El archivero de la Parroquia de San Pedro recibe la Medalla Pro Ecclesia Hispalense
El Arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, hizo ayer entrega de la Medalla Pro Ecclesia Hispalense a José Fernandez Riqueni, archivero y voluntario de la Pastoral de la Salud en la Parroquia de San Pedro (Sevilla).
Su vida –según explica el párroco, Jesús Maya– se puede resumir en “una existencia consagrada a hacer el bien de manera callada y desapercibida”. Terminados sus estudios pasó a trabajar en el Registro Civil de Sevilla, donde permaneció hasta su jubilación. “En esta labor gozó del cariño y reconocimiento de todos sus compañeros y superiores, consiguiendo un enorme prestigio por su honradez, dedicación y un trato exquisito lleno de amabilidad”, recuerda Maya. En el ámbito familiar, es padre de una hija y “fue un esposo entregado y solicito para su mujer, cuya pérdida supuso para él un profundo dolor”.
Por otro lado, cuenta el párroco, desde pequeño ha pertenecido a la Hermandad del Cristo de Burgos, donde ha desempeñado distintos cargos, entre ellos, el de hermano mayor. “En esta corporación goza aún del reconocimiento y cariño de todos sus miembros”.
En cuanto a su servicio en la parroquia, José Fernández desempeña desde hace años el cargo de archivero. “Es admirable, a pesar de sus años, las horas que emplea en esta ingente labor, todo con prontitud, alegría y disponibilidad”, agradece Jesús Maya. Asimismo, el homenajeado destaca también por “su virtud callada en la atención a los más débiles”. Como ejemplo, el párroco señala sus visitas continuas a los ancianos de las residencias de la feligresía y el haber sido uno de los promotores y artífices del Economato del Casco Antiguo.
En definitiva, José Fernández Riqueni es merecedor de la medalla Pro Ecclesia Hispalense porque en su vida, insiste Jesús Maya, se cumple la cita evangélica “Somos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
Sobre la medalla
Es una copia de un pectoral de bronce de gran interés arqueológico encontrado en las inmediaciones de Sevilla, que debió pertenecer a un obispo o sacerdote de la época visigótica, en los tiempos en que rigieron sucesivamente la Archidiócesis los santos arzobispos Leandro e Isidoro.
El medallón, en bronce, presenta en su anverso grabado en sencilla silueta el Salvator Mundi, según la iconografía de la época, con el cáliz eucarístico y el anagrama griego IHS –iota, eta, sigma-, primeras letras del nombre de Jesús. En el reverso se representa el crismón, anagrama también griego de Cristo.
Este medallón es, junto con el sarcófago paleocristiano de Écija, la antigua sede Astigitana, el testimonio más antiguo de la Archidiócesis, y por ello se ha elegido como símbolo en la medalla que se entrega a aquellas personas que se han distinguido por sus buenos servicios a la Archidiócesis.