Cuaresma 2024: tiempo de actuar, tiempo de detenerse
Hemos comenzado una nueva Cuaresma, la del año 2024. El papa Francisco nos dice en su mensaje que “es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerse”. Detenerse significa hacer una parada en el camino, liberarse de las preocupaciones y agobios que nos hacen llevar un ritmo acelerado que dificulta la reflexión, el encuentro con Dios, consigo mismo y con el hermano; significa, en otros casos, sacudirse la rutina que adormece la fuerza de nuestra fe; significa un mayor compromiso en la oración, dedicar más tiempo a la lectura y meditación de la Palabra de Dios. Esa parada nos facilita también el encuentro con el hermano herido al borde del camino, al que hemos de auxiliar y acoger en casa. La Iglesia nos invita a intensificar la vida de oración, de ayuno y solidaridad, recuperando y redescubriendo la dimensión contemplativa de la vida.
La Cuaresma es tiempo de liberación, en el que Dios nos lleva a la libertad a través del desierto. Es el tiempo de gracia en el que Dios educa a su pueblo para que abandone sus esclavitudes y experimente el paso de la muerte a la vida. También en nuestra vida hay ataduras que nos oprimen y que debemos abandonar. El pueblo de Israel, acosado por el hambre en el desierto, incluso después de haber visto las obras prodigiosas que Dios había obrado en su liberación, pide volver a la esclavitud de Egipto, y siente añoranza de los ajos y las cebollas que allí comían. No es extraño que nosotros añoremos de tanto en tanto nuestros propios “ajos y cebollas”, y que sintamos la tentación de apostar por las seguridades materiales, en lugar de poner nuestra confianza en Dios.
La Cuaresma es como un largo retiro espiritual durante el cual debemos volver a entrar en nosotros mismos y escuchar la voz de Dios para vencer las tentaciones del Maligno y encontrar la verdad de nuestro ser. Podríamos decir que es un tiempo de combate espiritual que hay que librar juntamente con Jesús, sin orgullo ni presunción, utilizando las armas de la fe, es decir, la oración, la escucha de la Palabra de Dios y la penitencia. De este modo podremos llegar a celebrar verdaderamente la Pascua, dispuestos a renovar las promesas de nuestro Bautismo.
En Sevilla la Cuaresma es un tiempo de ritmo intenso y trepidante por la propia actividad cuaresmal y por los preparativos de todo tipo para la Semana Santa. Ahora bien, esas tareas, que son importantes, no deben impedir algo que es más importante todavía: revisar la propia vida y comprobar el lugar que ocupa Dios en nuestra escala de valores. Reflexionemos sobre las tentaciones que Jesús soporta y vence en el desierto, y luchemos para superar las tentaciones que se nos presentan en el camino. El objetivo de la tentación es conseguir que Dios no ocupe el centro de nuestra vida; que se organice el mundo sin Dios, o considerándolo como algo irrelevante; que nos fijemos excesivamente en las realidades prácticas y materiales. La tentación se nos presenta a menudo “so capa de bien”, es decir, no invitando directamente a hacer el mal, sino a ir abandonando lo intangible para centrarnos en lo “real de verdad”, que es lo importante. Y pasa a veces que el creyente al final acaba atrapado por las realizaciones materiales o las ansias de gloria y poder.
Tiempo de conversión, de poner a Dios en el centro de la vida, de ser realistas y concretos, de seguir a Jesús de modo que el Evangelio sea la luz de nuestros pasos; de reconocer que somos criaturas, que dependemos de Dios; de volver la mirada al hermano necesitado, que no es alguien externo ni extraño a mí, sino un hijo de Dios y un hermano con el que recorro el mismo camino, con el que formo una familia. ¡Santa Cuaresma!
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla