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Drags & Dios

Un.Cristo.RotoMe adentraba en la Cuaresma estos días, proveniente de una recentísima peregrinación a Fátima. En compañía de lo más y mejor granado de la parroquia de San Juan Pablo II, han transcurrido dos días breves e intensos en los que ganarnos el jubileo en este aniversario centenario de las apariciones. Hay que hacer ese recorrido, en verdad, para ponerse un poco en la piel de aquellos tres niños pastores, tan pequeños ante la Humanidad y tan grandes ante Dios, escogidos por la Virgen para transmitirnos sus mensaje  de Paz, cada día más necesario hoy. En mi cabeza, la verdad, ha rondado mucho la imagen de la más pequeña de los pastorcillos, Jacinta, con sus escasos siete años, los mismos de mi ahijada Inmita hoy, queriendo comprender desde su inocencia y su aldeana sencillez, los designios de Dios para ella: le sería muy difícil comprender el mundo con una mirada de siete años, tanto más si esa mirada se parara en el mundo de hoy. A mi regreso, ausente por dos días de la realidad local, se encuentra uno con tristísimas noticias carnavalescas, dolorosas, injuriosas y tan graves, que al principio casi cuesta creer que el imperio de Satanás pueda ser tan poderoso, alejados como estábamos por dos días en un remanso de serenidad como Fátima, donde se respira cierta sencillez a pesar de la grandiosidad a veces pasmosa de aquel lugar.

La noticia la habrán leído, releído y vivido este fin de semana: este espectáculo bochornoso del carnaval de Las Palmas de Gran Canarias en la que un no-sé-cómo-llamarlo-por-no-ofender ha vertido graves y escandalosas injurias contra Jesús, la Virgen y nuestra Fe. La noticia se adereza con la sinrazón de que el «creador» de todo este espectro insultante y bochornoso, se postula como profesor de religión, tratando de obtener la DECA, pero declarando a los medios literalmente que «buscaba polémica y lo he conseguido… no pretendía herir ni ofender a nadie, la religión es historia y el público quería que se llevase a escena, la libertad de expresión es fundamental y hay que abrir un poco la mente«. Defiende que el espectáculo que le ha coronado Drag Queen del Carnaval tenía «buena intención y mucho arte«. No es creíble que este señor no guarde malas intenciones, una mala fe injuriosa contra nuestras creencias. Tampoco que no pretenda ofender: el montaje es claramente injurioso, basado justamente en una pretensión escandalizante y deforme de nuestra Fe. Aparte de ello, se trata de amparar en una libertad de expresión considerada a las bravas como un redil en el que cabe cualquier manifestación, por lamentable, insultante o dolorosa que pueda resultar a otros. La libertad de expresión de unos parece ser infinitamente inmensa cuando se trata de ofendernos a los que creemos en ciertas cosas, a sabiendas de su sacralidad y dimensión superior, aparte de dejar al hortera carnaval de las Palmas de Gran Canarias en las antípodas del respeto y la tolerancia que nunca tuvo.

Sinceramente pienso que todo esto es un espectáculo escandaloso montado por una mente enferma, gente que anda muy mal de la cabeza, que utiliza el escándalo para ganarse la vida, la ofensa a los sentimientos religiosos para sacarse unos euros y alcanzar una fama en una hoguera de vanidades que les quema ya hoy y les quemará en el mañana. La penitencia es tanto más dolorosa cuanto más grave es el pecado y tengo la plena certeza de que Dios no pasa por alto estas ofensas, salvo que las perdona incluso si existiera de veras algún día un propósito de enmienda, una verdadera contrición de los pecados, un sincero sentido de autocorrección. La ofensa es tan mayúscula que la contrición no puede ser fácil ni sencilla. Líbreme Dios de calcular la medida de la misma. Sólo pienso, ya lo digo, que la persona que ha ideado esta injuria a los sentimientos religiosos no puede estar en su sano juicio, y menos sabiendo que se prepara para obtener la DECA, que quiere ser profesor de religión, que su visión (parece ser, por sus propias declaraciones) de la religión es poco más o menos que una clase de historia, con lo manipulada y lo manipulable que es clase de historia en nuestros días, donde a nuestros niños se les enseña una visión deformada y deformable de una realidad llena de falsarias posverdades.

