#HazMemoria| Dios en las periferias: La fe en la identidad del sevillano
El resumen informativo que se haga en las postrimerías de 2021 quedará desvirtuado si se pasa por alto un acontecimiento que trasciende el ámbito de lo meramente religioso: la Santa Misión de la Hermandad del Gran Poder en la barriada de Los Pajaritos. Más allá de la recuperación de aquellas estampas en sepia de las misiones populares de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, el paso de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder por esta zona de la capital hispalense añade evidencias al debate sobre la raíz religiosa del pueblo andaluz y –en lo que aquí nos ocupa- sevillano.
Cuando en noviembre de 2019 se dio a conocer el programa de actos con motivo del año jubilar concedido a la Hermandad del Gran Poder por el cuarto centenario de la hechura del Señor, posiblemente no se calibró en su completa dimensión lo que supondría este acontecimiento en la vida de uno de los barrios más pobres de España. Aquel día, el entonces hermano mayor, Félix Ríos, abogó por una mayor implicación de las hermandades en las necesidades sociales que se derivan del contexto actual, inevitablemente agravado por las crisis económica y sanitaria de la última década. “De ahí que el Señor acuda a las zonas necesitadas de la ciudad”, añadió.
Ríos aportó también un plus de trascendencia a los cuatro siglos de la sagrada imagen que se venera diariamente en la plaza de San Lorenzo. Habló de 400 años de “predicación esculpida”, algo que cobra sentido en el goteo de peticiones y agradecimientos que acoge su basílica, pero que se ha manifestado de forma rotunda e innegable durante su estancia entre los vecinos de Los Pajaritos.
La fe en la identidad del sevillano
El paso del Señor por las parroquias de Tres Barrios ha servido, además, para cargar de argumentos a los que afirman que la fe, el sentido de lo trascendente, modula el ADN del pueblo de Sevilla. No es posible hacer un análisis sociológico en la capital andaluza sin pasar revista a lo sucedido estos días en las parroquias de Blanca Paloma, Candelaria y Santa Teresa, sin ocuparse, en suma, de la incidencia de la religiosidad en la vida de sus habitantes. También en la de los vecinos de unas barriadas que sólo logran ciertas cuotas de actualidad con el filtro marginal que se deriva de unas cifras, las de la pobreza en ocasiones extrema, que arrojan los informes periódicos de una Cáritas que no da abasto para paliar unas historias de vidas sin presente ni futuro.
De todas las imágenes que han generado los traslados del Señor de Sevilla por esta barriada, llama especialmente la atención la captada por Carlos García Lara durante la llegada del Señor a Los Pajaritos el 16 de octubre. El Señor ante el pueblo, vecinos asomados a las ventanas de unas viviendas humildes, distintas generaciones esperando la llegada del Señor, sin que falte el recuerdo de quienes ya disfrutan de la cercanía del Padre. La escena habla por sí misma, y explica la sed de Dios que se palpa allí donde la palabra esperanza cobra todo su sentido.
El párroco, Manuel Sánchez, explicaba recientemente el impacto que está teniendo la presencia continua del Gran Poder en el barrio: “no es una devoción muy milagrera, pero –añadió- enseña a llevar la cruz, que es lo cristiano de verdad”.
Por su parte, durante la Misa que presidió en la parroquia de la Candelaria, el cardenal Amigo agradeció a la Hermandad del Gran Poder “habernos traído lo más querido para vosotros, pero antes de que llegara la imagen del Gran Poder, vuestra hermandad había llegado a este barrio buscando a los pobres, trayendo ayuda y prestando aquello que pudiese necesitarse”. No en vano, los hermanos de la corporación de la Madrugada han precedido al Señor en un barrio en el que nunca falta el trabajo y las necesidades más perentorias.
Dos días antes, monseñor Asenjo hacía en la Blanca Paloma un encendido elogio de la organización tanto de la Hermandad del Gran Poder como de la parroquia, en concreto “la gran acogida que se está dando a todos los peregrinos que vienen a postrarse delante del Señor”, y animó a las demás hermandades y al alcalde de Sevilla, Juan Espadas, presente en la celebración, a “no abandonar las zonas más apartadas de la ciudad”.
“Buscar el rostro de Dios y contemplarlo en silencio”. Este fue el consejo del arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz, a los fieles al finalizar el primer traslado. En su sencillo mensaje una vez terminada la histórica jornada del 16 de octubre, el prelado nos aconsejaba un dialogo directo y sereno con Dios ante la sagrada imagen, para “explicarle las penas y los gozos, los éxitos y fracasos, pedirle que os llene de su amor, que renueve la esperanza”.
Una decisión acertada
La semilla está plantada y el terreno es fértil. La primera conclusión es que la decisión de la hermandad de trasladar su sede durante tres semanas a Los Pajaritos no solo estaba plenamente justificada, sino que da sentido a la razón de ser de unas corporaciones atentas a las necesidades de un entorno en continuo cambio y necesitadas de respuestas adecuadas a un tiempo y una sociedad complejas. Además, el paso del Gran Poder por las calles de Sevilla ha certificado el cambio de ciclo, la constatación de una normalidad que, tantos meses después, comenzamos a palpar de forma fehaciente.
Nada volverá a ser lo mismo. Ni en la hermandad, ni en las tres parroquias. El efecto de la Santa Misión en la sociedad y la Iglesia sevillana es innegable, posiblemente haya comenzado a suscitar un nuevo planteamiento en la lucha contra la pobreza, nos ofrezca modelos evangelizadores y un nuevo cauce para la misión.