El arzobispo de Sevilla invita a “descubrir puntos de encuentro con nuestros hermanos no creyentes»
Bajo un repique de campanas y con una puntualidad “fernandina”, el paso de tumbilla de la Virgen de los Reyes, la patrona de la ciudad de Sevilla y su Archidiócesis, se situó a las ocho de la mañana del lunes, 15 de agosto, bajo el dintel de la Puerta de Palos de la Catedral. De esta forma se cumplía la tradición, el protocolo de una fe de siglos que marca el encuentro de los sevillanos con “la Virgen de todos”.
Se recuperaba de esta manera una cita estival interrumpida a causa de la pandemia, y esperada por una multitud de fieles que, desde muy temprano, tomó sitio frente a la seo hispalense para presenciar un nuevo capítulo del ritual mariano por excelencia de Sevilla.
Al término de la procesión alrededor de la Catedral, el arzobispo, monseñor Saiz Meneses, que estos días ha presidido la novena de la patrona, hizo lo propio en la Eucaristía con motivo de la solemnidad de la Asunción de la Virgen. No fue la primera Misa que acogía la Catedral esta mañana, ya que desde las seis se han celebrado Eucaristías con la participación de los numerosos peregrinos que han llegado al templo metropolitano procedentes de distintas localidades cercanas a la capital.
“Hemos recibido la misión de anunciar el Evangelio”
En su homilía, el arzobispo recogió el itinerario seguido durante la novena y recordó que “nosotros hemos recibido la misión de anunciar el Evangelio a nuestros contemporáneos del siglo XXI”. “Por eso –añadió- también nos preocupa esta pertinaz sequía, las restricciones energéticas, la pandemia y sus secuelas, la cronificación de la pobreza en algunos de nuestros barrios o el paro juvenil; y en un nivel global nos preocupa el hambre en el mundo, la desigualdad, la contaminación, la guerra en Ucrania y los conflictos armados en todo el mundo, o la creciente rivalidad estratégica entre las grandes potencias, que al final acaba perjudicando siempre a los más débiles”.
A continuación, señaló que la evangelización es “el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada persona y a la humanidad entera en el momento presente, en el que conoce grandes conquistas técnicas y científicas, pero ha perdido el sentido último de la vida”. En esta línea afirmó que “sólo desde Cristo el ser humano puede comprenderse a sí mismo y encontrar el sentido de la existencia”. Consciente de que hay muchas personas para las que la fe no ocupa un lugar relevante, monseñor Saiz acudió a la patrona para pedir la ayuda necesaria para “descubrir puntos de encuentro con nuestros hermanos no creyentes, alejados o indiferentes”. Unos puntos de encuentro que, apuntó, “no están lejos de las aspiraciones profundas de nuestros contemporáneos, que coinciden en buena parte con las de los hombres y las mujeres de todas las épocas”. “El ser humano, a lo largo de la historia, ha buscado la verdad, el sentido de las cosas, y sobre todo el sentido de su vida. En todas las culturas encontramos las preguntas fundamentales sobre la propia identidad, sobre el origen y el final de la vida, sobre el mal y la muerte, sobre el más allá. Quien busca la verdad busca a Dios, sea o no consciente, y está muy próximo a Dios, que es la Verdad”, subrayó.
“La búsqueda de la felicidad es en el fondo deseo de encontrar a Dios”
“El corazón humano tiende a una felicidad plena, y se entrega con ilusión a proyectos y actividades esperando saciar su sed de felicidad”. Dicho esto, el arzobispo advirtió del riesgo de “la insatisfacción y un vacío interior que los bienes materiales no pueden llenar”. “El hombre –afirmó- necesita razones para vivir, para entregarse, para dar lo mejor de sí mismo. Este ser humano que busca la felicidad, busca a Dios. La búsqueda de la felicidad es en el fondo deseo de encontrar a Dios”.
Monseñor Saiz reiteró que “el Señor nos envía a ser sus testigos en medio del mundo, más aún, en medio de nuestro pequeño mundo, de nuestro entorno concreto”. Por tanto, “si vivimos la experiencia de encuentro con Él, nuestra palabra será portadora de fuerza, de alegría, de seguridad, de sinceridad, de esperanza; nuestra palabra estará al servicio de la Palabra y será transparencia de la Palabra”. “¡Hemos de ser ocasión de encuentro con Cristo para aquellas personas que se crucen en nuestro camino! La responsabilidad de la misión es grande, y nosotros somos pequeños y frágiles”.