Eduardo Martín Clemens: “El Domund es un boom grande de esperanza que se extiende por los cinco continentes”
Esta edición del Domund se convierte en una llamada de atención sobre la común responsabilidad de todos los cristianos en la evangelización del mundo que ha calado en la profunda sensibilidad y tradición misionera de España. Para hablar sobre el Domingo Mundial de las Misiones, una voz autorizada en la Archidiócesis hispalense, Eduardo Martín Clemens, delegado diocesano de Misiones.
El Domund 2020 lo calificaba como el más complejo y difícil que había conocido, pero que estaba gratamente sorprendido por el interés que estaba suscitando, sobre todo en las parroquias. ¿Cómo definiría este Domund 2021?
Como una convocatoria a retomar lo mejor de la campaña misionera dentro de la apertura existente. Gracias a la disminución de los contagios hay un deseo grande de lo presencial. La gente tiene necesidad de que vengan los misioneros a contar y a decir lo que están haciendo, precisamente bajo ese lema que ha propuesto el papa Francisco para el Domund 2021: “Cuenta lo que has visto y has oído”.
La gente necesita ver y palpar, es decir, partir a tierra de misión, algunos como una experiencia temporal, otros se plantean por qué no quedarse allí permanentemente, donde Cristo aun no es conocido y donde el Evangelio se ha adormecido demasiado. Hay un deseo grande de que la Iglesia Universal acoja a la Iglesia particular para evangelizar y ser evangelizada.
Evangelizar siendo evangelizada en misiones se da en lo cotidiano, en el hoy, el mañana no existe, es el hoy el que se está viviendo y precisamente esa realidad el misionero la siente, palpa y vive. Octubre es un boom grande de esperanza que se extiende por la geografía y por los cinco continentes.
¿Una propuesta de volver a la raíz del ser misionero?
Totalmente. Aquí tienen un papel primordial los misioneros testigos, la gente necesita que le cuenten. Hoy se escucha al testigo, el palabrero está de más en la misión, porque muchos escuchan como el que oye llover, les resbala todo. El que tiene grabadas en el alma las cicatrices de la esperanza, de la alegría y del dolor de la misión, es el testigo verdadero y como le ocurría a san Francisco de Asís con el sultán, no tenía que predicar, su propia vida era un testimonio que edificaba. Ese es el centro del Domund 2021.
¿Podríamos decir que el mandato misionero se renueva en la diócesis”?
Se renueva y no se agota, llega a todos los rincones de la diócesis. Hay sacerdotes ejemplares involucrados en la misión que tienen en sus parroquias muy integradas la Infancia Misionera y el Domund. Hace falta – no empuje- porque ir a la misión es una gracia, pero sí esa invitación que Cristo hace a través de los signos.
Es cierto y está comprobado que cuando una diócesis prescinde de un número de sacerdotes para enviarlos a la tierra de misión, se multiplican, porque Dios, como nos recuerda nuestro arzobispo, no se deja ganar en generosidad. Creo que hace falta un esfuerzo por dar el salto, hay que romper con las comodidades. Hoy tenemos muchísimo trabajo, muchas ocupaciones y tal vez falte un parón, horas ante el sagrario para reconocer la llamada de Dios sobre qué hacer y dónde hacerlo. A través de la Iglesia el Señor irá diciendo cuál es el lugar que debe ocupar cada persona.
Los misioneros encarnan lo que significa compartir lo vivido en el encuentro con el Señor. ¿Que nos enseñan en este sentido?
Nos enseñan lo que nos ha dejado dicho san Ignacio de Loyola, “ser contemplativos en la acción”. No se puede separar la cesta de pan que Cristo repartió en la multiplicación de los panes de las bienaventuranzas proclamadas después. De manera que el misionero va en una mano con las bienaventuranzas y en la otra con el pan partido y repartido.
El ámbito social y la evangelización dentro de la misión, no son realidades excluyentes, sino complementarias, una cosa reclama a la otra. No son proyectos concretos los que se desarrollan en la misión, todo se pone en manos del Santo Padre y él distribuye y encarga según las necesidades más urgentes que hay en la Iglesia. La parte más fuerte se la lleva África en estos momentos, por la hambruna que atraviesa, por las dificultades económicas y las necesidades de evangelización. Después sigue América Latina, aunque algunas ciudades ya no son propiamente tierra de misión y, especialmente Oceanía.
¿Cómo se vivirá en Sevilla el día del Domund?
Con mucha ilusión celebramos el 1º de octubre, en la Parroquia de Santa María de las Flores y San Eugenio, una Eucaristía a las siete de la tarde.
¿Por qué es importante orar por los misioneros y colaborar económicamente con las misiones?
Porque es la compasión, no la lástima, la que se tiene por ellos y aquí, quien nos puede responder esta pregunta es la Iglesia misma que pone como patrona de las misiones a una mujer orante: santa Teresa del Niño Jesús, cuya vida era una contemplación total, llena de amor y, san Francisco Javier, cansado de bautizar en Japón, a quien tenían que sostenerlo porque ya no podía más, muriendo de fiebre por el cansancio y el agotamiento, qué lección más grande para quienes pudieran creer que esto es una espiritualidad vacía o una acción social sin trascendencia, son estos dos santos los que mejor nos hablan de esta realidad: oración y ayuda.
Sevilla siempre ha sido bastante generosa con los misioneros, han decaído las contribuciones con la pandemia, hemos notado una disminución en las colectas y en los donativos, lo bueno es que, salvo alguna rara excepción, con lo grande y amplia que es la Archidiócesis, pues se mira a las Obras Misionales Pontificias y al Domund como el mejor vehículo o cauce para atender las necesidades que tiene la Iglesia.
¿Cuántos sevillanos hay repartidos por el mundo?
En los cinco continentes tenemos unos 140 religiosos y 30 familias completas con sus hijos, algunos van por dos años, especialmente jóvenes profesionales y catequistas, otros se quedan para siempre. Hay que destacar la generosidad del laicado que se ofrece para ir a las misiones, el recambio a mediano y largo plazo se ve con mucha esperanza.
La llamada misionera requiere una esperanza que roza el infinito, como la esperanza de Abrahán, sin cálculos, sin seguridades ninguna, solamente ir con el Señor que no nos abandonada.
Para finalizar, ¿considera a las misiones como carrera de relevo?
La misión requiere profundidad, mucha valentía y tiempo de oración, porque por naturaleza tendemos un poco a la inercia, y el que es auténticamente misionero reclama el relevo, cuando está instituida la misión y hay una madurez espiritual y evangelizadora, hay que dejar aquello y partir a otras tierras. Jesús lo dice preciosamente en su Palabra: “Me voy a otros pueblos que también me reclaman”. Cuando nos quedamos en un sitio y nos acostumbramos allí y nos organizamos en torno a nosotros, con nuestro carisma personal, la misión universal de la Iglesia se empobrece muchísimo. El misionero nato, que lleva la misión en los genes y en su vida, no tiene nunca miedo de partir a otro lugar, otros están más acomodados y cuesta más trabajo, pero el relevo reclama no la sustitución, porque la obra está allí, inscrita en el corazón de Cristo, pero sí un relevo o un recambio para que los que están muy mayores, desgastados ya.