Cuidar la fragilidad
Durante este curso pastoral hemos leído, estudiado y compartido la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. No descubro nada si digo que es un documento magnífico de fácil lectura, muy denso, y que si lo hemos reflexionado y meditado nos ha colocado “en salida”.
En esta llamada a ser el instrumento de Dios para la liberación y el desarrollo de los pobres, nos habremos dado cuenta de que es necesario salir de nuestras comodidades y darnos cuenta de que cerca de nosotros, y lejos también, hay muchas personas que están esperando nuestra actitud de escucha, nuestra palabra amable, nuestro abrazo fraterno que les ayude a sanar sus heridas. Curiosamente, el papa va más allá y dice que con esta actitud llevaremos una vida más digna, nosotros, no las personas a las que atendamos, que también les ayudaremos a vivir con dignidad, pero el papa nos anima a dejar este comportamiento indigno, esta vida indigna de mirar hacia otro lado o de pensar que nada podemos hacer.
Estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente en los toxicodependientes, los sin techo, los inmigrantes, especialmente los que están en situación irregular (los pobres entre los pobres, como dicen los obispos españoles en la instrucción pastoral La Iglesia, servidora de los pobres), las personas víctimas de trata de personas, los trabajadores y trabajadoras, muchos de ellos niños, explotados en los talleres clandestinos, en las redes de prostitución, los niños utilizados para la mendicidad, para el trabajo de minas, en los talleres de alfombras y tantos otros sitios donde su habilidad manual es su condena.
Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia. También nos deberían preocupar los niños por nacer a los que por distintas causas se les niega el derecho a vivir, los ancianos abandonados…
Todas estas personas deberían tener una atención preferencial por los cristianos, ya que todos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra. Con dureza el papa dice que el vigente modelo en el que vivimos que prima el éxito el individualismo, hace que no tenga sentido cuidar a los menos dotados para que se abran camino en la vida.
El papa dice que quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: “¿Dónde está tu hermano?( (Gn 4,9). ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red
de prostitución, en los niños que utilizas para la mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido legalizado? No nos hagamos los distraídos. Hay mucha complicidad. ¡La pregunta es para todos! (E.G., 211).
Tenemos que tener la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cualquier etapa de su desarrollo, es un fin en sí mismo y no un medio para cualquier fin.
También en este cuidado de la fragilidad el papa incluye a Creación, pero de esto ya nos habla Enrique Figueroa en su blog
Pequeños pero fuertes en el amor de Dios como san Francisco de Asís, todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en el que vivimos.
(Lectura recomendada: Evangelii Gaudium, 209-216)
1 comentario
Especialmente oportuno es subrayar lo que dice Francisco a propósito de los demás que sufren: ayudándoles dignificamos también nuestra propia vida. Ojalá el Espíritu nos ilumine para ser conscientes de esa exigencia de ayudarles y ayudarnos.