Aparte de ello, y les escribo ahora como abogado, siento comunicarles que todo esto quedará en agua de borrajas, que nuestros tribunales hace tiempo que no amparan las ofensas a nuestros sentimientos religiosos, que hace tiempo que no podemos confiar en la Justicia de los hombres, al menos en España, para hacer frente a todas estas ofensas. Nuestros tribunales han pergeñado una jurisprudencia desconsiderada y abrupta sobre lo que a ofensas a los sentimientos religiosos se refiere, dejando en un lamentable desamparo lo que debería contemplarse en el marco del artículo 525 del Código Penal y sus adyacentes. No ya en contraposición con la libertad de expresión, sino incluso por sí misma considerada, nuestra libertad religiosa está gravemente desamparada en el ordenamiento jurídico, más por la existencia de libertades, y libertinajes, de diferente utilidad para el poder público, para los tribunales, que aceptan cualquier manifestación, aún injuriosa o bochornosa que sea, como pura manifestación expresiva (el caso de Abel Azcona en Pamplona), como blasfemias sin punición en el ordenamiento (ya lo fue en su día el caso de Javier Krahe), o simplemente como manifestaciones sin ánimos injuriosos (como fuere el reciente caso de Rita Maestre). Nuestra jurisprudencia está plagada de casos en los que la Justicia se desentiende absolutamente de lo contemplado en el artículo 525 CP, acabando en que el mismo artículo ya prácticamente ha dejado de tener sentido para la mayoría de la doctrina jurídica. Hay quien incluso reivindica su desaparición, dejando un derecho fundamental de nuestra Constitución en un craso y paupérrimo desamparo.

Nuestra Fe está en momentos graves, hay que reconocerlo. El número de ofensas y ataques a nuestras creencias crece sobremanera día a día. Es difícil mantener la calma y confiar, sobre todo en que vengan a defendernos en un entorno público cada día más hostil a nuestras creencias. Los cristianos hemos de mantener la calma a toda costa, sin perjuicio de poner en evidencia públicamente cada ofensa, denunciar cada ataque, revelar el craso y pobre desamparo al que se nos somete por parte del poder público. Obviamente, esto en el terreno civil, pues en el personal, espiritual o religioso no cabe duda que tenemos aún mucho trabajo por hacer: España es un país en cuya historia tenemos muchas y graves ofensas a nuestra Fe, por desgracia es como si fuera casi un aspecto caracterológico de un sector de la población, minoritario, pero muy activo. Frente a esto, creo que cada ofensa es una llamada a la evangelización de nuestros ambientes: nuestra Fe no estará verdaderamente protegida, mientras por nuestra parte no hagamos un esfuerzo especial y eficiente por transmitir y contagiar a muchos otros lo que creemos, lo que defendemos y lo que vivimos. Mientras no se produzca ese contagio masivo de la sociedad, nos resultará muy difícil que un tribunal ampare nuestros sentimientos religiosos frente a las ofensas de tantos otros que viven, lo creo así, motivados por un demonio claro y evidente.

Me pregunto cómo viviría una niña como Jacinta una ofensa tan dolorosa a su Fe, a sus creencias, a su vivencia de Dios, como la de este espectáculo canario. Dios es tan grande que no se ofende porque sí, pero sí que cada ofensa es una herida más en un Cristo ya muy dolorido y lacerado. Me pregunto, por último, qué tal se siente Borja Casillas, el «creador» de este insulto, ese roto más en Cristo, sabiendo que es a gente tan pequeña como Jacinta a quien está ofendiendo y atacando…


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