“El amor a Dios y la solidaridad con los pobres es inseparable”
El problema de pobreza y exclusión que padecen muchas personas y familias está íntimamente relacionado con la falta de un trabajo decente que no se soluciona con subvenciones ni con una caridad mal entendida. Este domingo 15 de noviembre, bajo el lema “Tiende tu mano al pobre”, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de los Pobres, con una clara invitación a la responsabilidad y un compromiso directo de todos aquellos que se sienten parte del mismo destino. Es una llamada a llevar las cargas de los más débiles.
Al respecto, Alfonso Alcaide Maestre, ingresó a mediados de los años sesenta en la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y a principios de los setenta en la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). Reflexiona sobre la importancia de fortalecer “la oración a Dios y la solidaridad con los pobres y los que sufren”, un binomio inseparable.
Como miembro de la plataforma “Nosotros también Somos Sevilla” del Polígono Sur y de la Junta Directiva de la Asociación Andaluza de Barrios Ignorados, desde donde trabajan para encontrar respuestas políticas al grave problema de pobreza y exclusión que padece el mundo obrero, especialmente en los barrios periféricos de Sevilla, Alcaide refiere que “toda persona es imagen de Jesucristo, en toda persona empobrecida y excluida se nos hace presente el crucificado. Jesús en la sinagoga nos dice que ha sido ungido para anunciar la Buena Noticia a los pobres, proclamar la liberación a los cautivos, dar vista a los ciegos y libertad a los oprimidos”.
Advierte que “estas mismas palabras tenemos que pronunciarlas cada día como bautizados, porque la justicia es la esencia del Reino de Dios, y no puede haber justicia cuando hay millones de personas que carecen de un trabajo digno y no disponen de lo necesario para vivir con dignidad”.
Alfonso Alcaide considera que “la vida de las personas, los problemas de pobreza y exclusión, la precariedad del trabajo, los jóvenes sin futuro, la creciente deshumanización, toda la vida compartida hay que dialogarla con Jesucristo, presentársela, juzgarla a la luz de su Palabra, mostrarle la enorme distancia que existe entre lo poco que yo soy y la abrumadora dimensión de los problemas a los que me enfrento, o también las innumerables justificaciones que fabrico a fin de justificar mi comodidad, miedo o cobardía para vivir la solidaridad con todas sus consecuencias. Ante todo, Jesucristo siempre te responde, a condición de que aprendas a escucharle”.
Junto a su familia hace vida en el Polígono Sur, donde ha llegado a sentirse responsable de su “pequeño mundo, de lo que pasa en él, de cómo viven las personas, si son o no respetadas en sus derechos fundamentales, en sus condiciones de trabajo y vida y en su sagrada dignidad. En el Polígono Sur, este es un reto descomunal”.
Alcaide manifiesta que “no se pueden vivir las bienaventuranzas sin implicarse en la vida de las personas y familias empobrecidas y excluidas, porque su esencia es el mandamiento nuevo, el amor al prójimo, que se concreta en la promoción de la justicia, como nos dijo San Juan Pablo II. Estoy convencido de que no hay fe si no hay empeño por la justicia”.
En esta línea, “el planteamiento evangelizador de la HOAC me pide acoger esta realidad y testimoniar en ella el amor de Jesucristo y las exigencias de justicia que desea para todos. Todo esto se concreta en relaciones personales, para conocer y compartir la vida de las personas; en trabajo ciudadano en las asociaciones de vecinos, de mayores y plataformas; en diálogo con las administraciones y en denuncias de las injusticias, en la elaboración de propuestas concretas con capacidad para responder a los problemas del mundo obrero empobrecido”.
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