto de fieles de la Archidiócesis hispalense es saber que con nuestro “enclaustramiento” estamos evitando la propagación de una enfermedad especialmente terrible para los ancianos y aliviando, igualmente, la sobrecarga del sistema sanitario. Esta misión social, anteponiendo los intereses comunes a la individualidad, tiene un marcado carácter cristiano que desde sus inicios promocionó la vida comunitaria, la repartición de los bienes y la atención caritativa a los más vulnerables. Sin olvidar, recuerda Sor Cristo Rey, que entre tantas pruebas “Dios te va sosteniendo y te ayuda a sobrellevar la falta”.
Asimismo, recomienda aprovechar esta situación –que describe como “un momento de aprendizaje”- para “tener más vida familiar, frenar y cambiar el ritmo de nuestras vidas y, sobre todo, para encontrarse con el Señor”. “Que sepamos leer los acontecimientos que siempre traen algún mensaje; que no perdamos la confianza, la fe ni la caridad, y que seamos capaces de sacar bienes de los males”, concluye.
Mucho más que oración
Finalmente, muchas comunidades de religiosas de clausura no sólo están ayudando a través de su oración, sino que están confeccionando mascarillas para el personal sanitario. En el caso del convento de las agustinas de Sevilla a petición expresa del Hospital Infanta Luisa en Triana y, en este sentido, están a disposición de quien las necesite.
Otro ejemplo es el convento de San Leandro, que desde el inicio de la crisis sanitaria también ha colaborado confeccionando mascarillas.